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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Militar
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161 Chs

Lucha frenética

  Se detuvo a dos metros de la entrada de la sala de investigación, respiró profundo, activando una de las habilidades que pocas veces había necesitado ocupar.

[Cambio de clase]

Los músculos de su cuerpo se desinflaron, su mirada se volvió solemne, las estadísticas destinadas al combate recuperaron sus números originales, mientras la "sabiduría" y "inteligencia" sufrían una gran mejora.

  [Lengua Rápida]

               +

  [Amigo Elemental]

               +

  [Vida Arcana]

               +

  [Cuerpo Maldito]

Sintió la potente energía mágica desbordarse de su cuerpo, como la inundación del océano en un pequeño lago. Al sentir que estaba listo comenzó a caminar, cruzando el umbral de la sala de investigación. En el instante que se encontró con la mirada del esqueleto desencadenó tres hechizos consecutivos que ya había tenido preparados momentos antes de adentrarse a la sala. Un relámpago blanco-azulado, una bola de fuego y, una lanza de hielo fueron lanzados, cada uno de ellos acertando en su objetivo, algo que causó una pequeña cortina de vapor, que fue extinguida un segundo después. El esqueleto se levantó, pero no contratacó de inmediato, en lugar de eso observó la situación, como si estuviera estudiando al individuo de cabellos desordenados.  Volvió a conjurar otra ronda de hechizos, había investigado a los no-muertos por mucho tiempo, encontrándose con que los elementos: relámpago, hielo y fuego era los más eficaces para hacerles daño. La vara del esqueleto se presentó en escena, liberando de ella una atmósfera negra asfixiante. El individuo de carne pudo sentir la opresión causada por esa energía oscura, pero en lugar de sentirse asustado, mostró una sonrisa fría, podía darse cuenta de que su habilidad pasiva de resistencia estaba haciendo efecto, provocando que el daño fuera menor a lo esperado. Su rango de percepción mágica lo despertó de su momento de arrogancia, notando que algo se acercaba a gran velocidad, con destino a su garganta. Rápidamente llevó su mano derecha a cubrir su cuello, protegiéndolo con su energía mágica. La cosa extraña que se acercó cortó gran parte de su brazo, pero fue todo y, aunque la escena fue terrible, el individuo de cabellos desordenados no mostró ni un ápice de emoción. Lanzó un hechizo de recuperación, forzando a qué la herida detuviera el sangrado y se cerrara un par de centímetros.

  --No más. --Dijo con un tono lúgubre.

*Geer.

Ambos se miraron, sin emoción en sus rostros, pero mostrando todas sus intenciones en sus orbes que ven el mundo. Hablaron en idiomas distintos, pero con la misma finalidad: conjurar hechizos.

Luces, explosiones, objetos volando... la sala era una completa locura, ambos individuos habían sufrido grandes consecuencias, pero ninguno de ellos mostró ni el más mínimo índice de querer rendirse. Con la respiración irregular volvió a conjurar, levantando su brazo izquierdo como conductor de la energía volátil que estaba a punto de materializarse. El esqueleto quiso conjurar, pero al momento de comenzar a extraer la energía de sus alrededores, notó que su vínculo se había roto, algo que lo desconcertó, entrando en un pánico de ignorancia.

  --Jajaja, parece que lo logré. --Dijo al notar la situación y, aunque no había expresión en el esqueleto, después de haber pasado algo de tiempo con esos no-muertos comprendió un poco sus emociones, entendiendo un poco lo que ahora estaba sintiendo su enemigo.

Desactivó su hechizo y, comenzó a caminar hacía su oponente, aquel que sin saber lo había sumido en una completa frustración.

[Cambio de clase]

  --La muerte por un hechizo es dolorosa, pero por un arma contundente lo es más --Apareció en su mano una maza de dos manos--. No lo hubiera sabido sino fuera por tus similares.

Hizo una media luna con su arma, golpeando las costillas del esqueleto, quién cayó al suelo, sin dolor, pero con el desconcierto dibujado en sus tres pequeñas esferas rojas.

