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La invitación de Manuel

En silencio me acerque hasta la mesa donde ocupe el lugar que me correspondía, el cual por cosas de la vida quedaba justo al frente de donde se encuentra Milena pudiendo ver con mejor claridad aquellas expresiones que resaltaban en su rostro quien con entereza reflejaba la alegría manifestada en ella al conversar con Christian y Manuel.

Allí disfrutamos de todo lo preparado por las manos de María junto a las demás que llevaron a cabo su labor para poder tener tan valioso presente ante nosotros.

Cada uno de aquellos bocadillos conformaban un singular manjar que con facilidad despertaban los sentidos de quienes le probarán y tras formarse cual marco ameno proveniente de la conversación que allí se había instalado terminamos de ingerir aquellos alimentos antes siquiera de habernos dado cuenta.

Milena por todos los medios posibles evitaba el hecho de observarme a pesar de yo entrometerme en la conversación en alguno que otro momento, quería que me mirara, quería perderme en aquellos ojos color esmeralda pero no, sus ojos no eran capaces de posarse en mí y podía sentir como la incomodidad proveniente de ella se podía sentir en el aire por culpa de mi insistencia que, aunque no era citada con palabras podía ser percibida por aquella.

Pienso, aunque no soy adivino que tal tensión producida en ella resulto ser visible tanto para Manuel y Christian quienes no tardaron en intentar darle un giró a todo aquello.

— ¿Qué harán hoy? — comento aquel señor al intentar fijar un punto por el cual partir.

— Yo hago lo que ordene el joven Alexander — repuso Christian queriendo hacer que yo tomara la palabra.

Miró alrededor y dejando salir un — nada — con una intención evidente de continuar aquel juego así que aprovechando la brecha ante un posible intento clavo mis ojos en aquella chica a quien guiado por mis pensamientos cuestiono — y tu Milena ¿Qué harás?

Con confianza aquella dirigió sus ojos hasta mí y retándome de forma directa indico — nada que sea de su interés joven Alexander.

Y tras mostrar una molestia sabrá Dios proveniente de donde se levantó, se disculpó y se retiró de la sala sin dar ninguna explicación, no dio a notar ni la más misera señal, pero a pesar de todo había algo que me decía que sin dudas yo era el culpable.

La vi alejarse justo como lo hizo anoche, con la cabeza en alto y sin siquiera mirar atrás sin dejarme ver aquellos ojos que eran tanto mi cárcel como mi libertad.

Era imposible creer que alguien tan invencible como yo con mi singular temple se encontrara ahora mendigando atención de alguien a quien probablemente no le interese de quien me contempla como cual enemigo andante.

Tantos pensamientos nadaban a contra reloj en mi cabeza y la mayoría simplemente perdían el sentido, así me quedé un tiempo contemplando el espacio por donde la vi partir buscando la forma de reconfortarme a mí mismo.

— ¡Alexander! ...

Escucho llamar una voz me proclama, pero la fuerza de mis pensamientos es tan grande que me impide reaccionar de inmediato.

La verdad llegue a encontrarme tan fijo en aquella imagen que me olvide por completo de los demás quienes en aquel lugar permanecían al igual que yo.

— ¡Alexander! ... — aquella voz resuena una vez más esta vez trayéndome al presente, sacándome de aquel mundo trágico y de fantasía en el cual yo me había sumergido.

Quién me llamaba era el señor Manuel el cual buscaba recibir una respuesta ante una propuesta realizada por su persona una que yo para nada había escuchado pues no le preste atención alguna.

— Alexander, me escuchaste.

— No, disculpe podría repetirme — recalco aquello algo confundido.

— Le decía a Christian que si les gustaría conocer el pueblo pesquero que se encuentra no muy lejos de aquí una vez se desciende la montaña por completo, no les llevaría más de quince minutos estar allá, digo así se desestresan y porque no, cambian un poco de ambiente ya que aquí aparentemente esta algo tenso, pueden incluso ir a pescar con los locales o simplemente recorrer la playa, imagino que tal descanso sería excelente para ustedes.

Con atención le escuche decir aquellas palabras que sin dudas se abrían como cuales ventanas de salvación.

— La idea no suena mal — refuto Christian tras escucharle — hace tiempo que no salgo a pescar.

