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Un héroe de otra época

Perseo es un hijo de Poseidón que no sabe que lo es hasta que la guerra está por llegar a Esparta. Su padre idea un plan para salvarlo de lo inevitable y preservarlo para el cumplimiento de la profecía. El corazón del héroe se queda prendado de una joven inmortal que vivirá para verlo convertirse en el héroe que salvara al Olimpo. ¿Podrán finalmente desafiar a la muerte?

EscritorDeFics · Filme
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Hogar, dulce hogar

ZOE

Lentamente abrí mis ojos rememorando los acontecimientos de la noche anterior, y pensando en la suerte que tengo de haberme encontrado con alguien como Perseo… estoy seguro que cualquier otro se hubiera aprovechado de la situación para intentar algo… pero él me había respeta demasiado como para intentar siquiera abrazarme. Y eso me gusto… y mucho. No sabía cómo describir lo que se estaba gestando en mi interior, tal vez solo era admiración por la persona que me salvo de algo tan aterrador que no quiero ni nombrarlo.

Pensé que aún me encontraba recostada en el pecho de Perseo cuando empecé a mover mi mano y toparme con algo frio y demasiado duro como para ser el pecho de Perseo: Su escudo. Abrí mis ojos finalmente… el sol aún no había salido del todo, apenas estaban asomando los primeros destellos de luz. Busque con la mirada para todos lados… las brasas estaban por apagarse y solo el humo del fuego muerto me acompañaban. Pero él no estaba por ningún lugar, tampoco estaba su alforja ni el odre de agua… Él no se iría… no… el no haría eso… no después de anoche… de haberla pasado tan bien.

—¡Hey! Despertaste —salte de mi lugar asustada por la voz de Perseo. Quien me sonreía mientras dejaba el odre y un par de frutos en su aljaba.

—Dioses Perseo me has asustado —estaba estática mientras lo observaba que continuaba con sus funciones.

—¿Me extrañaste? —lo dijo con tanta naturalidad que no se dio cuenta del efecto de sus palabras, baje mi cabeza con las mejillas que me ardían y mis manos transpiraban… no sabía que responder a eso.

—Yo pensé que te había ido —dije casi con vergüenza de que pensara que aun desconfió de su honestidad.

—¿Porque haría algo asi? —pregunto un poco confundido y diría yo hasta herido. ¿Sera que puedo decir algo que no provoque algo asi en él?

—No se… no vi tu alforja… ni el odre… supongo que me asuste… es tonto —escupí todo lo que tenía dentro con un suspiro derrotado, realmente era tonto pensar que pudiera dejarme a la deriva.

—Está bien… Zoe yo… —dejó de cortar las frutas por un momento y se quedó inclinado sobre una rodilla pensativo. Pensamientos indescifrables pasaban por su mente haciendo que sus expresiones cambiaran a cada instante.

—Perdón… —susurre pensando que no podría oírme, pero si lo hizo.

—No… no… yo entiendo… es solo que yo no haría nada para lastimarte —me sonrió un poco, pero no demasiado como yo esperaba que lo hiciera por decir algo tan gentil como eso.

—Lo sé… pero ahora que sé que no estoy sola… tengo miedo de que no dure —el destino jugaba conmigo para no dejar que nada en mi vida durara o suficiente como para disfrutarlo.

—Zoe… yo soy un soldado… y como tal tengo una obligación… lo sabes —cuando dijo la palabra obligación se me vino a la cabeza lo que me hablo sobre que los persas querían invadir las ciudades griegas. Significaba que Esparta estaba entre ellas y que él tendría que pelear, y que por consiguiente podría morir… y yo… yo no sé qué haría si eso sucediera.

—Lo se… y eso me da miedo —le confesé que no podría pensar siquiera en la idea de que sus obligaciones me separaran de él.

—Pero puedo prometerte que estaré contigo —había algo escondido en sus palabras que no podía leer… una inseguridad… algo que tal vez no quería decirme.

—Gracias por cuidar de mi —le sonreí a medias, mientras el no supo que decir… solamente agarro el odre de agua.

—Traje agua fresca para que te laves —me lo entrego para poder seguir picando las frutas.

—Gracias… mi cabello esta tan sucio que no puedo ni pasar mis manos sin enredarlo —mi cabello estaba hecho un desastre, con el viento del día de ayer estaba tan lleno de tierra y otras cosas… necesitaba un lavado.

