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Una comadrona

Por la noche, antes de ir a disciplinar a Fen Huan, tenemos una pequeña celebración. En su octavo intento, Bai Wan ha logrado crear una píldora.

–Es un poco defectuosa. Aún me queda mucho– intenta enfriar los ánimos con timidez. No lo consigue.

Es cierto que la píldora no es exactamente redonda. Pero al menos, ha conseguido condensarla. No importa que sea la más sencilla. O que las impurezas la hagan prácticamente inutilizable. Lo importante es que lo ha conseguido.

Todos la abrazamos y felicitamos. Aunque abrumada, está exultante. Sin nadie que la guíe, lo ha conseguido antes del décimo intento.

Aunque no se libra de las bromas por la forma un tanto rara de la píldora. Ni todo tipo de preguntas. Sobre qué va a hacer a partir de ahora. Cuáles son los siguientes pasos.

–Tengo que seguir practicando. Hasta que la consiga hacer de suficiente calidad. Luego, intentaré hacer otras– explica.

Tampoco es que tenga muchas a elegir. La píldora de qi es la más sencilla. Se trata de extraer la esencia de las plantas para obtener una alta concentración de qi. Es la que usan todos para empezar. No necesita receta.

Para otras, sí que es necesaria. Hay que saber las plantas a mezclar. Cuándo, cuántas, a qué temperatura… Solo tenemos dos recetas sencillas. Las compramos en el mercado. Es todo lo que hemos podido encontrar. No es fácil sin ser de la facción.

También tengo las recetas de pociones que estaban en el Almacén. Aunque para ella no son un desafío. Ni son de muy alto nivel. Tendremos que buscar más. Si no, ella no podrá practicar y mejorar. Por ahora, no es un problema. Pero lo puede acabar siendo.

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El día siguiente, empieza eróticamente con Pen y Fen Huan. El pago de su favor ha sido mi cuerpo. Bueno, quizás el de ellas también entraba.

Durante el día, sigo entrenando la técnica. Está casi lista. Ya aguanto más de media hora. En cuanto controle ciertas fluctuaciones, no debería tener límite. Solo quedará probar si funciona sin problemas en la práctica. Si puedo dar todo.

Como los otros días, intercalo otras prácticas. Con qi de la etapa uno sobre todo. Tengo que asegurarme de que no habrá problemas en el torneo.

Aunque resulta más excitante con mi cultivación completa. Con el qi de la etapa dos, la técnica de movimiento es más explosiva. También es interesante cómo se comportan el qi al entrelazar los movimientos. Es similar. Pero el qi más denso significa algunos cambios en su comportamiento. Tendré que practicar para familiarizarme mejor.

Wan'er sigue con las píldoras. La última que ha hecho parece más redonda. Lo que más le fastidia es tener que parar para regenerar qi. Podría ayudarla con un poco de sexo. Pero llegamos al consenso de no consentirla tanto. Además, para ayudarla tendría que tener sexo con ella muchas veces al día. No quieren interrumpirme tanto. O eso dicen. No me parecía tan mala idea.

A media tarde, aparece Yan Xiulan por sorpresa. Suerte que hoy no tocaba que viniera ninguna de las esclavas. Si no, hubiera sido un tanto embarazoso para ella.

–Ya las he acabado– me revela, sin querer entrar.

Me entrega dos pequeñas cajas. Las abro una tras otra.

–Son bonitas. Esta es para Yawen, ¿verdad?– preguntó.

–Sí. La gema es del color de sus ojos, como pidió– responde ella.

Hay cierta timidez en ella. Aunque hablar de su trabajo siempre le entusiasma.

–Y la de él también. Pidieron lo mismo. Les gustarán. El problema es dárselos por separado… Mmm… ¿Me ayudarías?– le pido.

–Ah… Yo… ¿Qué tengo que hacer?– pregunta, no muy convencida.

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Después de que se lo explique, me sigue hasta la facción de la espada. A esta hora, deben de estar a punto de salir. Oh, vaya, ya han salido. Creía que podría esperarlos un rato junto a mi joyera. Lástima. Nos acercamos a ellos.

–¡Hola! ¿Te lo puedo tomar prestado un momento? ¡Cosas de hombres!– los saludo y secuestro a Tai Feng.

Pongo el brazo sobre su hombro. Arrastrándolo hacia mí.

–Claro…– acepta Yawen, un tanto suspicaz.

–Cuídame a Xiulan'er un momento– le pido.

Mi joyera se sonroja ligeramente. Yo arrastro a Tai Feng unos metros. Me mira extrañado. Hasta que saco la caja. Asegurándome de que su cuerpo se interpone entre la caja y Yawen. No es que nos esté mirando. Mi joyera le está dando la joya para él. Es un pendiente. Por la cara que pone, le ha gustado.

