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Capítulo 27

Luego de la expulsión de Ash, el director, los profesores, el héroe Ezra y los amigos de Ash comenzaron a investigar. Hablaron con los estudiantes e incluso con personas del exterior, pero no lograron obtener ninguna información útil. Sin embargo, cuando Ezra, enfadado, amenazó a los estudiantes que estaban en la escena del crimen, estos, bajo presión, confesaron todo. Hishori Tanaka, Kenjiro Akimoto, Ryuji Takashi y dos estudiantes de la academia habían sido elegidos para representar al reino de Arcadia, pero la ceremonia que se realizó dentro del castillo del rey fue interrumpida por el héroe Ezra junto a las víctimas del príncipe Ardin.

Todos mencionaron las amenazas que recibieron por parte del príncipe; algunos otros admitieron haber sido sobornados. De rodillas, pedían perdón y suplicaban por sus vidas. El rey Kami, asombrado y decepcionado por su hijo, no dijo nada más que mirarlo por un largo rato. El príncipe les gritaba "¡Mentirosos!", mirando a su padre y diciendo en tono bajo: "¡Todo es mentira, padre! ¡Tienes que creerme!". El héroe Ezra, observando todo, solo dijo: "La acusación contra el estudiante Ash fue falsa, rey Kami... solo diré eso". Luego se retiró, dejando a todos en caos por lo sucedido.

El rey Kami, decepcionado, expulsó a la mitad de los culpables y a la otra mitad los mandó a hacer deberes para el reino, sin poder estudiar en la academia. Gritó al príncipe: "¡Todo lo que sucederá a partir de hoy con estos estudiantes será por tu culpa, Ardin! ¡Aprenderás a entender que toda acción tiene una reacción, sea buena o mala! ¡Que todo lo que hagas tendrá una consecuencia! ¿Me has entendido bien, príncipe Ardin?" Mirando a los estudiantes sin nada más que decir, el rey se levantó y se retiró. El príncipe Ardin, asustado y triste, miró a su alrededor mientras los demás lo observaban y murmuraban. Optó por retirarse también, cancelando la ceremonia.

Días después, dentro de la academia, hubo una reunión que juntó a todos los estudiantes. El rey Kami anunció que Hiroshi, Kenjiro y Ryuji, al ser cómplices de los planes de Ardin y difamar a Ash Starwind hasta el punto de su expulsión, serían elegidos para completar algunas misiones del reino que él mismo les había asignado. Al finalizar la reunión, Aurora y sus amigos, viendo la oportunidad de mejorar y pelear por el reino, corrieron directamente hacia el rey Kami, pidiendo unirse al grupo para completar los encargos que el rey les daría. El rey, recordando el comportamiento de ellos hacia Ash, aceptó sin más, diciéndoles que se cuidaran.

El día llegó. El nuevo mini-ejército que el rey Kami creó estaba conformado por Amadeo Kaze, Aurora Lune, Freya Mizuki, Hiroshi Tanaka, Lila Nakamura, Kenjiro Akimoto y Ryuji Takashi. Aunque Aurora entendía que ellos iban a participar, pensó que estaría en otros grupos, pero no fue el caso. Los unieron, y aunque no se llevaban bien, tuvieron que aguantarse entre ellos.

Como primera misión, el rey Kami les dijo que fueran a la zona neutral que se encontraba entre el reino de Arcadia y el reino de Acero. Había algo extraño allí, ya que los ejércitos que mandaron aún no habían regresado para dar noticias sobre lo que sucedía en esa zona. Aunque el rey sabía que era peligroso, confiaba en los estudiantes que poseían el elemento viento. Los mandó para revisar y ver cómo estaba la situación, indicándoles que regresaran de inmediato ante cualquier peligro.

Al verlos partir, el rey Kami murmuró al héroe Ezra si podía seguirlos ante cualquier peligro, a lo cual Ezra respondió: "Lo siento, mi rey, solo podré acompañarlos hasta un lugar específico desde el cual pueda volver de inmediato". El rey lo miró con seriedad sin desviar la vista, para luego comenzar a reír, mencionando que nunca cambiaría y que estaba bien, que no pasaba nada.