—Ven… yo te ayudo —dejó de picar frutas y se acercó a mi sacando su capa y colgándosela en la espalda.

—No es necesario —me puse nerviosa, no sabía que pensar que él me lavara el cabello, quiero decir es todo un detalle… pero dioses esta tan sucio que no querrá volver a hacerlo.

—Tonterías… dije que cuidaría de ti, asi que eso incluye un lavado de cabello —sacudió las manos mientras me arrastraba hacia una roca, después me recostó sobre ella y mi cabeza quedaba al aire para que el pudiera lavarme.

—¿Estás seguro? —pregunte casi como último recurso.

—Claro… a menos que no quieras —se detuvo de repente y se alejó un poco, supongo que pensó que me estaba presionando

—¡No!… ¡no!… ¡está bien!… es solo que nunca nadie me lavo el cabello —supongo que mi repentina ansiedad le devolvió las ganas de ayudarme, asi que se acercó y empezó a verter agua en mi cabeza.

—Bueno siempre hay una primera vez para todo —dijo mientras con una mano masajeaba mi cabello y lo iba peinando suavemente. El agua estaba un poco fría, pero no importaba, la sensación de ser atendida y cuidada bien lo valía.

—¿Me dejaras preparar el desayuno? —me levante de golpe y le pregunte para ver si por fin podría dejarme hacer algo más que verlo haciendo las cosas.

—Ya hablamos de eso asi que mejor siéntate para que pueda hacer mi trabajo —volví a sentarme y me recosté en la roca para que pudiera hacer su trabajo nuevamente.

—Malo… —susurre con gracia. Cuando menos lo pensaba sentí que me tiro un poco agua en la cara, cuando lo vi estaba sonriendo como un niño. Quiero decir aún tiene 22 años… está más cerca de ser niño que de ser un hombre. —¡Perseo! —le regañe, pero no podía enojarme con él, estaba siendo tan gentil y ahora sonreía un poco más que cuando le conocí.

—Eso te pasa por hablar demasiado… mejor cierra la boca o puede entrarte agua nuevamente —continúo haciéndome masaje en la cabeza, mientras el agua corría por mi cabello, hasta que finalmente el agua del odre se terminó. Tomo su capa y empezó a secar mi cabello con delicadeza, yo solo suspiraba, me había relajado demasiado como para seguir durmiendo.

—Me vengare —le susurre mientras empezaba a levantarme.

—Estoy seguro que lo harás —me respondió con una sonrisa, mientras yo me acomodaba el cabello para que cuando se terminara de secar estuviera arreglado.

—Gracias… —no sabía de qué otra forma darle gracias, no me dejaba hacer nada mediante el cual pudiera expresarle mi gratitud.

—No hay porque… estoy seguro que no será la última vez —sus palabras sonaban como si estuviera ansioso por hacerlo nuevamente. Me hizo sonreír. Tal vez Perseo no era un chico muy comunicativo o demasiado inteligente para saber expresarse… pero en medio de sus palabras había un mensaje que estoy empezando a saber leer.

—Espero que no —le respondí con una sonrisa radiante, la cual me respondió rápidamente, empezamos a caminar de vuelta a donde estaba la fogata apagada y la fruta a medio cortar.

—Pero ¿qué hay de ti? —lo detuve para darme cuenta que él se veía muy aseado, tal vez tomo un baño cuando fue a buscar el agua y las frutas.

—¿Que pasa conmigo? —se miró a si mismo tratando de encontrar algo extraño.

—Tu cabello… veo que lo lavaste —le dije arreglando un mecho de cabello que se había volcado sobre uno de sus ojos.

—Hijo de Poseidón… es más sencillo tratar con el agua… aunque aún no sé exactamente qué cosas puedo hacer, solo sé que se me da bien el esgrima —su voz sonaba como un poco decepcionada de no saber exactamente quién era… yo sabía de otros hijos de Poseidón que tenían control sobre el agua, pero seguramente por ser reciente su descubrimiento no conocía sobre eso… y es mejor por ahora… una vez que conoces esas cosas tu olor semidiós se hace más fuerte y por ende los monstruos empiezan a perseguirte.

—Estoy seguro que iras descubriendo nuevas cosas —tomé su mano y empecé a caminar, me moría de hambre asi que no quería esperar más para comerme esa fruta.

—Eso espero —respondió con alegría mientras apretaba mi mano con suavidad.

