Después de caminar un poco, entró a la oficina de Maelis lo más rápido posible sin siquiera tocar la puerta, ya que quería sus recompensas.
Quería ver cómo se vería su armadura, quería saber si ella había logrado contactar al mercenario del que habló la última vez.
Después de todo, la reunión con el mercenario era lo que quería tener lo antes posible.
Simplemente tenía demasiadas interrogantes sin respuestas ya que el sistema nunca quería contestar las preguntas jugosas como si tuviera mente propia.
—Oh, Aiden, siéntete como en casa, supongo —dijo Maelis al ver entrar a Aiden sin siquiera mirarla mientras se dirigía a su asiento habitual.
Aiden, al oír esto, solo asintió y esperó en silencio como si fuera obvio lo que esperaba.
—¿Hola? ¿Siquiera puedes hablar? —dijo Maelis encontrando la actitud de Aiden bastante grosera ya que él no solía comportarse así.
Aiden, dándose cuenta de que no estaba actuando como un ser normal, rápidamente abrió la boca.
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