Qiao An metió el teléfono de vuelta en el bolsillo de Huo Xiaoran, luego le dio una palmadita en la cabeza a Huo Xiaoran e instruyó —Huo Xiaoran, aún tengo una emergencia en casa. Siéntate aquí obediente y espera a que Huo Zhou te recoja. ¿Me escuchas?
Huo Xiaoran miró a Qiao An aturdido. —Oh.
Qiao An no esperaba que él todavía tuviera algún atisbo de conciencia después de beber tanto. No estaba tan borracho como para estar inconsciente. Casi sospechaba que esta no era la primera vez en su vida que había bebido tanto.
—Entonces me voy. —Dejó atrás a Huo Xiaoran y se dio la vuelta para irse.
Huo Xiaoran se levantó tambaleante y la siguió a tropezones.
La larga acera estaba iluminada tenue. La figura de Qiao An se reflejaba en las losas moteadas, alargada y sesgada por las luces de la calle.
En algún momento, un pequeño sedán comenzó a moverse a un ritmo lento y uniforme, siguiendo a Qiao An a una distancia discreta.
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