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Catorce. Mente versus cuerpo.

El auto iba a una velocidad prudente, y tenía que admitir que Edward manejaba bastante bien, aunque todavía me inquietaba que apenas miraba la carretera.

Había sintonizado en la radio una emisora de viejos éxitos y cantaba una canción que nunca había escuchado.

—¿Te gusta la música de los cincuenta? —

—En los cincuenta la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los setenta… ¡Buaj! —se estremeció. —Los ochenta fueron soportables. —

—¿Alguna vez vas a decirme cuando años tienes? —

—¿Importa mucho? —

—No, pero tengo curiosidad, es un misterio que me dejaría sin dormir. —

—Me pregunto si te perturbaría. —comentó para sí.

—Ponme a prueba. —

Suspiró, me miro a los ojos, después clavo sus ojos en el sol.

—Nací en Chicago en 1901. —no apartaba mi vista de él, lo cual hizo que esbozara una sonrisa y prosiguió. —Carlisle me encontró en un hospital en el verano de 1918. Tenía diecisiete años y me estaba muriendo de gripe española. —

Lo mire sorprendida.

—Yo…—hizo una pausa, parecía un poco desanimado. —No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se desvanecen. Pero recuerdo cómo me sentía cuando Carlisle me salvo. No es nada fácil ni algo que se pueda olvidar. —

—¿Y tus padres? —

—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con el caos de la epidemia, nadie se iba a dar cuenta de que yo había desaparecido. —

—¿Cómo te salvo? —

Se quedo unos segundos callado, parecía estar pensando bien que palabras decir.

—Fue difícil. No mucho de nosotros tenemos el autocontrol para lograrlo, pero Carlisle siempre fue el más humano y compasivo de nosotros. Dudo que pueda hallar otro igual a él en toda la historia. —hizo una pausa. —Para mí solo fue muy, muy doloroso. —

Supe que ya no quería hablar sobre ese tema, así que me guardé las preguntas que tenía.

—Actuó desde la soledad. Esa es, por lo general, la razón que hay detrás de cada elección. Fui el primer miembro de la familia. Aunque poco después encontró a Esme. Se cayo de un risco. La llevaron directamente a la morgue del hospital, aunque nadie sabe cómo, su corazón seguía latiendo. —

—¿Entonces te tienes que estar muriendo para convertirte en…? —

—No, es solo en el caso de Carlisle. Él nunca hubiera convertido a alguien que tuviera otra elección. Aunque según él, es más fácil si la sangre es débil. —

Mire a la carretera, luego me voltee mirando hacia él, de forma en que mi espalda quedo apoyada en la puerta del auto y subí mis piernas al asiento para estar más cómoda.

—¿Y cómo llegaron Emmett y Rosalie a la familia? —

—La siguiente fue Rosalie. Hasta mucho después comprendí que él tenía la esperanza de que ella fuera para mí lo que Esme es para él. Siempre tenía cuidado de pensar sobre mí. —rodo los ojos. — Pero yo siempre la vi como una hermana. Luego de dos años encontró a Emmett. Ella estaba cazando, en aquellos tiempos íbamos a los Apalaches, y se topó con un oso que estuvo a punto de matarlo. Lo llevo por ciento cincuenta kilómetros hasta Carlisle, porque ella sabía que no podría hacerlo. Hasta ahorita tomo en cuenta lo difícil que tubo que ser para ella. —

—Pero pudo, ¿No? —lo alenté a continuar con su historia.

—Si. —murmuro. —Rosalie vio algo en sus facciones que le dio fuerza, y están juntos desde entonces. A veces viven por separado de nosotros, como una pareja casada. Cuanto más jóvenes fingimos ser más tiempo podemos quedarnos en un lugar. Forks pareció perfecto, de ahí nos inscribimos en la escuela. —comenzó a reír. —Supongo que dentro de poco tendremos que ir a su boda, otra vez. —

—¿Y Alice y Jasper? —

—Son criaturas muy extrañas. Ambos desarrollaron una conciencia, como lo llamamos nosotros, sin ninguna influencia externa. Jasper permaneció a otra familia… una muy diferente. Se había deprimido y vagaba por su cuenta. Hasta que Alice lo encontró, ella está dotada de ciertos dones que van más allá de los propios de nuestra especie. —

—¿De verdad? ¿Y ella que puede hacer? —pregunte totalmente intrigada.

