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Uno. Ultimátum.

*|No sé porque sigues insistiendo en enviarle cartas a Billy por medio de Graham como si fuéramos niños, si yo quisiera hablar contigo ya lo hubiera hecho, ¿No? Tu ya tomaste tu decisión ¿Verdad? No puedes tener todo en esta vida.

¿Acaso no entiendes que somos enemigos mortales? ¿Te resulta tan complicado entenderlo? Mira, ya sé que estoy actuando como un idiota, pero es que no sé de qué otra forma puedas entender que no podemos ser amigos mientras te sigas juntando con esa pandilla de chupasangres.

Solo no insistas la paso peor cuando pienso en ti demasiado.|

Bueno, yo también te extraño. Mucho.

Aunque eso no cambia nada. Lo siento.

Jacob.*

Pasé los dedos por la palabras que había escrito y sentí las marcas donde había presionado con tanta fuerza el lápiz contra el papel que casi lo había roto. Podía imaginármelo mientras escribía con ira, rayando las palabras con brusquedad, me podía imaginar su frustración, sus cejas fruncidas, me hubiera echado a reír si estuviera ahí, le hubiera dicho que se le iba a quedar la cara así de tanto hacer muecas de enojo, o que el cerebro se le iba a quemar de tanto retener lo que quería decir.

Al leer la carta no me sorprendió la respuesta a mi nota que insistía en volver a ser amigos, la cual le había enviado por Billy a través de mi padre.

Me había sentido mal en cuanto termine de leer esa carta, Jacob se había convertido en un gran amigo. No quería hacerle daño como había dicho que le hacía con tan solo acordarse de mí. No entendía por qué no podía estar cerca de los dos, era Jacob o Edward, los Cullen o la manada. Ahora me tenían entre la espada y la pared y eso era algo con lo que no quiero lidiar en estos momentos.

Mientras reflexionaba sobre todo este asunto, sentí el olor inconfundible de que algo se quemaba en la cocina.

Rápidamente metí el papel en el cajón de mi mesita de noche y bajé a toda marcha las escaleras.

Del horno salía una cantidad considerable de humo negro, rápidamente apagué, abrí el horno y abrí las ventanas de la cocina.

—Lo siento solo me distraje un segundito. —dijo mi padre después de entrar corriendo a la cocina.

Tomé un guante para el horno y de el saque una bandeja que contenía algo que no supe identificar de lo quemado que estaba.

—Appa, ¿Qué intentabas cocinar? —le pregunte.

—Intentaba hacer algo de pollo con salsa y relleno con queso, así como lo hace tu Omma. —

—Eh… pues el pollo así ya no sirve. —dije.

—Si ya se, al menos tenemos más pollo. —suspiro y fue al refrigerador a sacar el pollo y el queso. —Al menos dime que la salsa si me salió bien. —

Tome una cuchara limpia y tome un poco de salsa para luego probarla, le faltaba un poco de sal y pimienta.

—Está bien, solo le falta un poco de sal y pimienta. —dije, para después agregarle la sal y la pimienta.

—Qué bueno. —sonrió.

—¿Por qué empezaste a cocinar en vez de pedir algo? —

—Oh, es que quería darle una sorpresa a tu Omma pero creo que no salió muy bien que digamos. —dijo algo avergonzado.

—Si quieres puedo seguirle yo. —le dije.

—Eso sería estupendo, no quiero arruinarlo otra vez. —

Comencé a rellenar las pechugas para después meterlas en el horno, miré el reloj para tomar el tiempo y no se quemarán como las otras.

Mi padre se había vuelto un poco estricto con los horarios, y era entendible después de todo había desaparecido tres días. Mi padre se había vuelto totalmente huraño con Edward, si antes no le caía tan bien por estar saliendo conmigo, ahora menos.

Saque las pechugas después de comprobar que estuvieran echas y las deje en la barra de la cocina. Sali de la cocina y fui a sentarme junto a mi padre en la sala.

Mire el reloj que estaba en la pared, faltaba menos de media hora para irme, ya que mi padre solo me dejaba ver a Edward de la siete a la nueve, siempre en mi casa y bajo la mirada severa de mi padre.

