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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 26. Sueño y deseo

| | N I C O L Á S | |

La noche había sido fría.

Desperté una gélida mañana pegado al cuerpo helado de Arthur. Lo abracé hasta que juntos nos acurrucamos y nos quedamos dormidos fuera de las cobijas, lo que me provocó un punzante dolor de garganta que noté al salir de mi estado de reposo.

Él, por otra parte, se hallaba pálido. Me alcé a su lado y repasé mi pulgar por sus labios tiesos y morados.

Parecía estar muerto.

Mi corazón casi se detuvo al tener mi cabeza tal pensamiento, pero enseguida lo descarté al verlo removerse y sorber su nariz igualmente fría.

Hipnotizado por su rostro dormido, lo contemplé durante varios minutos. Mi vista pronto descendió por su cuerpo hasta sus genitales donde mi curiosidad despertó al verle una erección.

Sonreí con malicia maquinando una travesura.

Cuidadosamente, agarré su pantalón junto a la ropa interior y deslicé la tela por sus piernas lentamente hasta retirárselos. Toda su piel estaba fría, al igual que la mía.

Su miembro quedó en exhibición, al mismo tiempo que su cuerpo temblaba por su falta de ropa. Pobrecito.

Debía aprovechar el momento para hacerlo entrar en calor.

Me incliné sobré él e hice uso de mis pulgares para separar sus glúteos y así poder ver su aguhero latente.

Tal y como esperaba ver, estaba húmedo... Me preguntaba si aún le dolía.

Eché un nuevo vistazo a su cara aún en reposo y ligeramente colorada, me hizo preguntarme qué estaría soñando.

Esto iba a ser divertido.

Hundí mi cara entre sus piernas y me relamí los labios con morbo antes de introducir mi lengua en su pequeña cavidad que, a diferencia del resto de su cuerpo, estaba caliente. Un pequeño sobresalto fue su primera reacción. Sonreí internamente y continué.

La punta de mi lengua dentro de sí, la removí verticalmente dentro suyo lamiendo sus paredes internas repletas de un líquido caliente producido el erotismo que atravesaba su cuerpo mientras dormía.

Débiles gimoteos escapaban de su boca, inconscientemente mientras comenzaba a recorrer otras zonas como sus testículos, en los cuales dejé un marcado rastro de mi saliva mezclada con sus fluidos. Atrapé uno de ellos, presionándolo entre mis labios mientras masajeaba el otro de manera muy leve y jugar de esa manera con sus suaves bolas fue suficiente para que un largo jadeo resonara de su garganta al tiempo que su semen salía disparado a chorro sobre su abdomen y salpicando mi cabello.

Ugh, este niño precoz.

Me levanté y fui al baño para limpiarme. Me quité la playera y cuando fui a buscar una nueva, Arthur estaba sentado sobre la cama, agitado y temblando. Al verme llegar, su cara se puso más roja que hace unos segundos. Se cubría sus partes con la sábana hecha bola a la que sus manos estaban empuñadas.

Primeramente, me miró como si fuera a desmayarse de la vergüenza que sentía, pero después de que sus ojos vieron desde mi fornido pecho hasta mi marcado abdomen, un resplandor brilló en sus pupilas.

— ¿Qué te pasa? —levanté un ceja fingiendo no ser consciente de su estimulación al verme, sonriendo internamente.

Bajó la mirada y con una voz débil y ronca, habló.

— No tengo pantalón —intentaba ocultar su desastre, sin saber que yo era el causante.

— A mí no me mires, así despertaste —me devolvió la mirada consternado.

Era tan lindo que no podía resistirme a jugar con él.

— Vístete y ponte un suéter. Hace frío hoy —fuimos a la escuela caminando en silencio. 

Arthur transcurrió a mis espaldas, como si quisiera mantener la distancia.

Era sólo cuestión de tiempo que se acostumbrara a mi insaciable apetito sexual.

| | A R T H U R | |

Estaba deseando con fuerza que me tragara la tierra, sobre todo en presencia de mi hermano. No dejaba de pensar en lo que había soñado:

Estaba en un cuarto negro, completamente desnudo y una cadena en el cuello que me sujetaba a la pared detrás mío. Tanto mis manos como mis rodillas se apoyaban en un suelo gélido.

