El país de la escarcha era una zona de constantes nevadas y frio. Este territorio estaba entre la nación de las Aguas Termales y la nación del Trueno. Una tierra poco productiva que solo servía para dar cobijo a exiliados y desertores ahora estaba siendo ocupada por la nación del Trueno como campo de batalla.
La principal línea de suministros se ubicaba en el centro de la región, en un castillo ubicado en lo alto de una montaña rodeada de nieve, hielo y piedra oscura. El único camino de acceso al castillo era una carretera que subía en forma de caracol hasta ascender a lo más alto de la montaña
Por otro lado, el daimio de la nación de la escarcha, un noble sin ninguna importancia para el resto de los shinobis y países, vivía en el Este, cercana a la costa y los puertos. No obstante, como poseía algunas riquezas y se había congraciado con algunos comerciantes, pudo tener accesos a los shinobis de Kumo. Esto a su vez lo tranquilizaba, ya que constantemente le traían información del estado de la guerra.
Uno de esos días, el daimio de la nación de la Escarcha recibió a un shinobi que venía del Oeste, trayendo información.
-Habla- dijo el regordete daimio sentado sobre un sillón de terciopelo rojo con bordes dorados.
-Sí, mi señor- le dijo el shinobi con voz ronca. Diferente de la mayoría de los shinobis, él iba cubierto por una capucha negra y utilizaba una máscara de animal -la fortaleza de la Montaña de Escarcha se encuentra rodeada por el joven descendiente del clan Sarutobi. Se espera que de aquí a una semana corte los suministros y obligue a las shinobis de Kumo a retirarse a la nación del Trueno. En donde se espera que la lucha llegue a un punto muerto hasta que se presenten los Kages de cada aldea-
El daimio, un hombre gordo en sus cuarenta años, de tes clara y gran papada, miraba al shinobi con cierta desconfianza. De por sí los shinobis le producían cierta desconfianza, pero uno que ni siquiera mostraba su silueta o su cara era algo aterrador. Quizá qué tipo de armas o malformaciones escondía debajo de esa capucha negra que le cubría por completo.
-Entiendo, retírate- respondió el Daimyo como si estuviera hastiado de la presencia del shinobi. Ya era bastante molesto tener a todos estos "guardias" rondando por su mansión.
-Sí- respondió el shinobi y su figura parpadeo y desapareció al instante.
El daimio entrecerró sus ojos y se quedó meditando mientras los dos consejeros de pie a los lados de su sillón permanecían en silencio. Solo eran ellos tres dentro de la habitación ya que el daimio temía todo lo que no podía controlar.
Por otro lado, muchos decían que la nación del Trueno anexo a su mapa la nación de la Escarcha, pero ¿Cuántos años no llevan siendo un país vasallo? Donde la nación del Trueno envía todo lo que no quiere o no le gusta, a vagabundear por tierras cubiertas de nieve y hielo. El propio daimio fue un noble de la nación del Trueno en su juventud. Solo termino en esta posición porque perdió la lucha política contra el actual daimio y tuvo que pagar un precio. Los ojos del daimio se llenaron de tristeza al recordar al otro lado de la cordillera, donde empezaban las hermosas y extensas tierras de la nación del Trueno. Cubiertas de pastizales, bosques, extensos lagos; una tierra rica para la agricultura. En la zona central donde estaba la capital de la nación del Trueno, el sol llegaba casi todos los días y solo se nublaba durante un par de meses al año. Nunca nevaba e incluso cuando llovía, hacia calor. Eso te daba la oportunidad de salir a cabalgar o pasear casi todos los días.
-Mi señor- dijo el consejero de la derecha, sacando al daimio de sus melancólicos recuerdos de días mejores.
