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Tera

Calai cayó en un pequeño río que la llevó a un largo camino, el capullo en el que había escapado se desvanecía, lo hacía de la misma manera en la que una rosa perdía sus pétalos con el trinar del viento. Ella seguía desmayada, pero poco a poco se podía vislumbrar su figura entre el humo que salía del interior del capullo. Estaba acostada en posición fetal. El agua la arrastró rápidamente mientras se desvanecía aquella magia.

En su mente, Calai recorría los laberintos del mundo de los sueños.

Caminaba en lo que parecía ser una ciudad, una selva de metal por la cual transitaban personas de traje y corbata, pero sus rostros eran tapados por sus sombreros, eran altos y algo extraños, haciéndola ver aún más pequeña de lo que era. La luz del sol no se divisaba entre las sombras tan grandes de los edificios que se erguían hacia los cielos que habían perdido casi sus colores. Ella, caminaba con cautela, abriéndose paso entre los adultos que parecían ocupados en sus asuntos. Calai llegó a ver a una niña que lloraba, estaba pidiendo limosna y vestía con harapos viejos y polvorientos. Intentaba llamar la atención de los hombres de saco y corbata, quienes sencillamente la empujaban o le pasaban de lejos. Ella se acercó a la niña y la contemplo con aquelloS ojos curiosos que tenía.

La niña intercambió miradas con Calai y luego se apartó, dejando ver el contenido de una caja que sostenía en sus manos y para sorpresa de Calai, esta contenía un túnel. Ella se adentró con cautela, tratando de andar lo más lentamente posible. El sonido de la ciudad era mudo y el túnel empezó a oscurecer todo como las lunas en la noche.

La pequeña se colocó en la entrada por la que Calai se había adentrado, las sombras danzaban junto con ella.

––¿Qué eres?

Siguió adentrándose, arrastrándose como si de un gusano se tratara.

––Yo soy yo.

Calai repitió dicha frase mientras caminaba agachada por aquel pasadizo. Al salir del mismo, llegó a un callejón sin salida y el humo que salía de los edificios daba un ambiente pesado y negro que la hacía sentirse incómoda, pero algo que llamó su atención. Al final del callejón se encontraba una sombra sentada, de aspecto femenino y a sus pies una caja en la que percibió una energía pesada. La sombra parecía gemir y llorar. El calor encontró su mano y al voltear pudo ver a la niña, Calai se sentía confusa, pero ella no hizo preguntas y se encaminó donde estaba la sombra que sollozaba y gemía de dolor. Mientras más se acercaba, más podía oír como lentamente la balada del dolor se transformaba en palabras que volaban hasta los oídos de Calai.

––L… lo lamento.

––¿Qué lamentas?

––Lo siento–– Aquellas palabras se marcaron en negro por las paredes de los callejones.

––¿Qué sientes?

––Yo no quise hacerte eso.

––¿Qué hiciste? ¿Y a quién?

La mujer levantó sus manos hacia los cielos y Calai divisó que aquella sombra sostenía un cuchillo.

––Pero no te preocupes, pronto estaré a tu lado.

Con velocidad enterró el arma hasta el fondo de su alma y Calai sintió el golpe, la adrenalina, el sudor y miedo. Aquello la había dejado muda al ver que se desvanecía y el arma caía en el suelo. Del cielo empezó a caer una gran cantidad de agua que acarreaba objetos capaces de enterrar la ciudad; Calai cayó al suelo. La niña observaba alegre mientras Calai se ahogaba lentamente.

––Es hora de que despiertes de tu sueño… bella durmiente.

Solo pudo vislumbrar su sonrisa a través del agua que la envolvía y agobiaba hundiéndola entre los brazos de la muerte que la esperaba ansiosa.

Abres los ojos y ves borroso, la intriga se apodera de tu alma y sientes dolor en tu pecho mezclado con confusión, observas el cielo hasta que tu vista se ajusta y contemplas un techo de madera, de repente un olor inunda con su bella fragancia tu nariz y embriaga a tus pulmones y cerebro.