—Alice sabe otras cosas, las ve…Ve cosas que podrán suceder. Pero todo es muy subjetivo. El futuro no está grabado en piedra. Las cosas cambian. —

—¿Cómo que cosas? —

—Vio a Jasper y supo que la estaba buscando antes de que el la conociera. Vio a Carlisle y a la familia, ellos acudieron a nuestro encuentro. Es más sensible a los que no son humanos. Por ejemplo, siempre ve cuando se acerca otro clan de nuestra especie y la posible amenaza que pudiera suponer. —

—¿Hay más como tú? —

—No, no demasiados, pero la mayoría no se asienta en un lugar. Solo se puede vivir entre humanos los que como nosotros, se han negado a dar caza a su especie. Solo hemos encontrado un clan igual al nuestro en un pueblecito de Alaska. Vivimos un tiempo juntos, pero éramos demasiados y llamábamos mucho la atención. los que vivimos de manera diferente tendemos a agruparnos. —

—¿Y los demás? —

—La mayoría son nómadas. Todos hemos llevado esa vida en algún momento, pero se vuelve tediosa. De vez en cuando nos topamos entre nosotros, ya que la mayoría prefiere el norte. —

—Entonces, ¿De ahí viene la leyenda? —me miro con duda. —Ya sabes la de los vampiros y el sol. —

—Se podría decir que sí. —

En aquel momento ya nos habíamos detenido enfrente de mi casa y él había apagado el motor. Todo estaba oscuro y con calma. Las luces del porche estaban apagadas. De seguro mi madre y Eric salieron.

—¿Procedía Alice de otra familia, como Jasper? —

—No, y es un misterio, ya que no recuerda nada de su vida humana ni recuerda quien la convirtió. Cuando despertó estaba sola. Quien quiera que lo hiciera, se fue, y ninguno de nosotros sabe el porqué. Pero si ella no hubiera tenido el don que tiene, no hubiera visto a Jasper y a Carlisle, nunca nos hubiéramos cruzado por su camino, y probablemente se hubiera convertido en una criatura totalmente salvaje. —

Habíamos hablado por tanto tiempo y estaba tan distraída, que me sorprendió que mi estomago empezara a gruñir, ahora estaba consciente del hambre que tenía.

—Lo siento, te estoy impidiendo cenar. —

—No es nada, estoy bien. —

—Jamás había pasado tanto tiempo con alguien que se alimentara de comida. Lo olvide. —

—No te preocupes, estaba tan entrada en la plática que yo también lo olvide. ¿Quieres entrar? —

—¿Puedo? —pregunto sorprendido.

—Claro, tenía pensado presentarte a mi padre pero creo que será en otra ocasión. —le dije.

Luego lo vi salir rápido del auto, para ir corriendo de manera humana a mi puerta para abrirla.

—Muy humano, gracias. —le agradecí mientas bajaba.

—De nada. —dijo mientras cerraba la puerta. — Esa parte está emergiendo a la superficie, no cabe duda. —

Camino detrás de mi hacia la entrada de mi casa. Busqué las llaves en mi bolso, y las introduje en la cerradura para después abrirla. Entramos y fui directo a la cocina con el detrás de mí. Fui directo al refrigerador para calentarme un poco de la lasaña que mi madre había hecho ayer para la cena.

Voltee a ver a Edward ya una vez mi comida caliente, y nos sentamos en la mesa. Se veía como si ya hubiera estado antes aquí, no tenía esa curiosidad que tiene la gente al estar por primera vez en un lugar.

—¿Ya has estado aquí antes? —le pregunte.

—¿Qué? — se hizo el desentendido.

—¿Qué si ya habías venido antes? —le dije entre seria y curiosa.

—Sentía curiosidad por ti. —dijo de forma natural. —¿Qué otra cosa podría hacer de noche? —

Me quede en silencio, en parte porque estaba impresionada y por otra porque estaba masticando un pedazo de lasaña.

—¿Con que frecuencia has venido aquí? Y quiero la verdad. —

—Casi todas las noches. —

Lo mire aturdida.

—No puedes hacer eso, ¿Alguna vez has entrado? —

—No, respeto tu privacidad, como para entrar sin tu permiso. —

—Bueno al menos respetas eso, me iba a enojar si hubieras entrado a mi cuarto sin permiso. ¿Qué has visto, o escuchado? —

—Nada, solo la primera noche fue interesante. —dijo sonriendo.

—¿Qué paso? —pregunte curiosa. —Ojalá nada vergonzoso. —

—Hablaste en sueños, dijiste mi nombre específicamente. —dijo sonriendo, mientras miraba un punto fijo como si estuviera recordando el momento.

—No, ¿Enserio? ¿No es ninguna broma? —le pregunte avergonzada.

