En una sala gigantesca varios Cardenales de la Iglesia del Tiempo y el Espacio estaban reunidos.
Esta reunión tenía un objetivo y una razón.
"El profeta mencionó dos profecías. Se trata de la aparición del undécimo y duodécimo portal abismal." Informó el Cardenal Egner y observando a los demás cardenales, miró a los principales y anunció. "Según el informe preliminar, el profeta tuvo la profecía de los lugares que aparecería y de la persona que entraría."
El Profeta tuvo dos visiones de dos portales que tras el análisis de los detalles mencionaron que se trataba de portales que aparecerían en Inglaterra y China.
Era agradable saber en dónde aparecería los portales, ya que de ese modo podrían prepararse con anterioridad y evitar que el Portal Abismal causara daños a los alrededores.
Tampoco se sorprendieron de que aparecieran otros portales, ya que para muchos la enseñanza era desconocida.
El tema de esta reunión era la persona que apareció.
"En ambos portales, Aurora Campbell es quien entra…" Dijo Egner sin ocultar la rareza en su voz.
La quinta y sexta profecía que se trataba de los lugares en donde aparecerían los portales estaba la misma persona que apareció en todas las otras profecías.
La única constante en todas las profecías era la aparición innegable de Aurora.
No se trataba de certeza, ya que las profecías podían desviarse y terminaban siendo muy diferente, pero, aun así, ella estaba apareciendo en cada profecía.
Las primeras veces podían decir que era coincidencia y en algunas ella estaba involucrada directamente, pero en este punto era imposible seguir asumiendo que era coincidencia.
"¿Por qué está ocurriendo esto? ¿El Profeta la ve a ella? ¿Es por qué fue la primera persona a la cual se acercó abiertamente?" Cuestionó un cardenal con seriedad.
Era una pregunta que mostraba la razón de la reunión… Lo incomprensible que fuera la misma persona que aparecía en todas las profecías.
Y tal pregunta desencadenó a los demás cardenales.
"Lo haces ver como si es por culpa del profeta. ¿Y qué tal si nuestro Señor lo quiere de esa forma?" Dijo otro cardenal y gruñendo, exclamó. "No importa cuánto digan que nuestro Señor es incapaz de ver el futuro. ¡Él es el tiempo!"
"¿Insinúas que ella tiene alguna importancia para nuestro Señor?" Dudó otro cardenal.
"Su madre es la Luz de Plata y su padre el Gigante de Acero. Es normal que ella tenga importancia." Afirmó un cardenal.
"No tiene sentido. Si nuestro Señor le importara Antón y Agatha tendría profecías de ellos. ¡Aquí hay un asunto más profundo!" Intervino un cardenal.
"Aurora Campbell es la Protectora de Zerzura. La niña que con su hermana levantó una ciudad en medio de África. Ella es lo suficiente prestigiosa como para aparecer en las profecías." Anunció uno de los cardenales africanos.
"¿Y por qué no aparece su hermana? ¿Por qué siempre es ella? Es imposible confundir a Aurora Campbell en las profecías. Ella no es una variable, es un hecho." Refutó uno de los cardenales.
"Un hecho que nunca se cumple. Ni siquiera ha entrado en todos los portales que la profecía menciona." Negó un cardenal.
"Y aun así ella está en las profecías. Llámalo posibilidad o no, ¡ella está presente!".
La discusión comenzó con furor provocando que los cardenales se gritaran entre ellos.
En este lugar se reunieron cardenales de todas partes del mundo que pertenecían a la Iglesia del Tiempo y el Espacio.
Estos cardenales obtuvieron sus puestos y títulos porque eran una parte fundamental de la iglesia y se encargaban de diversos asuntos desde administrativos como militares o económicos y diplomáticos.
Había algunos que no eran fuertes y que alcanzaron esta posición por su excelente trabajo y, por ende, hasta estaban presentes individuos que no eran tan creyentes.
Al final la discusión se volvió más acalorada preguntándose sobre la razón de que Aurora Campbell apareciera en tantas profecías.
Este tema había permanecido en silencio y únicamente sucedían rumores alrededor, siendo siempre un tema del que no se hablaba abiertamente.
Sin embargo, con seis profecías sobre la misma persona era innegable que ya no era una coincidencia.
¿Cuál era la razón? Nadie la sabia no importa cuanta teoría tuvieran no eran capaces de obtener una respuesta certera.
"Por favor. ¡Silencio!" Ordenó el Cardenal Egner y al obtener el silencio que buscaba, anunció. "Independientemente de la razón hay un hecho innegable. Y ese es que Aurora Campbell es el foco de atención de nuestro Señor."