Calai observó a su derecha, llevaba un paño húmedo en su frente, la cabeza le daba vueltas, observó un poco y le era reconfortante la cama que la arropaba y le proporcionaba aquel abrazo de calor que tanto necesitaba.

––¿Dónde estoy?

Se irguió y observó el cuarto en el que se hallaba. La madera desprendía un suave olor y tenía un aire bastante acogedor y tranquilo. Ella; con bastante torpeza, se levantó y empezó a caminar a cómo podía, se apoyó en una de las paredes, se sentía débil, como si algo la hubiera estado succionando desde dentro. Pudo escuchar algo, era a una mujer cantar una canción. Del otro lado de la habitación el olor la llamaba con más fuerza, la carne, una salsa de tomate y el olor de las verduras la atrajo. Mientras entraba a la otra habitación pudo observar con claridad.

––Ya te has despertado, qué alegría.

Calai se sorprendió.

––Verás, mis orejas son muy sensibles al ruido––La chica se volteó. Era bastante linda, tenía unas orejas de zorro mullidas, lucía un poco de pelaje en sus brazos y llevaba una cola que tenía una apariencia bastante esponjosa y juguetona––. Me llamo Tera, un placer.

Calai le costaba asimilar las cosas y perdió el equilibrio, se resbaló por la pared hasta el suelo, las piernas aún le temblaban y la cabeza le retumbaba, el ardor era intenso y su pecho resentía con fuerza.

––No debes levantarte, no estás bien y pescaste un resfriado.

La tomó en brazos y la llevó a la cama.

––¿Resfriado? ––Su voz era muy débil y estaba un poco quebrada.

––Te encontré flotando boca abajo en el rio, te estabas ahogando y creo que tuviste bastante suerte de que el río pasara por los campos que están bajo mi casa.

––¿Dónde estoy?

––En las tierras de Ónix, en el país de Helster. Luego de sacarte del agua, te curé las heridas y te cambié la ropa, las tuyas están secándose ahora mismo, por suerte es primavera. Te puse ropas que usaba cuando tenía trece y aunque te quedan grandes, estarán bien. También te lavé la cara ya que llevabas sangre, aunque era extraño ya que estabas bajo el agua, pensé que estabas muerta… pero gracias a los dioses sigues viva.

La recostó en la cama caliente y la arropó con un poco de cariño, luego siguió su camino hasta la cocina para terminar aquello que preparaba.

Calai trataba de unir las piezas de aquel rompecabezas, no recordaba bien lo que había sucedido y aquel sueño seguía clavado en su memoria como una molesta estaca, una que no podía sacar.

Cuando Tera terminó, tomó un plato hondo y le sirvió un poco de comida a Calai.

––Gr… gracias.

Calai tocaba sus dedos y luego se arremolinaba su cabello, tapando un poco su rostro que estaba casi rojo. Comió aquella comida y quedó enamorada de su sabor. Sabía que tenía que pagarle ese favor, la gratitud no podía medirse, los valores con los que había sido criada exigían eso, pero… no sabía cómo.

––Observé lo que llegó a pasar en Edén. Lo escuché por la radio.

––Yo estuve ahí…

––No me digas que…

Calai bajó su rostro, su cabello lo tapó.

––Si, no recuerdo muy bien, todo era muy alegre hasta… hasta que ella llegó.

Empezó a llorar de una manera incontrolable, con un poco de miedo quizá. Tera estaba sorprendida y comprendió su dolor.

––¿Cómo es que llegaste al río?

Calai trató de calmarse, secó sus lágrimas y contó con una voz quebrada.

––Ella mató a todos, los quemó y… no pude moverme, tenía mucho miedo como para poder hacerlo. Entonces uno de mis amigos me llevó en brazos, pero ella… ella destrozó aquel edificio y entonces… entonces…

No podía recordar nada después de aquello, sus memorias se desvanecieron y solo rememoró el sueño, no sabía el cómo había llegado a parar en aquella situación, pero si sabía que algo raro había sucedido en aquel lugar.