—¿Estas molesta? —

—No, bueno un poco, estoy más avergonzada. —

—No deberías. —

—¿Qué otra cosa he dicho? —

—Extrañas a tu abuela. —asentí, era cierto. —Pero no te acomplejes por eso, si yo pudiera soñar, seria contigo. Y no me avergonzaría. —

En ese momento ambos oímos el sonido de un auto estacionándose en la entrada y vimos las luces delanteras iluminar las ventanas de enfrente.

—¿Tus padres deberían saber que estoy aquí? —preguntó.

—¿Quieres que te presente a mi padre?, de todos modos ya conoces a mi madre y a Eric. —

—Seria agradable conocerlo. —

Se escucho que abrieron la puerta.

—¿Elina? —pregunto mi madre.

—<Estoy aquí Omma.> —

En cuanto vimos que mis padres y Eric se acercaban, nos paramos. Mi padre me miro interrogante, mi madre feliz y Eric sorprendido.

—Appa, él es Edward Cullen. Edward él es mi padre Graham Yorkie. —los presente.

—Es un gusto conocerlo señor Yorkie. — dijo Edward dándole la mano a mi padre.

—El gusto es mío. —dijo cortésmente mi padre devolviendo el saludo. —Bueno, no es por ser mal educado pero que hacen aquí…solos. —dijo serio y de una forma acusatoria. Mire a mi padre sorprendida.

—Emm, ¿Si te acuerda que te había dicho que iba a ir con un amigo a Seattle? —asintió. —Edward es de quien hablaba. —

—Creo que es hora de que me retire, ya es un poco tarde, mis padres se preocuparan por llegar tarde. —dijo Edward. —Fue un gusto conocerlos. —dijo mientras les daba un apretón de manos a mis padres.

Acompañe a Edward hacia la puerta para despedirlo.

—Creo que no fue tan mal como esperaba. —dijo el con una sonrisita.

—Dilo por ti, mi padre me va a interrogar. —le dije con pesadez. —Me va a preguntar si eres mi novio. Y técnicamente estamos saliendo pero no eres mi novio. —

Me miro con el ceño fruncido.

—¿Qué?, ¿Por qué? —

—No me lo has pedido, y si no lo pides no cuenta. —le dije con una sonrisa burlona.

Asintió.

—Señorita Elina, ¿Me haría en honor de aceptar ser mi novia? —dijo para después tomar mi mano y darle un beso.

—¡Oh!, pero que romántico eres. —dije sarcástica. —Pero si, si acepto joven, no tan joven Edward. —le dije con una sonrisa genuina.

Edward se acercó más a mi para darme una beso, pero un carraspeo nos interrumpió, era mi padre.

—Ya te ibas, ¿No? —le dijo este de forma celosa.

Edward me dio una radiante sonrisa, asintió y camino hacia su auto, para luego desaparecer por la carretera.

—Elina, tenemos que hablar sobre ese muchachito. —dijo mientras apuntaba hacia la sala.

Caminamos hacia la sala y me senté en el sillón, a lado de mi madre mientras mi padre se para frente a mí caminando de un lado a otro.

Se detuvo y me miro con el ceño fruncido.

—¿Quién es el?, ¿Dónde lo conociste?, ¿Por qué estaban solos aquí?, y ¿Qué quiere contigo? — lo dijo tan rápido que apenas le entendí.

—Emm… Ya te lo presenté, es Edward Cullen. Lo conocí en la escuela es mi compañero de Biología. Estábamos solos porque me vino a dejar y quería conocerte. Yesminovio. —eso último lo dije tan rápido que no me entendió, pero sé que mi madre si porque pego una grito de emoción que me dejo medio aturdida.

—¿Qué? —dijo mi padre.

—Que es mi compañero de Biología. —me hice la desentendida.

—No lo otro. —

—Que quería conocerte. —

—No te hagas, lo último que dijiste. —dijo ya serio.

—Que es mi novio. —le dije con una sonrisa inocente.

—¡Oh!, que emoción, están apuesto y educado. —dijo mi madre mientras me sonreía.

—¡Que, no! Mi bebé no puede tener novio, ¡No otra vez! —dijo mi padre.

—¿Qué?, Appa mi último novio fue hace años. —le dije.

—No, me reusó a que tengas novio. —dijo haciendo berrinche.

—¡Graham! No seas ridículo. Esto iba pasar en cualquier momento. —le dijo mi madre.

—Pero…—dijo el.

—Ningún pero. Y espero que trates bien al muchacho, él es muy educado. —

—Está bien. —dijo enojado como si fuera un niño chiquito..

