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Anastasia no pudo evitarlo y se rió a carcajadas. Guarhal era... brutal. La última vez que había conocido a Lilette, pensó que las dos se habían hecho amigas, pero su comentario despectivo fue tan inesperado que le dolió por dentro. Sin embargo, el comentario de Guarhal aligeró su ánimo. Simplemente no podía evitar reírse aunque se sintiera un poco culpable por dentro de que fuera su prima quien estaba en el extremo de la broma.
La sangre se drenó del rostro de Lilette. Su cabeza se mareó. —¿Cómo es posible? —chilló—. Tú — tú acabas de conocerlo, y yo — yo lo conozco desde hace mucho tiempo. Casi dos años ahora. ¡Sé que le gusto! —Tartamudeó—. ¿Le has dado una poción de amor o le has echado un hechizo? ¡Bruja maldita!
Horrorizada por su arrebato, por impulso Anastasia la abofeteó en la cara. —Mantén tus límites, Lilette —gruñó.
La boca de Lilette cayó al suelo. Sostuvo su mejilla mientras un dolor agudo la quemaba.
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