O PARTE ll: La montaña Partida

¿Cuándo fue que me quedé dormida?

Talvez en algún momento mientras lloraba.

Como siempre aquella luz pasaba por el único orificio y se refleja en la pared, iluminando mi celda.

En esta prisión construida de piedra, solo yo estaba, sentada en una pared mientras mi cabello cubría mi fea cara. Mi ropa sucia y destrozada, parecían más trapos que lana blanca. Mis uñas, estaban largas y puntiagudas. Mis brazos escuálidos que se adornaban entre suciedad y moretones. Ya ni siquiera sentía el mal olor que probablemente emita esta habitación y yo.

Mis lagrimas se habían secado, y yo me había calmado, esta mañana era como siempre desalentadora. Muchas veces había intentado quitarme la vida al estrellar mi cabeza contra la pared, pero le tengo miedo al dolor y no pude hacerlo lo suficientemente fuerte. Que patética que soy.

De vez en cuando algunos animales pequeños entran por el orificio y se quedan aquí conmigo, es de esas ocasiones la razón por la que aún no he muerto de hambre y sed.

Sin embargo, ya desde hace un tiempo no ha entrado ningún animal por aquí, razón por la cual no puedo moverme ni un musculo y aun sigo aquí, tirada.

¿Sera que hasta a Padre Inti me ha abandonado? No que todos éramos tus hijos y nunca nos iría mal. ¡Mentiroso!

Tú también me has abandonado.

—¡Pow! ¡Brmmmh! ¡Brmmhmm! —

De repente, el suelo, las paredes e incluso los huesos se pusieron a moverse, el polvo se comenzó a levantar y empañó mi vista, no fue hasta después de unos minutos que todo dejo de temblar. ¡¿Qué fue eso?!

Por suerte no me había hecho daño, pero tuve que taparme los oídos porqué el ruido era excesivo.

¿Era esta la respuesta del padre Inti?

¿Me mataría el mismo?

En ese momento no lo sabía, pero había acontecido un hecho imposible, digno de milagros, la montaña, mi celda se había partido y ahora era libre.