A metros de distancia, Nicolás se hallaba sentado con las piernas ligeramente abiertas y su rostro apoyado en el dorso de su mano, sobre en una gran silla negra similar a un trono, completamente desnudo y portando únicamente una corbata del mismo color que la silla que sobresalía gracias a la exhibición de su clara piel.

Mi pene se endureció inmediatamente al contemplar una imagen tan erótica digna de los mismísimos dioses.

Me sonreía con morbosidad y yo sólo podía fijarme en su miembro erecto y duro, el cual comenzó a tocar suavemente con su otra mano; sus yemas repasaban gentilmente las venas que sobresalían bajo la tersa piel del grueso falo mientras los testículos reposaban llenos bajo este.

La calentura invadió mi cuerpo, apoderándose de mis partes bajas que necesitaban con desesperación sentir ese irresistible cuerpo. Tanto su masa muscular como la tonificación de ella no eran exageradas ni mínimas, sino que se hallaban en un punto medio, digno de admirar.

Mi cuerpo trató de gatear hacia él, siendo impedido por la cadena enganchada a mi cuello que me impidió llegar más lejos.

El desorden se instaló en mi rostro cuando vi aparecer una chica de cabello anaranjado detrás de la silla.

Wendy.

Llevaba su uniforme escolar tal cual estaba cuando me la topé por primera vez. Ambos tenían sus ojos clavados en mí, unos ojos sin brillo, cargados de burla y punzante veneno. La curvatura de los labios de ambos era estremecedora.

Nick le ofreció su mano, sin apartar su vista de mí y ella, de igual manera, la aceptó siendo atraída a su cuerpo, sentándose sobre su pelvis.

Pese a mi gran incomodidad, no podía apartar la mirada.

Las poderosas manos de mi hermano acariciaron su trasero, levantando su falda, lo cual reveló una pequeña tanga púrpura que sus dedos apartaron fácilmente para tener acceso a su vagina; una larga entrada rosada que pude distinguir perfectamente pese a la distancia.

Nick usó sus dedos para abrirle los labios gruesos y posicionó su glande rosado en la entrada mojada de la chica. Se la metió de una sola estocada y ella gritó excitada sin ningún rastro de dolor o incomodidad. En su cara hab nada más que puro placer.

Sus glúteos comenzaron a agitarse desmesuradamente en dirección vertical; subía y bajaba continuamente siendo estrujados por las manos de Nick cuyos dedos se hundían con saña en su carne. Wendy abrió su camisa a tirones, zafando los botones que permitieron visualizar sus pechos al aire, aunque no desde mi perspectiva.

Mi erección se sentía húmeda al igual que mi recto que había comenzado a respingar ansioso. Tenía la ligera sensación de que alguien estaba tocándome con algo mojado y caliente, pero era casi imperceptible.

Wendy volvió a gemir en voz alta, su voz golpeó cada rincón del salón y me di cuenta que se debía al líquido blanco que chorreaba de su entrada. Nick se había corrido dentro de ella, pero el semen no dejaba de salir.

La chica aproximó su rostro al de mi hermano y unieron sus lenguas en un obsceno beso hambriento que parecía más bien una batalla entre ambos. Las caderas de Winter se alzaron, expulsado el miembro de Nick que continuaba duro y envuelto en una cantidad exagerada de su semen; los chorros le escurrían hasta los testículos manchando la silla.

En un punto, Nick la aventó al piso, tomándome por sorpresa. El cuerpo de la pelinaranja azotó boca arriba y su espalda se arqueó ligeramente, haciendo que su cabeza se alzara lo suficiente como para que su rostro me mirara boca abajo con unos enormes ojos fríos y unos labios extremadamente rojos. Ese rostro era la viva imagen de la lujuria.

Su expresión me causó escalofríos.

Nicolás abandonó su silla y se posicionó encima de Wendy. Su boca la dirigió a las partes íntimas de la chica y usó su lengua para lamer a lo largo de toda su vagina húmeda y más allá entre las profundidades de sus piernas.

Sus ojos que miraban a los míos, tenían un rojo resplandor que entre más observaba, más se intensificaba hasta el punto en que los ojos de Nick parecían estar inyectados en sangre.

Los gemidos de Wendy y esa mirada letal me alteraban. Mi cuerpo deseaba estar en el lugar de ella, no atado a una pared tan lejos de ellos.