Incluso aquellos cardenales que estaban en desacuerdo no pudieron negar ese hecho.
Seis profecías sobre la misma persona ya no podían ser tratados como una coincidencia y decir que Aurora Campbell tenía la atención del Dios del Tiempo y el Espacio no pareció tan descabellado.
"¿Qué tal si ella tiene más que solo 'atención'?" Dudó un cardenal y dando una expresión solemne, cuestionó. "Él nunca ha tenido profecías sobre la tierra. Al menos nunca fueron dadas a ninguno de nosotros. Sin embargo, ahora suceden profecías y si bien puede que sean posibilidades, ella está presente en todas. ¿Cuál es la razón?"
La sala quedó en silencio y los cardenales se observaron entre ellos y luego miraron a aquellos de mayor autoridad.
La Cardenal Brousseau conocida por ser una de las fundadoras y la Cardenal Najjar, uno de los rangos SS de la iglesia.
El Cardenal que habló dio una idea que algunos estaban teniendo en su mente.
El Primordial del Tiempo y el Espacio jamás había dado una profecía sobre la tierra y si bien se podía decir que el profeta era capaz de ver posibilidades del futuro, el asunto era que en todas esas posibilidades estaba una persona como un hecho invariable.
¿Cuál era la razón?
"¿Qué tratas de decir?" Preguntó el Cardenal Egner dando una expresión llena de seriedad.
"Hay algunos que dicen que el tiempo está obsesionado con ella. Otros más conocedores pueden apuntar a sus padres." Intervino el cardenal de áfrica y sin ocultar la seriedad, anunció. "Yo creo que ella está destinada a algo grande. Ella fue la niña que a sus quince años levantó una ciudad en medio de África. Lo hizo con ayuda no hay duda, pero ha salvado miles de vidas, tal vez cientos."
Aunque no era lo mismo que estaba apuntando el cardenal que hizo la pregunta anterior, las palabras de ese cardenal provocaron cierta seriedad y todos volvieron a mirar a la Cardenal Brousseau que estaba en silencio.
Aurora Campbell era la hija de dos gigantes y fundadores de la iglesia que levantaron junto al Sumo Pontífice Abraham y la Cardenal Brousseau una gigantesca iglesia.
Sin embargo, aquellos que estaban relacionados con Zerzura, conocían que la causa de que la ciudad surgiera fue Aurora y Alice Campbell.
Quienes consiguieron la ayuda de sus padres y de la iglesia, trayendo a la Empresa Apicius y quienes rescataron a miles de personas.
Si ellas no hubieran decidido ayudar, entonces era probable que África siguiera siendo un continente arruinado y caótico.
"Crees que… ¿Ella es una Santa?" Dudó el Cardenal Egner mostrando seriedad.
Alguien guiada a cumplir un gran destino y 'bendecida' por los dioses para conseguirlo.
El Dios del Tiempo y el Espacio a diferencia de otros dioses no tenía 'Santos' al menos no que ellos supieran y menos en Terra nova en donde no había una iglesia propiamente dicha.
Lo más cercano a lo que apuntaba el cardenal africano era una santa.
"¿Cómo puedes llamar el milagro de dos niñas de quince años consiguiendo tales hazañas? Ambas son fuertes y de voluntad inquebrantable y como si fuera poco a los quince eran dos rangos S, que se enfrentaron a Señores de la Guerra." Dijo el cardenal africano y mostrando orgullo, anunció. "¡Ellas consiguieron un milagro!"
Aunque algunos de los presentes sabían que ese hombre estaba siendo subjetivo al ser un cardenal que se acercó demasiado a la ciudad Zerzura y a las influencias locales de ese lugar, nadie pudo negar que sus palabras tenían fuerza.
El surgimiento de Zerzura podía llamarse como un milagro y más cuando uno conocía lo caótico que había sido África durante ese tiempo.
Y…
*Boom*
La puerta gigante de la sala fue abierta por un viento que apartó la entrada y entonces una presión lentamente surgió llevando a que cada uno de los presentes sintiera cierta sutileza.
Como si un depredador estuviera llegando y aquellos que deseaban quejarse, se tragaron sus palabras al ver a una mujer joven caminando desde la entrada.
"¿De verdad estás insinuando que las acciones de mis hijas fueron gracias a Aión?" Cuestionó Agatha mientras caminaba y observando al cardenal africano, añadió. "Para ser alguien que las conoce bien. Deberías saber el esfuerzo que ha puesto"
"Yo no… Solo quise decir que ellas son quienes l…"
El cardenal fue silenciado con una mirada y Agatha volvió a caminar al frente de todos ellos asintiendo a la Cardenal Najjar y la Cardenal Brousseau en saludo.