–Es preciosa– murmura él cuando se la enseño.

Es una aguja para el pelo. Puede crear un pequeño escudo de qi. Puedo ver como Yawen esconde la caja entre sus ropas. Me sonríe en la distancia. Tai Feng también esconde el regalo. El resto es cosa suya.

–¿Qué tal?– le pregunto a Yan Xiulan cuando nos despedimos de "sus clientes".

–Le ha encantado. Me ha dado las gracias demasiadas veces– responde de nuevo con timidez.

Aunque, entre la timidez, también puedo ver algo de alegría. Orgullo por su obra.

–Tai Feng también me ha pedido que te dé las gracias. Le ha gustado mucho. Buen trabajo– la alabo.

–Gra… Gracias– responde, de nuevo con timidez.

–¡¿Quién eres tú?! ¿¡Qué haces con ella?– nos interrumpe de repente una voz.

Es un estudiante de la etapa uno. No parece muy fuerte. Aunque sí mira a Yan Xiulan con adoración. A mí con rabia. No lo conozco de nada, pero me cae mal. Diría que es un pretendiente de ella. Sin pensar, la cojo de la mano. Quizás, algo posesivo. Noto que ella se estremece por un momento. Pero no hace intención de soltarse.

–¿Y a ti qué te importa?– lo desafío, mirándolo fijamente.

Él da un paso hacia atrás. Intimidado. No es muy valiente. No sabe qué hacer.

–Es… mi amigo– interviene Yan Xiulan refiriéndose a mí, intentando mediar.

Él la mira con los ojos muy abiertos. Se da la vuelta y se marcha corriendo. ¿Está llorando? Ahora casi me da pena.

La verdad es que, tal y como lo ha dicho, es fácil de malinterpretar. Había timidez en su voz. Estaba roja. Y nos cogíamos de la mano. Debe de haber pensado que había algo más que amistad. Bueno, puede que lo haya. Está bien si lo piensa.

–¿Quién era?– pregunto, confuso.

Todo ha sido un poco raro. Él se ha comportado extraño. No parecía exactamente hostil.

–Es… un compañero de joyería. No es mala persona, pero un poco pesado. Quiso que saliera con él…– confiesa ella, sin mirarme.

Me acerco y la beso por sorpresa en la mejilla. Ella se gira. Me mira entre sorprendida y avergonzada. Su mano en la mejilla. La que no está agarrada a la mía.

–Si te da cualquier problema, dímelo. Es conmigo con quien tienes una cita para ir al Gran Hall.

No sé si sueno posesivo. La verdad es que me siento un poco así. Me ha molestado que otro ronde a mi joyera. Puede que no tenga derecho a sentirme así. Ella no es más que una amiga. Bueno, un poco más. Aunque no hay nada firme entre nosotros. ¿O sí? A veces, es difícil de saberlo.

Me deja acompañarla hasta su cabaña. Sin mirarme. Por desgracia, tengo que soltarla cuando llegamos.

–A… Adiós– se despide, muy tímida.

–Hasta pronto. Espero verte en el torneo. Estoy seguro de que lo harás mejor de lo que crees– la animo.

Por el camino, ha expresado sus dudas. No está al nivel para avanzar de ronda. Pero debería poder ganar algunos combates. En el anterior, los perdió todos menos uno. Se siente un tanto amedrentada

–Lo intentaré– sonríe débilmente. Por el qi. Es preciosa.

–Más te vale. Si no, como entrenador, me deprimiré mucho– bromeo –. Si hay algo que quieras probar antes del torneo, dímelo.

–Lo… Lo haré. Gracias– se despide, un poco roja como siempre.

—————

Mientras, las gemelas han enviado otra carta a sus padres. Incluía una de Wan. Oculta, como siempre. Estaba muy emocionada por contarle a su madre que ha condensado una píldora. Se siente realmente orgullosa. Mientras recuperaba qi, no paraba de insistir en enviar la carta. Las gemelas no han tenido otro remedio, exasperadas.

Las recojo antes de ir a ver a mis futuras mamás. Entro en la tienda, aunque no solo. Hong viene conmigo. Hacemos ver que no vamos juntos. Excepto para Guo Xua. Le indico con la mirada que viene de mi parte. Y me voy hacia Lin Tao. A esperar que acabe con su cliente.

–Es una vergüenza que estés así sin marido. Puedo buscarte uno…– insiste dicho cliente.

–Se lo agradezco, pero no es necesario. Aquí está su pedido– responde ella desapasionadamente.

–Yo me lo pensaría. Podrías lamentarlo en el futuro– insiste el cliente mientras se va.

