Mientras Kazuhiko estaba adentrándose en el campo de batalla, otra lucha se estaba librando en los límites de la nación de las Aguas Termales y la nación de la Escarcha.
El sector donde se libraba la lucha era un extenso pantano cubierto de niebla espesa. Las dos personas que dirigían a los escuadrones de Konoha eran Hiruzen Sarutobi y Danzo Shimura. Ambos discípulos de Tobirama avanzaban a la par como si todo fuera una competencia entre ambos mientras lideraban a sus respectivos ejércitos de miles de shinobis. Al mismo tiempo, los shinobis de Kumogakure uniformados con chalecos tácticos de color blanco trataban de defender el territorio lo mejor posible.
La nación de la Tierra y el Viento habían tenido una actitud más sensata al invitar a los shinobis de Konoha a luchar en los límites de sus propios países (terreno que conocían). Sin embargo, la nación del Trueno solicito a los shinobis de Kumogakure que avanzaran y añadieran al mapa de su nación el país de la Escharcha y posteriormente el país de las Aguas Termales. No obstante, cuando llego el enfrentamiento con Konoha lo único que pudieron hacer fue retroceder o morir en el proceso. Para esta altura ya habían perdido más del 50% del terreno que habían ganado en pocos días.
Así que, mientras sonaban el tañido de las cuchillas y los gritos de agonía, Hiruzen avanzaba por el campo de batalla buscando al capitán que lideraba el equipo de avanzada de Kumogakure.
-¡Maldito!- grito un shinobi de Kumo
Hiruzen lo pudo ver por el rabillo del ojo avanzando con un kunai en la mano. Hiruzen en ese momento portaba un largo bastón negro. Giro sobre su eje evitando el ataque y después contrataco con el bastón dando un golpe en la nuca. El enemigo cayó inconsciente al instante y Hiruzen siguió corriendo por el campo de batalla; venciendo a los enemigos que se le ponían por delante y buscando al capitán enemigo.
No obstante, la persona en cuestión no estaba por ningún lado y cuando la batalla estaba a punto de terminar, un gran grupo de los shinobis de Kumo huyeron mientras alguien desde la distancia lanzaba largos rayos de electricidad oscura. Los shinobis de Konoha al verse sorprendidos, retrocedieron y el propio Hiruzen hizo lo mismo.
Media hora después, Hiruzen se reunió con Danzo y el resto de los capitanes de los otros clanes en una gran carpa, en el centro del campamento.
-¿Algún hallazgo por tu parte?- pregunto Hiruzen
-Nada, Sarutobi-dono- respondió Danzo en un tono cortes -es como si estos shinobis hubieran sido dejados a propósito para retrasarnos y que los otros pudieran escapar. Me da un mal presentimiento-
-Lo mismo digo- respondió Hiruzen frunciendo el ceño. La guerra solo comenzó hace una semana, al principio parecía una lucha normal, pero era como si ahora los estuvieran conduciendo a un lugar en específico. Hiruzen tomo una profunda respiración y continuo -bien, por el momento limpiaremos el campo de batalla, colocaremos los cadáveres en sellos y los resguardaremos. Después de eso- dijo apuntando al mapa sobre la mesa -continuaremos avanzando por el paso entre las montañas que separa la nación de las Aguas Termales con la nación de la Escarcha. Una vez que lleguemos al otro extremo revisaremos la situación- él miro a un anciano llamado Hideki Hyuga y continuo -para lo cual estaré contando con usted Hideki-dono para que lleve a su cuerpo de exploradores e investigue-
-Sí, Sarutobi-sama, no se preocupe, déjelo en mis manos- respondió Hideki Hyuga
Otro anciano llamado Izamu Nara, al lado de Hideki, asintió a la orden como dando su aprobación mientras que otro anciano de pequeña estatura y cuerpo delgado llamado Tadashi Uchiha, también asintió. Los tres eran viejos veteranos que revisaban y validaban las órdenes y decisiones de Hiruzen. El propio Tobirama los había puesto como asesores de sus dos discípulos. No obstante, Hiruzen siempre miraba al pequeño anciano Uchiha, de cejas gruesas y cuerpo raquítico que daba la impresión de que el viento se lo podía llevar. El anciano Tadashi siempre estaba callado, con la boca formando una "n" y evaluando la situación. Su mirada era aguda y severa, dando la impresión de que tenía un palo en la mano y que te golpearía si tomabas la elección incorrecta. Un aterrador consejero.
