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Rubí

A la mañana siguiente, le pregunto a Hong sobre los detalles. Se niega a confesar a pesar de la tortura. Solo deja entrever que le han preguntado por mí. Y que parece haberse ganado su confianza como comadrona. Y como algo más.

Guo Xua ya ha sido madre una vez. Así que puede saber que Hong no habla por hablar. Además, les ha revelado solo a ellas su cultivación. Comadronas en la etapa nueve no es algo que se pueda conseguir por una familia como la Guo fácilmente. Es rica y tiene cierto poder en la ciudad. Pero, a pesar de ello, serían muy caras para ellos.

Hong ya nos lo ha explicado. Al tener qi, puede guiar mejor el nacimiento. Puedo ayudar a la madre en el parto. Cuanto más qi y más control, más eficiente es. Por eso, desde el principio, ha puesto más énfasis en el control del qi que en las técnicas.

A la larga, es lo mismo. Ambos tienen que aprenderse. A corto plazo, le es más útil el control. Al menos, para los dos partos.

Aunque a veces se muestre atrevida, es bastante dulce. Por eso, ha tenido esta mañana un trato especial. Por no hablar de que me encanta su leche. Succionar sus pezones mientras se corre. Mientras la lleno. Mientras gime y protesta débilmente.

Ha cambiado desde que la compramos. Desde que se unió a nosotros.

De sus dolores de espalda, solo queda el recuerdo. Su desconfianza inicial ha pasado a pasión. Su reencuentro con Bronceada fue de lo más emotivo. Con las demás chicas, se lleva bien. Sobre todo, con Shun. Quizás, a causa de Wei.

A veces, tiene una actitud un tanto provocativa con las demás. Incluso si sabe que va a perder por mucho en un entrenamiento, eso no le impide alguna bravuconada. Sabe que se burlarán de ella. Pero también, que podrá vengarse cuando gane. Además, a menudo les gana a cartas o dados.

De todas formas, no pasa de ser una especie de juego. A las chicas les cae bien. Y ella también les ha cogido cariño. En especial, cuando se alían contra mí.

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Tras copiar manuales, estoy comprobando que la nueva técnica funciona bien. Solo me queda hacer la prueba definitiva. De reojo, estoy observando como Wan quiere hacer otra píldora. Tiene cierto encanto verla tan concentrada.

–¿¡Qué!?

El caldero ha explotado. La traigo enseguida. Tiene un corte en la mejilla.

–¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?– le pregunto, preocupado.

–Ah… Kong… Lo siento… He roto un caldero…– responde entre confusa y culpable.

–¿Un caldero? ¡Eso no importa ahora! ¡Estás sangrando!

Llevo mi mano a su mejilla. Añado qi. Para ayudar a cerrar la herida. Al cabo de unos segundos, noto la calidez de una mano sobre la mía.

–Estoy bien, Kong. Solo ha sido un rasguño– me detiene.

Está un poco roja. Su mirada es realmente dulce. Quizás, me he sobrepasado un poco. Me ha asustado. ¿Me he vuelto demasiado sobreprotector?

–Ves con cuidado. Debería llevar una protección de qi. Hubiera sido peligroso si te diera en un ojo– la regaño. Aunque ella sonríe.

–Lo haré. Ha sido un descuido. Gracias– me besa dulcemente en los labios –. Siento haber roto el caldero.

–No te preocupes. Sabíamos que eran usados. Y accidentes pasan. Lo importante es que estés bien. 

Con mis palabras, una de mis manos coge uno de sus pechos.

–Aaaah~

La beso. La acaricio un poco. Pero no pasamos de ahí. Si no, no podría incluirla en la sorpresa.

–Esta noche seguimos– le sonrío y la vuelvo a besar.

–Aaah… Me dejas a medias– se queja.

–Tu castigo por ir sin cuidado– sentencio, aunque la vuelvo a besar una vez más.

Estoy un rato más con ella. Tranquilizándola. O excitándola.

Cuando la devuelvo, no tarda en sacar otro caldero. Está un rato examinándolo. Antes de volver a intentarlo.

Compramos varios en el mercado. Me gustaría comprarle nuevos en la secta. O de más calidad. Pero solo los venden a alquimistas. Cuando sea el mercado mensual de esclavos en la ciudad, volveremos a mirar. En el que se forma paralelo fuera. Suelen vender de todo.

En el mercado diario, es más raro encontrar. Y suelen estar en bastante mal estado. Hoy, por ejemplo, no he encontrado ninguno. Nada útil. Estaba de paso, así que he echado un vistazo alrededor.

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Voy al prostíbulo. En el que trabaja Ning. Me dio una invitación de parte de una amiga. Está en la etapa tres. Me viene bien para cultivar.

