El sol matinal se filtraba a través de las grandes ventanas de la suite de Damien, proyectando un suave resplandor dorado sobre la habitación. Annie estiró sus rígidas extremidades, intentando sacudirse los restos de un sueño inquieto. Ryan todavía estaba acurrucado junto a ella, su pequeño cuerpo subiendo y bajando con cada respiración tranquila.
Justo cuando empezaba a relajarse, se produjo un firme golpe en la puerta. Annie parpadeó sorprendida y se apresuró a contestar, con el corazón latiendo ligeramente acelerado. En el umbral estaban dos mujeres jóvenes, vestidas con uniformes pulcros. Ambas le ofrecieron a Annie sonrisas corteses, aunque su presencia se sentía algo formal.
—Buenos días —dijo una de ellas, su voz alegre aunque controlada—. Hemos sido enviadas para ayudarla a vestirse y para cuidar al joven maestro Ryan.
Soutenez vos auteurs et traducteurs préférés dans webnovel.com