La fisonomía de Gabriel no había cambiado, pero parecía un poco más alto.
El aura a su alrededor estaba más tranquila que nunca, hasta el punto de que podía controlarla con tal precisión que ni la persona más fuerte podía percibir un ápice de ella.
Era como si no fuera más que un simple mortal con algo de fuerza física. Sus ojos estaban llenos de serenidad, pero parecía haber una tormenta gestándose en su interior.
Incluso Ezequiel no podía ver exactamente cuánto había crecido Gabriel, pero tenía la sensación de que Gabriel ahora podía defenderse por sí mismo. En las últimas semanas, Gabriel había entrenado sin parar, desafiándose a sí mismo en cada paso del camino.
Además, había derrotado a muchos Dragones Abismales sin ninguna ayuda externa, superando la prueba impuesta por Ezequiel.
Gabriel miró a Ezequiel. Tras una breve pausa, habló —Gracias.
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