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Encuentro indeseado

A la mañana siguiente, volvemos a interrogar a Guo Hai. Hoy es el día mensual del mercado de esclavos. Y ella lo conoce bastante bien. Se ofrece a guiarnos, pero es demasiado arriesgado. Si bien su lealtad es más que suficiente, cualquier accidente sería nefasto. No podemos arriesgarnos a que la descubran.

El plan es sencillo. Yo voy a dar una vuelta para ver la situación. A un estudiante no lo molestarán. Luego me cambio de ropas, oculto el rostro y entro. Shi y Song también entrarán. Iremos ligeramente separados, pero no muy lejos.

Varios estudiantes bajan también a la ciudad. Probablemente ninguno irá a comprar esclavos. Ni siquiera a verlos. De la secta, probablemente solo los encargados de la gestión de esclavos. Puede que alguno de la sección del Placer.

Viene mucha gente de los alrededores, así que se monta una pequeña feria. Con puestos de comida. Ventas de diferentes objetos y plantas. Incluso hay una zona de intercambio directo. Cualquiera puede ponerse con una manta y mostrar lo que tenga.

Mucha gente va a ver si encuentra alguna ganga. Siempre hay armas u otros objetos que alguien ha encontrado. O robado. Algunos no han sido identificados. Así que su dueño no conoce su verdadero valor. O dice que no lo conoce. Puede fácilmente haber objetos que parezcan valiosos. Con una traza de qi puesta artificialmente, con más o menos sutileza. Aunque también pueden ser reales.

Una estafa o una ganga. Es un riesgo, pero siempre hay a quien le gusta jugar.

Camino entre los puestos de comida. Compro bastantes de varios tipos. Es fácil pensar que es un recado. Por supuesto, son para mí y las chicas. Puedo permitirme un pequeño gasto. Es una sensación curiosa. No es en absoluto desagradable

–¡Tú! ¡Eres tú! ¡Me tendiste una trampa!– me acusa alguien de repente.

Oh, vaya. Lo conozco. Es mi "viejo amigo". El estudiante al que realmente le tendí una trampa. Al que expulsaron de la secta por ello. Y el prometido de Guo Hai.

En otro tiempo, hubiera sido un problema. Ahora yo soy un estudiante. Además de que mi cultivación es más alta. Y no puede saber con seguridad lo de la trampa. Supongo.

La gente nos está mirando. Ha armado un pequeño escándalo. Además, sé que es relativamente famoso dentro de la ciudad. El heredero de una familia adinerada. Pero la secta es mucho más poderosa. No puede tocarme. La secta tomaría represalias muy serias. No por mí, sino por lo que representaría atacar a un estudiante impunemente.

No sé muy bien qué hacer. Decido ignorarlo. Como esos estudiantes que parecen que están por encima del bien y del mal. Ponerme a discutir con él no me llevaría a nada bueno.

Lo miro un momento. Luego aparto la mirada y sigo mi camino. Como quien ha visto una hormiga.

–¡Cómo te atreves a ignorarme! ¡Sucio esclavo!– exclama.

–Señorito, cálmese. No puede hacer eso aquí– le interpela uno de sus acompañantes.

Veo de reojo que lo está cogiendo. Los estudiantes tenemos prohibido luchar en la ciudad. Al menos, no podemos empezar una pelea. Pero, si nos atacan, podemos incluso matarlos. Lástima que lo hayan cogido. Habría acabado con un problema.

Su cultivación es baja, pero no la de sus acompañantes. Tiene el aspecto de un hombre de unos cincuenta años. Está en la 3 de Alma. No parece no muy sólida. Si no, no tendría sentido que se hubiera quedado fuera de la secta.

Hay cultivadores sin esperanzas de subir. Quizás han estado en la secta, pero han sido expulsados. Lo más común es por no avanzar suficientemente rápido. Por falta de talento. Fuera de la secta, es más difícil subir. El qi es menos denso. Los recursos, peores.

No es difícil que fuercen uno o dos etapas, pero el precio es alto. No volver a subir nunca más. Por tener una base inestable, al usar únicamente píldoras. Normalmente, no de la mejor calidad. Si pudieran acceder a píldoras de alta calidad, también podrían tener recursos útiles. No estarían así.

Del otro, no estoy seguro. Estaba un poco más atrás. Sigo mi camino sin mirarlos. Pero uso Detectar qi para tenerlos controlados. No me siguen. Al menos, no de cerca.

Sigo caminando. Mirando. Comprando. Buscando un buen sitio para cambiarme de ropa. Para ocultar mi rostro. Para asegurarme de que no me sigan. Para llamarlas.

Disimulo mirando un puesto con varias armas usadas. No los veo. ¿Realmente me han dejado estar? Eso espero. Mmm. Esta lanza tiene buena pinta, al menos el mango, el asta.

