Camilla llevaba más de medio año en prisión, y su apariencia había cambiado drásticamente, lejos de ser la mujer vibrante y elegante que solía ser. Su pelo anteriormente lustroso se había vuelto opaco y descuidado, colgando sin vida alrededor de su rostro demacrado. El brillo en sus ojos se había desvanecido, reemplazado por una mirada vacía que reflejaba el peso de su confinamiento. La falta de sol y aire fresco había pasado factura a su tez, dejándola pálida y amarillenta.
—Camilla Yan, tienes una visita. —anunció el guardia de la prisión, interrumpiendo los pensamientos de Camilla. Ella levantó la vista, sus ojos cansados encontrándose con la mirada severa del guardia. Lentamente, se levantó, su cuerpo adolorido por las largas horas sentada en el suelo frío y duro.
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