La lengua de Nick se separó de la intimidad de su compañera y entre ellos, quedó construido un puente que no estaba seguro si era saliva u otro fluido.

De un momento a otro, la persona que estaba teniendo sexo con Nick no era la pelirroja… Era yo.

Me descontrolé. Ya no pude más y la excitación por el contacto invisible entre mis piernas se hizo más fuerte. Sentí el chorro de mi semilla espesa salir disparada y esparcida dentro de algo húmedo, como si mi pene estuviera atrapado en un espacio pequeño y mojado.

El orgasmo me hizo abandonar mi sueño, llevándome a la realidad. Cuando entre abrí los ojos aún soñoliento, creí ver la silueta difusa de Nick entre mis piernas, pero cuando parpadeé y lo encontré parado sin camisa en la puerta del baño mirándome intrigado, entré en un estado de confusión. 

¿Cómo era posible que me hubiera deshecho de mis propios pantalones mientras estaba dormido?

No supe como, pero aún seguía soñando.

[ . . . ]

Llegamos a la escuela y fingimos no conocernos. Estuve distraído todo el día pensando en mi inquietante pero excitante sueño.

El día anterior, olvidé preguntarle a Nick sobre Wendy y al quedarme con esa cuestión toda la noche, mi subconsciente manifestó no sólo mis dudas; sino también, mis deseos.

Una hora antes de la salida, fui al baño. Estaba secándome las manos cuando escuché a alguien entrar.

No le presté atención hasta que al levantar la vista, vi a través del espejo que se trataba de Nick y rápidamente agaché la mirada, simulando no haberlo visto.

No terminé de secarme y estaba dispuesto a salir rápidamente de ahí cuando atrapó uno de mis hombros.

— ¿Tienes tanta prisa, Arthur? —bajé la mirada con discreción.

No podía verlo. No podía ver esos ojos que me quemaban por dentro y hacían recordar mi sueño.

— N-no, yo sólo... Me siento cansado, Nick. Eso es todo —me ponía ansioso que estuviera tocándome. Su tacto traía a mi mente los recuerdos de mi primera vez y la noche anterior.

Supo de inmediato que le había mentido, me lo decían sus ojos, aun así, mantuvo una sonrisa serena.

— Quiero que recuerdes una cosa, hermanito... —su mano viajó a mi rostro, sus dedos acariciaron mi mejilla mientras su pulgar posicionado en la otra, se deslizó repasando mi labio inferior, como si estuviera examinándome detalladamente.

Hice todo lo posible para que mis ojos no se conectaran con los suyos y poder disimular naturalidad.

Era tan alto que tuvo que agacharse para que su rostro quedara acorde al mío.

— Cuando estemos en la escuela y frente a otras personas, llámame Noé —me estremecí al escuchar ese nombre.

Quedé estático. No podía moverme de lo nervioso que estaba. Mi corazón golpeaba mi pecho al igual que un tambor en carnaval, sin la certeza de que el motivo se debía al miedo... O a la excitación.

Como no quise mirarlo directamente, fijé mis ojos en su boca. Sus labios eran perfectos; gruesos y varoniles de un vivo y atrayente carmesí natural. Mi piel podía recordar su textura, su humedad, incluso la temperatura de estos al besarme. 

¿Cómo es que unos labios tan suaves como los suyos podían llegar a ser tan agresivos y dominantes?

La proximidad de su rostro con el mío era cada vez más estrecha. Sentí que iba a besarme y pese a ello, no hice nada por apartarme.

¿Será porque consideraba a Nicolás y Noé como dos personas distintas? ¿Era debido a que en el fondo este último aún me gustaba? Imposible. Era totalmente consciente de que Noé solo era un nombre falso y aún así... no lo podía sacar de mi cabeza. Era como sí la idea de hacer este tipo de cosas con él no fuera tan malo mientras lo llamara Noé.

Estúpido, lo sé.

— Lamento lo de ayer... y lo de la otra vez —susurró junto a mi oído, dejándome sin aliento por su tono bajo y sensualidad al pronunciar —. Prometo usar lubricante la próxima vez.

¿Próxima vez? Analicé mi emoción mezclada con remordimiento.

— Nic... Noé, no deberíamos...

— ¿No te gustó? —cuando me preguntó eso, inmediatamente supe por mi expresión que me había delatado a mí mismo. 

