Ruby
No sé porqué me sentí mal por haberle dicho eso, pero es su culpa, se la pasa acosándome por todas partes, y tratándome muy mal. Ahora de la nada se quiere hacer el preocupado. Es muy grosero, malcriado y presumido. Odio las personas así. No puedo negar que actuando como alguien dulce, lo hace ver algo atractivo.
La imagen del beso pasó por mi mente, y me sentí algo incómoda. Pensándolo bien, el beso no fue malo. Si no fuera como es, me lo hubiera comido a besos sin dudarlo. No puedo negar que físicamente es atractivo, pero su forma de ser lo daña. Saber que antes hubiera quedado embarazada nada más de verlo.
¿En qué demonios estoy pensando?
Me sacudí al tener esos pensamientos perversos. Es un imbécil, inmaduro y grosero. No merece que esté pensando en ese beso actuado. Inconscientemente mordí mis labios, y Jared me vio.
—¿Y eso? ¿Tienes hambre?
De un papasito como tú. Eso hubiera querido responderle, pero jamás me atrevería.
Sonreí dulcemente, evitando que se diera cuenta de mi pensamiento impuro.
—Estoy muy llena, no se preocupe.
No sé porque sentí que se imaginó lo que pensé. Su sonrisa maliciosa me lo confirmó.
—¿Ya se fue el acosador?
—Sí, hace unos minutos.
—¿Desea trabajar con él?
—No sé si pueda tolerar su actitud.
—Estoy seguro que si está con él, no estará de ese humor.
—¿Por qué piensa eso?
—Intuición.
—Parece que no lo conoce.
—Más de lo que cree. Puede ir a descansar. Mañana temprano iremos a la editorial. ¿Recibió la copia que le envié?
—No, no me llegó al correo.
—Bueno, pues mañana le daré una. ¿Le parece?
—Sí, gracias por todo, Sr. Jared.
—De nada. Siempre a la orden; y piense en lo que le dije. Le aseguro que si acepta, no se va arrepentir— sonrió encantador, y casi se me salen las babas.
¿Cómo puede ser tan lindo? Es como un ángel caído del cielo. Necesito un papacito así, pero que sea obediente. No sé porque se me cruzó el acosador idiota por la cabeza otra vez. Ya se me fue la fantasía a la mierda.
Me despedí de el Sr. Jared y subí a la habitación. Me di un baño y me quedé pensando. Quizá si tenga razón, al final de cuentas, no tengo a nadie más en Puerto Rico. Mi padre está con su mujer y sus hijos, haciendo su vida quién sabe dónde. Yo estar en esa casa estancada sin conseguir un buen empleo y sola, no sería justo. Creo que es tiempo de hacer cambios; grandes cambios.
Adrián
—¿Qué te ocurre, Adrián? — me preguntó Lily.
—Nada me sale bien— respondí desanimado.
—Me parece que el sexo si te sale bien.
—No hablo de eso, tonta.
—¿Qué te pasa?
—¿Tu crees que soy patético?
—Claro que no.
—¿Mis besos te gustan?
—¿Qué tipo de pregunta es esa?
—Solo responde.
—Me encantan.
—Es la primera vez que una chica rechaza un beso mío, y que no habla sobre eso. Lo peor es que dice que la axfisio. No considero que la axfisio. Ella es quien no sale de mi cabeza. Ella me acosa mentalmente — al darme cuenta que pensé en voz alta, tapé mi boca, y miré a Lily.
—Definitivamente no estás bien. ¿Te gusta alguien?— se veía molesta.
—No, jamás, eso no es lo que quise decir.
—¿Estás en la cama conmigo, y estás pensando en una mujer que rechazó un beso tuyo? ¿Qué demonios te pasa?
—Lo siento, Lily.
—¿Viniste a mi para que te consolara? Ya me había estado raro que me buscaras tu.
—Perdóname, Lily. No es lo que piensas. No me gusta nadie, es solo que me hizo sentir algo mal eso. Es la primera vez que me sucede y dolió. Aún no puedo sacarme ese dolor del pecho. ¿Tan desagradable parezco?
—Ella se lo pierde. Nunca has sido desagradable, al menos, no para mi. Tienes lo que a cualquier mujer le gustaría, fama, dinero, eres atractivo, talentoso, besas rico y haces el amor delicioso; si ella no puede ver eso, que se pudra.
De qué vale todo eso, si ella piensa todo lo contrario de mi. No es que la quiera impresionar ni nada por el estilo, pero que piensen lo peor de ti, es algo incomodo o más bien doloroso. Sé que solo le he mostrado mis peores lados, pero es que ella tiene esa facilidad de hacerme enojar; con las cosas que dice o que hace. La idea de saber que está con ese imbécil, me molesta. No me tiene que importar, pero me incomoda.
—Me voy para mi casa. Gracias por la charla— me levanté de la cama.
—¿No te quedarás?
—No, me voy a mi casa. Necesito descansar— me vestí, y me paré frente a la puerta de su cuarto.
—Espero que la próxima te quedes. Es de mala educación dejar sola a una mujer, luego de acostarte con ella. No soy un juguete, no lo olvides.
—Cuídate— salí de la habitación, y me fui al auto.
Es que ni siquiera en este momento ella sale de mi cabeza. Jamás había tenido sexo sin ganas. La busqué, aún sabiendo que no tenía ganas de ella. Soy un inútil que ni para esto sirve. Trato de buscar la forma de olvidarme del brujo que me tiró Ruby, y no puedo deshacerme de el. Al contrario, aún en la cama con otra, estaba imaginando esas escenas pervertidas. He perdido por completo la cabeza. Si tan solo no la hubiera conocido, esto no estaría pasando. Será mejor mantenerme lejos de ella. Al final de cuentas, ella se siente asfixiada conmigo.