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Capítulo 2

Hace un año y 6 meses, antes de que todo ocurriera aquella fatídica noche, mi vida ya era un verdadero caos. Mi padre, quien con desilusión vio cómo no me convertí en lo que él esperaba, aprovechó la oportunidad para deshacerse de mí. Siempre estuvimos en conflicto, pero él era lo único que tenía en este mundo. Ahora, sin ningún valor a sus ojos, me dejó desamparada.

La historia de mis padres fue trágica desde el principio. Una acalorada discusión los separó cuando yo apenas tenía dos años y algunos meses. Mi madre, exhausta de esa relación tóxica y llena de problemas, decidió partir, dejándome al cuidado de mi padre. Ambos eran un auténtico desastre, pero mi padre, un alcohólico empedernido y destrozado por la vida, fue quien se encargó de criarme.

No puedo juzgar a mi padre por sus errores, pues a pesar de todo, él fue el único que permaneció a mi lado. A su manera, intentaba cuidarme y protegerme de todo lo que él consideraba un peligro. Aunque sus métodos podían ser duros, sé que dentro de su corazón desgastado por la tragedia, había amor por mí.

Su adicción al alcohol lo convirtió en un padre ausente la mayoría de las veces; sin embargo, cuando conseguía mantenerse sobrio, era capaz de mostrarme momentos de ternura y cariño. Me enseñó a enfrentar el mundo con valentía y a nunca dejarme vencer por las adversidades. Pese a sus propias batallas internas, siempre trató de transmitirme la importancia de persistir y no rendirme.

A pesar de los oscuros y difíciles momentos que viví a su lado, mi padre fue mi única figura paterna. Nunca tuve la oportunidad de conocer a ningún otro hombre en ese sentido. Nos enfrentamos juntos a la vida, en una lucha por sobrevivir en un entorno lleno de desafíos y obstáculos.

Su lucha contra el alcoholismo no fue en vano. Pude ser testigo de sus momentos de lucidez, de sus intentos por dejar atrás esa dependencia destructiva. La felicidad en su mirada tras días en los que lograba mantenerse sobrio era indescriptible. Cada momento de lucidez que compartíamos se convertía en un raro tesoro que atesoraba con todo mi ser.

Todos estos recuerdos me invaden ahora, en esta noche fatídica que marcó un punto de inflexión en mi vida. Mi padre, en un intento desesperado por mantenerme a salvo, se sacrificó por mí. Siempre supe que su amor por mí estaba ahí, aunque fuera difícil de ver en medio de sus demonios internos. Ahora, él no es más que una sombra en el recuerdo, pero jamás olvidaré el esfuerzo que hizo por mantenernos juntos y protegerme.

Una vez, en una fría tarde de invierno, una sombría presencia parecía acechar la tranquila y modesta casa donde residía. Mientras yo me encontraba en la cocina preparando el almuerzo, escuché unos pasos apresurados acercándose peligrosamente. Mi corazón se aceleró y un escalofrío recorrió mi espalda.

De repente, como si el destino hubiese conspirado en mi contra, varios hombres vestidos de negro irrumpieron en la vivienda con una fuerza violenta. Mi instinto me instó a esconderme, pero la invisibilidad parecía escaparse de mis manos en ese momento. Fui rápidamente capturada, mientras mis súplicas desesperadas por ser liberada resonaban en el aire. Entre sollozos, intentaba hacerles comprender que no tenía ninguna conexión con los oscuros asuntos que buscaban.

Sin embargo, ellos no mostraban piedad ni comprensión. Me miraron con ojos amenazantes y exigieron información sobre mi madre, afirmando que había robado a un hombre de gran poder en la ciudad. Casi como una sombra, lo vi de reojo en la esquina de la cocina. Un hombre elegantemente vestido, con un traje de saco y corbata a juego, me observaba con una mezcla de intriga y superioridad.

Con una sonrisa cruel en su rostro, el hombre se dirigió a mí: "Eres tan hermosa como tu madre, imagino que también eres igual de ruin". Sus palabras resonaron en mi mente como un eco maldito. Arremetí contra ellos, intentando liberarme con patadas y gritos desesperados. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano y todo se sumió en un oscuro abismo antes de desplomarme.

Al recobrar la conciencia, me encontré en una habitación lujosamente decorada y me sentí atrapada en un laberinto de incertidumbre y miedo. El candelabro dorado arrojaba destellos siniestros, mientras que los muebles finamente tallados parecían susurrar secretos que no deseaban ser revelados.

