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Capítulo 3

Han pasado dos largas y agotadoras semanas desde que me encuentro atrapada en esta mansión. El señor Collan, dueño de este lugar, no me ha permitido siquiera despedirme de mis amigos y seres queridos. Mi vida dio un giro de 180 grados, convirtiéndose en una pesadilla constante que me atormenta día y noche.

En este preciso momento, me encuentro dentro de la sala de entrenamiento, el único lugar donde puedo encontrar algún tipo de alivio. A pesar de estar completamente cansada y empapada en sudor, cada músculo de mi cuerpo arde de dolor debido a las incontables horas de práctica. Pero nada de eso importa. Mi mente está enfocada en un único objetivo: obtener mi libertad y escapar del control manipulador de ese siniestro hombre.

- ¡Es suficiente por hoy! - exclamó mi instructor, visiblemente preocupado por mi estado físico. - Debes descansar y recuperar tus fuerzas para poder continuar con nuestro plan.

Lo observé fijamente, sin apartar mi cansada mirada de sus ojos llenos de compasión. Sabía que tenía razón. Si quería tener alguna oportunidad de salir de este infierno, necesitaba encontrarme en perfectas condiciones físicas y mentales.

Fue entonces cuando Alex, mi entrenador, se acercó a mí sosteniendo una botella de agua. "Has estado haciendo un gran trabajo, Ellen. Me impresiona cuánto has mejorado", dijo amablemente mientras me ofrecía la botella.

Agradecida, tomé un largo trago de agua y le di las gracias. "Gracias, Alex. Estoy emocionada por poner en práctica todo lo que he aprendido".

Alex asintió y me miró seriamente. "Recuerda, esto no será fácil. Tu primera misión es crucial para demostrar tu valía y determinación. Tendrás que seducir a un hombre poderoso y luego eliminarlo".

Guardé silencio por un momento, asimilando la información. Sabía que las misiones no serían sencillas, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para obtener mi libertad.

"¿A quién debo seducir y eliminar?", pregunté con cautela.

Alex suspiró antes de responder. "Debes infiltrarte en la mansión de Richard Sinclair, un magnate de negocios con conexiones oscuras. Es peligroso.

Asentí, tomando nota de cada palabra. "Entendido. ¿Cuándo empezamos a planificar los detalles? ¿Cuándo aprenderé cómo seducirlo y eliminarlo?"

Alex me miró con orgullo, reconociendo mi determinación. "Comenzaremos con los preparativos mañana. Primero, trabajaremos en tu transformación. Tendrás que convertirte en alguien que pueda seducir al empresario sin levantar sospechas".

Asentí de nuevo y me levanté del suelo. "Estoy lista para enfrentar cualquier desafío que se presente", afirmé con determinación.

Al día siguiente, me encontré frente a un espejo mientras un equipo de expertos en maquillaje y moda trabajaban en mi transformación. Pasaron varias horas arreglándome y dejándome seductora y deslumbrante.

Cuando finalmente estuve lista, me miré al espejo y quedé asombrada por la mujer que vi frente a mí. Con la mandíbula marcada, los ojos ahumados y los labios rojos tentadores, me transformé en una versión completamente diferente de mí misma.

"Vaya", susurré impresionada por el resultado final.

Alex se acercó a mí, concentrado. "Ahora escucha atentamente, Ellen", dijo. "Deberás seducir a Sinclair, obtener información valiosa y luego… hacer lo que sea necesario para eliminarlo".

Asentí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba decidida a cumplir mi misión y obtener mi libertad. "Haré lo que sea necesario para cumplir la misión y obtener mi libertad", declaré firmemente.

Alex sonrió, dándome una palmada en el hombro. "¡Eso es lo que quería oír! Comenzaremos con el entrenamiento de seducción mañana. Prepárate para empujar tus límites y enfrentar tus miedos, porque esta será una prueba de fuego".

Me sentía motivada y lista para enfrentar cada desafío que se me presentara. Estaba decidida a dejar atrás la opresión de mi familia y reclamar mi propia libertad, sin importar cuánto tuviera que sacrificar en el camino.