Lo bueno de este viaje fue que duro 15 días… caminamos mucho, tanto que me dolían los pies, pero finalmente estábamos en campos dorados cerca de Esparta. Fueron 15 días en los cuales pude conocer más de cerca quien era este soldado llamado Perseo, conocí sus aficiones y las cosas que le disgustaban. No podía tolerar la traición. Y grandemente leal, al punto de arriesgar su propia vida en nombre de esa lealtad.

Sus atenciones para conmigo fueron en aumento, me permitía dormir todas las noches apoyado en su pecho, me preparaba todas las comidas y hasta me llevo en sus espaldas cuando no me sentía demasiado cansada para caminar y no había un lugar donde descansar. Tuvimos la oportunidad de pasar un tiempo agradable ya que conocí varios lugares interesantes de camino a casa, como era un santuario de Artemisa. Me conto un poco de cómo había llegado a conocer a la diosa doncella y su caza y de que no eran nada de lo que la gente decía que fueran. Que tenían un motivo más que suficiente para ser como eran y que él era uno de los que no hablarían en contra de la diosa y su caza. Le enseñé a Perseo a ofrecer ofrenda a los dioses cada vez que comíamos, al comienzo no entendí demasiado porque era necesario, pero lo hizo solo para no darme la contra o para verme feliz. Ofrecía su ofrenda a su padre y a la diosa Artemisa quienes habían ayudado en su viaje. Cuando finalmente estábamos a unos metros de casa ya no eran más los campos dorados de espigas de trigo, sino más bien eran campos verdes con ovejas pastando. Se acercó un joven a lo lejos saludando con la mano.

—¡Señor Perseo! ¡Señor Perseo! —parecía no mucho mayor de 16 años… prácticamente era un niño.

—Oh dioses —gimoteó Perseo mientras el muchacho se acercaba a paso acelerado.

—¿Quién es? —le pregunte con curiosidad, mientras Perseo se frotaba con humor la sien con los dedos.

—Él cuida mi casa cuando no estoy… que es casi siempre… solo vengo cuando estoy de descanso —era algo asi como un criado? O tal vez solo lo hacía porque el niño no tenía a donde ir, lo cual tenía sentido por el carácter compasivo de Perseo.

—¿Vive aquí? —si él vive aquí tal vez no haya espacio para mí y seré una molestia, no me gustaría dejar al niño sin un lugar para dormir.

—Si… pero hay espacio para ti asi que no hay de qué preocuparse —me quede más tranquila no iba a incomodar a nadie, mientras el niño termino de acercarse.

—Señor Perseo —dijo con una pequeña reverencia, como si Perseo fue un dios o algo asi, me hizo sonreír la cara de indignación de Perseo.

—Eneas… ya te dije, solo Perseo —le explicó con voz cansada, estoy seguro que no era la primera vez que le decía que solo debía llamarlo Perseo.

—Lo siento señor —Perseo le dio una cara de advertencia que hizo que el niño sonriera pícaramente.

—Eneas —su nombre sonaba tan pesado que al niño se le borro la sonrisa.

—Perseo —dijo solemnemente como si estuviera diciendo algo prohibido.

—Asi está mejor —le sonrió y el niño recupero el aliento. Luego dirigió su mirada hacia mí.

—¿Quién es esta bella dama? —dijo con un tono marcial que lo haría pasar por un joven que quiere impresionar a una chica. Pero a mí no me importo demasiado.

—Ella es Zoe y se quedara con nosotros —dijo señalándome y dándome una sonrisa. Me entusiasmaba la idea de que hay más personas a las cuales voy a conocer.

—¿Es tu novia Perseo? —pregunto susurrando, pero fue claramente audible para mí. La sonrisa de Perseo se disolvió y su rostro se puso pálido. Empezó a balbucear terriblemente. Era demasiado vergonzoso para él.

—¿Qu…e…e!? ¡No… no!… es mi amiga —ni siquiera me miro cuando dijo que era su amiga, no quería hacerlo sentir incomodo, pero aún no habíamos determinado que clase de relación teníamos. Éramos amigos… pero habíamos llegado a ser tan cercanos que era difícil poner alguna clase de título a la relación que teníamos.

—Oh, disculpé usted señorita —hizo una reverencia y yo le respondí el gesto.

—Mucho gusto Eneas —le sonreí para que pudiera pasar la pequeña escena vergonzosa para Perseo.

