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Memorias Meca

Eltamagoshi · Fantasy
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36 Chs

Marioneta (Parte #3)

Raquel miraba el cielo, asustada pues sabia muy bien quien fue el que provoco esta imagen apocalíptica. Los truenos sonaban con fuerza y la tierra temblaba, Abigail despertó asustada y fue a ver a María.

— ¡María! — exclamó Abigail corriendo hacia Raquel, ella le entregó a su hija. — ¿¡Que está pasando!?

— ¡No lo sé! — exclamó Raquel aterrada por todo lo que ocurría. Entonces el suelo comenzó a moverse y de este salieron rocas y tierras con formas humanoides y ojos brillantes, Huecos.

Uno de ellos apareció frente la casa de Abigail y las miró fijamente antes de comenzar a moverse hacia ellas. Raquel comenzó a correr junto a Abigail lejos, salieron por la puerta trasera e intentaron huir, pero se toparon con uno de ellos e intentó atacarlas.

Raquel miró a su alrededor y vio una horquilla, la tomó y se puso en posición de combate. El Hueco la intentó atacar, pero ella lo esquivó con extrema agilidad y golpeó su cabeza con increíble precisión ante los ojos de Abigail, destruyendo la tierra que la formaba, pero el Hueco seguía en combate. Abigail comenzó a correr para proteger a su hija, entonces, algo se escuchó en el cielo.

— ¡Escúchenme! — exclamó la voz de un hombre en el cielo. El Hueco dejó de moverse. — ¡Yo soy su salvador! ¡Aquí y ahora he asesinado a un dios para traerles la libertad que se merecen! ¡Sin que estemos a merced de estos seres magníficos que llamamos "deidades"! ¡Ellas solo quieren tener el control de todo y formar un orden mundial enfermizo! Pero todo eso se acaba ahora. Esas criaturas son "Huecos" y me obedecen, les traerán paz a todos, siempre y cuando me ayuden a acabar con las diosas. ¡Únanse a mi ejército y derroquemos a esas inquisidoras! — la voz esperó, entonces se escuchaban gritos e insultos hacia él de todas partes. Raquel reconocía la voz y sabía muy bien quién era él. — Que así sea… Si no se unen a mí, ¡Todos ustedes caerán! ¡¡¡ESTO ES LA GUERRA!!! Pero lo haré mas interesante. Veamos lo que sus débiles seres pueden hacer para vencerme. — los Huecos se deshicieron mostrando sus cristales y se desvanecieron.

Abigail estaba asustada e intentaba calmar a María quien lloraba. Raquel miraba el cielo muy enojada.

Pasaron varios meses y un trío de sacerdotisas pudo conseguir una Gema Yuma, las cuatro razas formaron una alianza y pronto comenzaron a planear hacer las armas más poderosas que se hayan hecho, así que se buscaron a los mejores guerreros de todos.

Raquel estaba en su casa cuando alguien tocó su puerta, al abrir vio a Abigail con una armadura de caballero hecha para ella.

— ¿Eh? ¿Aby? ¿Qué haces aquí? — preguntó Raquel muy confundida.

— Me necesitan en el campo de batalla… Me pidieron buscar a los mejores guerreros de todos y eso vengo a hacer. — respondió Abigail. — Yo te vi contra aquél Hueco, ¡Eres increíble! ¡Deberías luchar conmigo y así ganar esta guerra! — exclamó no muy convencida.

— ¿Estás segura?

— N-No… Solo hago esto porque las diosas mismas me lo ordenaron…

— Oh… ¿Y María?

— Esa es la cosa, ellas me dijeron que podría hacer unas pruebas para poder estar con ella… No quiero abandonarla… ¿Qué pasaría si atacan mi pueblo y no estoy ahí para evitarlo? ¡Muchos morirían! ¡María morirá!

— Ya veo… entonces… ¿Por qué me necesitas?

— Tienen que ser, sí o sí, un humano, un elfo y un vampiro.

— ¿Y que hay de los bárbaros?

— Son humanos… Como sea, ¿Serías mi reemplazo?

— ¿Quieres que sea tu reemplazo para algo que ni tú sabes que es?

— De verdad lamento meterte en este lío. Pero…

— No quieres abandonar a tu hija… ¿Esto es amor materno…? Nunca lo sentí…

— Es cierto… no tenías madre…

— Está bien. Yo seré tu reemplazo. — los ojos de Abigail resplandecieron al escuchar esas palabras.

— ¡Gracias! — exclamó ella abrazando a Raquel. Ella le correspondió el abrazo.

— Bien. ¿A quién iremos a buscar primero?

— ¿Cómo lo sabías?

— Intuición femenina, jeje.

— Bien, nuestro primer objetivo es un joven elfo llamado Dante el Magnífico.

— Un poco pretencioso el chico.

— No, literalmente su familia son los "el Magnífico"

— …

— Lo sé. Como sea, ¿Vienes? Tengo los caballos listos.

— ¿Sabías que accedería?

— Supongo.

Raquel buscó unas cosas y las puso en una bolsa antes de montar a su caballo, pero Abigail la llevó a Akena primero por un arma. Iban por las calles cuando vieron un cartel que decía "La Muerte Roja ha atacado nuevamente."

— Maldición… La Muerte Roja… — dijo Abigail.

— He oído hablar de ella. Mata a ladrones, asesinos y violadores, pero estos últimos se llevan la peor parte. — dijo Raquel mientras iban caminando con calma.

— Y no es solo eso. Se dice que es un vampiro porque hay historias de hace más de cien años de un justiciero en las calles de Akena. Es demasiado escurridiza e imposible de rastrear… De hecho, tras buscar al elfo, la buscaremos a ella.