—Bueno, creo que yo mejor me voy. Buenas noches. —dije rápido y me fui corriendo escaleras arriba.

Ya en el pasillo caminé hacia mi cuarto, abrí la puerta, entre y cerré detrás de mí. Pero sentí la presencia de alguien más.

—¿Edward? —pregunte al aire.

—¿Sí? —dijo detrás de mí, en mi oído

Salté del susto, y gire bruscamente.

—Acaso quieres matarme de un infarto o que. —le dije mientras levaba una mano hacia mi pecho.

—Lo siento. —dijo con una sonrisa y prendió la luz del cuarto, para después caminar a mi cama y acostarse con las manos detrás de la cabeza totalmente despreocupado.

—¿Por qué no te sientas conmigo? —dijo mientras daba unos golpecitos a lado de él y jalaba suavemente mi mano.

Levante un dedo para indicarle que me diera un minuto para normalizar mi corazón.

—¿Me concedes unos minutos para ser humana? —

—Desde luego. —

—Espera un poco, ahorita vuelvo. —le dije.

Me incorpore de la cama, para tomar un pijama limpia y entre al baño. Me bañe y seque rápidamente, para luego ponerme la ropa, cepillarme los dientes y por último cepillar y secar mi pelo. Cuando regrese Edward no se había movido ni un centímetro parecía estatua.

—Bonito pijama. —dijo.

—Gracias. —dije sonriente mientas ponía mis manos en la cadera y haciendo como que modelaba.

Fui a sentarme a lado del él en la cama, con la piernas cruzadas en forma de indio.

—Parece que te resulta más fácil estar cerca de mí. —

—¿Eso crees? —murmuró Edward mientras deslizaba la nariz por la línea de mi mandíbula. Sentí su mano, apartar mi cabello para luego darme un beso detrás de la oreja.

—Si, eso parece. — dije en un susurro muy bajo.

—Humm. —

—Por eso me preguntaba, ¿Por qué será? ¿Tú que crees? —le dije todo con un susurro.

—El triunfó de la mente sobre la materia. —dijo igual que yo en un susurro, todavía dando suaves besos pero esta vez en mi cuello.

Voltee la cabeza para poder besar sus labios, fue un beso diferente al primero. El primero había sido solo un toque de labios, este beso fue más duradero, con la boca abierta, más apasionado, pero a la vez cuidadoso. Nos separamos lentamente, nos miramos a los ojos y sonreímos.

Edward se acostó completamente, yo me acosté a lado de él, apoyada en su pecho.

—Nunca en los últimos cien años o casi. —comentó en broma mientras acariciaba mi cabello. —Imagine poder encontrar a alguien con quien quisiera estar de esta forma. Y luego descubro que estar contigo me sale bien, aunque sea nuevo en esto. —

—No parecía que fuera nuevo para ti hace unos momento, yo creo que te subestimas y eres bueno en todo. —

—Trato serlo. —dijo mientras tomaba mi mano y la presiono suavemente sobre su rostro. —Ya ves, no estaba convencido de ser lo bastante fuerte. Estuve susceptible mientras cabía la posibilidad que me sobrepasara. —exhalo su aliento sobre mi muñeca. —Hasta que me convencí de que mi mente era lo bastante fuerte, de que no existía la posibilidad de que yo… de que pudiera…—

Jamás lo había visto de esta forma tan… vulnerable. Con delicadeza hice que soltara mi mano y le acaricie la mejilla para consolarlo.

—Ya no existe esa posibilidad, ¿No? —

—La mente domina la materia. —repitió con una sonrisa mientras cerraba los ojos disfrutando mis carisias.

Nos quedamos un momento en silencio, mientras yo seguía las carisias pero esta vez en su cabello.

—Mañana va a hacer duro. —murmuró, abrió los ojos, y tomo mi mano para levarla hacia su pecho entrelazando nuestros dedos. —He tenido tu aroma en la cabeza todo el día y me he insensibilizado de forma increíble. Si me alejo de ti, tendré que comenzar de nuevo. Aunque no de cero, creo. —

—Entonces te mantendré prisionero… por tu propio bien. —dije jugando.

—Eso me gusta, saca los grilletes. —dijo siguiendo mi juego mientras nos reíamos en silencio para no ser descubiertos. —No es increíble la diferencia. —empezó un nuevo tema de la nada. —Que hay entre leer sobre una materia o verla en las películas y experimentarla. —

—¿Por ejemplo? —le pregunté.

—La emoción de los celos. He leído sobre los celos un millón de veces, he visto actores representarlos miles de veces y obras teatrales diferentes. Creía haberlos comprendido con bastante claridad, pero me asustaron…—hizo una mueca. —¿Recuerdas que el día que Mike te pidió ir al baile con él? —

Asentí.

