La ciudad de Nueva York era muy ruidosa y demasiado frenética, Robert estaba acostumbrado a la tranquilidad de las viñas que tenía su padre en Austria, precisamente cerca de la ciudad de Sansburgo; pero esta ciudad era lo opuesto a tranquilidad. Cientos de personas, bien vestidas, paseando por las veredas y varios autos, de la marca Ford, transitando por las calles formando un gran amontonamiento de choches, todos tocando bocina constantemente como si eso fuese a ayudarles a moverse más rápido. Robert caminaba con Compañero por la calle mientras algunos transeúntes se cruzaban de esquina al verlo, él lo notaba; pero hacia la vista gorda ante tales situaciones ¿Qué podía hacer él para remediar semejante situación? Nada.
Se pararon cerca de un restorán que estaba abriendo sus puertas. Este se llamaba Wonders, al parecer era una cadena rival de otra que no hacía mucho había abierto. Robert hurgó sus bolsillos para ver si tenía, aunque no mas fuera, una moneda; pero luego rió mientras negaba con la cabeza y le hablaba a Compañero:
- Debo ser muy estúpido amigo, no tengo nada; pero de tenerlo dudo que aquí acepten mi moneda natal y no creo que mi presencia de mucha confianza a los banqueros en este momento
El perro ladró en respuesta y él se retiró a donde estaba la parte trasera del restorán. Cuando llegó pudo ver el contenedor, el cual estaba abierto con varios pedazos de comida aun sin comer. Era una travesía peligrosa, Robert lo sabía porque había visto algunas cosas similares en Viena unos años antes. Gente que atacaban a los pobres vagabundos solo por hurgar en la basura, aun así decidió hacerlo, bien valía la pena el intento.
- Quédate aquí Compañero- le pidió con cautela Robert- no sé si esto funcionara o no pero quiero que tú estés a salvo
El perro ladró en respuesta y Robert fue a donde estaba el contenedor. Comenzó a verificar que podía haber en la basura solo para encontrar un pedazo de hamburguesa a medio comer.
- No es mucho; pero es algo- susurró triunfalmente Robert saliendo de la zona del restorán
- ¡¿Hey que cree que está haciendo?!- le preguntó una persona a sus espaldas
Robert se dio vuelta y vio a un oficial de policía que estacionaba su motocicleta cerca de la vereda.
- ¿Le pregunte qué diablos está haciendo?- le preguntó nuevamente el oficial el cual llevaba su nombre en la solapa
- Solo intento sobrevivir oficial Jersy
- ¡Lo que puedo ver es que estas robando inmunda rata de alcantarilla!- le señaló el oficial Dick Jersy mientras sacaba su revólver de la funda- ahora pon las manos en donde pueda verlas
- Solo es basura, nadie está robando- le respondió enojado Robert- no soy un ladrón
- Ponga las manos donde pueda verlas- repitió con enojo Jersy- ¡ahora!
Compañero le comenzó a ladrar y el oficial Jersy le apuntó. Robert no sabía si dispararía o no; pero no se molestaría en corroborarlo, se puso enfrente del perro mientras el oficial disparaba, Robert recibió el disparo; pero continuo delante del perro quien continuaba ladrando, corriendo lo tomó en el momento en que una segunda bala entraba en su espalda. El ruido de los disparos alertó a las personas y el oficial Jersy al ver que ese sujeto seguía corriendo decidió no continuar, lo último que deseaba era que le despidiesen por culpa de una mierda humana.
Robert continuó corriendo a pesar del dolor, tenía el perro en sus brazos y en su mano su comida. Él continuaba corriendo como si no hubiese mañana, luego recordó a su difunta esposa quien le gritaba:
"¡Robert cuidado!, ¡nos están disparando!"
- ¡Puedo salvarlos!- gritó Robert en el presente recordando el pasado- ¡puedo salvarlos a ambos!
Corría como si estuviese en una maratón, a pesar de encontrarse debilitado seguía corriendo hasta poder llegar a un callejón seguro y allí se pudo acurrucar.
- Los salvé- gimió Robert mientras el dolor se apoderaba de su espalda- ¡los salvé a ambos!
Compañero le lamió el rostro a Robert que lloraba de felicidad por haber evitado que su esposa e hijo murieran, luego se dio cuenta que solo impidió que Compañero muriese.
- Creo que solo te salve a ti amigo- dijo triste pero también feliz- sin embargo como te dije no es mucho; pero es algo
Compañero ladró de felicidad mientras le seguía lamiendo el rostro.
Un rato después ambos comieron lo poco que pudieron conseguir, las balas no fueron en zonas mortales; pero le dejaron un fuerte dolor de espalda durante unos días, la sangre era otra historia, tendría que curar esas heridas cuanto antes, pero primero comería algo con su nuevo amigo en los callejones de esa extraña ciudad.