Las tardes era de lo más aburrido de mi día últimamente. Desde que mi antiguo mejor amigo había decidido ya no hablar más conmigo ya no tenía nada que hacer. También había decidido dejar temporalmente las clases de baile, ya que la academia estaba muy lejos de Forks y no me sentía a gusto yendo yo sola hasta allá, pero había podido conservar mi empleo en la tienda de los Newton.

Me quede en el sillón leyendo un libro mientras mi padre miraba las noticias en el periódico.

—Ese es el motivo por el cual la gente ahora prefiere la ciudades pequeñas. —dijo de repente mi padre.

Quite la mirada de mi libro para verlo.

Me enseño el encabezado era sobre el aumento del crimen en Seattle, que en las últimas semanas ha habido cinco homicidios sin resolver.

Ya no comento más sobre eso y pago el televisor para después voltear a verme.

—Elina, quiero hablar de algo contigo. —dijo serio.

Deje el libro a un lado y asentí para que comenzara.

a—Cariño, creo que ya es hora de que te levante el castigo…—

—{¿Tan rápido? Bueno no me quejo.} —pensé.

—…pero con una condición. —

—¿Y esa sería? —pregunte.

—Solo que no dejes a tus amigos de lado, solo eso. —

—Oh… eso no será problema. —dije y el me dio una sonrisa. —No es como si todo mi tiempo lo fuera pasar con Edward y los Cullen. —

—Me alegra mucho escuchar eso. —dijo para después ir a la cocina y traer un sobre grueso. —Oh y se me olvido decirte que tienes correo.

Mire el remitente, la carta venia de la universidad del Sureste de Alaska.

—Que rápidos creí que no había alcanzado a mandarla a tiempo. —le di la vuelta para abrirlo pero ya lo estaba.

—Appa, esto ya está abierto. —

—Si…es que me gano la curiosidad. —me dio una sonrisa inocente. —¡Que esperas ábrelo! —

La abrí y saqué la carta y un formulario con la lista de los cursos.

—¡Felicidades, cariño, tu primera aceptación! —

—Gracias, Appa. Oye ¿No sabes si a Eric ya le llego? —

—Si, ya le llego y si lo aceptaron en la universidad que quería en Nueva York. —

—Bueno, felicidades por él, yo todavía no sé a dónde ir. —

—No importa a la que vayas, mientras te guste y sepas que te enseñaran bien. —

Iba a comenzar a hablar cuando tres golpes me interrumpieron, haciendo que mi padre se pusiera serio y rodara los ojos.

Caminé hacia la puerta y la abrí. Ahí estaba el un poco mojado por la lluvia pero igual que siempre, igual a la primera vez que lo conocí.

Edward me tomo de la mano y entrelazo nuestros dedos, en el tiempo que había pasado ya habíamos comenzado con la etapa de estar agarrados de la mano, ya comenzaba a tener mi confianza otra vez pero no quería que él lo supiera todavía, quería que sufriera un poco más, en este tiempo que había pasado no había dejado que me besara o nada por el estilo.

Deje que pasara y cerrara la puerta detrás de él.

—Hola, ¿Cómo estuvo tu tarde? —pregunto.

—Sorpresiva. —

—Si, también la mía. —

Alzo mi muñeca hasta su rostro, con nuestras manos aun unidas. Cerro los ojos mientras aspiraba mi olor. Siempre me decía que le encantaba mi aroma, era como oler el mejor vino del mundo, según él. Ya no le molestaba en lo absoluto, bueno no como lo hacía al principio.

Oí como mi padre se acercaba con pasos fuertes, esa era su forma de expresar que no le agradaba la presencia de Edward.

Los ojos de Edward se abrieron de golpe y bajo nuestras manos rápidamente.

—Buenas tardes, señor Yorkie. —dijo Edward como siempre educado.

Mi padre lo miro con el ceño fruncido y podía jurar que lo oí gruñir un poco.

—Traje otro paquete de solicitudes. —me dijo Edward enseñándome un grueso sobre de papel manila y un grueso rollo de sellos.

—{¿Aún quedaban facultades a las que no me hubiera obligado a solicitar?} —pensé y lo mire mal.

—Wow, mis favoritos como supiste. —le dije con sarcasmo.

Sonrió.

—Todavía nos quedan algunas fechas abiertas, y hay ciertos lugares que estarían encantados de hacer excepciones. ¿Vamos? —dijo mientras me empujaba hacia la mesa.

Mi padre nos siguió.

Me senté mientras Edward acomodaba una pila bastante grande de solicitudes.