Me lo quedo mirando. Recordando su cara. ¿Cómo se atreve? ¡Lin Tao es mía! Ella me mira y me sonríe. Bueno, por esa sonrisa, puedo olvidarlo. De momento.

Su nivel no es muy alto. Pero más que mortal. Para algunas familias de menor estatus, les resulta interesante. Incluso el futuro niño. Si es capaz de cultivar hasta un alto nivel, significaría mucho para ellos.

–¿Qué desea el cliente?– me recibe.

Su tono intenta ser formal. Aunque se le escapa un poco de pasión.

–A ti– le digo con los labios, aunque no con voz. Aún hay otra clienta.

Ella se muerde ligeramente el labio. Seductora. Pero pronto vuelve a su "cara de negocios". Me compra la leche materna. Y me vende carne.

Vamos a tener un problema. Carne que sea equivalente a la primera etapa de Alma tienen muy poca. De hecho, de la anterior, no tienen tampoco muchos excedentes. No es un problema para Terror, que no come tanto. Pero sí lo será para Rayitas. Si queremos que siga creciendo. Para las salamandras, aún les queda.

Lo fácil sería comprar la carne a la secta. El problema es que sería sospechoso. No tengo oficialmente ninguna mascota.

Mientras, la clienta ya se ha ido. Y Guo Xua está hablando con Hong. Más bien, interrogando. Sobre el parto, cuidados previos, posteriores. Hong responde a todo con soltura. Se nota que sabe de qué habla.

–¿Te vas a fiar de una supuesta comadrona desconocida?– interrumpe una voz.

Es una de las concubinas. De las supuestas rivales de Guo Xua. Una de las posibles responsables de que no encuentre otras comadronas. Ha llegado no hace mucho. Ha oído parte de la conversación.

–Eso es decisión mía. Por desgracia, no tengo mucho donde elegir. Por alguna extraña coincidencia, todas las otras están ocupadas– responde Guo Xua.

Hay clara acusación en su voz. Aunque no lo dice explícitamente, le está insinuando que sabe que es ella. O, por lo menos, que sospecha.

–Quizás, podría hablar con alguna, si quieres que te haga el favor– ofrece.

Puede que fuera el plan desde el principio. Que le debiera un favor. Tenerla controlada. No quiero pensar que quiera hacerle algo al niño. Seguramente, quería esperar más. Y se está viendo obligada a ofrecerlo por las circunstancias.

–No es necesario. Viene bien recomendada– rechaza Guo Xua.

Se muestra elegante. Con una preciosa barriga.

–¿Quién eres tú realmente? ¿Qué pretendes? ¿No serás un espía?– acusa la concubina a Hong directamente.

Puedo notar que ejerce presión sobre ella. Está en la etapa siete de Génesis. Y Hong no muestra más que la dos.

–Soy una simple comadrona. Estoy aquí para hacer mi trabajo– responde Hong humildemente.

Incluso hace una leve reverencia. Aunque no se ve afectada lo más mínimo por la presión. Al fin y al cabo, está en la etapa nueve.

La cara de la concubina es un poema. No esperaba que su presión no tuviera ningún efecto. Ni la de su qi ni la de su estatus.

Hong no se muestra desafiante. Pero tampoco demasiado humilde. Tan solo lo justo. Sabe lo que hace. Ha tratado con mucha gente como la concubina. Es la que más experiencia tiene en estos asuntos de todos nosotros.

–Bien, si no quieres mi ayuda, me voy. Espero que sepas lo que haces– se marcha con desaire. Da incluso un golpe en la puerta.

Nos quedamos nosotros cuatro. Es casi la hora de cerrar.

–Entonces, ¿estoy contratada? Tengo que avisar que tendréis que compartirlo– les sonríe Hong.

Las otras dos me miran. Me encojo de hombros. Ellas ya sabían que había otras. Nunca les he engañado.

–¿No tienes nada qué hacer? Vete ya, te estaremos esperando. Yo tengo que hablar con ellas– me echa Hong, medio riendo.

Suspiro. Luego me vengaré.

–Cerrad pronto– me despido.

Las dejo a las tres. Espero a que cierren. Entro por el lateral. Me abre Hong. Me abraza. Me besa.

–Están bien. Las vendré a ver cada semana contigo. Me quedaré cuando estén cerca de parir– me explica.

Era lo que habíamos hablado. Me acompaña arriba.

Ellas nos miran un tanto reacias. Aunque no tanto como pensaba. No sé de qué han hablado.

Pronto, se olvidan entre gemidos. En la segunda ronda, incluso se unen a Hong para conspirar contra mí.

Las dejo durmiendo. A Hong dentro de la Residencia. Mañana, ya le preguntaré los detalles.