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Capitulo 6 La estrategia

Todo estaba listo para llevar a cabo el falso funeral del Príncipe Ancel, solo tenían que esperar hasta la medianoche para poner en marcha el plan. El rey Alger se ocupó de los asuntos del reino como lo hacía a diario. Aunque la ausencia de los Dioses dejó una sensación de tristeza en el reino, los ciudadanos aún guardaban luto y decoraron las calles con flores. Todos hacían lo posible por no estar tan deprimidos y tratar de llevar sus vidas cotidianas como de costumbre. El rey Alger hizo una parada en la plaza y se quedó observando las tres estatuas de los Dioses. Después de eso, regresó al castillo, sabía que la medianoche pronto llegaría y debía actuar con normalidad para que el plan fuera perfecto. Las horas pasaron y finalmente llegó la medianoche, era hora de poner en marcha los planes. Todos los sirvientes del reino estaban dormidos, excepto los guardias que custodiaban el castillo durante la noche.

Antes de poner en marcha el plan Aura, el oráculo se había presentado ante el rey Alger y la reina Galiana. Con el fin de no ser detectada por nadie, hizo uso de un artefacto de transportación y se materializó en la habitación de los reyes.

-Alger y Galiana solo tienen 2 minutos para la medianoche, así que crearé la ilusión de Ancel muerto -anunció Aura, el oráculo.

-Cuando la ilusión esté lista, durará como mínimo 2 días mientras hacen los preparativos del falso funeral. Yo me llevaré a Ancel a la torre más alta, Lear me espera allí, él será quien lo lleve al templo de los sabios místicos para que lo oculte hasta que termine el funeral -agregó.

-Entendido -respondió Galiana.

-Recuerden actuar como si en realidad Ancel estuviera muerto -advirtió Aura.

-Este plan no es de mi agrado, pero debemos hacerlo -expresó Alger con disgusto.

-Lo sé, pero así debe ser -concluyó Aura.

Aura utilizó sus poderes para crear una ilusión de un cuerpo muerto falso de Ancel, el cual se veía tan real que incluso parecía ser capaz de tocarlo. Después de terminar la creación de la ilusión, utilizó un artefacto de transportación para llegar a la habitación de Ancel, ya que era la única manera de no ser vista por nadie en el castillo. El portal del transportador apareció en la habitación del Príncipe Ancel y Aura salió de él. Observó a Ancel dormir en su cuna como un adorable angelito y se acercó a él. Después de observarlo durante unos segundos, sonrió y lo levantó con cuidado de la cuna junto con su mantita, cargándolo en sus brazos sin decir una palabra.

Sin pronunciar una palabra, Aura entró al portal del transportador, el cual se cerró, y apareció en la torre más alta donde Lear esperaba su llegada. Cuando Aura salió del portal con Ancel en sus brazos, Lear, el mensajero, se acercó a ella y lo cargó en los suyos. Abriendo sus alas, Lear salió volando de la torre para emprender vuelo hacia el templo de los sabios místicos. Mientras tanto, Aura observaba en silencio.

De repente, un grito desgarrador se escuchó por todos los rincones del castillo, despertando a todos los sirvientes y alertando a los guardias, quienes dejaron de custodiar los alrededores del castillo para entrar y averiguar qué había sucedido. El grito provenía de la habitación del Príncipe Ancel, cuando los sirvientes y los guardias llegaron a la habitación, encontraron a la reina Galiana y al rey Alger asombrados al ver a su hijo muerto. Galiana lo tenía en sus brazos y lloraba desconsoladamente, mientras Alger simulaba estar asombrado. Los sirvientes y los guardias se encontraban asombrados al ver al Príncipe Ancel muerto en los brazos de la reina Galiana.

Los ojos cerrados de Ancel y la falta de color en sus labios indicaban que la muerte lo había reclamado. Su cuerpo yacía inmóvil en los brazos de Galiana, como si estuviera en un profundo sueño del que nunca despertaría. La atmósfera en la habitación era pesada y llena de un silencio sepulcral.

