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Nubes azules en cielo blanco

"Bienvenidos a la villa de Osato." Ryo y Usaga leen el cartel de llegada con des-entusiasmo y a la vez alivio. El viaje en tren había sido largo y el recorrido en bus poco ameno por la mala pavimentación de las carreteras secundarias que llevan hasta el pueblo.

Ryo pone un pie en tierra. 'Se nota el olor a naturaleza.' Un escalofrío recorre su cuerpo y se pone la sudadera. "Se nos ha hecho de noche con el viaje."

"Sí." Responde Usaga. "Como ya te dije, estaremos compartiendo casa con una señora mayor que amablemente se ha ofrecido. Si no recuerdo mal, su casa estaba por aquí."

Osato es pequeño. Veintisiete casas particulares, cada una con su huerto y algunas con un pequeño establo. El centro geográfico y social del pueblo es la plaza, que cuenta con una fuente de piedra. Las calles están decoradas con adornos festivos, pues es noche de víspera del inicio de las fiestas de Osato.

"¿Es usted Usaga?." Una señora mayor de pelo canoso y postura juvenil abre la puerta del domo.

"Sí, encantada, señora Fuji." Usaga le tiende la mano mientras Ryo se fija en el interior de madera que tiene la casa.

La anciana se percata de como Ryo observa la casa. "Es algo antigua, sí, pero no os preocupéis, no ha tenido nunca problemas de derrumbamiento. Ni siquiera cuando ha habido terremotos, podéis estar tranquilos."

Las habitaciones están muy bien preparadas y desprenden un aroma afrutado. Ryo se tumba cansado en una de las camas. 'Es la primera vez que duermo en una cama de verdad desde hace tiempo.'

"Me voy a cambiar al baño." Dice Usaga mientras saca de la mochila el pijama y las pastillas.

Ryo se cambia en la habitación aprovechando que Usaga no está y se pone a mirar el móvil tumbado en la cama. 'Es algo mala la cobertura.' Apaga el teléfono y se acomoda mientras mira el techo.

Al cabo de un rato Usaga vuelve con un pijama blanco estampado a topos azules. "¿Sorprendido con mi "outfit"?"

Con desinterés, Ryo responde. "Lo que me sorprende es lo servicial que se muestra la señora Fuji. ¿De dónde ha salido?"

"La conocí por una red social cuando buscaba alojamiento por esta zona. No se ha quedado anticuada la señora..." Usaga se tumba y tapa con la manta. "Probablemente, se sienta sola todo el año y le guste tener invitados con los que avivar la casa."

"¿Pero ofrecer alojamiento gratis...? Supongo que las necesidades y el modo de ver las cosas cambian mucho cuando te haces mayor." Dice Ryo sin dejar de mirar al techo.

Ambos duermen genial sin el ruido de la ciudad. La villa es algo más fría que la capital por las noches. El gallo no tarda en cantar (literalmente).

Frotándose los ojos por las legañas, Ryo y Usaga bajan las escaleras y llegan al salón.

"Buenos días, muchachos." La señora Fuji mira a los dos adolescentes en pijama mientras termina de poner en la mesa un completo desayuno para los tres.

"¿Entonces que os trae por este pueblito perdido?" Pregunta la anciana.

"Nada, queríamos tomar un descanso de tanto estudio. La verdad es que es un lugar tranquilo." Contesta Usaga mientras se sirve la leche y luego los cereales.

"Estaba delicioso el desayuno." Dice Ryo mientras se acaba de limpiar con una servilleta. "Si necesita cualquier cosa como recados, no dude en avisarnos."

Tras prepararse se despiden cortésmente de la casera.

"Bueno. ¿Por dónde empezamos?" Usaga saca del bolsillo un plano del pueblo.

"Lo suyo sería buscar efectos o rastro de la maldición. Digo yo." Responde Ryo.

Durante un buen rato dan vueltas por el pueblo sin ningún resultado. 'Todo parece normal. Ningún burdel ni nada parecido.' Ryo se sienta en un banco frente a un riachuelo. "Al menos nos ha servido para conocer el pueblo."

"Seh, es importante conocer el entorno." Usaga se sienta también y mira el suelo pensativa. "Llevar la búsqueda de forma sigilosa parece tarea complicada. Tendremos que pasar al plan B: preguntar a la gente."

Un pueblerino se acerca al río y saca el kit de pesca.

"Disculpe señor." Ryo se acerca al pescador. "Esto... somos de fuera y venimos buscando experiencias sexuales así fuertes..." Ryo es consciente de la vergüenza ajena que está dando y mueve el dedo pulgar con nerviosismo.

El señor ríe un poco y luego contesta. "No tengo ni idea joven. Yo solo me dedico a la pesca de trucha y el torno de madera."

"Gracias de todas maneras." Dice Ryo. 'Tanta vergüenza para nada.' Cuando se alejan un poco del río, mira a Usaga enfadado "¡Oye Usaga! La próxima vez preguntas tú. No pienso volver a pasar esa vergüenza."

Al regresar a casa ayudan a preparar la comida. Un sabroso soba tradicional, con su shiitake, kombu, soja y semillas de sésamo.

"¿Entonces ha vivido usted sola siempre?" Pregunta Ryo a la señora Fuji mientras se acomoda en el sofá, ya con la barriga llena.

"Solía vivir con mi hermana mayor. Nunca tuve hijos ni ninguna pareja seria, pero ella y yo nos llevábamos muy bien. Hasta que una noche de tormenta desapareció. Así por las buenas y sin despedirse." Responde la señora con algo de humor de aquel que es para no llorar. Ese que ayuda a pensar menos las cosas.

"Sí que es raro. Sobre todo si no se notificó ninguna muerte, aunque supongo que en las zonas rurales se tiene menos control de lo que pasa." Dice Usaga mientras disuelve la pastilla en un baso de agua.

"Ella siempre andaba rodeada de circunstancias raras y llevaba consigo colgantes y otros ornamentos. Supuse siempre que era supersticiosa, aunque nunca hablamos del tema." Continúa la anciana mientras recuerda con la mirada fija en el suelo.

Ryo y Usaga cruzan una mirada chispeante. 'Puede que haya hechiceros en este pueblo.' Piensa Ryo. "¿Y se le ocurre algún lugar común que visitase su hermana o algún conocido suyo?"

"Ella estaba poco por casa así que conocía poco sus actividades. Pero podría asegurar que se llevaba muy bien con el ermitaño." La casera sonríe. "De hecho, al principio pensé que me había abandonado para irse a vivir con él."

Antes de que acabe la frase, Usaga y Ryo ya están preparados para salir. Ambos se inclinan inquietamente. "¿Nos podría decir donde está la ermita por favor?".

Tras recibir las indicaciones marchan a gran velocidad hacia la pequeña colina que hay tras el río. La señora Fuji mira con ternura como se alejan. 'Esta juventud...'

"He ganado jeje." Ryo es el primero en llegar frente a la caseta de piedra. Usaga lo alcanza pocos segundos después.

Cuando recuperan aire llaman a una doble puerta de madera, condecorada con dos gatos de bronce y esperan observando las vistas a las que da el lugar.

El silencio se hace en la colina hasta que unos pasos de metal malhumorado se acercan estrépitos a la puerta. Si los dos gatos hubiesen tenido piernas hubiesen huido colina abajo por tal estridencia.