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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
261 Chs

Vulnerable

  Bajo un discreto halo de luz, una temible criatura hizo su aparición, rugiendo de manera baja y hostil. Su cuerpo cubierto de pelo negro, pantorrillas largas, piernas delgadas pero musculosas, brazos y garras de depredador y, el rostro de un lobo, se dejaron ver. La enorme criatura media cerca de dos metros y medio, pero lo más imponente de ella eran sus ojos, los cuales exudaban una fuerte opresión.

  --Un herka. --Dijo Gustavo, casi como un susurro, recordando la información de uno de los libros que había leído.

El joven se mantuvo tranquilo, aunque recordaba que aquella cosa era descrita como una criatura feroz y temible, que, en comparación de su fuerza actual, no estaba ni cerca de poder vencerlo, sin embargo, tan pronto como la confianza apareció, también lo hizo algo que había pasado por alto: la criatura no estaba sola y, lo más terrible era que él no estaba en condiciones de despreciar a sus oponentes.

  --Como me encantaría invocar a Guardián. --Sonrió de forma burlesca.

A las espaldas de la criatura, cuatro más se dejaron ver, mostrando sus colmillos y rugiendo con hostilidad.

  --Tu intención asesina no es nada. --Su ojo derecho se cubrió con la oscuridad, mientras su cuerpo comenzó a desprender una poderosa intención de matar y, una sonrisa fría se dibujaba en su cara. Levantó su sable y esperó por el movimiento de su enemigo.

Los cinco herkas se abalanzaron hacia él a una velocidad impresionante. Una de esas cosas se lanzó con las dos garras frente a su rostro, intentando clavarlas en el frágil cuerpo del humano. Gustavo movió su torso hacia la derecha, evadiendo con habilidad. Uno más se lanzó hacia su yugular, forzando a qué bloqueara con su sable, logrando un eficaz desvío, el tercero fue a por sus piernas, pero fue evadido con facilidad por una vuelta rápida, mientras que el cuarto optó por saltar, ocupando sus fauces como armas, mientras que al mismo tiempo, la última criatura corrió a cuatro patas, tratando de embestir al joven. Gustavo apuntó su sable al rostro del primer herka, pero rápidamente cambió su estrategia al notar la sombra del segundo. Sabía que una lucha frontal no era lo indicado y, tampoco podía perder el tiempo, ya que los otros tres herkas se recuperarían y lo volverían a atacar. Levantó su mano izquierda y rápidamente hizo un sello de dedos, expulsando una poderosa fuerza de repulsión y, al mismo tiempo agotando toda la energía pura que había logrado reunir. La fuerza de repulsión atacó al herka más cercano de manera violenta, forzándolo a golpear el suelo y dar varias vueltas antes de detenerse. El joven sabía que por su postura le era imposible evadir el siguiente ataque, por lo que colocó su sable en posición defensiva, soportando la embestida, mientras era forzado a retroceder un par de pasos.

  --Argh. --Jadeó ligeramente, sintiendo como la sangre era liberada de la venda provisional que había colocado en su pierna, por lo que entendió la seriedad del asunto.

Dos herkas saltaron al mismo tiempo, lanzando sus garras a la espalda del humano, quién aún bloqueaba la embestida que lo hacía retroceder. Levantó con furia su rodilla izquierda, golpeando así la mandíbula de la bestia y atontándola. Alzó su sable aún con el dolor de su pierna e hizo un corte al aire a sus espaldas, cortándole el brazo a una de las bestias que se aproximaba, sin embargo, el segundo herka no retrocedió con su ataque, clavándole sus garras en la espalda, que por gracia de los Dioses, se salvó por la defensa de su armadura ligera, que, aunque ya no conservaba los encantamientos defensivos del pasado, aún mostraba su valor. Fue empujado al frente por el repentino ataque, cayendo de rodillas al no poder soportar su peso. El siguiente herka se abalanzó a su rostro, con sus fauces abiertas. Gustavo lo sujetó del cuello, impidiendo así que lograra su cometido de matarlo, lo tumbó y sintió como la baba de la bestia caía en su cara, estaba más que furioso, pero al encontrarse sumamente debilitado, le era imposible romper el cuello de su adversario con su propia fuerza bruta, aún cuando lo anhelaba. Pudo sentir las miradas de las demás bestias, una mirada que declaraba que estaba muerto.