  --Puto esqueleto ¿Creíste que no me vengaría? --Dejó caer el mazo en una de sus piernas, rompiéndola en varios pedazos-- ¿Creíste que era demasiado débil? --Hizo una mueca de cansancio, dejando caer la maza en el vientre de su enemigo al no poder soportar su peso. Limpió sus comisuras con su antebrazo izquierdo y, de inmediato agarró nuevamente el mango del arma, forzándose a levantarlo, pero por más que lo intentó no pudo--... Quise --Dejó de intentarlo, mirando con odio al caído esqueleto--... quiero hacerte sufrir... así que tendrás que esperar...

Abrió su inventario, extrayendo una fruta dorada, sin dudar un solo instante la llevó a su boca, mordiendo un gran pedazo, solo bastó de unos pocos segundos para que su cansancio se esfumara, a la segunda mordida sus heridas sanaron, a la tercera recuperó la vitalidad de su cuerpo y, al terminar su cuerpo volvió a su mejor estado.

  --Ventajas de tener amigos. --Dijo con una sonrisa que tenía muchos significados.

Al dar un paso al frente el esqueleto levantó ambos brazos y, aunque podría significar muchas cosas, el individuo de los cabellos desordenados lo interpretó como la aceptación de su derrota, provocando una sonrisa en su rostro.

  --¿Clemencia? --Sujetó la maza, levantándola y en el mismo movimiento la colocó en su hombro-- ¿Cuántas veces me mataste? --Sabía que esa cadavérica criatura no entendía su idioma, pero estaba frustrado, su ira contenida por fin podía desbordarse, no estando dispuesto a volver a tragarse sus emociones--. Dime ¡¿Cuántas?! --Hizo girar la maza y, con un brutal movimiento hacia abajo destruyó el cráneo de su enemigo, no quería matarlo demasiado rápido, pero parecía que sus emociones habían ganado por primera vez en mucho tiempo.

El susurro de lo desconocido fue escuchado de inmediato en su cabeza, recibiendo la noticia de que había ganado dos nuevas habilidades y, que después de leer sus descripciones podía darse cuenta de lo maravilloso que eran.  Y no solo eso, el esqueleto había dejado tres artículos como regalos: una túnica con propiedades mágicas, un anillo de oro también con propiedades mágicas y, su vara negra.

  --Al menos sabes cómo recompensar. --Dijo al aire, riendo como un loco.

Después de recoger sus dos nuevas adquisiciones, fue a por las diversas bolsas de cuero tiradas en el suelo, las cuales contenían varios de sus artículos preciados que había perdido meses antes en sus deshonrosas muertes.

Al barrer la zona con su mirada, notó una pequeña abertura en una de las esquinas de la sala, caminó hacia ella,  encontrándose con un pequeño pomo de bronce, lo movió, percatándose que no estaba cerrado, por lo que inmediatamente hizo por abrir, la pared se deslizó hacia afuera, apreciando el hermoso pasillo ceremonialmente iluminado y, decorado con una hermosa alfombra roja que daba a una enorme puerta negra en la lejanía, que aunque estaba muy lejos se podía sentir su imponencia. Su cuerpo vibró internamente, algo le decía que había llegado al final del camino y, aunque eso le resultaba demasiado risible por su larga estadía dentro del laberinto, no podía evitar sentir también emoción por ver qué era lo que le esperaba y, con un cúmulo de sentimientos dentro de su corazón, comenzó a caminar.

Después de cientos de pasos se encontró enfrente de la enorme puerta, que fácilmente podía medir cincuenta metros, con tallados que describían la flora, fauna y diversidad de criaturas que habitaban en el laberinto, algunas peleando, otras en calma y, aún después de estudiarla por varios minutos no pudo encontrarse él, algo que lo decepcionó, sintiéndose como un hijo no deseado, pero aquella emoción no duró demasiado, llevó su mano a tocar la superficie de la puerta, empujándola con todas sus fuerzas. Se abrió por la mitad, dejándolo apreciar la tenue iluminación de sus adentros y, al notar lo que se encontraba, su cuerpo volvió a temblar, experimentado después de mucho tiempo: el miedo.