—Ahora vamos… antes de que empiece a coquetear contigo —me dijo tomando mi mano y dirigiéndome a una cabaña que se veía en el punto alto de la colina. Me acerque un poco y le hable al oído.

—¿Eso te molestaría? —se estremeció y fue tan notorio que la pregunta no se la esperaba.

—¡Que!? ¡Si! ¡No! claro… digo... si tú quieres que coquetee contigo no habría problema —Si le molestaría? ¿Significa que no quiere que nadie coquetee conmigo? Su mejillas por primera vez se habían teñido de un rojo tan simpático que parecía un niño emocionado, pero para él era totalmente vergonzoso porque soltó mi mano y empezó a caminar.

—Tonto… —susurre un poco decepcionada de su inmadura reacción, solo intentaba ser graciosa y él lo tomo tan enserio que su semblante empezó a cambiar a algo un poco más serio de lo acostumbrado.

—Vamos —dijo con seriedad. Me acerque y puse mi brazo alrededor del suyo a pesar de que el no quisiera tomar mi mano ahora.

—No me interesa el coqueteo de los extraños —le dije un poco enfadada, no podía creer que yo caería en la trampa del coqueteo. Su rostro se volvió un poco confundido.

—¿Qué quieres decir? —me pregunto intentando desviarme la conversación. Lo notaba un poco tenso, como si la pregunta hubiera removido mil pensamientos dentro de él.

—No tenías que enfadarte —su mirada decayó notablemente, mientras giro su cabeza hacia otro lado.

—No me enfade —dijo con sequedad cerrando los ojos con fuerza.

—¿Entonces porque soltaste mi mano? —le cuestioné, porque venía tan bien y el cambio de un momento a otro.

—Es un poco más difícil —su voz sonaba frágil mientras caminábamos, no me miraba.

—Explícame —le pedí con dulzura.

—No entenderías —me respondió con algo de aspereza negando con la cabeza.

—¿Cómo lo sabes…?" me estaba tratando como una niña de 4 años.

—Solo lo sé —dijo con un tono de se terminó la conversación.

—Oh ¡está bien! —le respondí un poco molesta de que no hablara conmigo.

—¿Quién se enfadó ahora? —me dijo con un humor un poco apagado.

—Tonto —susurre solo para mis oídos.

—Vamos… que tengo hambre —dijo mientras terminamos de subir la colina y nos acercábamos a una pintoresca cabaña.

—Yo hare la cena —le puse un tono de que no quería más excusas.

—No hace falta… Eneas cocinara para nosotros, siempre lo hace cuando es mi primer día —Grrrr siempre tenía una manera para salirse con la suya.

—¿Porque vive aquí? Quiero decir, ¿no tiene familia?" tenía un poco de curiosidad por Eneas... porque trabajaba para Perseo. Era solo un niño.

—Él perdió a sus padres, casi a la misma vez que yo perdí a mi madre… mi padrastro lo acogió… yo me fui al ejército de manera definitiva asi que Eneas se encargó de las ovejas… cuando mi padrastro murió decidí que Eneas siguiera haciéndose cargo —yo sabía que Perseo tenía un corazón muy grande como para echarlo a la calle, su padrastro y su madre lo criaron para ser un hombre de verdad.

—Fue muy noble de tu parte —lance un halago para ver como lo asimilaba, no era muy bueno para recibir crédito por sus acciones.

—Solo hice lo correcto. En primera instancia pensaba vender las tierras para ya no tener que hacerme cargo, pero Eneas prácticamente ha vivido toda su vida aquí… y cuando pensé en eso decidí que mejor él se hiciera cargo, aquí tiene un techo, comida, trabajo y con el dinero que ganamos podemos ampliar los establos —Tomo una decisión correcta... Y se notaba que Eneas lo respetaba mucho.

—¿Y alguna vez has pensado establecerte? —de pronto quería saber si Perseo alguna vez quería formar una familia. Tal vez no ahora, pero en unos años.

—Lo he pensado, pero es un poco complicado hacerlo con una guerra en curso —La guerra... ese pensamiento me había quitado demasiadas sonrisas en el camino hasta aquí.

—¿Pero después de la guerra? —quería algo de esperanza.

—Seguro que si —dijo con una sonrisa reservada mirándome de reojo.

—Oh... —dije sonriendo mientras yo me frotaba las manos.

—¿Porque la pregunta? —se giró para verme después de todo el camino ni siquiera mirarme.

