Los tres estaban reunidos en un comedero en Codan. La ciudadela tenía decoraciones muy extravagantes sobre las puertas y el Árbol de la Vida tenía múltiples decoraciones. Un elfo les entregó un poco de comida a los tres guerreros.
— Muchas gracias. — dijo Dante al elfo.
— Lo que usted desee, Señor el Magnífico. — dijo el elfo antes de irse.
— Wow… este lugar está muy bien decorado y huele delicioso. — dijo Abigail. — Gracias por dejarnos comer aquí.
— No hay problema, señorita Abigail. — dijo él. — Siempre y cuando les permita descansar y reponer fuerzas por… mi actuación…
— Tranquilo, "D", todo bien. — dijo Raquel.
— Bueno, ahora que estamos reunidos aquí, les quería preguntar, ¿Quién es el último miembro del que me hablaban?
— Es… complicado…
— Ya sé que es un vampiro.
— No cualquier vampiro. — sentenció Abigail. — La Muerte Roja es una leyenda muy, MUY urbana, pero es real. Una vampira que "limpia" las calles de Akena de los malhechores desde hace generaciones… Aunque un homicidio es un homicidio… La hemos intentado capturar múltiples veces y llevarla a la justicia, pero se nos escapa…
— Lo que quiere decir es que ni están cerca de saber quién es. — dijo Raquel riendo.
— ¡Hey! ¡No debes usar información confidencial de esa forma!
— ¿Por qué me diste información confidencial en primer lugar?
— P-Porque… Yo confío en ti… — dijo sonrojada.
— Ternuritas. — dijo Dante admirando aquella escena. — Como sea, debemos localizar a una vampira que lleva mucho escapando de la justicia. Va a ser muy complicado encontrarla y/o rastrearla… Pero no lo entiendo del todo… ¿Acaso nadie se podría dar cuenta de una chica que no ha cambiado en apariencia en mucho tiempo? Aunque se esconda, ella debe salir de su casa o algo, ¿No?
— Es… posible… Pero ella no se dejará ver tan fácil y con la cantidad de anuncios que hemos puesto… es seguro que muchos la conocen, pero como está matando ladrones, asesinos, etcétera, no creo que la quieran dejar.
— Veamos… — dijo Raquel. — ¿Cómo hacemos que una vampira se nos acerque voluntariamente?
— ¿No son los vampiros muy avariciosos? — preguntó Dante.
— Se supone… — dijo Abigail. — Pero ella nunca pide recompensas ni nada.
— A menos que mate por necesidad. ¿De donde sacaría la sangre que necesita para sobrevivir?
— Buen punto… Pero eso no responde la pregunta de cómo la conseguiremos atraer a nosotros.
— Si no pide dinero… podría necesitar un poco. Podríamos poner un anuncio o algo.
— Sí… Se podría. — dijo Raquel. — Si ponemos un anuncio con una recompensa por presentarse, quizás se nos acerque.
— Huh… Buena idea.
— Entonces está decidido.
— Pero antes quisiera presentarles a mi familia, debo avisarles de este viaje.
— Claro, siempre y cuando no nos intentes hacer nada. — dijo Abigail en un tono serio y desconfiada.
— Tranquilas, yo jamás, JAMÁS, lastimaría a una mujer… a menos que ella haya empezado o quiera… Como sea. ¿Nos vamos?
— B-Bueno…
Dante, Abigail y Raquel caminaban por Codan hasta salir de este, subieron a sus caballos y cabalgaron hasta una aldea cercana. Dante fue recibido por los habitantes, sin embargo, no se veían muy complacidos por la aparición de Abigail y Raquel. Dante se encargó de asegurarse que Abigail y Raquel sean vistas de forma amistosa.
Caminaron hasta llegar a una casa algo pequeña, Dante abrió la puerta y lo recibió una elfo un tanto vieja de cabello rubio usando un solo arete, vestía un largo vestido blanco con un delantal marrón. La mujer lo abrazó con fuerza.
— ¡Mi bebé está de vuelta! — exclamó ella.
— Hola, Madre. — dijo Dante correspondiendo el abrazo.
— Oh, y no vienes solo.
— Madre, ellas son Abigail y Raquel, dos mensajeras que venían a buscarme.
— ¿Buscarte? — la madre de Dante les ofreció asiento y bebidas, unas vez estaban todos cómodos, Dante continuó.
— La Gran Guerra que está ocurriendo ha causado mucha destrucción, por eso los cuatro reyes están pensando en usar la Gema Yuma para hacer unas armas muy poderosas, pero necesitan a unos guerreros de élite para portarlas… yo fui elegido como uno de esos guerreros de élite.
— Y-Ya veo…
— Señora el Magnífico, no debe preocuparse, su hijo es un increíble guerrero, nunca había visto a alguien como él. — dijo Abigail. — Nosotras lo cuidaremos.
— E-Es solo que… M-Mi hijo…
— No te preocupes por eso, Madre. — dijo Dante. — Estaré bien, te lo juro.
— E-Está bien… Dan, prométeme que volverás.
— Te lo prometo, y que me caiga un árbol si no lo cumplo.
— Está bien, hijo mío. Supongo que tienen mucho que hacer… Deberían irse.
— Bien. Ya nos vamos.
Los tres salieron de la aldea, Dante soltó lágrimas al ver su pueblo natal alejarse mientras él se iba a una loca batalla. Abigail y Raquel lo vieron y él solo volteó su vista al frente.