Había pasado una semana desde que Viggo y su grupo llego a la isla de Eubea. En ese periodo de tiempo, Semiramis y Viggo anduvieron dando vueltas por toda la isla para encontrar un comprador de la mansión y el barco. Uno era el líder de la isla que reinaba sobre toda Eubea. Otro era un granjero de trigo y aceitunas que tenía conexiones con los grandes mercaderes de Atenas. Y por último, el dueño del mercado de esclavos.
El líder de Eubea ni siquiera se molestó en recibirlos, para él Semiramis era una mujer muerta junto a todas sus pertenencias. Parece que, en el pasado, él trato de acercarse a Semiramis, pero ella se negó a cualquier tipo de avance. Para ese entonces Semiramis contaba con la protección de Kiara, así que le fue imposible al líder de la isla hacer cualquier tipo de movimiento.
Por otro lado, el mercader de esclavos solo estaba dispuesto en comprar el barco, cosa que a Semiramis le servía, pero no era el ideal. Así que ella decidió ir a ver al granjero que tenía conexiones en Atenas.
Gracias a que Grecia era un área llena de montañas y tierras no aptas para el cultivo, el trigo era un bien muy preciado. Así que los grandes mercaderes de Atenas siempre trataban de estar en buenos términos con el granjero. Así de influyente era el tipo. El hecho es que Semiramis fue y le ofreció al granjero su mansión y el barco. Al igual que el esclavista, el granjero solo estaba interesado en el barco. Sin embargo, Semiramis negocio el monto final y el tipo acepto comprarlo todo.
Así que el domingo de aquella semana, Semiramis y Viggo salieron con destino a la granja, a las afueras de la ciudad. Ellos habían dejado a Scheherezade cuidando de Sakura, mientras Ana se quedaba cuidando de los alrededores de la mansión. Ellos descendieron por el lado norte de la colina y llegaron a la muralla norte de la ciudad de Calcis.
Viggo notaba que el día estaba semi nublado y un tanto caluroso. Al mismo tiempo, la brisa marina aliviaba el calor del día y mecía los árboles. Semiramis iba mirando al frente, con su largo cabello oscuro agitándose a cada paso que daba. Su rostro ovalado de hermosa piel clara y sus pequeñas facciones la hacían ver hermosa. Sin embargo, en sus ojos de pupilas amarillas había un destello de preocupación.
Por su parte, Viggo iba vestido como siempre, su torso al desnudo demostrando su poderoso físico con un grueso cinturón de cuero en su cintura, el cual tenía una cabeza de león hecha bronce en su centro. Por debajo del cinturón, él llevaba una túnica roja que le llegaba hasta las rodillas, similar a la que ocupaban los espartanos.
Los árboles a los lados del camino habían tomado colores amarillos y anaranjados mientras habían empezado a dejar caer sus hojas y generar círculos a su alrededor. Al mismo tiempo, el camino también se cubría de hojas.
Cuando a Viggo y Semiramis le dieron las nueve de la mañana, habían recorrido toda la muralla norte de la ciudad y llegado a las grandes puertas de la ciudad. Viggo seguía mirando el camino y vigilando a Semiramis. Ella había estado muy callada durante todo el camino mientras en sus ojos destellaba la preocupación.
Una vez que dejaron las puertas de la ciudad atrás, avanzaron por un pueblo a las afueras de la ciudad. Todas las casas a los lados del camino eran de adobe y pintadas con franjas de color celeste.
-¿Por qué estas tan callada?- preguntó Viggo mientras avanzaban por el camino de tierra. Noto que se veía humo salir de las chimeneas, pero no se veían personas en los patios, en las calles o las casas.
