webnovel

Despertar Escarlata: El surgimiento de la bestia

Reynarth, un joven cuyo final llegó demasiado pronto en un acto de violencia, se encuentra con una segunda oportunidad en el más inesperado de los lugares. Renacido como un híbrido de dragón escarlata, una entidad de poder inmenso y temida, ahora extinta, debe navegar por un mundo fracturado. En una tierra donde humanos e híbridos coexisten con la constante amenaza de las bestias primals, Reynarth debe dominar sus nuevas habilidades para sobrevivir. En su búsqueda para convertirse en el depredador Apex, descubrirá que en este nuevo plano de existencia, las alianzas son frágiles y la supervivencia es todo menos garantizada.

ReynsPen · Fantasía
Sin suficientes valoraciones
10 Chs

6: Símbolo extraño

Reynarth se movía con agilidad, aprovechando las sombras y los rincones oscuros de la ciudad para mantenerse oculto. Siguió a Arlen a través de las calles con determinación, su mirada fija en su objetivo. El ruido de los transeúntes y el bullicio de la ciudad proporcionaban un disfraz perfecto para sus intenciones.

Envolviéndose en las sombras y los rincones oscuros que la ciudad ofrecía, Reynarth se deslizaba sigilosamente tras Arlen. Este último, ajeno a su perseguidor, se movía por la ciudad, entregando paquetes forrados en plástico a distintos individuos. Todos ellos compartían un detalle peculiar: un colgante en forma de pirámide colgaba de su oreja izquierda.

"Mmm, interesante," murmuró Reynarth para sí mismo, oculto en la penumbra. Observaba a Arlen sacar lo que parecía ser el último paquete de su mochila ahora vacía. "Ésto es más de lo que esperaba de este idiota."

Con cautela, Reynarth continuó su persecución, asegurándose de que nadie lo descubriera. "Veamos a dónde se dirige ahora," pensó, sus ojos nunca abandonando la figura de Arlen.

Después de un tiempo desconocido, Arlen lo condujo hasta un complejo de departamentos en mal estado. El edificio parecía un esqueleto de lo que alguna vez fue, sus paredes desgastadas por el tiempo y la negligencia.

"Vaya, qué hedor," exclamó Reynarth al acercarse al complejo. Lo primero que lo recibió fue una mezcla de olores nauseabundos: químicos, basura, desechos, todo formaba parte de un aroma repulsivo que podía hacer vomitar a una persona normal y, sin mencionar, a Reynarth, que tenía un sentido del olfato más agudo después de su transformación, intensificaba el hedor.

Sacando un pañuelo negro de su bolsillo, se lo ató tapando su nariz y la parte inferior de su rostro. "Menos mal que vine preparado para cubrirme la cara, así no me ven la cara y no tengo que oler este hedor, dos pájaros de un tiro, perfecto".

Siguió a Arlen hasta el tercer piso, donde este entró en un departamento con el número 307. Reynarth esperó unos segundos y luego se acercó a la puerta. Escuchó atentamente y pudo oír una conversación.

"Jefe, todos los paquetes han sido entregados", anunció Arlen, su voz temblaba ligeramente, revelando su nerviosismo.

"Has hecho un buen trabajo, muchacho", respondió una voz grave y autoritaria, resonando en la habitación con un eco que parecía llenar cada rincón.

Arlen tragó saliva, su ansiedad se reflejaba en sus ojos mientras preguntaba, "¿Y el pago, jefe?"

"Tranquilo, recibirás lo que te corresponde", respondió la voz grave, su tono se tornó ligeramente malicioso, como si estuviera saboreando un secreto. "Pero antes, hay algo que quiero mostrarte."

Arlen parpadeó, su curiosidad despertada. "¿Qué es, jefe?" preguntó, su voz llena de una mezcla de ansiedad y expectación. Su mirada se fijó en la figura imponente del jefe, esperando la revelación que estaba por venir.

"Ven, acompáñame. Te mostraré algo en el sótano," invitó la voz grave.

Al escuchar los pasos que se acercaban a la puerta, Reynarth reaccionó con rapidez. Como un felino, subió las escaleras con agilidad y se ocultó detrás de la pared que dividía la escalera. Su respiración era silenciosa, su presencia apenas perceptible, como un fantasma que observaba desde las sombras.

"¿Qué es lo que me quiere mostrar, jefe?" preguntó Arlen, su voz llena de curiosidad y un ligero temor. Su figura más chica y delgada que la del dueño de la voz grave.

"No seas impaciente, ya lo verás," respondió la voz grave, su tono era calmado, casi tranquilizador. Pero había un matiz en su voz, una nota de anticipación que hacia que un escalofrío te recorriera la espalda.