-¿Qué sucede?- pregunto el daimio en un tono bajo y carente de energía
-Con respecto a lo que dijo aquel shinobi ¿Qué deberíamos hacer?-
-¿Qué crees que podríamos hacer? ¿Crees que la nación del Fuego nos dará asilo? ¿O qué la nación del Trueno nos dejará volver a nuestra patria? Mi viejo amigo, tu error fue aliarte conmigo. Ahora los dos caeremos al infierno y no tenemos forma de evitarlo. Solo podemos encomendar nuestras vidas a los Sabios para que susurren misericordia a los oídos de los daimios-
Sin embargo, sus palabras no recibieron respuesta alguna. En cambio, el silencio dio paso a un ruido de cuerpos cayendo al suelo. El daimio vio a sus consejeros en el suelo y después trato de mirar lo que debió haberlos dejado inconsciente, pero por detrás de él apareció una mano y le afirmo el mentón mientras la otra mano le colocaba un kunai en la garganta. El daimio podía sentir la fuerza del agarre sobre su mandíbula y el frio metal punzante contra su garganta.
-Cállate- susurro alguien en voz baja
El daimio cerró la boca y respondió -mm-
-Dije que te calles- murmuro de nuevo la voz al mismo tiempo que la mano le sujetaba la mandíbula haciendo más presión -solo mueve tu cabeza de arriba abajo si quieres contestar. Una vez para "sí" y dos para "no"-
El daimio asintió una vez y la voz le susurro -¿Eres el daimio?-
El daimio asintió una vez.
-¿Fuiste exiliado de tu país antes de convertirte en daimio?-
El daimio asintió una vez.
Entonces el shinobi que se había colado en la mansión del daimio empezó a preguntar las cosas de verdad útiles. Primero, por los planos del territorio, los suministros y los tesoros. Después le preguntó por el número de shinobis de Kumo que había en su mansión y los niveles de fuerza. El daimio contestaba lo más sinceramente posible, no porque él quisiera, sino porque el cuchillo era un gran motivador.
-¿Una última cosa?- pregunto el shinobi -¿Dónde están los planos de la fortaleza de la Montaña de Escarcha?-
El daimio se alteró por un segundo porque si él decía la verdad, significaba entregar su territorio, su cabeza y a los otros shinobis que venían de su tierra natal. Por un lado, quería decirle toda la información para darle problemas al daimio de la nación del Trueno, pero por otro quería proteger su tierra natal. Si las cosas salían mal en la fortaleza de la Montaña de Escarcha, habría muertes y las tropas de la nación del Trueno tendrían que retroceder. Incluso si al daimio le desagradaban los shinobis, lo consideraba una herramienta útil para su antigua nación.
-Apúrate- murmuro el shinobi en un tono mordaz y presiono el kunai contra la garganta. El daimio sintió un hilillo de sangre corriendo por su garganta, se asustó, derramo lágrimas, pero negó. No quería morir, pero tampoco traicionar a sus antepasados.
-Déjalo- dijo otra voz -lo intentaremos de otro modo-
El daimio tensó todo su cuerpo y miró hacia la derecha, sobre el cuerpo de su amigo que también era su consejero. Un muchacho de unos veinte años lo miraba con frialdad. Tenía el pelo pincho y una cicatriz en forma de X en su mentón. Se veía frio y cruel, pensó el daimio. El shinobi era Danzo y no lo decepciono en su juicio. Danzo saco un kunai y se agacho sobre su amigo inconsciente.
Danzó le tomo la cabeza al consejero y le tapó la boca mientras que con su otra mano le abría la garganta derramando al instante grandes cantidades de sangre.
El daimio derramo más lágrimas y quiso gritar, pero la mano que le sujetaba el mentón, le tapó la boca y solo produjo un ruido ahogado. Él vio como su amigo abrió los ojos en un estado de pavor, pero a los pocos segundos, la luz se escapaba de sus pupilas y sus ojos se cerraban. El daimio continúo tratando de gritar, pero nada sirvió. Su otro amigo también tuvo el mismo final. De esa manera, el daimio se quedó con tres monstruos en el salón del trono.