"Te demoraste." Dijo la Cardenal Brousseau asintiendo en saludo.
"Esta reunión ha estado carcomiendo mis nervios. Me alegro de que usted esté aquí." Dijo la Cardenal Najjar sin ocultar la seriedad en su rostro.
El silencio se extendió por el lugar y los cardenales se dieron cuenta de que esta reunión no fue pedida por ellos, sino que por las cardenales de mayor importancia.
Y si bien ellos creyeron que era para hablar de las profecías y la persona, ahora se daban cuenta de que fue para que otros le ordenaran.
"Aión ni siquiera puede ver el futuro. Es un imbécil que esta…" Dijo Agatha tragándose las palabras que estuvieron por salir y molesta al no poder hablar como deseaba, anunció. "Ustedes están en esa posición no para preguntarse idioteces sin sentido. Están aquí para obedecer. ¡Y ahora van a cerrar su maldita boca!"
Una voz autoritaria que extendió una oleada de calor en un viento que agitó a los presentes y la luz plateada de los alrededores empezó a quemar los pilares.
Estaba enojada de que se reunieran para hablar de lo que estaba sucediendo.
"Este asunto es importante y necesitam…"
Agatha le dio una mirada al cardenal que estaba hablando y ese hombre se volvió pálido mientras sus ojos se llenaban de miedo por la presión.
"Por favor, Su Excelencia calme su ira." Intervino el Cardenal Egner en defensa de los presentes y observando a Agatha, pidió. "Únicamente queremos encontrar respuestas. Esta situación nos ha desconcertado."
La profecía era un asunto que varios individuos de alto rango sabían y si bien no se había revelado al público, eventualmente todos los sabrían.
Necesitaban respuesta a todas las preguntas que tenían y aunque no se trataba de un asunto que puso su fe en duda, fue desconcertante lo suficiente como para que la naturaleza humana se dejara llevar por la curiosidad.
"Ustedes no tienen que preguntar. ¿Me voy unos años y obtienen la confianza para dudar?" Preguntó Agatha y abriendo brazos, indagó. "¡¿Quieren cuestionar a un Primordial?!"
El espacio se distorsionó y las mesas desaparecieron junto a todos los elementos de arriba mientras que el espacio y los pilares se difuminaban en una ráfaga inexplicable.
Los cardenales de inmediato sintieron de la presencia cada vez más alta que venía de Agatha y el problema era que no eran capaces diferenciarla de Agatha o del Señor en quien creían.
Aun así, se arrodillaron ante la presión más cercana a encontrarse con una existencia divina.
Agatha hizo parecer que las dudas de los presentes y sus preguntas eran como cuestionar al mismo Dios del Tiempo y el Espacio, llevando a que todos tragaran con miedo.
Incluso el creyente menos fervoroso tuvo miedo.
"Su única obligación es administrar la iglesia. No hacer preguntas estúpidas." Anunció Agatha reduciendo la presión y estabilizando los efectos mágicos, entonces respirando en calma, añadió. "Y menos decir que mi hija está guiada por algún estúpido destino. Aión ni siquiera sabe que comerá mañana y ustedes montón de imbéciles se preguntan si tiene un destino planeado para alguien."
Esa voz indiferente al despreciar a Aión esta vez llevo más rencor y desprecio que estaba más cerca de lo personal, que de referirse a un Primordial.
Los cardenales ascendían a esta posición gracias a sus capacidades y esfuerzo, no a su fe y, por ende, ellos tenían una obligación laboral y no de adoración.
Podían dudar de Aión, insultarlo o quejarse, pero superaron un límite cuando decidieron involucrar no solo a un tercero, sino que alguien importante.
Por supuesto, el modo como Agatha trataba a Aión no fue tomada en cuenta por los más creyentes, conociendo que ella era despectiva.
"No se les ocurra involucrar a mi hija con esta iglesia de mierda. Ella no les debe nada ni a ustedes ni al idiota de Aión. Tampoco es una Santa ni la solución a los portales como ese estúpido profeta da a entender." Advirtió Agatha y en una calma mortal, ordenó. "Y cuiden sus palabras tanto dentro como fuera de la iglesia. Porque les juro que no perderán su trabajo, sino que la cabeza. Y créanme me he encargado de bastardos habladores."
Los presentes temblaron y si antes había miedo en este momento se convirtió en terror.