—Curiosidad —respondí mirando para otro lado. Finalmente, la casa estaba ante nosotros.

—¡Hemos llegado! —exclamó quitándose la alforja, el escudo y la espada de la espalda.

—Se ve bonita —observe con detenimiento cada detalle... era una cabaña de piedra con el techo no muy alto, pero si era amplia.

—Espera a que la veas por dentro —dijo mientras ponía la mano en la cerradura.

—No puedo esperar —la ansiedad me mataba por entrar por primera vez a una casa ajena.

—Hogar dulce hogar —pronuncio suspirando mientras abría la puerta para que yo entrara primero. Había una cabeza de ciervo colgada par que lo primero que se viera fuera el increíble animal colgado de la pared principal. Un pequeño hueco en el medio del salón principal, donde había una fogata a medio encender. Con un sistema para girar los alimentos… era algo extraño, pero no feo… solamente extraño. Una mesa con sus respectivas sillas… Armas colgadas en una de las paredes, desde espadas hasta arcos y flechas.

—Qué bonita casa tienes Perseo —le dije sonriendo un poco, mientras aspiraba el olor particular de su vivienda. El olor indiscutible del mar…

—El crédito es totalmente para Eneas —supongo que el chico tiene cierta afición por la cacería desde que hay algunas cabezas de animales.

—¿Una fogata en el medio? Es extraño —dije señalando la fogata. Había espacio para sentarse en los adoquines que rodeaban la fogata.

—Si lo sé… pero a menudo es muy útil —su reflexión fue acertada, porque se me ocurrieron un sin número de escenarios donde una fogata dentro de casa podría ser útil.

—Ven te mostrare tu habitación —me hizo una seña para que lo siguiera a través de un pasadizo estrecho, pasamos una puerta y llegamos. No conocía la otra habitación, pero esta era grande. Una cama, una mesa, ventanas que dejaban entrar la luz del sol… cortinas… y una bañera….

—Es acogedora —suspire con alivio de que por fin podría tomar un baño…

—Es tuya —me empujo un poco para que entrara, el entro detrás mío y empezó a observar, tal vez en busca de algo que pudiera hacerme falta.

—Y tú ¿dónde dormirás? —de pronto me entro una necesidad de saber dónde dormiría él porque me había acostumbrado a estar cerca suyo… y no quería desprenderme de él tan rápidamente.

—No te preocupes, siempre hay lugar donde dormir —dijo con una sonrisa torcida en su rostro.

—¿Por qué? —no quería preguntar eso, pero simplemente salió. Quería saber… si Perseo tenía estas atenciones con todos o yo era especial… necesitaba saberlo ahora mismo.

—¿Porque qué? Su mirada era confusa, como si estuviera hablándole con acertijos.

—¿Porque tienes todas estas atenciones conmigo? —finalmente lo dije para luego morderme el labio tan fuerte que pensé que empezaría a sangrar.

—¿En serio Zoe? —su mirada era de dolor… un dolor extraño, como cuando alguien te rompe el corazón, sus ojos se pusieron vidriosos y un suspiro que podría hacer llorar a cualquiera se escuchó.

—Yo… —balbucee porque no sabía que decir… no sabía que pensar… no sabía que sentir…

—Perseo —en ese momento entro Eneas con un pequeño rollo entre las manos. Salvándome de mi torpeza y tal vez haciendo que Perseo estuviera más serio de lo normal.

—Eneas —Perseo se giró para encontrarse con Eneas cara a cara, no sé qué cara abra puesto Perseo, porque el rostro de Eneas se dibujó con una sonrisa amarga.

—Llego esto para ti —rápidamente se lo entrego en las manos. Perseo abrió rápidamente y le dio una leída rápida.

—Es del rey… discúlpame unos minutos —se retiró un poco y con detenimiento empezó a leer lo que decía.

—Claro —susurre, pero ni siquiera levanto la mirada para verme. Después de unos minutos se acercó a nosotros, durante todo este tiempo Eneas tenía la mirada perdida en Perseo, como si él ya supiera de qué trata esa carta.

—Eneas por favor prepara un baño para nuestra invitada hemos recorrido un largo camino —ordeno a Eneas con un tono enérgico que no había escuchado en él. Su mirada se endureció y sus ojos no tenían el mismo brillo saltón de los días pasados.

—¿Y usted señor?… digo… Perseo —Perseo dudo por un momento.