— Vaya… ¿No te asusta?

— Su naturaleza es de un justiciero, no nos atacaría. Si lo hace, fue nuestra culpa.

— ¿Cómo sabes todo eso?

— Mi padre la vio y sobrevivió. Estaba por matarlo, pero resultó que se equivocó de objetivo y se fue.

— Huh… Me preguntó donde vivirá…

— Quien sabe…

Abigail llevó a Raquel al campo de entrenamiento donde le dio a elegir a Raquel su arma, entre espadas, sables y lanzas, ella escogió la lanza y la probó con maniquíes con increíble elegancia y precisión, le equiparon con armadura diseñada para mujer, le quedaba algo ajustada por ser de la talla de Abigail, pero se podía mover.

Ambas montaron sus caballos y se fueron al sur, a territorio elfo. Cabalgaron por todo un día hasta que a la noche, mientras iban por un bosque, fueron emboscadas por unas flechas que volaron muy cerca de sus cabezas. Ambas ordenaron a sus caballos a correr mientras las flechas volaban a montones.

Entonces, una flecha voló muy cerca de ellas y esta tenía una bola negra en la punta. Una vez tocó el suelo, la bolita explotó en humo negro que desorientó a los caballos y ambos cayeron, derribando a Raquel y Abigail. Los caballos se levantaron y huyeron despavoridos, Abigail y Raquel tomaron sus armas y se prepararon.

Las flechas volaron hacia ellas desde las copas de los árboles, Abigail levantó su escudo y las cubrió a ambas, las flechas cesaron y ambas se pudieron posicionar debajo de un árbol caído.

— ¿¡De donde vienen esas flechas!? ¿¡Nos hicieron una emboscada!? — exclamó Raquel.

— Eso parece… ¿Por qué? ¡Se supone que estamos en paz! ¡Ellos ya sabían que buscábamos a Dante el Magnífico! — dijo Abigail. Entonces vieron una pelota verde con una mecha consumiéndose caer al lado suyo. — ¡¡¡CUIDADO!!! — gritó antes de empujar a Raquel. La pelota explotó violentamente. — ¡¡¡HEY!!! ¿¡¿¡CUAL ES LA GRAN IDEA!?!? — gritó. — ¡¡¡ESTAMOS EN PAZ, YA DEJEN DE ATACARNOS, DOS CONTRA DIEZ NO ES JUSTO!!! — entonces alguien cayó de los árboles, aterrizó frente a ellas, usaba capucha, pero sus orejas salían por unos orificios.

El encapuchado apuntó una ballesta con siete flechas listas y las disparó como una escopeta hacia ellas, pero Abigail las cubrió con su escudo, pero el impacto fue potente. El encapuchado se alejó y recogió las flechas que había disparado mucho antes para después cambiar una parte de su ballesta y poner varias flechas una detrás de la otra para así dispararlas con gran cadencia.

Abigail y Raquel se separaron y prepararon su ataque, Abigail la atacó por la derecha y Raquel por la izquierda, pero el elfo las enfrentó usando solamente un cuchillo y su ballesta con parte inferior reforzada. Los tres batallaron ferozmente, el elfo incluso usó su ballesta como escopeta contra ellas y, aunque el impacto les diera en sus armaduras, el golpe era muy fuerte, incluso las lanzaba a unos metros.

Raquel recibí un disparo y la tiró al suelo, ella se paró y se alejó para ver la batalla, esperó un poco, entonces lanzó su lanza con fuerza hacia el elfo y la lanza casi le lograba dar, pero si logró quitarle la capucha, cosa que lo distrajo el tiempo suficiente para que Abigail lo derribara, alejara su ballesta y sometiera contra el suelo.

— ¡Te tengo! — exclamó Abigail. — ¡Buen trabajo, Raquel!

— ¿Buen… trabajo…? — se preguntó a sí misma Raquel.

— ¿Por qué nos atacaron? ¿Eh? ¡Ríndanse! — gritó ella al cielo con esperanza de ver a los otros elfos, pero no hubo respuesta alguna. Entonces escuchó una pequeña carcajada, venía del elfo, joven, de cabello rubio y ojos verdes, usaba dos aretes en su oreja izquierda.

— Lo lamento tanto, señoritas. — dijo el elfo. — De verdad. Pero solo yo vine.

— ¿Disculpa? ¿Solo tú?

— Pues… sí. Yo soy Dante, Dante el Magnífico.

— ¿Qué?

— ¡Sí! ¡Y-Yo soy al que buscan! S-Siempre me decían que era un ejército de un solo hombre…

— Oh, eso… eso es raro…

— ¿Podría dejarme ir, señorita…?

— Vincent, Abigail Vincent. — dijo dejando ir a Dante. — ¿Cómo es que solo tú nos causaste todos esos problemas?

— Bueno… he entrenado desde muy pequeño y modifiqué mi ballesta. Todo por el bien de mi gente… Como sea, ¿Venían a buscarme?

— Oh, sí. — dijo Raquel. — Te buscamos para formar un equipo, se supone que se hará algo con la Gema Yuma que se nos dio.

— ¿De veras? Eso es nuevo… Me informaron que ustedes venían a probarme en combate, por eso mi hostilidad hacia ustedes. Lo lamento muchísimo.

— No hay problema. Fue un buen calentamiento. — dijo Abigail enfundado su espada. — Ella es Raquel, solo Raquel. — dijo mirando a su amiga.

— Mucho gusto, señorita. — dijo haciendo una reverencia.

— Así que… ¿Te nos unes? — preguntó Raquel algo nerviosa.

— Por supuesto, nunca me rendiré con proteger a los míos, así que pueden esperar verme luchar a su lado.

— ¡Muchas gracias! — exclamaron ambas.