––¿No sé qué pasó después?

––Descuida, como dije, llegaste a tener bastante suerte.

Ella se levantó para preparar el baño, Calai, no estaba acostumbrada a bañarse con alguien más, pero estaba bastante débil como para replicar, aunque era una situación a la que no se sentía preparada. Tera la ayudó y entraron en el baño, le quitó la ropa y dejó su cuerpo desnudo, pero el frío no llegaba a molestarla ya que el calor y vapor que generaba el agua caliente se lo impedía a pesar de las bajas temperaturas.

––Esto es un poco vergonzoso––Pensó, mientras observaba el suelo.

Tera observó mejor a la niña que por encima de su pezón izquierdo llevaba un símbolo que se le hizo bastante extraño. Se acercó, lo que provocó que Calai se avergonzara aún más, no le gustaba ser vista por bastante tiempo y menos si estaba desnuda. Sabía que ambas eran mujeres y no debía preocuparse bastante, ya que era muy normal que las mujeres se bañaran en grupo, al igual que los hombres, pero, ella nunca llegó a compartir dichas ideas, era la primera vez que le pasaba y estaba lo bastante débil como para no poder bañarse sola de la manera correcta. Tera tomó una cubeta de agua y en parte también sorprendió a Calai. El cuerpo desnudo de Tera era bastante distinto de lo que se imaginaba, pensaba que tenía piernas de zorro como algunos que ella había conocido, pero eran piernas humanas, aunque si llevaba el mismo mullido pelaje para cubrir las zonas más sensibles del cuerpo y llegaba a verse de una forma bastante linda y agradable.

––¿C…cuántos años tienes?

––Diecisiete.

Tomó el agua caliente y la vertió sobre Calai. Al entrar en contacto con el líquido empezó a relajarse, a sentir tranquilidad.

El torso de Tera llegó a entrar en contacto con la espalda de Calai y aquel pelaje que llevaba entre sus pechos era bastante suave y Tera era bastante cuidadosa.

––¿Qué es ese símbolo que llevas?

––¿Mi símbolo?

––Si, ¿es alguna marca que te hicieron de pequeña?

––N… no, a decir verdad, s… siempre la he tenido, desde el momento de mi nacimiento.

––Nunca creí ver a una humana de raza pura. Creí que todos los humanos de raza pura se habían extinguido.

––Realmente no sé mucho sobre mí. No recuerdo nada.

—¿No te han buscado?

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, eres una humana de raza pura, supongo que debieron de hacerte pruebas.

Calai negó con la cabeza.

—Celgris dice que nadie está interesado en mí.

––Supongo que debe ser triste.

––Para ser honesta––articuló contemplando los suelos y jugando con sus pulgares mientras el agua quitaba el jabón de su cuerpo––, no, llevo una vida muy feliz como para pensar en eso, pero, si es algo que me ha dado mucho para pensar, aunque solo es en pequeños momentos.

Tera empezó a lavarle el cabello lentamente con un aceite de coco. Cuando terminó, la secó bastante bien y le colocó ropa abrigada ya que sus poros estaban abiertos y en el estado en el que ella se encontraba podía ponerse peor. Luego se colocó un paño y la llevó hasta la cama en donde podría dormir tranquilamente. Después de que Calai estuviera en la cama, ella se retiró al baño para terminar de limpiarse.

—Cualquier cosa que necesites solo házmelo saber.

Las princesas arribaron a Havila, en donde ya las esperaban los familiares de las casas más grandes de dicha nación. Se saludaron cortésmente y entraron al palacio por largos pasillos hacia la sala central de reunión. Las vitrinas reflejaban la luz del sol y dejaba que los cuadros se iluminaran, el ajetreo de la ciudad podía oírse. El caos cantaba alegremente entre la muchedumbre. La sala era enorme, con una mesa de roble y sillas imponentes y elegantes. Muchos se sentaron, y otros, preocupados e inquietos se quedaron de pie tratando de calmarse.