Reynarth frunció el ceño. Algo no le gustaba de esa situación. Decidió seguirlos discretamente. Bajó las escaleras y llegó al sótano. Vio una puerta metálica con un letrero que decía "Prohibido el paso". La puerta estaba entreabierta y por ella se filtraba una luz roja. Reynarth se asomó con cautela y lo que vio lo dejó helado.

Dentro de la habitación, se desplegaba una escena macabra, como sacada de una pesadilla. Varias personas yacían atadas a camillas de metal, sus cuerpos pálidos y desgastados cubiertos de cables y tubos que se adentraban en su piel como serpientes venenosas. Algunas estaban inconscientes, sumidas en un sueño eterno, mientras que otras gritaban de dolor, sus voces desgarradoras resonando en el espacio confinado, creando una sinfonía de sufrimiento. En el centro de la sala, una gran máquina zumbaba con vida, su presencia dominante llenaba el espacio. Su pantalla parpadeaba con gráficos y números que cambiaban constantemente, como si estuviera viva. A su alrededor, varios tanques de vidrio llenos de un líquido carmesí, añadían un matiz aún más macabro a la escena.

La voz grave, perteneciente a un hombre de aspecto imponente, estaba frente a la máquina, sus dedos danzaban sobre los botones con una precisión mecánica. Su rostro estaba iluminado por la luz roja de la máquina, creando sombras que acentuaban su expresión de concentración. A su lado, Arlen, con ojos desorbitados y boca abierta, parecía petrificado. Su rostro, normalmente lleno de vida, estaba pálido y sus ojos reflejaban el horror de la escena que se desplegaba ante él. Su cuerpo temblaba ligeramente, como una hoja sacudida por el viento, y parecía incapaz de apartar la vista de la grotesca escena.

"¿Qué es esto, jefe?" balbuceó Arlen, su voz apenas un susurro lleno de horror.

"Esto, muchacho, es mi contribución a la humanidad," respondió la voz grave, su tono lleno de orgullo y satisfacción. "Es un dispositivo que extrae la energía vital de estas personas y la convierte en una sustancia muy valiosa. La sustancia que has estado entregando en esos paquetes."

Arlen se quedó petrificado, su voz temblorosa reflejaba el pánico que sentía. "¿Qué? ¿Qué les estás haciendo a estas personas?", preguntó con un hilo de voz, su mirada llena de angustia y confusión.

El dueño de la voz soltó una risa fría y despiadada. "Les estoy otorgando un propósito, muchacho. Les estoy brindando una razón para vivir. Y a cambio, yo obtengo un beneficio. Es un trato justo", explicó con una frialdad que helaba los huesos.

"Pero esto... esto está mal, ¡es inhumano!", exclamó Arlen, su voz quebrada por la indignación y la impotencia.

El hombre soltó una risa burlona y se acercó amenazadoramente a Arlen. "¿Mal? ¿Inhumano? No tienes ni idea de lo que hablas, mocoso. Esto es una de las razones por las que nosotros, los humanos, aún podemos mantenernos con vida", le espetó con rabia contenida.

"Hay un mundo más allá de esta pequeña ciudad, un mundo donde los humanos luchamos desesperadamente por sobrevivir a los ataques de esos malditos Primals y de las abominaciones que se hacen llamar 'Híbridos'. Pero lo que hago aquí, lo que hace la gente como yo es solo un pequeño sacrificio comparado con lo que hacen los Energizers" Explico el hombre de voz grave.

Mientras todo esto sucedía, Reynarth se encontraba afuera del sótano, observando a través de la rendija de la puerta abierta. Su mirada se quedó fija en la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, pero su mente parecía estar en otro lugar. En su interior, un extraño símbolo comenzó a tomar forma, adquiriendo cada vez más claridad y detalle.

El símbolo se revelaba ante él como una gota roja, tan intensa como la sangre misma. En su interior, un majestuoso dragón emergía con fuerza y poder. El dragón tenía dos cuernos afilados en su cabeza, que se alzaba orgullosa, lanzando un rugido desafiante hacia los cielos. Su cuerpo se encontraba enroscado dentro de la gota, con las patas delanteras y traseras dobladas y la cola enroscada en un intrincado patrón. Cada escama del dragón brillaba con vivacidad, otorgándole un aspecto mágico y cautivador.

Reynarth se encontraba absorto en la imagen, como si estuviera siendo arrastrado por una fuerza ancestral irresistible. El símbolo resonaba en lo más profundo de su mente, estableciendo una conexión misteriosa y poderosa. Sin previo aviso, el símbolo recién formado emitió una luz deslumbrante y estalló en miles de partículas luminosas que se fundieron en su cerebro. Un dolor agudo lo atravesó de inmediato, provocando que soltara un quejido de angustia que reveló su posición a los presentes.

Después todo fue oscuridad total.