Si bien ellos eran capaces de cuestionar a Aión abiertamente, un asunto diferente era cuando se involucraban en asuntos que no debían y muchos de los habladores sufrían destinos peores que la muerte.
Aunque ocuparan sus puestos por trabajo, ellos representaban a la iglesia y por ende la voluntad de un Primordial y si iban en contra de esa voluntad, era normal que sufrieran las consecuencias.
Y aquellos que conocían a Agatha entenderían que ella no bromeaba y que era capaz de decir que Aión le pidió que los asesinara, saliendo indemne al final.
"¿Y qué debemos decir si preguntan los periodistas o nuestros creyentes?" Preguntó el Cardenal Egner, quien de vez en cuando se encargaba de recibir algunas personas influyentes.
¿Qué pasaba si aquellos que sabían sobre la profecía se acercaba a preguntar qué significaba Aurora Campbell para la iglesia?
"Diles la verdad… Que no tienen ni la menor idea y ella está relacionada con la iglesia porque trabaja en Zerzura y han cooperado antes." Respondió Agatha y observando a los presentes, aconsejó. "Cuiden de no hablar demasiado."
La mirada estaba dirigida al cardenal africano.
No tenían que hablar negativamente ni favorecerla y decir lo que sabían y no lo que ellos pensaban, ni mencionar nada de un milagro o que era alguna clase de elegida por Aión.
"Nos disculpamos. Lo tendremos en cuenta." Respondió el Cardenal Egner.
"Por supuesto que se disculpan, lo único que saben hacer es disculparse." Replicó Agatha mientras se retiraba.
Estaba molesta y salió del lugar tratando de calmar su ira.
Las dos profecías no mostraban que era lo que estaba al otro lado y solo revelaban los lugares en donde podría aparecer y a la vez a Aurora Campbell rodeada de oscuridad.
Sin revelar nada del interior.
A sus ojos debía eliminar la idea de que su hija era una Santa y detener a esos idiotas, antes de que se le ocurriera que su hija tenía obligaciones con la iglesia y la enviaran a encargarse de los portales.
El Profeta entregaba las visiones tal como las tenía y a la vez daba su análisis, siempre apuntando a que, si Aurora entraba, podría solucionar lo que fuera que estuviera del otro lugar.
Y había algunos idiotas que le creían.
Caminando a la sala, Agatha frunció el ceño al detenerse en el pasillo frente a la persona que la interceptó.
"¿No me digas que tú también tienes dudas? Sería el colmo para ser el Sumo Pontífice." Dijo Agatha observando al Sumo Pontífice Abraham y en un tono lleno de molestia, ordenó. "Si tienes duda pregúntale a él."
Conocido por ser quien se comunicaba con el Dios del Tiempo y el Espacio, el Sumo Pontífice Abraham era el principal fundador de la iglesia.
"Siempre tengo dudas. Me he acostumbrado a tomar mi rol. Justo como ahora." Respondió Abraham y observándola, anunció. "Lo sabes, Agatha. No puedes detener las creencias de las personas."
No podría detener las teorías ni las ideas que los creyentes tendrían una vez que escucharan sobre las profecías y la persona que estaba presente en esas teorías.
Hablarían y dirían miles de teorías, sobre la joven que tuvo múltiples hazañas desde que era una niña y sería aún más frenético, si alguien descubría que era la Primera Heroína.
Literalmente una niña que le gustaba salir con su espada para ayudar a las personas teniendo una fuerza comparada a algunos adultos.
"La iglesia negará todas esas teorías." Interrumpió Agatha sin ocultar la seriedad.
"Y la gente seguirá creyendo sin importar cuando sus creencias sean negadas." Respondió el Sumo Pontífice y observando con calma, añadió. "En este mundo en donde existe la necesidad, las personas buscan alguien que la llene."
Agatha lo observó con seriedad sin ocultar la molestia en sus ojos.
Estaba dando a entender que algunos podrían ver a su hija como aquella que podría llenar la necesidad o que sería la persona correcta para llenarla.
"Y los Cardenales tienen cierta razón en lo que han dicho." Agregó Abraham.
"¿Es así? ¿Y cómo lo has descubierto oh poderoso Pontífice?" Preguntó Agatha en un tono sarcástico y calmando su expresión, reveló. "No importa lo que otros piensen, sino lo que ella quiere. Y yo deseo que elija lo que desea hacer, no por presiones externas, sino que por su propia voluntad."
¿Qué estaba pensando su hija? No lo sabía, pero Agatha deseaba que ella eligiera, del mismo modo que escogió convertirse en una heroína hace tiempo o salvar a inocentes en áfrica.
Del mismo modo que ella eligió buscar la enseñanza.