––No esperaba verlos tan pronto.

––Supimos todo lo ocurrido; tienen suerte de estar vivos.

––No todos–– Sara cruzó los brazos––. Jen… bueno… él se sacrificó para que todos pudiéramos salir.

El silencio empezó a entonar su balada y por un minuto nadie produjo sonido alguno, sus cuerdas vocales quedaron silenciadas y por ese tiempo se les privó de su canto y su voz. El viento sacudía suavemente los árboles fuera del castillo y las hojas sonaban al entrar en contacto con las grandes vidrieras que hacían de ventanas.

––¿Qué haremos? ––La dama Úrsula se llevó la mano al mentón y recostó su codo sobre la mesa. Con su voz suave, pero con total preocupación, irrumpió el silencio luego de aquel minuto.

––No sé.

––¿Y si atacamos las tres naciones?

––Bueno, parece que hay algo que todos claramente olvidan. Las sombras.

––Si me permiten–– Vanitas caminó y tomó asiento. El sudor le recorrió la cara y se notaba preocupado––. Ese hechizo… es imposible de realizar.

––¿A qué te refieres?

––Cristal tiene razón, la observamos.

––Si hay algo que he aprendido es que las reglas de la magia no pueden romperse, no existe ningún ser capaz de lograrlo, pero… … ella pudo mantener una cantidad increíble de magia en circulación, nadie puede llegar a hacer un hechizo de tal magnitud y vivir, ella hubiera muerto a los diez segundos de invocar tal cantidad de sombras-espectros.

––¿Me estás diciendo que ella usó un voto?

––No, de haberlo usado, hubiera muerto luego de atacar el castillo.

––A eso hay que sumarle el hecho de que peleó contra Diligitis.

––Entonces Vanitas ¿es ella un demonio?

––No lo creo mi princesa, existe un ser que cuida las puertas del hades y estoy seguro que hubiera impedido su huida.

––Si se me permite–– Lord Feir irrumpió la conversación–– ¿Qué no existía un espíritu que cuidaba las tierras?

––Lord Feir tiene razón–– La nariz de conejo de la dama Úrsula se movió––. Las leyendas cuentan que hay un ser que guardó y protegió todas estas tierras, un espíritu de gran poder.

––La leyenda cuenta que se le vio por última vez hace trescientos años, coincidiendo curiosamente con la desaparición de la enfermedad de la peste roja.

––Eso quiere decir que desapareció después de aquellos años oscuros–– Cristal observó a todos que callaban y observaban.

Por fuera del castillo, la gente murmuraba y el viento suspiraba suavemente mezclándose con el canto melancólico de las cigarras tristes. La preocupación se palpaba con facilidad y tanto Sara como Cristal sabían que los Lords de sus respectivos países llegarían a reunirse con ellas lo más pronto posible para tratar de encontrar una solución a aquello que estaba aconteciendo.

––Bueno, lamento tener que interrumpir, pero debemos retirarnos a nuestra nación, tenemos que reunirnos con los Lords que deben estar muy preocupados.

––Nosotros igual, es mejor descansar y mañana, con la cabeza fría, pensar en nuestro siguiente movimiento, ya que es algo de suma importancia.

––Yo me quedaré con la princesa Brillo, si ella lo desea.

––Desde luego Vanitas, siempre has sido bienvenido.

––¿Qué pasará con las casas más poderosas de Edén?

––Nadie sabe de ellas, no han enviado mensajes, lo más probable es que el hada ya los tenga prisioneros.

––Mejor será ni intentar rescatarlos.

––¿Y dejarlos morir?

––Brillo tiene razón, hay que comprender, no podemos arriesgarnos tanto, ella puede estar esperándonos.

––Recuerden que ella sola pudo poner de rodillas a una nación, no sabemos realmente a lo que nos enfrentamos ya que usa magia que desconocida.