-Rey Alger llamará a un médico para que venga a ver al Príncipe Ancel, lo veo muy pálido-expresó una de las sirvientas preocupada.

-El Príncipe estará bien, no tiene buen aspecto-mencionó otra de las sirvientas.

-Nadie llamará a un médico, Ancel acaba de fallecer- declaró Alger mirando a los sirvientes y a los guardias con seriedad.

-Rey Alger, por favor, no diga eso, su hijo debe ser revisado por un médico-expresó uno de los guardias preocupado.

-Ancel no tiene pulso, yo mismo lo revisé, no siento su alma, soy un Dios, sabemos cuando un cuerpo no tiene alma-afirmó el rey Alger.

-Mi hijo ha fallecido-expresó Galiana con los ojos llenos de lágrimas mientras sostenía a Ancel sin vida en sus brazos.

-No puede ser que el Príncipe Ancel haya muerto, es extraño que haya fallecido de la noche a la mañana-comentó uno de los guardias.

-Primero los Dioses y ahora el Príncipe, estoy empezando a creer que Astral está maldito-mencionó una de las sirvientas.

-Galiana-susurró Alger con tristeza mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.

-He mantenido en secreto lo que voy a revelarles ahora así que escuchen con atención por que solamente lo diré una vez -comentó Alger mirando a los sirvientes y a los guardias.

-¿Qué ocurre rey Alger?-preguntó un guardia mirando al rey Alger con intriga y asombro

-Ancel nació con una terrible enfermedad desconocida e incurable creímos que podía curarse a medida que fuera creciendo ya que sus poderes se desarrollarían con el pasar del tiempo pero veo que me equivoqué-explicó el rey Alger

-El Príncipe estaba enfermo y lo mantuvieron en secreto-comentó un guardia asombrado

-No puedo darles más detalles en este instante pronto se enteraran de la verdad por ahora les pido que se retiren-ordenó el rey Alger

Los sirvientes y los guardias se marchan, dejando al rey Alger y a la reina Galiana a solas con el cuerpo falso de su pequeño hijo. Ambos eran conscientes de que debían proceder con cautela, ya que cualquier error podría llevar al descubrimiento de la verdad.

Mientras Lear se dirigía hacia el templo de los sabios místicos, durante el vuelo, observó a Ancel con una sonrisa en su rostro mientras el pequeño acariciaba su mejilla. De repente, el cielo se oscureció por completo, opacando la luna, y en ese momento comenzó a llover. A pesar de que Lear estaba a solo unos pocos kilómetros de llegar al templo, decidió cubrir a Ancel con su manta para protegerlo de la lluvia y evitar que se resfriara. Los relámpagos empezaron a iluminar el cielo mientras Lear aceleraba el paso en su vuelo.

Al llegar al templo, descendió y se dirigió hacia las imponentes puertas de acero. Una vez frente a ellas, las puertas se abrieron de par en par, permitiendo a Lear entrar en el templo. En ese momento, las puertas se cerraron detrás de él. Fue entonces cuando Lear se encontró con el Místico Adelfried, quien lo esperaba en la entrada y lo condujo hacia la habitación donde estaban reunidos los demás sabios místicos.

Al ingresar Adelfried y Lear a la habitación donde se encontraban los demás sabios místicos, Adelmo tomó a Ancel en sus brazos con ternura. La habitación estaba decorada con una pequeña cuna y todo lo necesario para cuidar al pequeño hasta que pasara el falso funeral, momento en el que Galiana y Alger lo enviarían a la Tierra.

-El rey Alger y la reina Galiana están a punto de continuar con el falso funeral del Príncipe Ancel-comentó Lear el mensajero mientras observaba a los sabios místicos.