—Me sorprendió una llamarada en cuanto te lo pidió. Y debo de admitir que me alegre cuando le dijiste que no, pero volvió la llamarada cuando le dijiste el motivo de tu negativa, ya tenías pareja. —su cara se volvió seria. —La llamarada era de resentimiento, casi furia… Al principio no supe que era. No saber que pensabas, porque habías aceptado al otro chico, me exasperaba más de costumbre, luego supe porque habías aceptado a ir con aquel muchacho. —dijo mientras tocaba su frente. — En cualquier caso, sabía que no tenía derecho a que me importara, e intente que así fuera. —

—Esa fue la primera noche que vine. Me debatí toda la noche mientras vigilaba tu sueño, entre que era lo correcto y que era lo que quería. Sabía que si seguía ignorándote, con el paso de los años llegaría el día que le dijeras si a Mike o a alguien como el, ese pensamiento me enfureció. Y en ese momento. —susurró acariciando mi rostro mientras me miraba a los ojos. —pronunciaste mi nombre en sueños. Fue con tanta claridad que pensé por un momento que habías despertado, pero te disté la vuelta, pronunciaste mi nombre otra vez y volviste a estar tranquila. Un sentimiento de asombrosa alegría recorrió mi cuerpo. En ese momento supe que no podría separarme de ti. —

Nos sonreímos con cariño.

—¡Hazte la dormida! —murmuró de repente.

Rápidamente me separe de él, y me metí debajo de la cocha, cerré los ojos y calme mi respiración. Oí el crujido de la puerta al ser abierta. Probablemente habían escuchado voces y se fijaban para cerciorar.

Estuve un largo minuto. Estuve atenta, hasta que se cerró la puerta.

El brazo de Edward me rodeo la cintura y beso detrás de mi oreja, comenzó a tararear una melodía que no pude identificar, parecía una canción de cuna.

—¿Debería cantarte para que te duermas? —

—Claro. —murmure adormilada. —Pero me quitas un poco el sueño. —

—Aun conmigo aquí podrás hacerlo. —

—Está bien, pero cántame. —

—O si no quieres dormir…—sugirió juguetón.

Me gire para verlo a los ojos.

—Si no quiero, ¿Qué? —le dije de igual manera.

Rio entre dientes.

—¿Tienes alguna idea en mente? —preguntó, mientras se acercaba a mí.

Sentí su frio aliento sobre mi cuello y su nariz deslizándose a lo largo de mi mandíbula, mientras inhalaba.

—Pareces perrito. —dije soltando una risita.

Inhalo otra vez para decir:

—Hueles a flores, como a lavanda y también a fresa. Se me hace agua a la boca. —

—Gracias por el cumplido. —

—¿Ya decidiste que quieres hacer? —preguntó.

—Si, quiero saber más de ti. —

—Pregunta lo que quieras. —

—¿Por qué puedes leer mentes? ¿Por qué solo tu? ¿Y por qué Alice puede ver el futuro? ¿Por qué sucede? —

Sentí como se encogía de hombros.

—En realidad, lo ignoramos. Carlisle tiene una teoría: cree que cuando cambiamos traemos algunos de nuestros rasgos humanos, donde se intensifican, como nuestras mentes o los sentidos. Cree que yo ya debía tener una enorme sensibilidad para intuir los pensamientos de los demás y que Alice tuvo el don de la clarividencia. —

—¿Qué trajo el y los demás a la siguiente vida? —

—Carlisle trajo su compasión y Esme la capacidad de amar con pasión. Emmett trajo su fuerza y Rosalie la… tenacidad o la obstinación si así lo prefieres. —se rio. —Jasper es muy interesante. Fue bastante carismático en su primera vida, capas de influir en la gente a su alrededor, que vieran las cosas a su manera. Ahora es capaz de influenciar las emociones, por ejemplo puede calmar un cuarto de gente alterada, o exaltar a una multitud adormecida. Es un don muy sutil. —

—Creo que es increíble. —le dije ya con los ojos cerrados.

—¿Estas lista para dormir? —

—Si, solo no desaparezcas, después de todo, solo eres un mito. —

—No te voy a dejar. —prometió mientras me pegaba más a su pecho.

Entonces comenzó a tararear otra vez en mi oído aquella canción de cuna, mientras acariciar con suavidad mi cabello. Incluso, nos acurrucamos más el uno contra el otro y así, completamente exhausta caí dormida en los brazos de Edward.