-Suéltale la boca o no podrá hablar- dijo Danzo en un tono de voz frio y tranquilo
-Pero- dijo el shinobi que sostenía al daimio, de nombre Homura Mitodokado. Él estaba preocupado de que el daimio gritara y llegaran los otros shinobis.
-Déjalo, ya nos encargamos de los shinobis en el pasillo. No hay nadie más en cien metros a la redonda- añadió otro shinobi, de nombre Koharu Utatane.
Homura soltó al daimio y se apartó.
El daimio al instante empezó a gritar -ayuda, ayuda, malditos shinobis, vengan ahora-. Sin embargo, nadie se acercaba, ni siquiera se escuchaban las pisadas por el pasillo que llevaba a la habitación. El daimio poco a poco empezó a perder su voz hasta quedar callado y entender que lo que la muchacha decía, era verdad. Ya no quedaban shinobis para resguardarlo.
-Ahora habla si no quieres seguir a tus amigos a los dominios del dios Yama- dijo Danzo a medida que se acercaba.
-¿Qué diferencia haría?- pregunto el daimio con una sonrisa y los ojos cubiertos de lágrimas -ya estoy muerto-
-No, no lo estas- respondió Danzo con una mirada fría, se acercó, saco un kunai y se lo clavo en la mano. El daimio grito de dolor, quiso sacar el kunai clavado en su mano, pero no pudo. Danzo continuo -¿Ves? No estas muerto, ahora, si quieres morir sin dolor, será mejor que hablas. No hay nadie en cien metros a la redonda, nadie vendrá a socorrerte por mucho que grites de dolor-
El rostro del daimio se llenó de horror y agito su cabeza de lado a lado como queriendo negar esta realidad. Pero Danzó le clavo otro kunai en la otra mano y le ayudo a entender que había caído en el infierno o lo más cercano a ello.
-Habla- dijo Danzo
Homura asustado por los terribles gritos del daimio, preguntó -¿Por qué no esperas a que reaccione?-
-Cállate, yo te di esta oportunidad o quieres volver a recoger cadáveres y heridos en el campo de batalla-
Homura se calló y Koharu se acercó a él. Ella le tomo la mano y negó. Si no fuera por Danzo, ellos seguirían haciendo trabajos menores a pesar de que también eran discípulos de Tobirama. Por alguna razón, su maestro los había relegado al nivel de un shinobi cualquiera mientras había convertido a Hiruzen y Danzo en generales. Hiruzen se apegaba a las normas y los designios de Tobirama, así que él los miraba de lejos. Ellos sabían que si él pudiera los colocaría en una mejor posición, pero como estaban las cosas, Hiruzen no pudo hacer nada.
Por otro lado, Danzo se reunió con ellos en todo momento, compartió información y les dio está oportunidad para ganar un gran mérito. Si todo salía bien, no solo su rango, si no su sueldo, prestigio y posición social subirían.
-Ahora habla- dijo Danzo y el daimio no tuvo más remedio que hablar sobre toda la información relevante de la nación de la Escarcha. En términos generales, era toda la información que le había sacado Homura sin torturarlo. Sin embargo, ahora había dado el paradero de los planos de la fortaleza de la Montaña de Escarcha, en el centro de su pequeña nación.
Danzo cumplió su palabra y saco su espada para después decapitar al daimio de un solo corte. Se podría decir que no sufrió.
-¿Por qué lo mataste?- pregunto Homura -si él hubiera quedado vivo, nuestro prestigio como shinobis hubiera crecido-
-Está guerra es solo el comienzo- respondió Danzo caminando por delante -tu prestigio poco importa en comparación con Konoha. Una vez que se sepa que los shinobis de Kumo no pudieron cumplir una solicitud, su reputación bajara y eso a futuro significará más misiones para Konoha. Significará más trabajo e ingresos para nuestra gente-
Homura y Koharu agacharon la mirada. Ellos venían por algo para ellos mismos, pero Danzo se movía pensando en Konoha.