-Después del falso funeral, sería prudente llevar al Príncipe Ancel a la Tierra sin que el Consejo se entere de nada. Habrá tiempo en el futuro para explicarles por qué mantuvimos esto en secreto-expresó Gerard.

-Podrían convertirse en un obstáculo si descubren lo que estamos tramando-afirmó Verner con seriedad.

-Estoy seguro de que el plan será perfecto-añadió Adelfried con una sonrisa.

-Una vez que Ancel abandone Astral, estará en buenas manos-concluyó.

-Debo marcharme fue un gusto volber a verlo-anunció Lear al darse la vuelta dejando atrás a los sabios místicos.

Lear deja atrás el templo de los sabios místicos y toma la decisión de regresar al reino para encontrarse con el rey Alger y comunicarle que Ancel ya se encontraba con los sabios místicos. A pesar de que la lluvia se intensificaba y los relámpagos iluminaban el cielo, él no se rendiría, dispuesto a atravesar la tormenta para cumplir con su misión.

Tras recibir el mensaje del mensajero, Lear se dirigió hacia el rey Alger para informarle que había dejado a su hijo en el templo de los sabios místicos. El rey, en respuesta, le ordenó que fuera a la plaza y comunicara a los astralianos sobre la muerte de su hijo en el amanecer.

Las horas pasaron y finalmente llego el amanecer Lear aceptó la orden y salió volando del castillo en dirección a la plaza. Al llegar, se encontró con una multitud de astralianos que conversaban entre ellos, algunos rezando a las estatuas de los dioses que se encontraban en medio de una fuente y otros lanzando flores al agua. Cuando los astralianos vieron a Lear, se reunieron a su alrededor. Brant, uno de los niños astralianos, se abrió paso entre la multitud para poder escuchar el mensaje que Lear traía en esta ocasión.

-Cada vez que Brant viene a la plaza, es para darnos un mensaje del rey-comentó Brant mirando a Lear.

-Astralianos, escuchen con atención, el rey me ha enviado para darles un mensaje de suma importancia-expresó Lear mirando a la multitud de astralianos presentes.

-Hoy el reino está pasando por un mal momento-declaró Lear en voz alta.

-El reino está pasando por un mal momento, ¿qué ha sucedido?-preguntó un hombre astraliano.

-El Príncipe Ancel ha fallecido, el rey Alger y la reina Galiana están haciendo los preparativos del funeral del Príncipe Ancel-informó Lear con seriedad.

-El Príncipe Ancel ha fallecido-expresó Brant, quien se quedó tan sorprendido que deseaba que lo que escuchaba no fuera verdad.

-El Príncipe ha fallecido, ¿cómo sucedió?- preguntó una mujer australiana.

-A la medianoche, el Príncipe Ancel falleció. La reina Galiana lo encontró sin vida en su habitación. La causa de su muerte fue una enfermedad incurable-informó Lear, el mensajero.

-Ambos guardaban en secreto la esperanza de que el Príncipe se curara a medida que creciera, pensando que sus poderes se desarrollarían, pero lamentablemente no fue así-mencionó Lear el mensajero.

-La realeza y sus secretos-mencionó un anciano que sostenía un bastón.

-¿Qué enfermedad padecía el Príncipe Ancel?-inquirió Brant.

-Brant, no deberías hacerle esa pregunta a Lear, esa información es personal-expresó la madre de Brant con vergüenza.

-El rey Alger y la reina Galiana desconocen la enfermedad que padecía el Príncipe Ancel, al parecer era desconocida-comentó Brant.

-Todo esto me parece extraño, primero los Dioses y ahora el Príncipe, seguramente Astral está maldito-añadió.

-Astral no está maldito, solo estamos pasando por un mal momento, eso es todo Brant- respondió Lear mirando a Brant con seriedad.

-Astral se encuentra vulnerable, ¿qué haremos si un enemigo decide declararnos la guerra? -cuestionó un hombre astraliano con cabello castaño y barba corta, de cuerpo robusto.