—Yo lo tomare más tarde… tengo que ir a ver a alguien —sus respuestas eran secas y con un tono plano que denotaba dureza.

—¿Estarás para la cena? —le pregunte suavemente, no quería exasperarlo sin motivo alguno.

—Claro… —respondió sin mirarme, me dolió… aunque tal vez yo le hizo doler un poco al insinuar que no sabía porque tenía tantas atenciones conmigo. No es que no sabía… pero yo quería que él me lo dijera… abiertamente…

—Eneas… muéstrale un poco de los alrededores —Eneas permanecía en el dintel de la puerta esperando por alguna otra orden de Perseo.

—Compré un nuevo caballo por si quieres montarlo —Perseo dudo por un momento, pero finalmente negó con la cabeza.

—No será necesario iré caminando —tal vez yo podría ir con él y hablar… aclarar todo este mal entendido.

—Pero acabamos de llegar —proteste un poco por su propio bien, necesitaba tanto o más descanso que yo porque él hasta me había llevado sobre sus espaldas durante largas horas.

—No voy demasiado lejos —se excusó monótonamente.

—Yo voy contigo…" dije de manera resuelta, pero el agito las manos de manera vehemente

—¡No!... digo… no… porque no quiero que te canses más… yo regresare pronto —su mirada se veía perdida, como si no estuviera en la conversación que estábamos teniendo, yo no quería forzar más porque tal vez todo terminaría en algo peor.

—Está bien —suspire derrotada, porque no podía lograr lo que quería.

—Vuelvo pronto —dijo despidiéndose de Eneas, sin siquiera girarse para verme.

—Te esperaré —susurre, para luego escuchar el sonido de la puerta principal. Eneas me miraba con algo entre la lastima y la preocupación.

—El señor Perseo jamás trajo a ninguna chica aquí… debes ser muy especial —tiene 22 años... y jamás trajo una chica? ¿Siendo tan atractivo y con un buen corazón? No podía entender a Perseo... No podía...

—No lo sé Eneas —estaba cansada, tal vez el viaje empezaba a asentarse en mi cuerpo, solo suspire pensando en que cosa podría haber hecho que Perseo cambiara tan radicalmente de estado de ánimo… quiero decir obviamente se perturbo un poco por que hice una pregunta tan tonta como porque tiene tantas atenciones conmigo.

—Nunca ha sido un hombre de muchas palabras —ni que lo diga… Si no fuera porque lo llene de preguntas durante el camino no sé si Perseo me hubiera contado algo de lo mucho que logre sacarle. Yo si le conté muchas cosas sobre mí, pero el prácticamente solo respondía a mis preguntas, no lo hacía por iniciativa propia.

—Lo se… es solo que —Eneas me miraba con cierta compasión, pero yo no necesitaba eso, necesitaba algo… un mapa para navegar en las aguas confusas de Perseo… pero no hay tal cosa…

—Su mejor forma de transmitir un mensaje es mediante actos… jamás me ha dicho que está feliz de que yo viva en su casa… pero su confianza para dejarme a cargo de todo es más valiosa que las palabras —por un momento pensé que esa sería la forma de leerlo… pero ahora no se… tal vez necesito algo un poco más radical. —Tal vez necesite leer las acciones señora —leer sus acciones… hizo tantas cosas que yo no sé si las habrá hecho por otras personas… por otras chicas… la sola idea me perturbaba la mente, pero no quería ir por ese camino de los celos innecesarios.

—Zoe… me llamo Zoe —empecé a comprender a Perseo que se fastidiaba porque Eneas no lo llamaba simplemente por su nombre. No quería que Eneas viera como una señora o algo asi, solamente era una huésped.

—Lo que sea que ese rollo diga no debe ser muy bueno… oí rumores de que los persas amenazaron a todas las ciudades griegas con guerra si no se rinden —¿guerra? No puede ser... Sabía que las cosas estaban mal entre griegos y persas... Pero los dioses protegerán a los griegos ¿o no?

—Tal vez eso lo tenga preocupado —respondí de manera automática, mi mente está divagando en Perseo... Que tan malas podían ser las noticias que le afectaron tanto.

—Será mejor que prepare la cena… traeré el agua para que pueda tomar un baño —hizo una pequeña reverencia la cual correspondí.

—Gracias Eneas —dije en tono tranquilo, pero por dentro mi mente seguía pensando en Perseo... La guerra... Perseo... La guerra... Perseo…