—Hablando de solicitudes de universidad, muchacho. —dijo mi padre con su tono más arisco, siempre tenía ese tono cuando hablaba con Edward. —Elina y yo estábamos hablando sobre el próximo año ¿Ya decidiste donde vas a continuar los estudios? —

Edward le sonrió y contesto amable:

—Todavía no. He recibido unas cuantas cartas de aceptación, pero aún estoy viendo mis opciones. —

—¿Dónde te han aceptado? —pregunto.

—Syracuse…Harvard…Dartmouth…y hoy me llego la de la Universidad del Sureste de Alaska. —

Edward giro disimuladamente el rostro hacia mí y me dio un guiño.

—¿Harvard? ¿Dartmouth? —mi padre no pudo ocultar su asombro. —Vaya, eso está muy bien, realmente muy bien, me imagino que consideraras las prestigiosas, ¿No? —

—Todavía no se en realidad cual considerar, señor. —

—Bueno…me voy a ver el partido, Elina. —dijo y salió de la habitación para ir a la sala.

Edward me dio un formulario que ya había rellenado con anterioridad.

—Creo que puedes reciclar el anterior para este. Tienen las mismas preguntas. —

Suspiré y comencé a rellenar uno de los formularios, cuando casi lo terminaba me di cuenta del nombre de la universidad.

—¿Enserio, Edward? ¿Dartmouth? —

—Si, creo que New Hampshire podría gustarte. Hay un montón de cursos complementarios para mí en la noche, y los bosques están apropiadamente cerca para un excursionista entusiasta, llenos de fauna. —

—Pero el clima no es... —dije.

—El clima no es ningún problema. —me interrumpe.

—¿Enserio? —pregunte no muy convencida.

—Solo rellena la solicitud, ¿Sí? Hacerlo no te causara ningún daño. —insistió.

—Pero ya me aceptaron en Alaska, no necesito hacer otra solicitud más. —dije e iba a tomar la solicitud para tirarla a la basura, pero él la tomo y la guardo en su chaqueta en un parpadeo.

—¿Qué haces? —

—Hago tu firma mucho mejor que tu misma y ya la rellenaste. —

—Si sabes que te estas pasando. —dije con el ceño fruncido. —Y por si no te quedo claro, ya no pienso hacer más solicitudes. Me aceptaron en Alaska y son muy feliz con eso. —

—Pero Elina…—dijo haciendo cara de perrito mojado.

—No voy a cambiar de opinión, Edward. —dije aventándole el periódico que estaba a un lado de mí.

Antes de que el periódico tocara su cara lo tomo con agilidad con una mano.

—Alaska será entonces. —dijo para después suspirar.

Después desvío la mirada hacia el periódico y lo abrió. Pude ver como su mirada se oscurecía y su mandíbula se apretaba.

—¿Qué? —pregunte preocupada.

Puso el periódico enfrente de mí y pude ver el encabezado de hace rato.

SE ELEVA EL NUMERO DE VICTIMAS MORTALES.

LA POLICÍA TEME LA IMPLICACIÓN DE BANDAS CRIMINALES.

—¿Qué con eso? —dije confundida.

—Uno de los nuestros lo hizo. Te sorprenderías cuan a menudo los de nuestra especie son los protagonistas de titulares como este. Hemos estado al pendiente de todo esto desde hace unas semanas, ahí están todos los signos: Las desapariciones inexplicables, siempre de noche, pocos cadáveres recuperados, falta de evidencia…si, un neófito. —

Edward vio que me empecé a poner nerviosa.

—Elina, cariño. —dijo y me tomo una mano. —Nunca voy a dejar que nadie te haga daño. Si es por protegerte viviremos en la Antártida. —dijo.

Solté una risita.

—Pingüinos. Me encantan…Entonces Alaska. —dije para cambiar de tema. —Como lo habíamos planeado, yendo a un lugar con osos en abundancia. —

—Mejor. También hay osos polares. Son muy fieros. Y también hay lobos. —dijo el.

Primero lo mire sorprendida y luego enojada por lo que había dicho.

—¿Qué tiene de malo? —pregunto confundido, pero luego reacciono. —Bueno olvídate de los lobos, si la idea no te gusta. —

—Obvio que no me va a gustar, Edward. Aunque a ti no te guste, él era mi mejor amigo. —

—Perdón, no debí haberlo sugerido. —dijo.

