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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Real
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58

                        Daisy

Dos días después:

Estuve descansando esos dos días, John no me dejó salir ni a la esquina. Mandó a Alfred a comprar mi ropa y ha estado actuando extraño desde ese día. No creo que sepa nada del embarazo, o me hubiera dicho algo; quizá, me estuvo siguiendo y por eso dio con el hospital. Tenía muchas teorías, pero no sé cual sea la correcta. ¿Ahora qué importa? Al menos, se ha portado mejor conmigo.

Hoy hablé con John sobre regresar a la universidad, no quería seguir faltando.

—Que tengas un buen día.

—Eso es raro de ti, John.

—¿No puedo desearte un buen día?

—No me trates tan bien, porque me confundes y duele.

—De acuerdo, espero que tengas el peor día de tu vida. ¿Mejor?

—No, tampoco así— John sonrió.

—Puedes estar cerca de Kwan si quieres— debe estar haciéndolo para probarme.

—No, no quiero malentendidos.

—Puedes hacerlo, luego que no pases la línea de amistad.

—¿Eso qué significa?

—Que no olvides nuestro acuerdo. Si en algún momento lo olvidas, mírate los senos— sonrió.

—Por eso lo hiciste ahí, ¿Verdad?

—Claro, y para que mi punto de vista mientras esté arriba de ti, sea más llamativo.

—Eres un descarado, ya me voy.

—Ten un mal día, mocosa.

—De seguro lo tendré. Gracias, John — sonreí, y me bajé del auto. Mi corazoncito estaba a punto de salirse de mi pecho. Dice esas cosas tan desprevenidamente, que es imposible no ilusionarse. Debo acostumbrarme para que no sea tan incómodo.

Estuve toda la mañana estudiando, y al mediodía fui al mismo lugar de siempre. Al ver que Kwan estaba ahí, quise dar la vuelta e irme.

—Espera, panterita. No tienes que evitarme de esa forma, eso lastima mi corazoncito.

—Perdóname, no es mi intención hacerlo.

—Creí que te quedarías a descansar más tiempo, se supone que estés descansando.

—No puedo seguir faltando.

—Si, pero tu salud es primero.

—Me siento mejor de salud. Es mejor evitar malos entendidos y alejarnos. Arreglé mis diferencias con John y no quiero que ocurra otra vez algo malo. Espero puedas entenderlo y no te molestes, sé que tienes rivalidades con él, y lo más probable te enojes conmigo por esto, pero es mejor dejar las cosas hasta aquí. Realmente la pasé bien contigo durante ese tiempo, eres una gran persona, me subiste el ánimo, e incluso me ayudaste ese día que me desmayé. Te agradezco todo eso, sé que somos de bandos contrarios, pero no me gustaría que fuéramos enemigos.

—¿Crees que podría ver a mi panterita como enemigo? Realmente no me conoces. No puedo forzarte a que me sigas hablando y eso, pero ¿puedo pedirte que al menos nos encontremos a esta hora aquí? Si John se entera, prometo que voy abogar por ti y él me escuchará.

—¿Crees que él va a escucharte? — reí.

—Más de lo que crees, sé porqué te lo digo — me hizo un guiño—. No haré nada malo, pero se sentiría muy extraño no verte cuando me acostumbraste a eso, además puedo cuidarte de que ningún hombre malo trate de hacerte algo.

—Yo que creí que eras el malo—Kwan sonrió.

—Soy un hombre bueno. En mi otra vida fui un ángel, lastima que me devolvieron.

—No lo dudo— reí.

Inesperadamente se acercó y robó mis labios por un pequeño segundo, quedé petrificada sin saber qué hacer. Me puse nerviosa luego de ese acercamiento, sus labios eran muy suaves. Cuando reaccioné de ese trance, le di una bofetada. Él no trató de evitarla. No pensé que se atrevería a algo así. Kwan llevó su pulgar a sus labios.

—No me odies, ese será un pequeño secreto entre los dos. Debía hacerlo antes que te convirtieras en la mujer de Alma. Siento mucho haberte robado ese pequeño beso, pero hace tiempo moría de ganas por probar esos dulces labios. No hubiera sido justo entregarle todo a ese imbécil.

—¡Me acabas de poner en una situación difícil otra vez! — le grité molesta.

—No, no es cierto. Yo no diré nada sobre esto, y en este lugar nadie pudo haber visto nada.

—Es mi conciencia la que no me dejará tranquila. Yo no quería esto, ¿Por qué lo hiciste?

—Creí que te lo había dejado claro, pero parece que no. Me gustas, panterita. Tengo claro que quien te gusta es John, pero que se le puede hacer. Ya te había retenido en mi mente desde el primer instante que te vi. Luego te fui conociendo y pues más me gustaste. Supongo que uno no escoge con quién sentir las cosas, pero estoy orgulloso de que haya sido con alguien como tú, y no con una zorra de la calle. Solo te puedo desear que seas feliz al lado de ese idiota, y que pueda al menos por una vez en su vida, tratarte bien. Que te valore y deje de ser un cobarde. Si te hace algo malo, no dudes en buscarme, estaré siempre aquí que me necesites y sin pedirte nada a cambio; lo único que te pido es que te cuides. No me gustaría que nada malo te pasara, y al lado de John, todo puede pasar. Y no te sientas mal por eso que ocurrió, si alguien tiene la culpa soy yo. Hagamos de cuenta que aquí no sucedió nada — me despeinó y sonrió—. Ahora ve a la clase, no quiero que llegues tarde.

—Lo siento mucho, Kwan, realmente lo siento.

—No te preocupes por nada, ve —sonrió, y bajé la cabeza.

Salí de la azotea y lo dejé solo, ahora me sentía el doble de mal. No dudo que sea alguien bueno, pero nadie manda en el corazón. Ya el mío tiene dueño, aunque ese dueño no lo quiera.

                      Kwan

—Así que así se siente estar en las nubes y caer de golpe, ¿Eh? Valió la pena cada maldito segundo.