-Solo estoy pensando, nada más- respondió Semiramis con voz calmada
-Parece más que solo pensar, pareces preocupada. Dime, hay algo que pueda hacer para darle paz a tu corazón-
Semiramis mostró una pequeña sonrisa astuta y dijo -en ese caso, quiero que vayas a buscar una flor roja en el descanso de Zeus, en Mesara-
-Me demorare, pero lo haré si eso es lo que quieres-
-Por supuesto que no quiero eso, tonto- dijo Semiramis de mejor humor, entonces soltó un suspiro y dijo en voz baja -a veces realmente pienso que me amas-
-También lo pienso a veces-
-¡Oye!- protesto Semiramis como si estuviera enojada mientras sonreía y le dio un empujón
Viggo soltó una risita y miró la hermosa sonrisa de Semiramis. Entonces, él se puso un poco más serio y continuo -lo que digo de hacer algo para darte tranquilidad, lo digo en serio-
Semiramis también se puso seria y siguió mirando el camino. Viendo como pasaban las humildes casas a los lados del camino. Todas pertenecían a los trabajadores de la plantación de trigo y olivos. Después de un rato, el silencio se extendió, Viggo la siguió mirando, pero ella solo miraba hacia adelante, viendo como el pueblo terminaba para darle paso a grandes huertas de árboles de olivo. Se podían ver hombres, mujeres y niños llenando canastas con aceitunas de los árboles.
-Yo, pienso que estoy dando un gran paso, pero tengo miedo- dijo Semiramis -lo estoy vendiendo todo y pensando en comenzar una nueva vida en otro lugar. No me malinterpretes, Viggo, me gustas, te he conocido a lo largo de estos dos años y puedo decir que eres alguien decente. Cumples con tu trabajo, te diviertes mientras lo haces, pero cuando hay que volverse serio, lo eres. No tengo ninguna queja al respecto, es solo…-
-¿Solo qué?- preguntó Viggo
-No sé quién eres- dijo Semiramis
-Soy Viggo, el misthios que protegió tu barco y fue tu amigo por dos años. Hemos comido juntos, dormido juntos, ahora hacemos más que dormir. Solo anoche…-
-Sí, eso lo sé- dijo Semiramis elevando la mirada. Ella se detuvo, miró a Viggo a los ojos y se mordió el labio inferior. Entonces ella preguntó con un tono de voz suave -¿Quién eres Viggo? Scheherezade era una muchacha inteligente y agraciada del harem de uno de los príncipes de Persia. Sakura y Ana son las hijas de un polemarca espartano y las aprendices de la reina hetera. Sin embargo ¿Tú, de dónde provienes?-
Viggo se detuvo y la miró a los ojos. Él frunció el ceño al ser cuestionado por todas esas cosas, pero tampoco se lo tomo personal. Al final, él le estaba ofreciendo una vida a Semiramis en un lugar que ni siquiera estaba en este planeta. Viggo soltó un suspiro y sonrió -sigamos, te contaré en el camino-
De esa manera, ellos atravesaron el huerto de árboles de olivo y todo su campo de visión se llenó de extensas plantaciones de trigo. Parecía un mar dorado, un tanto opaco por el cielo semi nublado del día.
Ellos continuaron avanzando, conversando de quien era Viggo y de dónde venía mientras avanzaban con dirección norte, a una colina rocosa. En lo alto de esa colina había una mansión de estilo aristócrata de murallas blancas y un patio frontal con un cobertizo hecho de maderas entrecruzadas, de las cuales caían enredaderas de hojas rojas.
Viggo se acercó a Semiramis hasta que caminaron hombro con hombro. Ella le tomo la mano y lo miraba con seriedad mientras él le relataba su vida en Orario.
