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Un Nuevo Comienzo

El reflejo de la luz del día que entraba por la ventana despertó a Yuki. Estiró los brazos y bostezó, se levantó y se dirigió a la ducha. Luego de cambiarse, abrió las puertas de su cuarto y se dirigió a la sala para desayunar. Al bajar las escaleras, vio a sus dos hermanos mayores y a su padre sentados en la mesa, mientras su madre les preparaba el desayuno. Yuki bajó rápidamente con una sonrisa.

—¡Buenos días, mamá, papá, hermanos! —saludó Yuki con energía.

—Buenos días, hijo —respondieron sus padres, sonriendo.

—Buenos días, hermano —añadieron sus hermanos, reflejando la alegría de Yuki.

Se sentó y comenzó a comer. En eso, la madre miró a Yuki y le dijo:

—Yuki, iré a dejar a tus hermanos al club de deportes y tu padre no podrá llevarte porque le pidieron llegar temprano hoy al trabajo. Así que tú irás solo.

—No te preocupes, mamá. Además, mis amigos dijeron que sus padres los llevarían en carro —respondió Yuki con tranquilidad.

Después de desayunar, Yuki salió de la casa y se dirigió a la parada de autobuses. Una vez que llegó el autobús, se subió y se fue al colegio, donde sus amigos ya lo esperaban.

—¡Buenos días, Yuki! —saludaron Sara y André con alegría en el rostro.

—¡Buenos días, Sara, André! Estamos a tiempo de llegar a las clases, ¡vamos! —respondió Yuki con una sonrisa.

Los tres amigos caminaron hacia la entrada del colegio para dirigirse a su salón. Una vez que tomaron asiento, esperaron a su profesor ya que ese día les tocaba matemáticas. Dos horas después, la clase terminó y se dirigieron a la clase de ciencias. Los amigos se sentaron juntos y siguieron las instrucciones del profesor. Cuando terminó la clase, se dirigieron al comedor y charlaron sobre su futuro universitario.

—Qué rica está la comida de hoy —comentó André, saboreando su almuerzo.

—Sí, ¿verdad? Por cierto, amigos, anoche estuve pensando y me pregunté a qué universidad irían ustedes —dijo Sara con curiosidad.

—Yo la verdad no sé, aún no tengo ideas de qué estudiar —respondió André, encogiéndose de hombros.

—¿Y tú, Yuki? —preguntaron André y Sara al unísono, mirando a su amigo.

—Bueno, aún no sé a qué universidad postular, pero sí sé qué estudiar. Me gusta la idea de estudiar Ingeniería de Sistemas —dijo Yuki, sonriendo tímidamente.

—Oh, interesante —dijeron André y Sara, impresionados.

—Sí, aunque debe ser muy difícil —añadió Yuki con un toque de nerviosismo.

—Bueno, comamos que se hace tarde —dijo André, mirando el reloj.

—Yuki, no te olvides que hoy me tienes que acompañar a casa —dijo Sara.

—Jajaja, casi lo olvido, pero ahí estaré, tranquila —respondió Yuki con una sonrisa nerviosa.

Al finalizar el receso y las clases, Yuki se dirigió a la parada de autobuses para esperar a Sara y acompañarla a casa. Sin embargo, Sara se retrasó porque olvidó sus cuadernos en el casillero. Sus padres tuvieron un inconveniente y llegaron a recogerla. Al llegar, se encontraron con Yuki.

—Hola, Yuki, disculpa la molestia, pero ¿has visto a nuestra hija? La hemos estado buscando —preguntaron los padres de Sara, con preocupación en sus rostros.

—Hola, señor y señora. No, pero quedamos en vernos aquí para irnos caminando a casa —respondió Yuki, intentando tranquilizarlos.

—Bueno, si ese es el caso, la esperaremos aquí y de paso te llevaremos —dijeron los padres de Sara, aliviados.

—¿Sucedió algo? —preguntó Yuki, notando la tensión en el ambiente.

—No es nada, no te preocupes —respondieron los padres de Sara, intentando disimular su preocupación.

Mientras esperaban, vieron a Sara corriendo y gritando alegre:

—¡Hola, papá, mamá, Yuki! Perdón por la tardanza —dijo Sara, agitada pero sonriente.

De repente, el caos se desató en la calle. La gente corría despavorida, presa del pánico. Un autobús fuera de control se acercaba a toda velocidad, su claxon aullando como un animal herido. El vehículo golpeaba todo a su paso, sin frenos que lo detuvieran.

En medio del alboroto, Yuki se vio arrastrado por la multitud. Empujado por la masa humana, tropezó y cayó al suelo. A lo lejos, Sara también se vio envuelta en la confusión. Alguien la empujó con fuerza, haciéndola perder el equilibrio. Al caer, su pierna se torció de manera antinatural, provocando un dolor agudo y desgarrador en su rodilla que la dejó inmovilizada. La expresión de dolor en su rostro era evidente mientras intentaba moverse sin éxito.