¿Dónde estuviste todo el día? – preguntó Ethan mientras entraba a la mansión después de un devastador día de entrenamiento.

- Y a ti, ¿qué te importa? No es asunto tuyo lo que yo haga o deje de hacer.

- Qué grosera eres chica, eres invitada en esta casa y tú te atreves a soltarme esas groserías. Definitivamente eres otra más del montón.

- Sabes algo Ethan, oso bonito, no eres tan interesante. Ni siquiera me agradas un mínimo. Te detesto y detesto a toda tu gente que cree que por tener plata tienen el control sobre todo el mundo. Eres un chico presumido y tu cara, oh esa cara de niño tierno, no es más que una fachada para ocultar lo perro que eres. Adiós. - Salí rápidamente de ahí antes de que pudiera reaccionar el imbécil de Ethan.

- Ellen, no entres ahí, por favor. – Salió corriendo tras de mí. Dentro de mi habitación había un pastel hermosamente adornado. Era simplemente hermoso. "1 mes y has hecho de mi vida más feliz. Feliz 1 mes de tenerte en mi casa".

Sus palabras me sorprendieron. No esperaba que me siguiera tras haberle hablado de esa manera tan hiriente. Pero algo en su mirada me hizo detenerme antes de girar la manija de la puerta de mi habitación. Había un destello de sincero arrepentimiento en sus ojos.

-Ellen, lo siento. No quería decir esas cosas, me dejé llevar por el enojo. Te pido disculpas – sus palabras sonaron genuinas, pero no estaba segura de si debía creerle.

-Bien, Ethan. Solo te pido que me dejes en paz ahora – respondí fríamente. Sin darle oportunidad de decir algo más, cerré la puerta de mi habitación y me dejé caer sobre la cama.

Pasaron algunos minutos antes de que pudiera calmarme lo suficiente como para reflexionar sobre lo ocurrido. Tal vez había sido demasiado dura con él, pero no podía permitir que nadie me tratara como si fuera inferior solo por no tener dinero.

Miré el regalo que Ethan me había dejado junto al pastel. Era una pequeña caja envuelta con un lazo dorado. Dudé por un momento si debería abrirlo o no, pero finalmente me decidí a hacerlo. Dentro de la caja había un collar de plata con un dije en forma de media luna.

Una nota acompañaba al regalo. Decía:

"Desde el momento en que te vi, supe que había algo especial en ti. Agradezco profundamente que mi padre haya aceptado permitirte quedarte aquí y que la señora Monpil estuviese de acuerdo con ello. Eres una chica increíble y quiero que sepas que te quiero mucho, Ethan."

Las palabras de la nota me hicieron replantearme mi actitud. Tal vez había sido precipitada al juzgar a Ethan solo por su apariencia y posición social. Si realmente se había arrepentido de sus palabras, quizás merecía una oportunidad.

Abrí la puerta de mi habitación y salí al pasillo. Podía ver a Ethan parado cerca de la puerta principal, con una expresión de preocupación en su rostro.

Lo siento Ethan. Perdóname por haber sido tan grosera contigo, no tienes la culpa de nada de lo que pasa ni de lo que está por suceder – le abracé, sintiendo la necesidad de disculparme sinceramente.

-Ellen, tranquila. Soy un imbécil por haberme involucrado en tu vida. Lo lamento, es solo que eres la única chica que realmente me ha importado desde que mi madre falleció. Sabes, te pareces mucho a ella. Y lo que vi a continuación me dejó casi pálida: la mujer de la fotografía es mi madre. Dios mío, no puede ser real. ¿Ethan, estás seguro? – pregunté, llena de dudas.

-Sí, por supuesto – respondió Ethan, con determinación en su voz.

-Entonces, esa mujer que te acompañaba a repartir donativos en mi instituto, ¿quién era, Ethan?

-Es mi tutora. Ella me acompaña para hacer labores de voluntariado. ¿Por qué preguntas, Ellen?

-No, nada. No importa – respondí, tratando de disimular mi sorpresa.