Hiruzen sintió que el anciano Tadashi lo miró especialmente a él y prefirió apartar la mirada. Entonces Hiruzen miró a Danzo y preguntó -¿Danzo, algo que se nos esté olvidando?-
-El país de la Escarcha está congelado y a medida que nos acerquemos al centro el frio incrementara. Los shinobis de menor nivel pueden tener dificultad. Sería bueno prepararse para el cambio climático-
-Es verdad, los genin tendrán problema- respondió Hiruzen
-Una cosa más- dijo Danzo
-Dilo-
-Hay un castillo en el centro del mapa que los shinobis de Kumo utilizan para reabastecerse, creo que sería buena idea atacarlo-
Hiruzen miró a los tres ancianos consejeros, todos permanecieron callados y no omitieron juicio alguno. Ellos estaban para guiar, no para darles la solución. Así que Hiruzen tuvo que pensar por su propia cuenta en las posibilidades.
-Creo que será mejor concentrarnos en un objetivo a la vez- dijo Hiruzen mirando a Danzo a los ojos -una vez que crucemos el paso de las montañas e investiguemos, volveremos a tocar este punto-
Danzo frunció el ceño, pero asintió de todos modos.
Hiruzen notó la disconformidad, pero evito demostrar cualquier tipo de incomodidad. Él miró a todos los capitanes presentes y dijo -pueden retirarse-
Una vez que todos se fueron, solo quedaron Hiruzen y Danzo. Hiruzen acercó dos sillas y le ofreció una Danzo. Este último acepto el gesto y se sentó. Ambos quedaron frente al otro y se miraron a los ojos durante un momento.
-¿Por qué estás disconforme con mi razonamiento?- pregunto Hiruzen con una expresión en calma -creo que solo saber la ubicación de la fortaleza no es información suficiente como para querer asediarla-
-Saru se está tomando las cosas con demasiada calma como de costumbre- respondió Danzo con una mirada fría -debemos ser rápidos y decisivos si queremos ganar esta guerra-
-Nadie ganara esta guerra, Danzo- dijo Hiruzen con una mirada complicada -¿No miraste las villas por las que pasamos de camino?¿No viste a los hombres colgados de árboles, a las mujeres mancilladas y los niños traumatizados por la supuesta "conquista" de esta tierra?-
Danzó frunció el ceño y continuo en un tono de voz frio -mientras más nos demoremos en ganar esta guerra, más aumentara el número de damnificados-
-Eso es verdad- dijo Hiruzen -pero el hecho es que no estoy de acuerdo con atacar un lugar del que solo sabemos. La información es de vital importancia-
-En ese caso, dame algunos shinobis y yo comenzare a inspeccionar las tierras de los alrededores. Entonces cuando tenga la información volveré contigo y asediaremos el castillo-
-No es bueno, este ejercito necesita a sus dos comandantes. Yo solo no me puedo hacer cargo de todo-
Hiruzen y Danzo se quedaron mirando a los ojos durante un largo rato. Hiruzen mostrando su buena voluntad, Danzo demostrando su disconformidad. Al final, Hiruzen soltó un suspiro y asintió varias veces.
