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Y desde entonces, Luna nunca volvió a mirar atrás en la vida. Ella se hizo cada vez más fuerte.
Luna pensaba en sus padres y en sus hermanos. Pensaba en su ciudad natal. Cuando recordaba de dónde venía, aparecía una gran sonrisa en su rostro. Tenía un comienzo muy humilde. Pero ahora, ella era la grandeza misma. Ella era la Diosa. Ella era el Mesías.
Luna miraba a su mascota, la criatura mítica conocida como la Serpiente del Cielo. Lucifer había estado a su lado desde el principio.
Luna acariciaba suavemente el lomo de Lucifer mientras miraba el vasto cielo azul que parecía no tener fin. —Lucifer, esto es solo el comienzo. Una vez que Forjahall esté en mis manos, nadie podrá detenerme más. Ni siquiera ese Monarca de Dragones.
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