Brillo observó la ventana y la vista que le ofrecía su castillo, los grandes árboles que tejían la entrada, los jardines y la fuente. Mirando aquel paisaje fue que llegó a concebir algo que les daría ventaja.

––Lord Feir, dama Úrsula.

––Si––Los dos respondieron al unísono e intercambiaron miradas.

––Ya se en que nos pueden ayudar––Úrsula la observó con curiosidad y bastante interés––. Necesito que investiguen a fondo todos los tipos de magias registrados, he oído que hay libros, escasos, pero existen, yo tengo uno y es del cual toda mi familia aprendió a usar magia, pero de seguro que en alguna biblioteca encontraremos otros. Esos cuentos de hadas que usan magia, puede que ofrezcan una pista de su magia.

––Bueno, sabemos que usa magia de fuego.

––No creo que sea un fuego convencional, hay algo raro y creo que puede usar más de dos tipos de magia.

––¿Podemos decir que usa magia de cambio? ––Sara sabía que podía entrar entre aquellas posibilidades, aunque no estaba muy segura.

Vanitas llegó a barajar más de una opción, aunque todas llegaban a lo mismo ya que desconocía varias cosas y para su mala suerte, las sombras que los ahuyentaron les impidieron saber el final de aquella batalla entre Diligitis y Verum.

––Ella nos atrapó, desde el momento en que golpeó aquella magia, ella ganó.

––Pero es que se suponía que las hadas tenían prohibido subir y ellas mismas llegaron a sellar la única entrada conocida.

––Ese es el problema––Vanitas parecía entrar en un estado de impotencia––. Ellas tienen más de una manera de llegar. La leyenda nos dice que se colocó una barrera para impedir que subieran volando, sí, pero por desgracia, antes de eso ya había caminos y el central era en donde los cuatro ríos se juntan, el mar de los cisnes de cristal.

––Ella nos tomó desprevenidos y planificó todo con antelación, por eso lo mejor es esperar hasta mañana y con la cabeza fría, decidir una solución. Por mi parte me retiro, que pasen una buena noche, señores y señoras.

––Yo también, debo descansar la mente, un placer volvernos a encontrar.

––¡Pero estamos en una emergencia a escala total! ¡Tenemos que actuar cuanto antes! ––Lord Daera golpeó la mesa––. ¡Ella destruyó a toda una nación! ¡Ella sola!

––Si Lord Daera, pero, tenemos que conocer al enemigo ya que… mandar a soldados a la boca del lobo sería estúpido, tenemos que estudiarla mejor para ponerla en jaque. Descuide, tomaremos las cartas necesarias.

Las princesas y los duques se retiraron, se despidieron de todos los Lord y las damas de la nación de Havila, fueron escoltados por los guardias y estos los llevaron a los respectivos carruajes, retirándose cada uno para su nación. Los Lord y las damas se retiraron cinco minutos después y Brillo les avisaría de todas las decisiones importantes.

La mañana siguiente, fue muy fría y en Helster alcanzaba fácilmente los dos grados bajo cero y en las provincias más bajas y las más altas de las montañas temperaturas de menos diez en adelante. Verum, se levantó temprano, el frio le calaba los huesos y su vista seguía borrosa, sabía que aquellas secuelas no desaparecerían en un buen tiempo, pero también tenía pleno conocimiento de que aquello se lo había ganado, no tenía que haber usado tal cantidad de magia y el querer alardear de su capacidad para usarla casi le salió caro. Su arrogancia casi la mataba, pero en parte sabía que tenía que hacerlo o sino no se hubiera sentido completa.