A las chicas les ha parecido bien. Sé que no sería el caso en otras relaciones. Yawen quizás mataría a Tai Feng. Al menos, se sentiría decepcionada, traicionada. No me extraña. Sería engañarla. Mentirle. Romper su confianza.

No es mi caso. Las chicas lo saben. Y la razón no es simplemente tener sexo. Aunque no es que me moleste.

Quizás mis pervertidas se enfadarían. A pesar de no mentirles. Saben que tengo sexo con otras. Al menos, saben de diez más. Aunque se quejarían de que, en lugar de ir al prostíbulo, puedo tener sexo con ellas todo lo que quiera. No puedo decirles que es para cultivar más rápido. Aún no. Así que, por ahora, mejor que no lo sepan.

Entrego la invitación. Llevo una máscara. Y revelo mi cultivación en la etapa dos. No quiero que me reconozcan.

–Espere aquí, por favor. Voy a ver si Rubí está disponible– me coge la tarjeta.

Es una mujer con tan solo ropa interior. Medio transparente. Sus pechos son más bien abundantes. Tiene un culo firme y seductor. Lleva colgado un pequeño papel. "Esmeralda. 7000".

A lo lejos, veo un escenario. Llega una chica vestida solo con una bata semitransparente. Reconozco ese cuerpo. Ese pelo azul. Va hasta una butaca caminando muy sensualmente. Moviendo mucho el culo. Sus pechos botando provocativamente. "Zafiro. 9000". Es Ning.

No tarda en levantarse de nuevo. Alguien la ha reservado. Parece que es cierto que tiene mucho éxito. Puedo incluso oír algunos comentarios.

–Ni un momento se ha quedado. Esa Zafiro tiene un cuerpazo– comenta uno.

–No solo eso. Es increíble. No puedo esperar a que me vuelva a ser mi turno. Hay dos días de cola de espera– oigo a otro.

–¿Tan buena es?

–No solo buena. Es todo pasión. Y su coño te estruja cómo… Solo de pensarlo… Además, es insaciable. Te exprime hasta donde no crees posible. Una sobredosis de placer.

Es cierto que es buena. Y muy pervertida. En nada se esfuerza tanto como en el sexo. Aunque, si supieran lo que dice de ellos, se deprimirían. Su principal queja es que duran poco. También que son egoístas y narcisistas. A pesar de ello, no quiere ni oír hablar de dejarlo. La última vez que lo insinué, casi se pone a llorar.

Al cabo de un rato, vuelve Esmeralda.

–Por aquí.

La sigo. Me lleva hasta una habitación. Llama y abre la puerta.

–Traigo a tu invitado– le dice a quien está dentro.

–Que pase– oigo una voz de mujer.

–Ya lo has oído. Puedes elegirme a mí la próxima vez– se despide.

Me ha guiñado el ojo. Y pasado un dedo por mis labios. Además de rozarme con uno de sus pechos. Bastante provocativa.

Entro. Hay una mujer sentada sobre la cama. Me mira con curiosidad. Lleva un camisón negro traslúcido. No esconde sus más bien modestos pechos. La tela apenas llega a sus caderas. Hay contraste entre su piel más morena y la blanca. Blanca en parte de sus pechos. Incluidos pezones. También la entrepierna.

Su vello púbico es rojo como su cabello. Que le llega a los hombros. Supongo que su pseudónimo viene de ese color rojo.

–Hola. Eres tan preciosa como decía Zafiro– la halago.

Es cierto que es preciosa. Aunque el velo no me permita verle totalmente el rostro. Diría que tiene un aspecto entre 25 y 30 años. Aunque sin duda, tiene más. Está en tres de Alma.

–Y tú tienes un cuerpo tan atlético como dijo. Acércate. No muerdo– me provoca.

¿Atlético? No sé si describiría así mi cuerpo. Sí que tengo más músculo que otros estudiantes. Aunque no sé si lo llamaría atlético. Da igual. Me ha llamado. Así que voy hacia ella.

–¿Puedo besarte?– le pregunto, mientras mi mano sube por su brazo, acariciándola.

–No en la boca. El resto, soy tuya. Menos el culo. Nada de cosas raras– pone condiciones.

Hay cierta desconfianza en su voz. También diría que expectativas.

Me acerco y le beso en el cuello. Añado un poco de qi. Ella gira un poco la cabeza para facilitarlo.

Al mismo tiempo, una de mis manos llega hasta su modesto pecho. Agarrándolo suavemente sobre el camisón. La otra llega a su entrepierna. Acariciando sobre sus labios vaginales con delicadeza y qi.

–Mmmmmh– ella gime suavemente.

La mano sobre su pecho llega a su espalda. Para deshacer el lazo de su camisón. Está en el camino. Así que es descartado a un lado. Mis labios mordisquean su aureola. Mi lengua chupa su pezón.

–Aaaahhh… Zafiro no mentía… ¡Aaaah!… Eres bueno… ¡¡Aaah!!