Una vez que Viggo termino con su historia, Semiramis le preguntó -¿Solo eso?-
-No- dijo Viggo con una sonrisa astuta -el resto es una sorpresa para cuando estemos allá-
-Viggo, estoy muy preocupada-
-Yo también- respondió Viggo, deteniéndose delante de Semiramis. Él la miró a los ojos y trato de parecer lo más sincero posible, cosa que de por sí no lo había sido. Bueno, él le contó que su madre era importante Orario y que su padre era un gran guerrero, pero nunca le dijo que Orario estaba en otro planeta. Ni que su madre era una diosa y su padre es el dios al que temen los dioses. Por supuesto, Viggo tampoco le contó que había sido un hijo tan tonto que tuvo que ser enviado a entrenar fuera para que aprendiera a valorar las cosas. Eso solo arruinaría la imagen que tenía Semiramis de él -quiero que creas en mi- dijo
-¿Me estas ocultando algo?- preguntó Semiramis frunciendo el ceño
-Claro- dijo Viggo con una sonrisa astuta. Él acercó su rostro y le dio un tierno beso en los labios -lo sabrás con el tiempo-
-¡Viggo!- exclamo Semiramis enojada
-Vamos, cree en mí, no es nada malo. Es una sorpresa, créeme, una vez que lo sepas, te sorprenderá-
-¿En el buen sentido?-
Viggo torno sus ojos al cielo con una mirada juguetona, después la miró a la cara y dijo -sí, yo creo que sí-
Semiramis soltó un suspiro y se acercó para apoyar su frente en el hombro de Viggo.
-Al menos dime algo-
-¿Qué cosa?-
Semiramis levantó su rostro y lo miró a los ojos. Ella realmente parecía preocupada por el futuro -¿Me amas?-
Viggo hizo una sonrisa astuta y le dio un pequeño beso en los labios -no lo sé, a lo mejor, si me acompañas a Orario lo sabre-
-¡Viggo!-
-Es broma, es broma, claro que te amo. Me gustan muchas cosas de ti- dijo Viggo, entonces acercó su boca al oído de Semiramis y le susurro muchas cosas que la hicieron ruborizar.
Semiramis agacho la mirada y Viggo quedó esperando su reacción. Sin embargo, lo que él no esperaba, era que ella le lanzará un puñetazo a la cara.
-¡Tómatelo en serio!- respondió Semiramis con un rostro enojado
Viggo movió su rostro hacia un lado y dejo pasar el pequeño puño, para después atrapar el antebrazo. Después él le soltó el brazo sin nunca perder su sonrisa astuta y ella lo retrajo, mirándolo llena de resentimiento. Viggo acercó su rostro poco a poco, mirando esos ojos de pupilas amarillas colmados de enojo. Él acercó sus labios y le dio un tierno beso, que Semiramis solo recibió, pero nunca respondió.
Viggo se apartó y le dijo -yo también me lo tomo en serio, pero de otra manera- y en parte era cierto. Después de todo, decirle a una futura esposa que tu madre era la tercera persona más rica de la ciudad en donde viven los dioses, era solo para atraer malentendidos. Él no quería confundirse pensando que ella era oportunista, ni que ella se haga falsas expectativas. Después de todo, en la casa Dragonroad, todos deben ganarse su lugar y por mucho dinero que tenga su padre y su madre, ninguno les arreglaría la vida. De lo contrario, jamás lo hubieran mandado a entrenar fuera por ser un hijo desordenado.
-¿En qué sentido?- preguntó Semiramis aún enojada
-No quiero confundirme ni que tú te hagas falsas expectativas. Solo te diré esto, mi madre es una herrera y mi padre es un gran guerrero-
Semiramis soltó un suspiro de cansancio y de nuevo se acercó a Viggo para apoyar su frente contra el hombro.
-¿De verdad me amas?-
Viggo notando la debilidad en el cuerpo de Semiramis, llevo sus manos a los brazos y acaricio la suave piel con sumo cuidado. Después él la abrazo y le susurro al oído -sí, no te preocupes, lo que dije delante de Kiara es verdad. Sí estás conmigo, jamás te abandonaré-
Semiramis asintió y levantó su rostro con una linda expresión de angustia. Viggo sonrió y beso los labios carnosos. Semiramis lo abrazo y continuaron besándose, rodeados por campos de trigo que, con la brisa de la mañana se mecían de lado a lado como un mar dorado.