Para llegar a la zona específica tardaron tres días. Durante el viaje, conocieron varios lugares y se enfrentaron a bandidos de diferentes razas, sin descansar ni poder dormir. Una vez en el lugar, el grupo vio el campo de guerra donde yacían muchos muertos. Llegaron al campamento del reino, donde el capitán les explicó la situación:

"Hace una semana, en medio de la guerra contra el reino de Etharia, un ejército desconocido, liderado por un demonio con una presencia intimidante, vino y comenzó a atacarnos a ambos ejércitos. Lo siento, jóvenes, pero poco pudimos hacer. Vinimos a pelear para reclamar esta zona como nuestra, pero terminamos uniéndonos para acabar con ese demonio. Es demasiado poderoso. Si el rey Kami los envió, debe ser porque ustedes pueden derrotarlo. Así que, por favor... ayúdennos a derrotarlo".

Asombrados y sin entender completamente la situación, aceptaron la misión de derrotar al demonio. Aunque las chicas se negaron al principio, los otros, por orgullo y confianza en su poder, no les importó asumir el desafío.

—Prepara a todos tus hombres disponibles, es momento de acabar con esto—mencionó Hiroshi mientras se subía a un caballo.

—¡Espera un momento! ¡No podemos pelear! Las órdenes del rey fueron claras: ante cualquier peligro, nuestro deber es avisar al rey sobre lo que está sucediendo aquí—gritó Aurora, siguiendo a Hiroshi.

—Kenjiro, Ryuji, vámonos... estos cobardes regresarán al reino—dijo Hiroshi saliendo del campamento—Ustedes, preparen un carruaje para estos ineptos.

—Diablos... ¿entonces qué hacemos?—preguntó Amadeo, asustado.

—Vámonos... si ellos quieren morir, pues que lo hagan—mencionó Lili mientras buscaba un caballo.

—No podemos dejarlos! Tenemos que ir con ellos, necesitarán nuestra ayuda—respondió Aurora, frustrada por la situación.

—Si eso decides, yo te apoyo, tranquila...—dijo Freya, apoyándose sobre el hombro de Aurora.

Hiroshi lideraba el grupo, seguido por los restos del ejército, rumbo al campamento del demonio. Al llegar, observaron cómo ambos ejércitos, el de Arcadia y el de Etharia, rodeaban el campamento del demonio, un lugar desértico sin nada alrededor más que arena y tierra.

Todos estaban preparados y listos para atacar, observando cómo el demonio salía de su campamento. Era una figura imponente, con un aura tan tenebrosa que parecía desintegrar la vida a su paso. Si pisara un lugar lleno de árboles, flores y césped, todo se marchitaría instantáneamente. Sus ojos rojos brillaban con una malicia intensa, y una mirada suya parecía capaz de matar.

El demonio tenía dos cuernos enormes que se curvaban hacia atrás, y su rostro estaba cubierto por una armadura negra y plateada que reflejaba una luz siniestra. Alrededor de su cintura colgaban cabezas diminutas, usadas como una macabra correa. Su armadura estaba tallada con intrincados diseños y runas irreconocibles, añadiendo un aire de misterio y peligro.

En su mano derecha sostenía una katana única. La funda de la katana era negra, adornada con símbolos y insignias que parecían pulsar con una energía oscura. El demonio era gigantesco, su tamaño y presencia intimidaban a todos los que lo miraban.

—¿Les parece justo pelear contra un ejército de solo veinte demonios? ¡Eso es de cobardes! ¡No conocen lo que es pelear justamente...!—gritó el demonio mientras desenvainaba su katana, cuyo filo parecía devorar la luz a su alrededor.

—Humanos arrogantes... y maleducados, dejando a alguien hablando solo—murmuró con desprecio, su voz resonando como un trueno.

El demonio cerró los ojos por unos segundos, sintiendo las vibraciones de las pisadas de los caballos que corrían hacia él y escuchando los gritos de los soldados. Al abrir los ojos, su mirada se llenó de una oscura determinación mientras daba la orden de liquidar a todos.

Su ejército, que hasta ese momento había estado agachado con una rodilla en el suelo y los ojos cerrados, abrió los ojos al escuchar la orden. En un instante, desaparecieron con una velocidad asombrosa, como sombras en la noche, listos para cumplir con la brutal orden.

Diez demonios se dirigieron hacia cada ejército humano, sus movimientos casi imperceptibles, murmurando entre sí que eso sería suficiente para acabar con sus adversarios.