–¿Puedo probarla?– pregunto.

–Claro– me responde la mercader, con una sonrisa.

Es una mujer de mediana edad. Sin cultivación. Su confianza me dice que no es nueva en el negocio. Cojo la lanza. No sé mucho de ellas. Pero sí algo de bastones. Si bien el asta de la lanza es más delgada que un bastón, puedo notar que no es de mala calidad. Creo que podría ser de nivel Alma. El qi circula bien. Mejor que las otras lanzas que Song me ha hecho probar.

La punta, sin embargo, parece extraña. O está rota, o no pertenece a esta lanza. Quizás la han puesto con la esperanza de engañar a alguien. Aunque no es muy elaborado si hasta yo me he dado cuenta. Quizás se rompió cuando su dueño la perdió. O cuando le mataron.

–El palo no parece en muy mal estado. Me podría servir como recambio. La punta no me interesa. Te doy 10 oros por él– ofrezco.

–¿¡10 oros!? ¡Era la lanza de un gran guerrero en la etapa siete del reino del Alma! ¡Vale lo menos 20.000!– exclama ella.

Parece que hay que regatear. No tengo mucha experiencia. Lo he visto algunas veces. Y algo he practicado en el mercadillo junto a la secta. Parece que al menos hay margen para intentarlo. Además, realmente no quiero la lanza entera.

Song se hizo con la lanza de aquel cultivador. El que encontramos su esqueleto. Pero solo la punta estaba en buenas condiciones. No hemos encontrado ningún asta de calidad. Tenemos de otras lanzas, pero no vale la pena romperlas. El resultado final sería mediocre.

Con ésta, quizás pueda hacer algo. Al menos intentarlo. No es tan fácil unirlos. No basta con que estén juntos. El qi tiene que circular por el asta y la punta fluidamente. Pero no tengo ninguna seguridad. Así que no puedo tirar el dinero.

–Quizás lo era, pero ya no. El qi no circula por la punta. O esta rota, o no es de la lanza. Como recambio, quizás me pueda servir. Así que no puedo ofrecer más 15.

Subo muy poco. Es un regateo muy agresivo cuando ella ha dicho 20.000. Pero no quiero ofrecer más. Por ese precio, le diré a Song que le eche un vistazo luego. Por si cree que vale la pena. Si nadie la ha comprado.

–¿De verdad está rota?– me pregunta.

Es extraño que un mercader haga esa pregunta. Claro que no tiene forma de comprobarlo, a no ser que se lo pida a alguien.

–El qi no llega a la punta. Para que veas que no quiero engañarte, puedes quitársela y venderme solo el palo. Cualquiera que la quiera comprar, lo notará enseguida– le aseguro.

Ella tiene una mirada de derrota. ¿Realmente no lo sabía?

–El otro dijo lo mismo. Mierda. Podía haber sido una buena oportunidad… Está bien, te vendo el palo. 50 oros. Ni uno menos. No me puedo permitir perder dinero. No bajaré más.

Realmente no es como los regates habituales. 50 oros me parece más que aceptable. Y un arma completa cuesta en la secta un millón de puntos. Serían 10.000 oros como mínimo, probablemente más. Supongo que la ha debido comprar conociendo el origen. Aunque no sabiendo su estado.

Me quedo pensando un momento. En realidad no lo estoy haciendo. Ya lo he decidido. Seguramente será imposible encajarla perfectamente. Si lo hace parcialmente, es una buena compra.

La punta que encontramos es más poderosa que las que he visto de otras lanzas en Alma. Si la consigue montar medianamente decente, tendrá una buena arma. Mucho menos que la original, pero más que suficiente por ahora. Por 50 oros, vale la pena intentarlo. En el futuro, ya buscaremos una opción mejor. Si conseguimos consultar con un herrero sin levantar sospechas.

–Bien, 50 oros– acepto finalmente.

Ella coge el dinero resignada. Se queda la punta de la lanza. Supongo que para asegurarse de que no miento. No me hubiera molestado quedármela, pero no puedo justificar pedírsela o intentar comprarla.

Dejo el asta en el almacén. En la zona de Song. Luego se lo digo.

Echo un vistazo a otras armas, pero no tengo confianza en mi criterio. Además, por ahora no necesitamos nuevas. No iría mal tener mejores, pero no es imprescindible. Otro día, que lo miren ellas.

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Encuentro un callejón adecuado. Me meto en él. Al cabo de un rato sale Shi por donde yo he entrado. Y Song un poco después. Después de besarme cuando le he contado lo de la lanza.

–Gracias por pensar en mí– me ha dicho antes de un corto pero profundo beso en los labios.

Yo salgo un rato después. Llevo ropas oscuras. Mi rostro tapado. Como muchos de los que están por aquí. Era una de las razones por las que he dado un paseo. Para asegurarme de no llamar mucho la atención.

