Cuando el grupo ya no pudo escuchar el sonido de las garras de Bekka raspando frenéticamente los suelos de mármol, Exedra dirigió su mirada a su madre, quien lo había estado observando como si hubiera visto a un hombre muerto.
—Lailah... ¿te importaría darnos a mi madre y a mí un momento a solas? —preguntó Exedra educadamente.
—Oh? Claro
—No. Mi hija se queda —dijo de repente Yara.
Ella tenía un tono de firmeza en su voz que les alertó a ambos de que no se les permitía discutir.
—R-Realmente no me importa —Lailah intentó protestar, pero Exedra también se dio cuenta de su error.
—No... la madre tiene razón, debes quedarte.
Después de todo, Lailah era familia y era hora de que empezara a tratarla como tal.
Aún estaba aprendiendo a navegar estas nuevas relaciones repentinas, pero no podía negar la necesidad que sentía de mantener a estas dos mujeres en su vida.
Lailah se sonrojó, pero escuchó a su madre política y esposo y lentamente se sentó de nuevo.
—Es linda... —sacudiendo su cabeza para enfocarse, Exedra volvió a dirigirse hacia su madre y le hizo una pregunta muy inesperada.
—¿Mi padre era un demonio?
Inmediatamente, la tensión en la habitación aumentó diez veces.
—¿C-Cómo sabes...?
—Puedes pensar en ello como una corazonada, madre —dijo él con una pequeña sonrisa.
Yara tenía una expresión de desconcierto en su rostro durante varios minutos antes de que ella palmeó el espacio junto a ella en la cama como un gesto para que él viniera y se sentara.
Exedra se estremeció momentáneamente.
Aunque actuar como un hijo cariñoso era una cosa, todavía tenía problemas con mostrar afecto físico.
Sus experiencias con su propia madre lo habían traumatizado completamente, haciéndole difícil aceptar que una figura materna no le haría daño.
—Ven aquí, mi hijo. Hay mucho que tengo que contarte —dijo Yara con una dulzura triste en su voz.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Exedra.
El tono de Yara era tan cálido e invitador que derritió toda su resistencia.
Antes de que él supiera lo que estaba haciendo, se había levantado y se había sentado en la cama junto a ella.
Los ojos violetas de Yara también se posaron en Lailah y ella le hizo un gesto para que también se acercara.
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—Tú también, Lailah. Quiero que ambos escuchen esta historia.
—Este mundo se conoce como Dola. Hay ocho continentes divididos entre las ocho razas principales: Dragones, Demonios, Vampiros, Elfos, Enanos, Fénices, Brujas y, lo más sorprendente, humanos.
—En este mundo los seres pueden someterse a un proceso místico llamado evolución al cumplir con un conjunto secreto de condiciones establecidas desde su nacimiento.
—En esencia, tenías que vivir con la fe ciega de que estabas cumpliendo con las condiciones necesarias para tu evolución, y nunca sabrías cuáles eran hasta que finalmente las completaras y la voz del mundo te hablara.
—La voz del mundo era una entidad llamada Asherah y casi no había información sobre ella.
—Al completar una evolución, inmediatamente tendrías un nuevo conjunto de condiciones de evolución grabado en tu alma.
—Decir que evolucionar es una tarea difícil es quedarse corto. El número más alto de evoluciones registradas para un solo individuo es solo seis, lo cual es un logro increíble en sí mismo.
—Todos los líderes de cada raza han evolucionado seis veces cada uno y han sido llamados 'semidioses' por la gente y por la propia Asherah.
—El abuelo de Exedra es el actual rey Dragón y ha estado reinando por más de novecientos años.
—Para las masas él es simplemente conocido como Helios, La Calamidad y es El Semidiós Dragón de la Guerra Interminable.
—Yara es la más joven de tres hermanos y la única princesa del imperio dragón, Antares.
—Incluso siendo un dragón famoso por la sangre y la muerte, Helios amaba a su hija con todo lo que tenía.
—Ella fue mimada sin fin, pero a pesar de eso, mantuvo un aura amable y suave digna de una princesa de cuentos.
—Sin embargo, su vida no era perfecta.
—A pesar de tener más de doscientos años, solo había evolucionado una vez y era considerada el hazmerreír de sus hermanos que ya estaban en su segunda o tercera evolución.
—Para una raza que valora la fuerza sobre todo lo demás, como los dragones, no había mayor vergüenza.
—Hace treinta años, Yara finalmente había tenido suficiente.
—Una noche, se acercó a su padre en un ataque de rabia ebria, culpando su constante sobreprotección como la razón por la cual nunca fue capaz de crecer como individuo.
—Helios estaba devastado al saber que ella se sentía de esa manera, pero frente a su hija no podía ofrecer ninguna defensa.
—Simplemente le recordaba demasiado a la mujer que una vez fue su única razón para vivir.
—Esa noche, dejó una carta en su tocador para su padre disculpándose por las duras palabras que fueron dichas antes de que huyera del castillo bajo la luz de la luna llena.
—Desesperada por experimentar combate y crecimiento como guerrera, huyó al único lugar donde podría experimentar todo eso en abundancia mientras vivía sin la supervisión de su padre.
—Eligió ir al continente demoníaco de Samael, donde demonios y humanos se enfrentan en batalla casi constante.
—Fue en uno de estos campos de batalla donde encontró al amor de su vida y al hombre al que se había comprometido para toda la eternidad.