Se deja hacer. Aunque sus manos no se quedan quietas. Me desvisten. Acarician mi cuerpo. Una ha encontrado mi pene. Lo recorre de arriba a abajo con suavidad. Juguetea con la punta. Con lujuria.

Pronto está mojada. Incluyo tiene un mini orgasmo. Se deja tumbar sobre la cama. Mirándome con sus ojos rosados. Su respiración acelerada. Sus labios misteriosamente cubiertos por el velo.

La penetro despacio. Mis dedos hundidos en sus nalgas. Su húmeda vagina recibiéndome sin resistencia. Su cuerpo ligeramente arqueado hacia atrás.

–¡Aaaaaahh!– gime.

Empiezo a moverme nada más entrar. Puedo notar como me lo exige. Como se muerde el labio. Sus manos agarrando con fuerza la almohada.

–¡¡Aaaahh!! ¡Así! ¡¡¡AAAAAAAahhhh!!! ¡¡Por fin una buena polla!! ¡¡¡Aaaaaahh!!! ¡Más!– pide con lascivia.

–Ahh… Eres realmente preciosa… Y apretada… Aaah– la alabo mientras entro y salgo de ella.

Mis manos a veces agarran uno de sus pechos. A veces, juguetean con un pezón. Otras veces, los dejan rebotar a los dos a la vez. Obscenos. Sugerentes.

La beso en el cuello. En la oreja. En la mejilla. Aunque no en los labios. Ning ya había contado que alguna de las prostitutas se negaban a recibir ese tipo de besos. Rubí es una de ellas.

Aparte de disfrutar de ella, absorbo un poco de su qi. Incluso me permito limpiar ligeramente unos de sus meridianos. Es el más obstruido. Claro que solo la ayudo un poco. No puedo dejar que se note.

Me acabo corriendo dentro de ella. Llenándola. Llevándola a la vez al orgasmo. Cualquier prostituta sabe como evitar embarazos. O limpiarse con qi.

Me acuesto junto a ella. Dejando que recupere el aliento.

–Ha sido realmente bueno. No como la mayoría. ¿No podría ser siempre así en lugar de esos idiotas desagradables?– se queja en voz alta.

Me sorprende un poco. Después de todo, mi idea de prostituta es Ning. Aunque se queja, prefiere mal sexo a ningún sexo.

–No parece gustarte estar aquí.

–Bueno, no es como creía. Sabes, me gusta el sexo. Pensaba que podría disfrutar a la vez que ganaba dinero. Pero la mayoría son unos egoístas idiotas. Vale que pagan, pero tampoco pasa nada si no se preocupan solo de ellos. O si duran un poco más. Por no hablar de los gilipollas que se creen superiores. Algunos hasta insultan– se desahoga.

–¿Y por qué no lo dejas?– le pregunto, un tanto extrañado.

–Muchas veces es desagradable, pero pagan bien. Mejor que hacer misiones y arriesgar la vida. Vaya… Ya me estoy quejando otra vez… Lo siento… No quería molestarte– se disculpa.

–Está bien, no me has molestado. ¿Qué hay de malo en tener una mujer preciosa junto a mí?– le aseguro.

Al mismo tiempo, jugueteo con uno de sus pechos. Incluso añado un poco de qi.

–Aah… Oye, ¿vendrás otra vez? Te puedo dar otra invitación– me ofrece.

–Será un placer. Aunque… ¿Por qué esperar tanto? ¿Tenemos tiempo para una segunda ronda?– le propongo.

–Ah… ¿Otra vez?… No estaría mal…– se pasa la lengua por labios, tentadora,

–Entonces, estamos de acuerdo– me medio incorporo y la cojo de las caderas.

–¡Aaah! ¡Espera! ¡No…! ¡Aaaaahh! ¡Por el qi….! ¡¡¡AAAAaaaaaaaaahhh!!! ¡Así!

La he puesto a cuatro patas por sorpresa. Se había limpiado el semen antes. Pero aún está mojada. Así que la penetro. Disfrutando de su las vistas desde atrás. De coger sus pechos desde mi posición. De besarle la espalda y el cuello.

No dejo de disfrutarla hasta el tercer orgasmo. En el que me uno a ella y la vuelvo a llenar. Y me vuelvo a acostar junto a ella. Parece satisfecha.

Me sonríe cuando me da la invitación un rato después. Medio recuperada.

–Espero verte pronto. Ahora entiendo por qué Zafiro te alababa tanto. Te echaré de menos– me lanza un beso.

–No faltaré a una cita con una mujer tan preciosa y apasionada– me despido.

Puedo ver el contorno de una sonrisa en su velo. O como sus pechos rebotan cuando animadamente agita su mano para decirme adiós. Es un encanto. Puede que no sepa mucho de ella, pero me gusta lo que sé. Realmente, no entiendo a los que la insultan.