Los padres de Sara, presenciando la escena con horror, se apresuraron a socorrerla. Pero el autobús se acercaba cada vez más, su presencia imponente amenazando con arrollarlos a todos. Con un esfuerzo sobrehumano, los padres lograron levantar a Sara y llevarla a un lugar seguro.

En ese instante, la madre de Sara resbaló y cayó al suelo. El autobús estaba a punto de impactarla, su destino parecía sellado. Un grito de terror escapó de los labios de Sara y su padre.

En un acto de heroísmo inesperado, Yuki se abalanzó sobre la madre de Sara. Con un empujón desesperado, la alejó de la trayectoria del autobús, salvándola de una muerte segura. Sin embargo, Yuki no tuvo la misma suerte. El autobús lo impactó de lleno, enviándolo a volar por los aires.

Un silencio sepulcral se apoderó de la calle. El autobús, finalmente detenido, se convirtió en un símbolo de tragedia. Los presentes contemplaron la escena con horror, incapaces de creer lo que acababa de suceder.

A lo lejos, la multitud pudo ver el autobús estrellado contra un árbol, y a Yuki en el suelo con todos los huesos rotos y sangrando. Sara, aún inmóvil por su tobillo lesionado, observó con horror la escena. Lágrimas corrían por sus mejillas mientras gritaba:

—¡Resiste, Yuki, por favor, ¡resiste! Ya vienen a ayudarte.

Sara suplicaba con desesperación mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Yuki poco a poco veía borroso y dejaba de escucharla. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones.

—Diablos, así que este es mi final, ¿eh? —pensaba Yuki, sintiendo la vida escaparse de su cuerpo.

—Pensé que viviría más, pero muero salvando a la madre de la chica que me gusta y que nunca pude decírselo. Lo único de lo que me arrepiento ahora es de no haberle dicho que me gustaba mucho.

Sara lloraba mientras sus padres lo abrazaban. A lo lejos se veía cómo llegaba la ambulancia, aunque Yuki ya había muerto...

Pero la historia no terminaba ahí.

En un parpadeo, Yuki se encontró en la oscuridad. A lo lejos, una luz se agrandaba como si se dirigiera hacia él. No había dolor, ni miedo, solo una sensación de paz y tranquilidad. Al abrir los ojos, se vio rodeado de una luz cálida y acogedora.

Una voz suave y melodiosa lo recibió:

—Bienvenido al mundo, Ash. Eres un bebé especial, hijo nuestro. Te hemos dado el nombre de mi padre, un valiente guerrero que dio su vida por proteger a los demás.

Alrededor de Ash se encontraba una hermosa mujer de cabello corto y negro, vestida con una blusa blanca de una época antigua. Lo sostenía con ternura mientras observaba su rostro con una sonrisa llena de amor. A su lado, un hombre con bigotes graciosos y lentes, vestía una camisa blanca y sostenía con cuidado a otro bebé.

—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? —se preguntaba Ash a sí mismo, confundido por la situación y el lugar que lo rodeaba.

—Y él es tu hermano menor, Kai —añadió el hombre, también sonriendo con una expresión cálida y afectuosa.

Ash, con su nuevo nombre que ahora lo identificaba, se encontraba confundido por la situación. Analizaba el suceso que lo llevó a este nuevo mundo, preguntándose qué ocurrió con sus amigos, con su familia y qué pasó después del accidente. No comprendía cómo podía tener conciencia siendo un recién nacido. Las preguntas se agolpaban en su mente: ¿Qué sucedió? ¿Cómo llegó aquí?

Sin embargo, Ash, con una calma admirable para su corta edad, decidió tomar las cosas con tranquilidad y seguir la corriente. Sabía que la mejor manera de entenderlo todo era observar y aprender de su nuevo entorno.

Años después...

Ash creció rodeado del amor y el apoyo de sus nuevos padres y su hermano menor, Kai Starwind. Las historias que su madre le contaba sobre este mundo de fantasía despertaban su imaginación y alimentaban su deseo de convertirse en alguien reconocido. Le hablaba de los cinco reinos que conformaban el continente, cada uno con su propia cultura, tradiciones y magia. Le narraba de los héroes legendarios que protegían cada uno de los reinos.

—¡Qué increíble! Me encantaría conocer esos reinos y conocer a esos héroes —dijo Ash.

—Tal vez algún día lo hagas, Ash. Pero por ahora, lo más importante es entrenar y estudiar mucho —respondió su madre, sonriendo.

—Lo prometo, madre. No te defraudaré —asintió Ash con determinación.

—Ni yo, madre —añadió Kai con una sonrisa muy grande.

Ash, aunque todavía no olvidaba todo lo que le sucedió en su vida anterior, no dejaba que eso lo derrumbara. Al contrario, lo veía como una segunda oportunidad, una nueva vida llena de posibilidades. Sin embargo, también sentía la necesidad de encontrar respuestas a todo lo que estaba sucediendo.