Mi cara enternecida debió haber sido lo suficientemente exagerada como para causarle gracia. Se rió de una forma exasperante.

— ¡Ja, ja, ja! Deberías ver tu cara —se burló, dejándome sin habla.

No supe cómo reaccionar ante la humillación. Mi incrédulo rostro ardió con pudor, pero entre sus provocaciones y el recordatorio constante de nuestra primera vez sumado a mi sueño húmedo, actué por impulso: me alcé de puntas pegando mis labios con los suyos en un casto beso que acalló sus estridentes risas.

Por un instante me perdí, pero fue cuestión de segundos para hacerme entrar en razón otra vez.

Me separé con la cara ardiendo y el corazón desbocado.

— Yo… No sé por qué hice eso —no pude ni acomodar mis ideas de forma correcta ni mucho menos formular alguna frase coherente que me justificara por lo que acababa de hacer cuando escuché unos pasos aproximarse.

No pensé en nada cuando empujé a Nick dentro de uno de los cubículos y cerré rápidamente la puerta colocando el seguro.

Me preocupaba el hecho de que alguien pudiera vernos juntos, aunque nadie supiera de nuestro parentesco, no lo consideré una buena idea.

Nos mantuvimos en silencio escuchando a alguien entrar. Pasaron unos instantes antes de darme cuenta que estaba prácticamente acorralado entre la espalda y la puerta del baño, manteniendo mis manos sobre el pecho de mi hermano cuyo cuerpo estaba pegado al mío debido al reducido espacio. Nuestra nula cercanía me convirtió en un manojo de nervios al que empezaron a sudarle las manos.

Lo mejor que pude hacer fue desviar mi mirada a un lado en algún punto ciego del piso de mosaico y guardar silencio.

Su aliento golpeó mi oreja, indagando con un murmullo juguetón.

— ¿Por qué nos escondemos? —tragué en seco, captando el retumbar de mis florecientes latidos palpitando en mis oídos—. ¿Te asusta que puedan vernos? No estamos haciendo nada, ¿o sí? —Me estremecí procurando que mi voz no se escuchara cuando atrapó mi oreja entre sus labios, jugueteando con ella sin usar sus dientes.

Su larga lengua se introdujo traviesa en mi orificio, repasando mis huesos en espiral de manera tan tortuosamente lenta que al llegar al fondo, sufrí una contracción que sacudió mi cuerpo por la sensación húmeda y viscosa.

Acababa de descubrir que mis oídos eran uno de mis puntos sensibles al tacto. Era la primera vez que experimentaba algo así. 

Pensar que un contacto tan simple podía resultar así de estimulante.

— Nick... esto no está bien.

— Shh... —el excesivo acercamiento de sus labios me calentó hasta las orejas; así que mantuve mi cabeza baja.

Podía intentar convencerlo de parar, pero apenas alcé la vista, me atrapó en un hambriento beso que me sacó un jadeo ahogado. Me sentí ofuscado ante la presión de su boca contra la mía, sintiendo el calor fluir entre mis piernas cuando su lengua se dispuso a enredarse con la mía en un incesante intercambio de saliva.

Alcancé a sostenerme de sus hombros suplicante por la libertad en vista de que la situación comenzaba a tornarse peligrosa.

Aún había pasos y sonidos que delataban la presencia de alguien más. Rogaba desde mis adentros que mi respiración pesada y el morboso sonido producido por la unión de nuestros labios en movimiento no nos delatara.

Cuando sus manos atraparon mis caderas, mi cuerpo se agitó excitado.

Rompí el beso forzosamente volteando la cara, llevándome parte de su saliva que escurrió de mis labios al separarnos.

— Hah... Por favor, no... —en mi reducido espacio, giré sobre mí mismo, dándole la espalda. Tarde me di cuenta de que esa posición resultó ser mucho peor.

Su boca se pegó a mi oreja, indagando un susurro en tono divertido.

— ¿Te gusta? —un alarmante cosquilleo me recorrió cuando sus manos a los costados de mi cuerpo recorrieron mi esbelta figura hasta llegar a mis caderas y continuaron bajando por mis muslos.

No quería aceptarlo, me sentía sucio, pero con ese sueño que tuve me di cuenta que... Yo deseaba hacerlo de nuevo.

Era tan incapaz de emitir palabra alguna por la presencia de afuera que me limité a asentir delicadamente con la cabeza, respondiendo a su incógnita más que obvia.