Salió de la sala y caminó por el pasillo, le sorprendió no ver a las sirvientas, aunque ella en parte comprendía que le temían, pese a que Verum no las dañaría. Observó los desintegrados escalones que llevaban a la planta central. Perdió el equilibrio, se sentía débil y sus rodillas cedieron y cayó al suelo, las ventanas rotas dejaban pasar el viento que le sacudió sus cabellos y los llegó a balancear sobre sus hombros lentamente. Con su vista nublada contempló el panorama, desde lo alto podía ver las nubes de aquel día grisáceo, ya que el contraste con el día anterior que fue soleado era sustancial, pero era en parte comprensible, se había anunciado un frente frío días atrás. De su espalda salieron sus alas, el sonido era familiar y voló torpemente hasta la planta baja, trataba de mantener el equilibrio, pero ese día estaba fuera de sí, su cuerpo no respondía y chocó contra la pared, su cabeza resonó y maldijo mientras caía al suelo. Su ropa desprendía un mal aroma ya que el sudor de su cuerpo se había pegado a las ropas que llevaba, su cabello estaba grasiento y sus ojos estaban relativamente normales, aunque su piel tenía un poco de sangre seca, se estaba muriendo por un vaso con agua, se sentía deshidratada

––Diligitis, Jen––Su voz estaba quebrada, apenas podía creerlo.

Su voz un poco ronca rebotó por las paredes, pero nadie llegó, por lo que a cómo pudo se levantó y continuó caminando torpemente, no podía siquiera volar y la majestuosidad de sus alas era opacada por su semblante. Su cuerpo le pedía el agua casi con locura y llegaba a estar en un estado similar a un alcohólico cuando no bebe por un largo tiempo. Sus manos temblaban y parecía un muerto viviente. Entre aquel panorama pudo vislumbrar una luz, una sirvienta caminó hacia ella con un vaso con agua en sus manos, Verum podía observar claramente el temor que tenía aquella mujer, el sudor le recorría la frente, pero… también temía por su vida misma. Ella estaba tan débil, que aquella mujer podía matarla con tan solo una cortada profunda en su muñeca, dejar que muriera desangrada, o, si quisiera matarla rápido podía apuñalar su cuello incluso tomarla por el en ese mismo lugar y Verum no podría ponerle un dedo encima. No obstante, con toda esa rama de posibilidades, ella estaba de pie, la sombra de aquella sirvienta la bañaba y Verum solo podía verla desde el suelo ya que sus piernas negaron el movimiento y volvió a desplomarse como la nieve en el verano. Ella, con un poco de temor se inclinó y le extendió aquel líquido.

Verum observó confusa, no había podido siquiera oírla llegar.

—No es veneno— La mujer bebió para probar la veracidad de sus palabras—. Ve, puede tomar sin temor a morir.

Verum lo tomó rápidamente y bebió de este lo más rápido que pudo. El agua le devolvió la vida y su frescura era tal, que llegó a sentirse en los cielos, como si los caudales de vida volvieran a ella, apaciguando su alma herida. La sirvienta esperó hasta que ella terminó.

––¿Desea algo más?

Verum seguía confusa, no comprendía nada de lo que esa mujer estaba diciendo.

––¿Por qué eres buena conmigo? ¿qué no temes por tu vida?

––¿Cómo podría temer de alguien que apenas puede mantener el equilibrio? Además, si hubieras querido matarme, lo hubieras hecho cuando Diligitis reveló el lugar en donde nos escondíamos, pudiste hacerlo, las sombras pudieron matarnos, pero no lo hicieron. A diferencia de una buena cantidad, nosotras cinco nos quedamos.

––¿Por qué no me matas?

La mujer tomó su mano y la llevó a su pecho, el viento sacudió su cabello plateado y ocultó sus ojos esmeraldas.

––Un asesino mata, yo no tengo manos de asesina, tengo manos de sirvienta y son para servir.

––Pero… ¿Por qué no me temes?

––Porque en sus ojos no hay maldad. ¿Necesita algo más?

Verum meditó.

—Ahora que la veo mejor puedo comprobar eso. En sus ojos no hay malicia. Si hubiera querido asesinarme, yo no hubiera logrado salir de este castillo ayer en la mañana. ¿Me equivoco?

—Las pude matar, si me recupero puedo matarlas. ¿Acaso no mides tus acciones? ¿No sabes que tu vida puede correr peligro?