—No importa. —dije desganada y recargué mi cabeza sobre mi mano mientras no quitaba la mirada de la mesa.

Nos quedamos en silencio durante un momento, después sentí su dedo en mi barbilla para que lo mirara. Su expresión se había hecho más dulce.

—De verdad lo siento. —dijo.

—Lo sé, y sé que no es lo mismo. Pero justamente hace rato estaba pensando en Jacob. Mi padre dice que Jacob no lo está pasando muy bien. Esta muy dolido y es mi culpa. —

—Tu no hiciste nada malo, Elina. —

Suspire.

—Ya se pero me siento mal, porque el me apoyo en mi peor momento y ahora que él está pasando por lo mismo….—dije. —Además mi padre me levanto el castigo y pensaba ir a verlo. —

Su mirada se endureció.

—Ya sabes que no está a discusión que andes con licántropos sin protección, Elina. Y el tratado se rompería si alguno de nosotros atraviesa sus tierras. ¿Quieres que empecemos una guerra? —

—Obvio no, pero no es tan peligroso. Antes solía pasarme el día en La Push, con todos ellos y nunca me paso nada. —

—Los licántropos son inestables. Algunas veces la gente que está cerca de ellos resulta herida y otras veces muerta. —

Quería negar lo que decía pero la imagen de la cara de Emily apareció en mi mente.

—Tu no los conoces, ellos nunca me harían daño. —murmure.

—Los conozco mejor de lo que crees, Elina. Yo estuve aquí la última vez. —

—¿Ultima vez? —

—Llevamos setenta años cruzándonos con los hombres lobos. Nos acabamos de establecer cerca de Hoquiam. Fue antes de que llegaran Alice y Jasper. Los sobrepasábamos en número, pero eso nos los hubiera frenado a la hora de luchar si no fuera por Carlisle. Se las arreglo para convencer a Ephraim Black de que la coexistencia era posible, y por ese motivo hicimos el pacto. —

—{Ese es el nombre del tatarabuelo de Jacob.} —pensé.

—Creíamos que el linaje había muerto con Ephraim. —susurro, parecía que se lo decía a el mismo. —Que la mutación genética que le permitía transformarse había desaparecido con él, pero parece que tu mala suerte se acrecienta cada vez más. ¿Te das cuenta de que tu atracción por lo sobrenatural es tan fuerte como hacer aparecer una manada de caninos mutantes? —

Solté una carcajada.

—¿Qué es gracioso? —pregunto confundido.

—No quieras echarme la culpa a mí. —dije calmando mi risa. —¿Qué no te das cuenta? —

—¿Cuenta de que? —

—Yo no tengo nada que ver con eso. Los licántropos regresaron cuando lo hicieron los vampiros. —

Edward se paralizo y me miro para que continuara.

—Jacob me dijo que la presencia de tu familia fue lo que precipito todo. Creí que lo sabias…—

—¿Eso creen ellos? —

—Bueno, es bastante obvio, ¿No?, Solo piénsalo bien, vinieron hace setenta años y aparecieron los licántropos, vuelven ahora y aparecen de nuevo. —

—Esa teoría le va a parecer muy interesante a Carlisle. Aunque no cambie nada, la situación sigue igual. —

Suspire.

Eso traducido era: nada de amigos licántropos.

—Tienes que entenderme, Jacob fue mi mejor amigo, el me ayudo cuando más lo necesite y quiero devolverle el favor. No tienes ni la más mínima idea de lo mucho que me ayudo y apoyo en los momentos más difíciles. No puedo dejarlo como si todo este tiempo en donde tu no estabas hubiera desaparecido y nunca lo hubiera conocido. El hizo mucho por mí, Edward. —

Lo mire, tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada.

—Nunca me perdonare el haberte abandonado. —susurro. —Ni aunque viva cien años. —

—Yo lo hice. Se que lo hiciste porque creíste que era lo correcto, pero eso no quita que me haya dolido demasiado. —dije desviando la mirada.

—Si no me hubiera ido no tendrías la necesidad de arriesgar tu vida para consolar a un perro. —dijo dolido.

—Por favor no le digas así. —dije seria. —Y no importas lo que me digas voy a ver a Jacob. —

—Entonces te detendré. —

—Bueno, eso ya lo veremos. —