Dos meses después,
En la habitación tenuemente iluminada, el constante pitido de un monitor llenaba el silencio, sus líneas moviéndose en un patrón rítmico y plano antes de dispararse en picos agudos, indicando vida. El paciente yacía inmóvil en la cama, sus manos y piernas atadas con gruesos cables, impidiendo cualquier posibilidad de escape.
Luego se pudieron oír los pasos de dos personas acercándose a la habitación donde estaba el paciente.
La perilla de la puerta se giró, revelando a un hombre enorme vestido con un elegante traje negro, su cabello alborotado por la cantidad de veces que se había pasado las manos por él.
El hombre caminó hacia la cama donde el paciente estaba acostado antes de que sus ojos fríos y distantes se posaran en el monitor.
—Ha estado dormida ya dos meses. ¿Cuándo va a despertar? —preguntó el hombre de negro al doctor que vestía una bata blanca de médico.
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