—Su mirada, su semblante… No es el de un asesino— Le tomó con cuidado las manos—. Sus manos… son finas, como las de una pianista. No llevan marcada la muerte.

—¿Cómo sabes eso? ¿Por qué estás tan segura? Asesiné a muchos soldados y…

—Porque he visto la muerte a sus ojos mi señora, usted… no tiene ojos de asesina, ni manos para eso.

Verum la observaba con aquel rostro débil y cansado, sus ojos enjuagaban pequeñas lágrimas que trataban de escaparse de su mentón mientras que sus pulmones luchaban por hacerla respirar.

La mujer le regaló una sonrisa.

—¿Desea algo más?

Verum tardó tiempo en reaccionar.

"—Verum.

Los labios de Saeria dejaron de acariciar los de Verum, dejando aún en ella el sentimiento que cargaba aquel beso.

—¿Qué sucede?

Saeria dio una risa para sí misma, la luna ocultaba a ambas, sus rayos no tocaban la tierra y aquél gran árbol cobijaba a las dos como una gallina con sus polluelos.

—Tus manos… son como los de la pianista que toca todas las noches en el castillo.

Verum se enrojeció y cubrió su mirada, soltando sus manos de las de Saeria"

—¿Mi señora? ¿Está bien?

Verum volvió en ella.

––Si… ¿me puedes llenar otra vez el vaso con agua?

––Si, mi señora.

Verum no comprendía aquel gesto de amabilidad, pero… aquello se sintió bastante cálido, pese a no poder dar calor.

––¡Espera! ––La sirvienta se detuvo; la voz de Verum era bastante suave y débil––. ¿Cómo te llamas?

––Me llamo Silhist, Silhist Vóneris.

La observó con una sonrisa.

––Gracias… Silhist.

Ella se reclinó, tomó el vaso y se retiró para volver a llenarlo. Diligitis y Jen entraron al castillo, al parecer habían salido para ver si los Lords de las grandes casas no habían escapado, cosa que era algo más de lógica, pero tenía que estar seguro. Al ver a Verum se apresuraron a ayudarla. Ella se apoyó a cómo pudo y respiró honda y serenamente para que su cuerpo se relajara, ocupaba tomar un baño, pero primero tenía que escuchar lo que Dligitis y Jen tenían que decirle, los Lords, si bien no le servían en lo más mínimo, ella quería saber de la situación actual.

––Señora… los Lords escaparon, las casas están vacías y se llevaron toda su fortuna. Aunque no he podido comprobar si todos exactamente escaparon, hay dos casas más que no he revisado aún.

––Ellos no me importan de momento, me interesa más la situación actual de las princesas.

––¿Cree que deberíamos hacer un ataque sorpresa?

––No, es algo muy arriesgado, logré obtener este asalto con éxito ya que usé el factor sorpresa, pero ahora, todas ellas van a estar pendientes de mis movimientos y creo que podrían incluso vigilarnos, el atacarlas solo sería un suicidio, probablemente ya están tomando cartas en el asunto, lo que debo hacer es planear algo distinto.

––Como usted crea más conveniente, estoy para ayudarla mi ama.

La sirvienta llegó y la luz del sol que empezaba a disipar el frio se alzó, dejando que el calor acurrucara en sus brazos las tierras. Ella se coló entre la ventana e iluminó a la sirvienta, su sombra se proyectó por la pared y la misma mostró su brazo extendiendo el vaso con agua, la sombra de Verum extendió su brazo, tomándolo y llevándolo hasta su boca, la luz empezaba a iluminar poco a poco su rostro.

––Voy a tomar un baño.

––¿Gustaría que le ayudemos?

El rostro de Verum se enrojeció, pero en su estado no tenía opción, por lo que aceptó la ayuda de las sirvientas.

—Perfecto, entonces pondré a las cuatro sirvientas restantes de la situación actual— Hizo una reverencia—. Mi señora Verum…