-No te preocupes, Astral cuenta con soldados que pueden protegernos -respondió Lear, dirigiendo su mirada al hombre astraliano.

-Me convertiré en soldado y protegeré Astral con mi vida -afirmó Brant.

-Es admirable que quieras proteger a Astral, eres un niño muy valiente -expresó Lear con una sonrisa en su rostro.

-Debo marcharme, espero que todos asistan al funeral. El mensaje que dará Aura, el oráculo, es crucial. Sabrán qué sucederá después del funeral del Príncipe Ancel -añadió.

-Incluso el Consejo deberá estar presente ellos aun no saben sobre el fallecimiento del Príncipe Ancel ire a darles el mensaje-añadió

Lear desplegó sus alas y se alejó de la plaza, dejando a los astralianos reflexionando sobre el mensaje que daría Aura, el oráculo, en el funeral del Príncipe Ancel. Mientras tanto, otros murmuraban entre ellos sobre lo ocurrido.

Lear volaba hacia el Consejo lo más rápido que podía. Después de varios minutos, llegó a la entrada y se encontró con varios miembros saliendo por las puertas principales. Sin perder tiempo, se dirigió hacia el interior y se encaminó directamente hacia la sala de reuniones, donde sabía que se encontrarían los miembros más importantes del Consejo. Mientras tanto, se llevaba a cabo un juicio debido a que un ladrón había asaltado el banco de la ciudad y logrado robar 10 mil dólares en cristal. El ladrón, llamado Eike, un hombre astraliano de cabello negro, ojos azules y mirada penetrante, pertenecía a una pandilla de criminales que se dedicaba a vender objetos robados e ilegales en el mercado negro ubicado al Oeste del reino de Astral.

A pesar de que Eike negaba todo lo sucedido y afirmaba que lo habían confundido con otros dos ladrones presentes en el momento del robo, el juzgado no le creyó ni una palabra. Consideraban a Eike un mentiroso, ya que había estado presente en varios juicios anteriormente. En un intento desesperado por escapar, Eike fue capturado de inmediato por los guardias de la sala de juicios. El juez dictaminó una sentencia de 4 años en la Prisión del Calabozo Oscuro y dio por finalizado el juicio. Una vez concluido el juicio, los guardias sacaron a Eike de la sala y, al salir, Lear, el mensajero, cruzó miradas con él. Sin embargo, Lear lo ignoró y se dirigió hacia los miembros del Consejo que aún se encontraban en el juzgado. Al ver a Lear, los miembros del Consejo se detuvieron, conscientes de que traía un mensaje importante del reino, mientras los demás presentes abandonaban la sala de juicio.

-Leer el mensajero del reino si estás aquí es porque nos traes un mensaje importante -comentó el juez conocido como Lord Obert, un anciano de cabello blanco y barba larga, dirigiendo su mirada a Lear.

-Así es, Lord Obert, he venido porque tengo un mensaje importante que darles, no puedo hacerlos esperar -respondió Lear mirando a Lord Obert.

-He venido en medio de un juicio -añadió Lear.

-Está bien, Lear, ya acabamos el juicio, el jurado ya se ha ido, puedes darnos el mensaje -solicitó uno de los miembros llamado Eifel.

-Iré al grano, el Príncipe Ancel falleció a la medianoche de ayer, el rey Alger y la reina Galiana ya están haciendo los preparativos para su funeral, deben estar presentes ya que Aura, el oráculo, dará un mensaje importante-informó Lear con seriedad.

Los integrantes del Consejo se quedaron sorprendidos al enterarse de que el Príncipe Ancel había fallecido a la medianoche de ayer, no esperaban que la noticia fuera tan impactante. La sala de reuniones quedó sumida en un completo silencio, y comenzaron a reflexionar sobre la difícil situación por la que estaba atravesando el Reino de Astral. La atención de todos los presentes se centró en Lear, mostrando un gesto de seriedad.