Quería procurar ser lo más silencioso posible hasta que se fuera, pero Nicolás no parecía tener intenciones de detener su atrevido juego.

Sus manos se adentraron entre mis piernas, acariciando el interior de mis muslos, por debajo de mis genitales oprimidos bajo el pantalón, eso ocasionó el debilitamiento de mi postura, encogiendo mis piernas.

Apreté los dientes, conteniendo mi voz.

Los labios de Nick acariciaron mi cuello mientras sus manos subieron vehemente por mi vientre, alzando mi camisa, manoseando mi piel cálida que se erizó al tacto de sus frías y grandes manos.

Mediante sus manos ascendían por mi cuerpo, se dio a la tarea de desabotonar con paciencia mis botones, comenzando desde el último, hasta llegar al primero, dejando en libertad mi desnudo torso.

Me sacudí al contemplar la desnudez de mi pecho y la erección de mis pezones que fueron tomados delicadamente por los dedos pulgares y medios de Nick mientras que el índice fue el encargado de rozarlos suavemente. Sus yemas frotaron con ímpetu la punta calentando mi cuerpo en cuestión de segundos.

La presión de mi miembro apresado en las asfixiantes telas de mi ropa se sentía como si fuera a explotar si no recibía atención, pero era aún más doloroso que no tuviera contacto con nada.

Estreché mis labios evitando que un excitado gemido escapara de mis adentros cuando mis pezones fueron estirados y ligeramente torcidos. Me agité con impaciencia cuando comenzó a jugar con ellos y mi pene endurecido sufría por falta de atención.

¿Qué diablos estaba haciendo? Estaba jugando conmigo y yo simplemente estaba estático ahí, excitado y asustado por ese peligroso juego suyo sin poder detenerlo. Temía que de intentarlo, fuéramos descubiertos. Era cierto que en el fondo deseaba repetirlo, pero no así, no aquí.

No era capaz de pensar con racionalidad, mi cuerpo continuaba ignorando mis órdenes de anteponerse a sus caricias para evitar gemir pero no podía evitarlo.

Una vez mis pezones fueron lo suficientemente estimulados, sus dedos descendieron al cierre de mi pantalón, bajándolo con lentitud como si disfrutara torturarme haciéndome esperar. Me atreví a menear mi trasero para atrás, pegándolo a su gruesa virilidad que visualicé en mi mente y cuyo contacto alteró la poca tranquilidad que quedaba en mi ano y había empezado a palpitar.

Sentí la sonrisa de Nick y procedió a bajarme el pantalón con todo y ropa interior.

Para ese punto, mi respiración se había hecho pesada y difícil de silenciar, por lo que no me sorprendí cuando su mano izquierda atrapó la mitad de mi cara para taparme la boca. Me sentí asfixiado pero excitado.

Introdujo un par de dedos en su propia cavidad, remojándolos de saliva y con ellos acarició mi deseosa entrada.

— Quieres esto, ¿verdad? —mi esfínter se contrajo al sentir el tacto de sus dedos mojados palpandome en ese lugar que aún ardía por lo de hace dos días.

Asentí tímidamente y su aliento golpeó mi oreja cuando se mofó débilmente.

Se abrió paso lentamente primero con un dedo que sentí lo utilizó para inspeccionar a profundidad mi interior. Al tenerlo dentro, percibí mi propia estrechez. Aún me dolía, pero lo estaba disfrutando.

Esa sola sensación de dolor en una zona tan delicada, de alguna manera venía de la mano con el placer.

Pronto, adentró ambos dedos y casi gimo escandalizado de no ser por su mano que obstruía la salida de mi voz.

Abrió y cerró sus dedos en movimientos de tijera, extendiendo mi entrada hasta que estuvo lo suficientemente suave y mojada.

Escuché el cierre de su pantalón descender. Un gran bulto envuelto en tela se presionó contra mi culo ansioso por recibirlo.

Hizo provocativos movimientos con su cadera, presionando su duro miembro incluso contra mis testículos, avivando mi impaciencia.

Me removí entre sus brazos para hacer que me soltara y me dejara hablar, pero en cambio, apretó una de mis tetillas bruscamente con su mano libre. El repentino tirón en mi pecho produjo una intensa descarga eléctrica que me recorrió hasta la planta de los pies.