El contexto era opresivo, con cada detalle destacando la amenaza de aquellos hombres y la incógnita que rodeaba mi propia existencia. Las paredes empapeladas, adornadas con deslumbrantes arabescos, contrastaban con la situación angustiante en la que me encontraba. El silencio pesaba en el ambiente, roto únicamente por el latido frenético de mi corazón.

La desesperación y el deseo de escapar se aferraban a mí como un viejo amigo. Me preguntaba qué sucedería a continuación y cómo podría salir de aquella trampa infernal. La espera de lo desconocido se intensificaba con cada latido, mientras los minutos se extendían tortuosamente y las sombras danzaban en las paredes.

En medio de todo este caos, una pregunta latía en mi mente: ¿cómo había llegado a esta situación? Buscaba respuestas en los recovecos de mi memoria, pero solo encontraba fragmentos de encuentros y conversaciones con mi madre, quien había desaparecido hace años. Eran como piezas de un rompecabezas que se resistían a encajar.

En esa habitación lujosa, rodeada de misterio y peligro, me encontré a mí misma buscando la fuerza para enfrentar a esos hombres y descubrir la verdadera historia detrás de todo.

"Alan, Alan", grité desesperadamente desde la ventana, y sentí mi corazón latir con fuerza al ver a mi padre intentando entrar a la mansión. Al parecer, los guardias de seguridad se lo impedían. Desde mi posición, pude observar un enorme portón y, de repente, un hombre exclamó: "Déjenlo pasar".

Papá corrió hacia la puerta principal de la mansión, mientras gritaba: "Dejadla en paz, Ella no tiene nada que ver con esto. No sabemos nada de esa mujer desde hace años".

Las puertas crujieron y, curiosa, me acerqué para escuchar lo que se decía al otro lado. Para mi sorpresa, las puertas se abrieron de golpe y allí estaba mi padre. Corrí hacia él y lo abracé, mis ojos llenos de incertidumbre. Él respondió todas mis preguntas en su mirada.

¿Qué teníamos que ver con mamá? Ni siquiera la había visto, solo tenía una foto que le había quitado a papá cuando era pequeña. "Suelten a mi niña", decía él, aún bajo los efectos de la bebida. Había estado ausente por tres días consecutivos, pero eso no importaba, estaba aquí peleando por mí.

Entonces, aquel hombre insistió: "Tu mujer ha robado mi dinero y alguien tendrá que pagarlo". A lo que mi padre respondió: "¿Y qué tenemos que ver mi hija y yo en los asuntos de mi ex mujer? Usted y su hija me lo devolverán, escucharon bien, sino se las verán conmigo. Ustedes cargarán las consecuencias de las acciones de esa persona".

Pero yo intervine: "No, ella ya no es parte de nuestra familia, nunca lo fue, y no tenemos que hacernos cargo de sus asuntos". Fui interrumpida rápidamente: "Tú cállate, jovencita estúpida, no te metas".

No me importaba quiénes fueran ellos, no permitiría que…

"Cállate, Ellen", dijo mi padre con firmeza, "¿Acaso sabes quiénes son ellos? Son quienes controlan esta ciudad. No vengas a tirártela de valiente, no seas ingenua, cariño".

Pero yo seguía insistiendo: "Papá, pero es que…"

Él me interrumpió nuevamente con la mirada llena de lágrimas: "Calla, por favor".

Entonces mi padre dijo desesperanzado: "¿Qué quieres? ¿Qué debo hacer para que la dejes libre?". A lo que aquel hombre respondió con desprecio: "No puedes hacer nada, ella se quedará aquí".

"¿Qué?", exclamé sorprendida, "No, jamás".

Pero aquel hombre sonrió maliciosamente y dijo: "Por supuesto que sí, tampoco es como si tuvieras elección después de todo".

La indignación de mi padre fue tanta que no pudo contenerse: "Mi hija no se quedará aquí, vendrá conmigo y…"

Pero fue interrumpido nuevamente por aquel hombre desagradable: Ah, y devolverás el dinero, ajá. Si, claro, lo creo. Por supuesto que no, un borracho como tú jamás podría recaudar esa cantidad de dinero ni aunque se rehabilitase toda su vida. Tu hija se quedará en esta casa y ni se te ocurra ir a hablar con la policía. Si tanto amas a tu hija, sabrás que tu mejor elección es irte y no causar más problemas. Ya tengo suficiente con tu ex esposa y ahora con tu hija"

El hombre agarra a mi padre por el suéter y él dice: "Si sabes lo que te conviene, te aseguro que tu hija no le faltará nada. Además, no es como si tú le estuvieras dando una buena vida, ¿verdad, señor Maplebell? Tu hija estará bien." Con lágrimas en los ojos, papá sale de la habitación. Yo le grito: "¡Papá, espera! No me dejes aquí, te necesito. Eres la única familia que tengo." Él me responde: "Mi amor, nunca me has necesitado. Tú te las has arreglado todo este tiempo. No me necesitas… Te amo, cuídate. Prometo que encontraré la forma de saldar esta cuenta y volver a verte".