Hay un cartel y dos hombres en la entrada. "10 oros de depósito. Se descuentan al comprar. Se devuelve la mitad al salir." Bueno, ya lo sabíamos. Suponiendo que encuentre a una esclava adecuada, estamos tirando 10 oros. Las chicas también tiene que pagar. Les devolverán 5 a cada una. Es un mal menor. Prefiero que estén conmigo.

Pago y entro. Ellas lo han hecho un poco antes. Nuestras miradas se cruzan un instante. Ellas van delante.

Hay niños, hombres, mujeres, e incluso ancianos. Ver los niños me devuelve el borroso recuerdo de cuando me compraron. No es agradable. No sé qué pensarán ellas.

Hombres y mujeres atractivos son más caros. También quienes están sanos. Exóticos. Musculosos. Tienen algún oficio. Los que tienen cultivación están en otra zona. Hay que pagar una tarifa mayor. No nos interesa.

Si tienen un talento o físico excepcional, van a subasta. Esos seguro que se venden. El resto de esclavos son simplemente mercancía. Se puede negociar. Intentar que no te timen.

No están expuestos en ningún orden concreto. Como en los estantes, cada vendedor expone su mercancía. Algunos más limpios que otros. Algunos los visten. Otros muestran su mercancía desnuda. Algunos están atados con cadenas. A otros esclavos simplemente los retiene el miedo. Y saber que intentar cualquier cosa sería una muy mala decisión.

No puedo dejar de sentir empatía. No hace tanto era como ellos. Fui vendido como ellos. Y podía haberlo sido otra vez en cualquier momento. Pero así es como funciona el mundo.

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Hemos recorrido tres cuartas partes del recinto. No hemos encontrado nada que nos interesa. Había un par que lo parecían. Tras examinar sus pechos, han visto que no lo eran. Supongo que no es tan fácil encontrar una esclava en lactancia. A los esclavos no se les suele dejar tener hijos. A excepción de si están en una granja de esclavos. Entonces, les obligan a tenerlos. Los pocos que he conocido que han estado, no solían querer hablar de ello.

Veo entonces que Shi se para. Poco después lo hace Song. Se quedan mirando algo. Tardo un rato en llegar. Antes de ello, se giran una tras otra. Hay una mirada suplicante en sus ojos. Aunque solo me miran un instante. Es raro, nunca piden nada. Algo les ha afectado.

Ya veo. Hay una esclava con una niña. Claramente está en lactancia. Las veo mirar a la niña y a mí. No quieren separarlas. Es evidente la mirada desesperada de la madre. Sabe que no puede hacer nada. Que las van a separar.

Sería muy raro el caso de que alguien comprara a las dos. Aunque seguramente es lo que busca el mercader. Jugar con los sentimientos de alguien de buen corazón. Seguro que le intentaría sacar cuanto pudiera. Es ambicioso, y probablemente inexperto. Los mercaderes de esclavos no suelen meterse en ese tipo de líos. Gente así probablemente ni siquiera entraría al mercado. No recuerdo haber visto u oído de ninguno.

No puedo dejar de odiarlo. Recuerdo perfectamente un caso. Seguro que ellas también. Una esclava que compraron. Le habían quitado a su niño. Y vendido aparte. No pudo suicidarse porque los esclavos tienen un sello que lo impide. Pero consiguió tener un accidente. Era muy desgraciada. Más de lo normal. Por mucho que la intentaron animar.

Suspiro. Aunque sea un problema, no puedo negarme a sus miradas. Aunque no sé si será posible. Paso junto a Shi.

–Voy a ver si puedo llevar a la niña. Compra a la madre. Pero regatea. Sabes lo deprimidas que puede estar. Úsalo. 

Asiente sin mirarme. Puede que no necesite mi consejo. Es lo más probable. Puedo adivinar su sonrisa. Cuando sigo, se mueve hacia Song. Supongo que le contará el plan. O tramarán algo más.

Llego hasta la esclava. Cojo la niña. La esclava me mira suplicante. Reticente a dejarla ir. Pero no puede negarse. Los compradores siempre podemos inspeccionar la mercancía. Si se daña, se paga al mercader.

La niña está desnuda. Por eso sabía que era una niña. Llora al alejarse de su madre. Yo la alzo. Le doy la vuelta. Ignorando su llanto. Por mucho que no sea inmune a él. Debe parecer que lo soy.

Circulo qi. Como cuando doy placer. Pero mucho más suave. Como una caricia. Quiero que se tranquilice. Que me vea como alguien en quien confiar. Si no puedo llevármela a la Residencia, no podemos hacer nada. No nos podemos ocupar de un bebé. Por ahora, no siento que pueda.

Mientras, Shi se acerca para explorar su parte del plan. Si no podemos llevarla, al menos intentaremos que nadie quiera comprarlos. Darles un poco más de tiempo juntas.