Los dedos de Marissa trazaban distraídamente los patrones en la madera de la mesa del comedor. Sentada frente a ella, Sophie sorbía su café, con las cejas levantadas en leve diversión.
Podía ver lo impacientemente que su amiga estaba esperando a Rafael Sinclair.
—Entonces, eso es definitivo —Sophie colocó su taza—. No quieres café. Ni siquiera un bocadillo ligero.
—Nah —Marissa negó con la cabeza y revisó su reloj de pulsera por enésima vez—. Rafael era un hombre puntual y podía llegar en cualquier momento.
—Por cierto —Sophie giró su lengua entre los dientes—. ¿Quién invita a alguien a desayunar tan temprano? —no se atrevió a mostrarle su sonrisa burlona a Marissa. La pobre ya estaba avergonzada por lo que pasó anoche.
Sophie ni siquiera pudo preguntarle si había llegado al clímax o no.
Esa mañana, Marissa estaba confundida acerca de esta cita. ¿Por qué Rafael la invitó a desayunar? ¡Y además antes de las siete!
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