— Por mí me da igual preparen todo y démosle una oportunidad pueda ser que al final me termine gustando.

— Probablemente sí, es un lugar muy tranquilo, con todo gusto los puedo llevar.

Te preguntaras porque acepte tan rápido sencillo, la comunicación entre Milena y yo había alcanzado un punto de tensión demasiado alto sorprendentemente en tan poco tiempo, así que algo constantemente me recalcaba lo frustrada que aquella podría llegar a sentirse por lo que pensé que sería bueno para los dos tomarnos un respiró.

Así tras conversar algunos minutos más y tras acordar la hora de salida cada uno tomo rumbo hasta su habitación para empacar algunas cosas porque a ciencia cierta no podíamos simplemente marcharnos con las manos vacías.

Poco tiempo la verdad me llevo empacar lo necesarios pues solo en una pequeña maleta guarde cual ropa playera perfecta para sumergirme en el agua junto a algo de ropa casual, además de alguna que otra prenda interior y elementos de higiene personal, mientras que en mis bolsillos mi teléfono junto a mi cartera con anterioridad ya se encontraban guardados y listos.

Una vez ya preparado y tras hacerme consciente de que faltaba algún tiempo antes de nuestra partida decido tras una nueva oportunidad mientras era guiado por mis pensamientos junto a uno que otro recuerdo salir de mi habitación para recorrer aquellos pasillos.

La verdad aun no entiendo por qué y eso es algo que me sorprende muchísimo de todo este lugar puesto que, aunque la zona de dormitorios está cerca del área recreativa la tranquilidad que se experimenta no tiene comparación alguna, pues no hay nada que la turbe, pareciera ser un oasis solo que escondido en una montaña.

Y así adentrándome entre las inmediaciones de aquellos pasillos y tomando un camino diferente al que en la noche anterior había tomado con la certeza de encontrarme algo nuevo para ver camine mientras observaba cada uno de los detalles contenidos entre las paredes y rincones que le conforman, pero a pesar de mi aparente intento nuevamente termine llegando hasta la piscina, podría decir que atravesé una especie de bucle, aunque diferente en gran medida término guiándome hasta el mismo lugar.

Nuevamente la imagen de la noche anterior se cierne frente a mí con la misma magia con la que se presentó allí a orillas de la piscina, aunque obviando claro el toque de extra-piel que en una primera instancia relucía entre todo aquel recuerdo y que esta vez tal no resaltaba.

Sí, allí se encontraba Milena la misma ropa que venía trayendo puesta desde tempano cuando nos topamos en la caballeriza a la cual creme que no le honor a su figura.

Esta vez preferí no acercarme mantenerme lejos suponía en gran medida era lo mejor que podía hacer, pues ya la había torturado demasiado mientras que aquella con el mismo semblante permanecía mirando al cielo entretenida, aunque en algunos momentos su rostro era teñido por la tristeza, tristeza que se podía sentir en cada una de las letras de la canción que en sus labios se reproducían.

— No soy el único que se ha de sentir nostálgico no es así — dije aquello tras observarla reafirmando de igual forma mis sentimientos al presumir que Milena se encuentra perturbada por cual peso del pasado que le persigue entre las sombras y el cual disfraza detrás de su sonrisa, los mismos que me atormentan aunque probablemente cargando otra historia tras de sí, pero que a diferencia de ella quien lo emite con tanta independencia me veo obligado a esconder reprimiéndolos atentando de forma directa contra mi propia libertad.

Aquella canción cargaba consigo el toque justo de culpabilidad el cual no hacía más que repetirme una y otra vez la clase de cobarde y poco hombre que eh sido en esta vida.

En silencio la contemple, en silenció disfrute de aquella imagen guardándola con recelo en mis recuerdos y en silenció me marche de allí, no tenía intención alguna de permitir que aquella me viese, mucho menos tenía la intención de interrumpir aquel espacio así que despareciendo entre los pasillos justo por los que había llegado tiempo antes me aleje dejándola atrás volviéndome completamente preso del silencio.

Tal cual me alejé de aquel lugar, tal cual permanecí hasta no muy bien en el auto descendimos la pequeña montaña y eventualmente llegamos al pueblo pesquero donde el ambiente que allí se llevó a cabo tendría su toque justo de picardía y tentación.