-Pero pasa algo, estás pálida – dijo Ethan, intentando acercar su mano a la mía, pero la aparté.

-Oye, Ellen, en serio, ¿estás bien? Es que… te ves mal.

-Dime algo, Ethan. ¿Qué le pasó a tu mamá? – pregunté, sintiendo curiosidad y preocupación por su sufrimiento.

-Murió hace poco. Por eso tener a una chica rondando por aquí se siente reconfortante, como si aún pudiera tenerla a mi lado – confesó Ethan, mostrando su profundo dolor.

En ese momento, una mezcla de emociones invadió mi ser. Por un lado, me sentía destrozada por el dolor que Ethan estaba experimentando al perder a su madre. Por otro lado, sabía que esa mujer que engañaba a su esposo y derrochaba el dinero que le había robado, estaba viva. Maldita sea, mamá. Ahora resulta que tengo un hermano al que espero no ser.

- Lo siento mucho Ethan. No puedo imaginar lo difícil que debe ser perder a tu madre.

Carajo, mamá tendría muchas cosas que explicar, pero el primero al que interrogaría sería a Conall.

- Señor Conall, necesito hablar con usted – dije mientras tocaba la puerta de su habitación. – Señor Conall, ¿está ahí? Necesitamos hablar. Señor…

- ¿Qué pasa? – respondió Conall desde el interior.

- Disculpe que interrumpa su siesta, pero usted me debe muchas explicaciones. ¿Por qué no me dijo que Ethan es mi hermano? – le cuestioné con voz firme.

- Señorita Ellen, Ethan no es su hermano, deje de sacar esas conclusiones del horto – contestó, tratando de evadir el tema.

- ¿Y entonces cómo explica que el chico me haya mostrado una foto de mi mamá y haya afirmado que es su madre fallecida?

- Es su madrastra. Él le llama así, pues fue quien lo crió – explicó Conall con tono cansado.

- ¿Me está diciendo que mi madre decidió criar un hijo ajeno antes que hacerse cargo de su propia hija? Vaya madre.

- La madre de Ethan murió poco después de dar a luz y Emily se hizo cargo de su cuidado – respondió Conall, visiblemente incómodo.

- Usted, usted la apartó de mí. Usted la alejó de su familia, al igual que hace conmigo. ¡Responda! – exclamé mientras las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos.

- Lo siento mucho, de verdad, pero ahora te estoy compensando. Tienes un hermoso hogar con todas estas comodidades que nunca tuviste en ese vertedero – intentó justificar Conall.

- No era un vertedero. Mi familia era una familia feliz, con problemas como todas las demás familias. – contesté, defendiendo a los míos.

- Él no la merecía, tu padre me la arrebató de mi lado – suspiró Conall, mostrando una mezcla de tristeza y arrepentimiento.

- No, se fue con quien verdaderamente la hacía feliz y tú, infeliz, me la quitaste – repliqué, con voz temblorosa por la indignación.

No digas tonterías, Ellen. ¿Crees que tú sabías lo que hacía feliz a tu madre mejor que yo?

- No, sé que no lo sé. Pero sé que ella nunca sería feliz al lado de alguien como tú. Sólo te importa el poder y el dinero, y nunca pudiste darle el amor y la felicidad que se merecía.

- No tienes idea de lo que dices. Me amaba, y yo la amaba a ella. Pero tu padre me la quito y tú fuiste la gota que derramó el vaso.

- ¡Mi padre y yo! ¡Por favor, Conall! Tú siempre te rodeaste de mujeres jóvenes, mientras ella se quedaba en casa esperando que recordaras que tenía una familia. Y ahora resulta que tenías un hijo secreto. ¿Qué más nos estás ocultando?

- Eso es suficiente, Ellen. No te permitiré que hables así de mí. Puedes decir lo que quieras de mí, pero no te atrevas a manchar el nombre de tu madre.

- ¡Mi madre nunca me abandonaría! Ella siempre estuvo ahí para mí, y nunca haría algo como lo que tú hiciste. ¡Eres un mentiroso!