-Esto no puede ser cierto -expresó Lord Obert mirando a Lear con seriedad.

-Lamento informarle que sí lo es Lord Obert-respondió Lear con firmeza.

-Por los Dioses, qué terrible noticia. No quiero ni pensar lo devastados que deben estar el rey Alger y la reina Galiana-comentó Eifel.

-Perder a un hijo es el peor de los dolores que se pueda experimentar un padre-agregó uno de los miembros.

-El rey me pidió que le diera el mensaje a los ciudadanos astralianos y al Consejo-informó Lear.

-El funeral se llevará a cabo hoy al mediodía. Además, Aura, la oráculo, estará presente. Ella tiene un mensaje importante que transmitir a todos, por eso quiere que incluso ustedes estén presentes-concluyó Lear, dirigiéndose a los miembros del Consejo.

-El oráculo estará presente en el funeral del Príncipe y dará un mensaje importante, ya sabemos que sucede cuando el oráculo se presenta-mencionó Lord Obert mientras se frotaba la barba.

-El oráculo nunca ha decidido dar un mensaje en un funeral- comentó uno de los miembros.

-Tendremos que ir para escuchar lo que tiene que decir, luego de enterarnos nos reuniremos y veremos qué hacer-mencionó Lord Obert

-El mediodía casi se acerca, así que será mejor que nos vayamos al funeral del Príncipe-añadió.

-Lear, tú eres el mensajero del reino, debes conocer algo que nosotros no sabemos -comentó Eifel, mirando fijamente a Lear.

-Solo cumplo las órdenes del rey Alger, no tengo ni la más mínima idea de qué tipo de mensaje anunciará Aura, el oráculo -respondió Lear.

-No puedo revelar información del reino, si el Consejo llegara a enterarse de lo que está sucediendo, se opondrán-reflexionó Lear

-Lear enviale mis condolencias al rey Alger y la reina Galiana-expresó Lord Obert.

-De acuerdo, Lord Obert-respondió Lear.

-Me retiro ahora mismo-anunció Lear al dar la espalda a los miembros del Consejo y dirigirse hacia la salida de la sala de juicios.

-Resulta extraño que el Príncipe Ancel haya muerto tan súbitamente-expresó uno de los miembros del Consejo.

-Tal vez el Príncipe padecía de alguna condición desde su nacimiento-comentó otro consejero.

-Me pondré en contacto con Alger, él podrá resolver nuestras preguntas-afirmó Lord Obert.

-Podríamos intentar hablar con el rey tras el funeral de su hijo; no creo que desee conversar con nadie en este momento-añadió.

-Lord Obert tiene razón-comentó uno de los consejeros.

-La reina Galiana esperó tanto tiempo para ser madre, y ahora que lo ha conseguido, sufre esta terrible pérdida-comentó otro miembro del Consejo, con el ceño fruncido.

-La buena suerte no está de su lado en este momento-comentó Lord Obert, acariciando su larga barba.

-Vamos a cambiarnos de vestimenta, ya que debemos estar listos para el funeral del Príncipe Ancel.-afirmó

Los integrantes del Consejo se retiran de la sala de juicio para cambiarse las túnicas judiciales y vestirse adecuadamente para el funeral del Príncipe Ancel. Al salir, no se percatan de la presencia de un extraño que había estado escuchando su conversación. Este individuo, envuelto en una túnica roja que ocultaba su rostro bajo la sombra, emanaba un aire de misterio, ya que su identidad permanecía en el anonimato. Aparentemente, logró pasar desapercibido entre los miembros del Consejo y sus asistentes, ya que en ningún momento se hizo mención de su presencia. La razón de su estancia en ese lugar era un enigma. Sin pronunciar palabra alguna, activa un dispositivo de transporte que sostiene en su mano derecha, lo que provoca la aparición de un portal. Se aproxima a él y, tras cruzarlo, el portal se cierra detrás de él, permitiéndole escapar sin ser detectado por nadie.