Como un estado mental profundo, el silencio era audible. Un ataque simple, pero profundo en un gran esquema, había silenciado el ambiente.
La anterior leña chisporreante había aclamado a su derecho de silencio, los animales aún circundantes no evocaban sonido alguno.
Como si simbolizara respeto, concepto extraño al entendimiento. Los actos demostrados no eran espectaculares, ni los "ases" cumplían sus funciones; pero aún así, el sonido había muerto.
El fin de la batalla había traído un vello frito, y un joven que se había auto-lesionado para depender de un poder más allá de sus capacidades actuales.
Las rimas taoístas ya se habían disipado, mientras Federick retiraba sus brazos maltrechos y su enemigo caía de su anterior posición flotante.
"¿La naturaleza? No me creo capaz, pero la sobreestiman". Fueron las primeras palabras que pronunció Federick tras su victoria impecable.
"De hecho, eres capaz. ¡Jaja! Pero tu naturaleza arrogante me desagrada". Dijo una voz joven pero madura; que provenía de una niebla extraña.
Niebla extraña, al ser similar al anterior vello, donde ocurrían innumerables transformaciones y distorsiones continuas. Imponiendo un aura suprema con su simple presencia, sin tener que recurrir a ninguna operación coerciva.
Probablemente la niebla era la intercesora que no permitía observar al orador. Pero un indicio de su identidad, era la desaparición del anciano Infinitum de la escena.
"Puedo ser arrogante, pero no eres diferente, ¿no?". Dijo Federick con sarcasmo y cansancio, sin interés de discutir.
"Bastante elocuente y sabio para tu joven edad... Mejor vuelve al sueño". Fue la única respuesta de esa voz cubierta en neblina.
Fue en ese momento, que un poder dominante se extrajo desde la niebla al exterior, que se impuso y rodeo pocos metros, que incluían a Federick.
De un momento a otro, la figura espiritual de Federick desapareció espontáneamente, sin aviso ni sorpresa, ni el lugar para un grito.
En el campo donde se había llevado a cabo la batalla, ahora únicamente se hallaba Amagatzu y a quién le pertenecía la voz entre la niebla.
¡Incluso los restos del vello habían desaparecido sin explicación!
"Eres bastante arrogante, ¿eh?". Pronunció Amagatzu con una sonrisa y un pequeño indicio de confusión en sus ojos.
"Había supuesto que mí imagen de esta época actual, habría borrado las memorias del pasado". Dijo el hombre, quién lentamente reveló su apariencia más allá de la niebla.
Era un hombre de mediana edad guapo, con ojos firmes y mandíbula fuerte. Tenía el pelo negro suelto hasta los hombros, mientras crecía una leve barba en su rostro.
La ligera sorpresa en los ojos de Amagatzu confirmaban que efectivamente, se trataba de Infinitum. Un anciano pervertido y desaliñado, había sido condicionado a bañarse bajo una niebla y había rejuvenecido; innumerables reyes lo envidiarían.
"Creo que es correcto decir, que esto no es un pequeño cambio en tu actitud, Invicto". Pronunció Amagatzu, palabra por palabra; incluso chasqueo la lengua.
"Viejo nombre, viejas costumbres..." Dijo el reconocido Infinitum mientras observaba el cielo que acuñaba a los seres vivos.
Con un suspiro al aire, hizo contacto visual con su amigo; compañero taoista, con el cual alguna vez se entretuvo en una gran batalla...
"Tu niño es impresionante, como tú, pero superior". Dijo Infinitum mientras recordaba el espíritu demostrado por Federick.
"Naturalmente, es mí sangre". Fue la única respuesta de Amagatzu ante el elogio sarcástico.
Ante esto, Infinitum sólo procedió a exhalar un suspiro de resignación. Aunque no completamente consciente, había convivido milenios junto a su amigo; entendía su personalidad.
"¿No tienes ni siquiera una pregunta?". Preguntó Infinitum con pequeños ejes de desesperación.
"Me alegro de tu condición actual". Fue la única respuesta de Amagatzu.
"Pero mí tiempo es limitado". Dijo Infinitum mientras palpaba su pecho definido con sus palmas endurecidas.
Después de todo, estaba condenado a un cuerpo flácido en vejez crónica. Panza resaltante y pecho hundido; era una condición humillante.
Incluso en el poco tiempo que le quedaba, pensaba en el momento de su condenación...
"¿Por qué?". Preguntó Amagatzu extrañado de las palabras de su amigo restaurado.
"Tu niño es realmente impresionante; incluso me recuerda a él". Fue la única respuesta que recibió.
Mientras Amagatzu dudaba del significado entre sus palabras, él sólo se dignaba a observar el cosmos lejano.
"Una figura sin paralelo, quién destrozó mí corazón taoista con un único golpe al azar". Respondió Infinitum en dirección a nadie.
Está revelación incluso tomó por sorpresa al mismísimo Amagatzu. Su amigo, un compañero taoista en un pasado, había sido una figura encomiable. Con una fuerza atroz, porte digno y aura noble, había fascinado innumerables tierras; ganando el apodo dao de "Invicto" a través de sus legendarias hazañas.
Reconocía el estado de Infinitum; tal descenso de figura divina sin paragon, a la de un anciano loco, era a causa única de su corazón taoista roto... Pero su última batalla fue contra él, una lucha que duró tres días y tres noches.
"¿A qué te refieres?". Preguntó Amagatzu consternado.
"Mí camino durante incontables años fue liviano, debido a mí cultivo sobre un Dao incomparable, el Infinito". Dijo Infinitum mientras cerraba su palma en el aire, como si intentará encerrar algo etéreo e inexistente entre la misma.
"Gracias a ello fui victorioso en mí viaje daoista, mereciendome el nombre de Invicto... Pero la naturaleza es suprema sin comparación, limitando lo eterno y prohibido".
Esa era una realidad cierta, un concepto extremadamente profundo; sólo pocos habían trascendido tal condición.
"Posterior a mí derrota, reflexionando respecto a tu figura inmensa que había supuesto una sombra en mí corazón taoista, fui tomado desprevenido. Sufriendo una tribulación de mí dao tambaleante, fui superado por él en mí incredulidad".
"Alto y delgado, con una respiración opresiva y un aura de extrema nobleza, imponiendo como si se tratará de un antiguo caballo de guerra. Sus ropajes de la seda más fina, complementando su cabello de forma etérea, con movilidad como si se tratará de la intención divina". Explicó Infinitum con conmoción.
"Un hombre de otro mundo, quién portaba una espada de madera cubierta de simpleza, pero con profundos intricados... pero aún así, él sólo necesito un simple dedo que perforó todas mis defensas, dejándome sin voz ni audición".
"Dedo negruzco, cual obsidiana... En su interior, terroríficos conceptos taoistas".
"Un Emperador, del cuál no conozco ni siquiera su tiempo. Pasado o futuro, nada..."
"Una variable infinita; al igual que tu hijo, sin pasado, presente ni futuro". Sentenció Infinitum con sus últimas fuerzas a su querido amigo, mientras posicionaba sus pesadas manos entre sus hombros.
"Pero escucha, ten cuidado con el Palacio de las Hadas... Glotonas; zorras sin principio ni fin". Terminó una voz rasposa.
Amagatzu ya no sentía las manos rasposas anteriores, sino unas débiles como rama de sauce.
Ya no se trataba del anterior hombre de mediana edad, en cambio, un anciano de quién crecía una barba prominente.
"Así que he estado cuidando a un desconocido todo este tiempo, por un malentendido". Dijo Amagatzu con sarcasmo, burlándose de su condición.