Yo le insisto: "Papá, sé que mientes. Por favor, no me dejes aquí. Debe haber otra solución". Él me responde: "Hijita, yo también desearía poder encontrar otra solución, pero en este momento no parece haber ninguna. No quiero poner en peligro tu vida y si sigo luchando, solo empeoraremos las cosas. Confía en que haré todo lo posible por volver a encontrarte. Te amo mucho y nunca olvides eso. Prometo que te cuidaré desde lejos".

Lo veo alejarse por la ventana de aquella habitación. La tristeza me invade al recordar cómo mamá también lo hizo, pero papá justifica la decisión de mamá.

El hombre me miró con seriedad y me dijo: "A partir de ahora, esta será tu nuevo hogar. Te veré abajo para la cena. Hoy estamos celebrando la fiesta de mi hijo, Ethan".

En ese momento, dos chicas que parecían tener mi edad entraron a la habitación y me pidieron que las acompañara al baño para que me preparara para la noche.

Me colocaron un traje precioso y, escoltada por los dos hombres, bajé a una sala grandiosa llena de personas desconocidas con ropas lujosas.

Mi única preocupación era escapar de aquel lugar terrible en el que me encontraba, rodeada de personas que parecían recién salidas de una revista. Estaba claro que yo no pertenecía a ese mundo y no importaba cuánto me vistieran o cuánto intentaran cambiar mi apariencia, seguía siendo pobre y ahora huérfana. Me preguntaba cómo había llegado a esta situación.

Mientras caminaba por la sala, me sentía completamente perdida y fuera de lugar. Intentaba ocultar mi nerviosismo y confusión detrás de una sonrisa fingida mientras las miradas curiosas de los invitados me seguían.

Finalmente, me dirigí hacia el centro de la sala, donde se encontraba una gran mesa llena de exquisitos manjares. Ethan, el hijo de aquella misteriosa persona que me había acogido, se encontraba al lado de su padre, esperando a que tomara asiento. Me senté en el lugar designado para mí, sintiendo la incomodidad del vestido ajustado y elegante.

Cada plato que se servía era más lujoso que el anterior. No podía evitar sentirme culpable por disfrutar de tanta opulencia mientras sentía el peso de mi pasado y mi realidad sobre mis hombros.

Me preguntaba quién era yo para ser parte de este banquete, rodeada de personas que parecían vivir en un mundo completamente distinto al mío.

Durante toda la cena, Ethan intentó entablar conversación conmigo, preguntándome sobre mi vida y mis gustos, pero yo solo podía responderle con evasivas y comentarios superficiales. No quería que se diera cuenta de que no encajaba en este mundo y que mi corazón seguía añorando el lugar al que alguna vez llamé hogar.

La fiesta continuó, la música sonaba fuerte y la gente bailaba y reía alrededor de mí, pero yo me sentía encerrada dentro de mis propios pensamientos. Observé a todos aquellos rostros sonrientes y me pregunté si realmente encontraban la felicidad en esa vida de apariencias.

Muchos se preguntarán cómo reconocí al chico. La verdad es que lo había visto antes con su madre en varias ocasiones haciendo donaciones a la preparatoria de mi zona. Fue en ese momento cuando noté esos ojos azules y ese cabello rubio, que hacían que se destacara entre la multitud. Aunque él ni siquiera me reconocía, prefería que las cosas fueran así. Cada vez que iba con su madre, todas las chicas se enamoraban de él instantáneamente, y debo admitir que yo también fui una de ellas. El chico era alto y esos ojos podían hacer desmayar a cualquiera.

Salí al balcón por un momento y escuché a alguien decir: "Qué hermosa noche". Me di la vuelta y vi a Ethan mirándome. Respondí: "Sí, la verdad. Como para escapar de todo". Él sonrió y dijo: "Sí, por supuesto".

Claramente, no sabía que yo estaba hablando literalmente de escapar de ese lugar. "Nunca te había visto", comentó. En voz baja, respondí: "Y ni lo volverás a hacer". Él preguntó confundido: "¿Qué?". Lo intenté disimular diciendo: "Oh, nada, nada, nada". Luego, Ethan me halagó diciendo: "Te ves preciosa. Soy Ethan, ¿y tú?". Respondí: "Soy Ellen, un placer Ethan". "El placer es mío". "Bueno, si me disculpas. Regresaré adentro" dije tratando de evadirle. Él añadió: " Espera, creo te he visto en algún lado, esos ojos se me hacen muy familiares". Respondí de manera desanimada: "No lo creo, soy prácticamente invisible".