-Ve, toma a diez shinobis de tu confianza y avanza lo más rápido posible. Tienes dos días, si para ese entonces no vuelves, te daré por muerto-
-¡Oye!-
-No estoy bromeando Danzo. Te daré por muerto, te lo juro. Estas tomando un gran riesgo al introducirte en una tierra que no conoces y donde nuestros enemigos ya nos están esperando-
-Eres demasiado precavido, Saru, a veces hay que ser valiente-
-Valiente ¿Ah?- dijo Hiruzen con una sonrisa incomoda -no lo sé, durante estos pocos años que he trabajado como anbu he visto tantas cosas que ahora ya no puedo girar una esquina sin esperar una emboscada. Sin embargo, puede que tengas razón y me falte un poco de valor-
-Me voy- dijo Danzo sin comentar nada de lo que dijo Hiruzen. Él solo se puso de pie y lo miró con cierto sentido de la superioridad mientras le daba la espalda -dos días ¿cierto?-
-Sí, dos días, de lo contrario, me moveré por mi propia cuenta con todo el ejercito ¿Quién sabe?- dijo Hiruzen con una sonrisa en los labios -quizá lo haga tan bien que sensei me dé el título de hokage-
Danzo bufo y respondió en un tono molesto -en tus sueños-
Hiruzen no se lo tomo en serio y solo se rio mientras Danzo salía de la carpa. Una vez que Hiruzen se quedó solo, su rostro tomo una expresión más seria mientras pensaba en su propia situación. Durante varios años había comandado escuadrones de shinobis, había enseñado a Sakumo, Akane y Kaoru, pero nada de lo que había hecho antes se comparaba a comandar un ejército de miles de shinobis.
-¿Quizá qué estaba pensando sensei (Tobirama) cuando me designo para el cargo?- murmuro Hiruzen. De todos los que lo rodeaban, el único "cercano" era Danzo. El resto eran shinobis mayores que él con mucha más experiencia. Sin embargo, ellos tenían que respetar a Hiruzen porque él era un Sarutobi y, además, uno de los mejores discípulos del hokage. La broma que le dijo hace un rato a Danzo nació producto de las adulaciones que le entregaban las propias personas de su clan y otros shinobis.
Hiruzen se levantó de su asiento y camino para salir de la tienda de campaña. En el exterior unos shinobis estaban patrullando el campamento, mientras otros estaban preparando la comida o ayudando a los heridos. Al mismo tiempo, varios grupos de cinco o seis shinobis salían del campamento para ir a buscar heridos o recoger los cuerpos de los muertos.
Dentro de los grupos que salían del campamento había dos que le llamaron la atención. Uno era liderado por Koharu y el otro por Homura, ambos antiguos compañeros de equipo que durante el último año los había visto en pocas ocasiones. A Hiruzen le hubiera gustado darles un papel más activo dentro de los altos mandos y poder así delegar algunas tareas porque ellos le daban confianza, algo que le faltaba últimamente, pero Tobirama había sido estricto en las posiciones. Dentro de sus alumnos, solo Hiruzen y Danzo estaban capacitados para dirigir un ejército.
Hiruzen fue a dar un paseo por el campamento. A medida que avanzaba con las manos apoyadas en la espalda como si fuera un anciano, a pesar de ser tan joven, el resto de los shinobis lo pasaba saludado con una leve reverencia. Hiruzen también les devolvía el gesto. Dentro de las personas que también pasaban saludando había hermosas kunoichi que le hacían tener pensamientos extraños. Ellas sonreían como el sol, eran coquetas en su acercamiento y lo llenaban de elogios. Sin embargo, cuando Hiruzen se sentía tentado a estirar sus manos porque alguna parte del cuerpo se veía muy blanda o redonda, recordaba que en casa lo esperaba su esposa Biwako. Entonces él apartaba esos pensamientos, daba un pequeño saludo y seguía con su inspección del campamento.
Hiruzen paso por la armería, el hospital, la cocina y la bodega de suministros. Una vez que él se aseguró que todo estaba en orden, volvió a su carpa para revisar la información que tenía y poder dormir durante un par de horas y si es posible, hasta el otro día ¿Cuántos días llevaba durmiendo 2 o 3 horas? No obstante, era su responsabilidad mantenerse atento a todo lo que pasará. Eso significaba estar a cargo de gente.