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Capitulo 2

Un buen día estando el barco amarrado en el pueblo, Ela, como todos los martes, bajo al puerto a comprar pescado fresco, brillaban las sardinas de lo frescas que estaban, los boquerones, había cangrejos, merluzas, todo tipo de pescados que los pescadores descargaban y apilaban en montones y montones de cajas para vendérselo a toda la gente que se acercaba desde todas las provincias cercanas. Y allí lo vio por primera vez, Ela miraba la mercancía, eligiendo el pescado más bonito, mientras él la miraba desde la cubierta del barco. Ela, llevaba el pelo cubierto por un sombrero de paja y flores rojas en uno de sus lados, Ela se agachó para ojear una caja cuando una ráfaga de viento le arrebató el sombrero de su cabeza dejando al descubierto su larga melena, antes de que pudiera alcanzarlo había salido volando dejando atrás tierra firme y adentrándose en el mar. El joven sin pensárselo, saltó del barco para alcanzar el sombrero, nado hasta la rampa por donde los pescadores sacaban sus barcas para repararlas y todo mojado fue en busca de la muchacha, ella reía a carcajadas, él parecía un pollo remojado, se acercó a ella y atontado por su belleza, alargó su brazo y sin poder articular palabra le entregó su sombrero. Y así comenzó su intensa, pero corta historia de amor. El barco estaría allí solo dos semanas, era el tiempo que solían emplear en cada una de las escalas que hacían, dos semanas en las que no se separaron ni un solo minuto, y la noche antes de zarpar, bajo un manto de estrellas, una caricia dio paso a un beso, un beso dio paso a un abrazo y un abrazo dio paso a más caricias y más besos y promesas que nunca llegarían a cumplirse, de todas las cosas que habían planeado la joven pareja, solo una llegaría a hacerse realidad, Mia. 

Ela, vivió siempre en casa de sus padres y nunca más se enamoró. Durante muchos años asomada a la ventana, soñaba que volvía su marinero, soñaba que desde el horizonte aparecía un barco que le traía de vuelta a su amor, y que siempre serían felices, pero los años pasaron y aunque su sueño no se hizo realidad Ela, consiguió ser feliz junto a los suyos, junto a su Cata y Marion y junto a su hija Mia.

Mia sabía la historia de su padre, su madre se la cantaba todas las noches, y le parecía una canción muy bonita, aunque un poco triste, aunque más tarde cuando descubrió que la canción era la historia de amor de sus padres, nunca le guardó rencor por haberlas abandonado

 Una bella joven

 Bajo al puerto a comprar

 Llegó un barco muy grande

 Lleno de exploradores

 Una ráfaga de viento

 Descubrió su rubia melena

 Un guapo marinero

 Salvo su pamela del mar

 Dos semanas llenas de amor

 Dos semanas llenas de promesas

 Dos intensas semanas

 Y de un amor nació otro amor.

Durante todos los años que Ela soñaba en la ventana, una vez al mes llegaba una carta, sin dirección fija, una desde África, Argentina, Australia, India… de todos los rincones del mundo, llenas de historias increíbles, llenas de esperanzas para Ela, con fotografías y dibujos de donde el marinero estaba, prometiéndole que pronto estarían juntos, hasta que un día las cartas cesaron, Ela abandonó su ventana y Mia cogió su relevo, hizo suyos los sueños, imaginaba que un día aquel marinero, su padre, vendría a buscarla.

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