  --RUAAAAA. --Gritó repentinamente y, con su furia contenida, agarró el sable a su izquierda y lo clavó en la cabeza de la enorme criatura, matándola al instante.

La sangre empapó su rostro, así como parte de su vestimenta, dándole una apariencia feroz y temible.

Los cuatro herkas restantes rugieron enfurecidos, siendo al que le faltaba el brazo quién optó por atacar primero. Su velocidad fue impresionante, corriendo en zic-zac, similar a como se arrastra una serpiente y, haciendo varios cortes a la nada para mostrar su poderío. Gustavo se levantó con rapidez, tambaleándose al no tener el equilibrio adecuado, mostró su sable con sangre y esperó por el ataque. Su mirada fría contempló todos los movimientos de su oponente a una velocidad reducida y, al ver el momento indicado, blandió su arma, haciendo un tajo diagonal con rapidez. El herka pasó al lado del joven, deteniéndose dos pasos detrás, pero no volteó, siguió de pie, pero al segundo siguiente, cayó de rodillas, desplomándose en el suelo y, empapando la superficie con su sangre.

  --El siguiente. --Dijo con una voz ronca y ahogada.

Los tres herkas restantes se miraron, aunque eran bestias no mágicas, poseían cierta inteligencia, por lo que no estaban dispuestas a morir tan fácilmente, así que rugieron como si se estuvieran comunicando y atacaron simultáneamente por tres distintos ángulos. La sangre que el herka le había derramado tiempo antes cubrió repentinamente su ojo izquierdo, cegándolo levemente, lo que provocó que no notará por completo al herka que se aproximaba por su izquierda. La bestia mordió su brazo, justo en sus brazales de cuero y, rápidamente los destrozó, pasando a clavar sus colmillos en su suave piel. Gustavo gimió y rápidamente atacó con su sable a la bestia, pero por la manera de su ataque y, la posición del herka, le fue imposible asestar un golpe mortal, aunque si logró que el maldito dejara su brazo y se alejara. Uno de los herkas lanzó un garrazo a su rostro, que por gracia de su instinto logró evadir, retrocediendo con dificultad un par de pasos. Volvió a jadear de dolor y cansancio, mientras su mirada se posaba en el cuerpo de su enemigo. Se concentró, respirando profundo y, colocó el sable en dirección a su adversario, levantó el brazo y retrajo su codo y, con la velocidad de un rayo ejecutó la única técnica de sable que conocía: las estocadas consecutivas, siendo solo cinco las que pudo ejercer por el momento, pero fueron suficientes para agujerear el cuerpo de la terrible bestia. Los herkas restantes miraron a sus compañeros caídos con miradas complicadas y, luego observaron al humano, quién fue una presa más difícil de cazar de lo que pensaban. Uno de ellos aulló con fuerza y melancolía, mientras desaparecía entre la oscuridad. Gustavo miró a la bestia restante, mostrándole que no importaba lo que hiciera, él no estaba dispuesto a retroceder.

  --Huye bestia, huye de mí --Dijo con frialdad--, o prueba mi sable. --Levantó su arma, mientras las gotas de sangre resbalaban por su hoja.

El herka lo miró una vez más, mostrando sus colmillos, mientras rugía de manera contenida, pero al final, también optó por huir, desapareciendo de igual manera en la oscuridad del palacio.

  --Gracias a Dios --Dijo, cayendo de rodillas de rodillas, mientras su ojo derecho retomaba su color habitual. Respiró con pesadez y se apoyó con su sable, debía reconocer que había sido una pelea muy difícil, que si no hubiera sido por su fuerte voluntad, hubiera muerto--. Hasta ahora me doy cuenta que esas cosas parecían lobos --Dijo con una sonrisa alegre, mientras inspeccionaba el cuerpo agujereado del herka y, apreciaba un pequeño objeto curvilíneo sobresalir de su pecho.