- Tu madre hizo una elección, y yo también. Tú no puedes entenderlo, porque nunca has tenido que tomar decisiones difíciles en tu vida. Todo te ha sido dado en bandeja de plata.

- Eso no es verdad. Siempre he trabajado duro para conseguir lo que quiero, sin depender de nadie.

- ¿Y qué tienes ahora? Una mansión llena de lujos, mientras que antes pasabas hambre. No entiendes lo que realmente importa en la vida, Ellen.

- ¿Y tú lo entiendes, Conall? Estás rodeado de riquezas y poder, pero te falta algo más importante: el amor de una familia. No sé cómo pudiste vivir sin sentir el calor de una madre, el apoyo de un padre. ¿Realmente crees que puedes compensarme por todo lo que me has hecho perder?

- No puedo cambiar el pasado, Ellen. Pero puedo hacer todo lo posible para que tengas una vida mejor. Te prometo que a partir de ahora, estaré más presente en tu vida. Te daré todo lo que puedas desear, pero necesito que entiendas que hice lo que creí mejor en aquel momento.

- No puedo prometerte que voy a perdonarte, Conall. Lo que hiciste fue imperdonable.

Durante muchos años, creí fervientemente que mi madre, esa mujer a la que le decía "mamá" con tanto desprecio, era una perra sucia que había abandonado a su marido y a mí por una vida desenfrenada, sin compromisos y llena de caprichos. Me resultaba difícil comprender cómo alguien podía dejarlo todo atrás, incluyendo a su propia hija, solo para perseguir una fantasía de libertad.

Sin embargo, ahora puedo ver y reflexionar, y ver las cosas de manera diferente. Pude entender que mi madre probablemente había tomado esa decisión para proteger al amor de su vida y al fruto de ese amor: yo, Ellen. Me disgustaba pensar en el hecho de que mi madre había sacrificado gran parte de su vida para complacer a un hombre que no merecía su devoción. Imaginaba cómo habría sido su vida, feliz y libre de engaños, mentiras y avaricia, formando una familia con otro hombre, viviendo de manera sencilla pero sin ser perseguida.

Recuerdo claramente el dolor en los ojos de mi padre cuando vi a mi madre marcharse con ese individuo, que más tarde aparecería en los periódicos causando sensación. Mi padre, mientras tanto, se consolaba en el alcohol, tratando desesperadamente de encontrar alguna forma de liberar su angustia y tristeza.

"Señor Conall, cumpliré mi parte del trato y usted debe cumplir la suya. Usted deja de buscar a mi madre y le permite elegir libremente con quién quiere estar y cómo quiere vivir su vida. No quiero tenerlo cerca de ella. No la moleste, déjela ser feliz. Le ruego que me haga a mí la desgraciada, pero no se involucre con mi madre ni con mi familia".

El señor Conall asintió con seriedad mientras escuchaba las palabras de Ellen. Tomó un momento para asimilar su información y luego respondió:

"Comprendo tus preocupaciones y prometo respetar tu deseo de que tu madre esté libre de mi búsqueda", respondió el señor Conall con voz calmada pero firme. "Si tu cumplimiento del trato implica que ponga fin a mis enemigos, haré todo lo posible para mantenerme alejado de tu madre y permitirle tomar sus propias decisiones. No buscaré interferir en su felicidad ni amenazar a tu familia".

El señor Conall miró a Ellen, su mirada reflejaba un compromiso serio. "Pero ten en cuenta que tu felicidad y seguridad también son importantes. Si en algún momento necesitas ayuda o protección, no dudes en acudir a mí. Aunque no pueda tener contacto con tu madre, eso no significa que no esté dispuesto a ayudarte en otros aspectos de tu vida".

Conall esperó a que Ellen asimilara lo que se le ofrecía y decidiera si aceptaba o rechazaba su propuesta. Su principal objetivo era que ambos pudieran avanzar en sus vidas de manera pacífica y sin interferencias.

Ellen asiente y sonríe. - Estoy de acuerdo, Conall.