Después de decirle a Ethan que soy prácticamente invisible, él sonrió y dijo: "Bueno, no deberías ser invisible. Te ves hermosa".

«Creo que este será mi vuelo de regreso a casa. Solo necesito ganarme la confianza del chico y tal vez también su corazón. Bingo, es mi billete de salida de este infierno.»

Seguí conversando con Ethan durante el resto de la noche. Compartimos unos chistes un poco inapropiados y hubo un leve coqueteo entre nosotros. Fui capaz de captar la atención del pequeño príncipe de la casa ¡un verdadero milagro! . Esto era importante, ya que el día no podría empeorar. Necesitaba encontrar una forma de regresar a casa, aunque después de reflexionar, me di cuenta de que si volvía, pondría en riesgo a mi padre. Debía dejar el país, pero ¿a dónde ir? No tenía ni idea de qué podría hacer una chica de 17 años sola. Estaba un poco loca, tal vez, pero cualquier opción parecía mejor que quedarme aquí con gente que se cree superiores y cuyo principal objetivo es oprimir a los menos afortunados.

Y ni hablar del padre de Ethan ¡Que hijo deputa! Cómo puede alejar a un padre de su hija y decirle que es mejor así. Que tan malo o desgraciado debes ser, o la combinación de ambos.

Después de dos horas más de conversación, llegó el momento de despedirse. El padre de Ethan me pidió que me acercara. Lo hice y él se acercó aún más a mí, apoyando su barbilla sobre su mano y me dijo: "Eres una chica muy lista y linda, serías buena para mis negocios".

"¿Te refieres a tus 'movidas'?", pregunté.

"Sí", respondió.

"No soy como mi madre", afirmé con seguridad.

"Oh, claro que sí lo eres. Esa astucia, esa habilidad para manipular y esa belleza excepcional están en tus venas, las heredaste de ella", insinuó.

"¿Acaso estuviste enamorado de mi madre?", pregunté, riendo.

"Cállate, jovencita. Tu madre es una zorra barata", replicó.

"Entonces, ¿por qué diablos me tienes aquí solo para hacerla sufrir?", pregunté. "Porque si crees que lo logras, déjame decirte que pierdes el tiempo. A estas alturas, ya me tiene sin cuidado".

"¿Quieres que te mate por ser tan estúpida?", amenazó.

"Sí, por favor. Ruego a todos los dioses que lo hagas, porque, al fin y al cabo, para estas fechas, ya estoy muerta", respondí con un tono desafiante.

No podía ocultar mi disgusto ante toda esta injusticia. Mi madre y mi padre siempre hacían que cargara con sus estúpidos problemas, arruinando todo lo que había construido. Me sentía exhausta de la mierda que envolvía a mi familia.

"Quiero obtener mi libertad", le dije, desesperada por salir de este caos. "Haré lo que me pida con tal de ser libre".

El hombre soltó una risa burlona. "Y ¿a dónde irás, niña tonta?"

Me quedé en silencio, luchando por mantener la esperanza.

"Tendrás tres misiones", continuó Conall, con una mirada despiadada. "Sus objetivos serán hombres poderosos, enemigos míos y, por ende, también tuyos. ¿Sabes por qué?"

Asentí, sintiendo el peso de sus palabras. "Porque si estoy bajo tu techo, tus enemigos serán los míos", respondí. "Y si entiendo bien, tú y mi madre fueron novios hace años. Ella conoció a mi padre y decidió dejarte por él, y luego nací yo".

Mis palabras dejaron a Conall atónito. No esperaba que supiera toda la verdad. Saber que mi existencia era un recordatorio constante de su dolor y rencor hacia mi padre me hizo sentir una mezcla de tristeza y determinación. Ya no podía seguir siendo la carga de esta familia disfuncional. Era hora de tomar el control y buscar mi propia libertad, sin importar qué obstáculos tuviera.

- Está bien, lo haré. Pero una vez que cumpla con tus misiones, quiero que me dejes en paz y me permitas vivir mi vida como yo quiera. Quiero mi libertad.

- Lo veremos. Por ahora, debes prepararte. Recuerda, no puedes fracasar. Tu vida y la vida de tu madre dependen de ello.

Asentí en silencio, sintiendo el peso de la responsabilidad que había caído sobre mis hombros. No podía ocultar mi disgusto, pero tampoco podía negar mi determinación de obtener mi libertad y proteger a mi familia, incluso si eso significaba hacer cosas que nunca imaginé que haría.