Soltó mi rostro para llevar su agarre detrás de mi cabeza, escurriendo sus dedos entre mi largo y lacio cabello chocolate oscuro, solo para azotarme la cara contra la puerta del cubículo.

No me dolió realmente, pues no fue con tanta fuerza ni en plan de lastimarme. Eso me hizo perderme más en mi propio mar de lujuria.

La suave cabeza de su pene duro se posicionó en mi orificio pequeño y resbaladizo y fue introduciéndose lentamente entre mis nalgas que se contrajeron por el pedazo de carne que me estaba penetrando.

— ¡Ahh...! Nick, no puedo...

— ¿A quién demonios le estás llamando Nick? —mi mente quedó desconectada por fugaces segundos hasta que entendí a lo que se estaba refiriendo.

— Noé... Hah... —volvió a azotarme contra la puerta. Puse las manos sobre esta y separé más las piernas a muy duras penas ya que me temblaban débilmente.

— Buen chico —me jaló del cabello y su verga se adentro hasta la base donde pude sentirla casi a la altura de mi estómago.

Quería que me jalara más duro, que me hablara sucio y me sometiera a su antojo, pero me daba vergüenza decírselo en voz alta.

Joder, no podía pedirle eso. No podía revelarle que mi fantasía sexual era ser sometido y dominado.

Sería demasiado.

Me costaba trabajo acostumbrarme a pesar de que era mi segunda vez. Difícilmente podía contener mi voz cada vez que me embestía. Sin importar lo bien que me hubiese preparado, me estaba doliendo, desgarrándome por dentro, pero no tanto como la primera vez.

— ¡Duele… ! Me duele… más… Dame más… —exclamé con la mente nublada por la satisfacción que mi cuerpo estaba experimentando debido al dolor.

Nick se detuvo por un segundo y sus labios se acercaron, casi pegándose a mi oreja.

— ¿Te gusta que te duela?— joder, me había tomado poco tiempo delatarme a mí mismo.

En vista de que no supe qué responder, mi hombro sufrió una ataque de sus fauces en la que me encajó los dientes tan sádicamente que sentí como si me hubiera perforado la piel.

— ¡Ah, sí! —no tenía control de lo que estaba saliendo de mi boca. No podía detenerme.

Su mano abandonó uno de mis costados para agarrar mi pene y comenzar a masajearlo.

— Oh, ¿qué es esto? Te pusiste más duro de lo normal —mierda… Estaba prácticamente descubierto.

Debía decidir si intentaría negarlo o me atrevería a decirle la verdad.

— Ngh… —me mordí los labios por mi indecisión.

— Arthur, en realidad eres una perra cachonda, ¿eh? —me sobresalté al percibir esas palabras que se adentraron en mi mente, resonando tan eficientemente que rápidamente caí en la provocación.

Mi cuerpo reaccionó por mí y eso terminó por exhibirme completamente.

— Y-yo…

— ¿Te gusta que te hable sucio? Me doy cuenta por la forma en que te excitas, pequeña ramera —oh, Dios… esas palabras suyas me dejaban las piernas como espagueti blando.

Retomó las embestidas a un ritmo más pausado, pero no por ello menos excitante. Iba a venirme si seguía hablándome así.

 — ¡Hah!

 — A pesar de lo mustio que eres, tienes deseos bastantes retorcidos. ¿Qué más te gustaría que te haga? —no podía más, no podía. 

Era como si mi miembro estuviera a punto de explotar, no sólo por el labia de mi hermano mayor, sino porque me lo estaba apretando demasiado fuerte.

— E-espera, me duele… —sus estocadas se convirtieron en embestidas agresivas y rápidas. No aflojó el agarre de su mano. 

El dedo pulgar y medio formaban un anillo con el que estaba apretándome la base del pene, sin permitir que me corriera.

— ¡Me… me duele! Hermano, por favor, déjame —hizo oídos sordos a mi súplica y tiró más fuerte de mi cabello, haciéndome la cabeza para atrás. 

Mis lágrimas salían sin cesar, no sé si de dolor o de placer, pero su salvaje forma de tomarme lo orilló a correrse más rápido que la última vez; se descargó pesadamente dentro, dejándome lleno y finalmente liberó mi miembro, permitiendo que mi semen saliera disparado y escurriendo en la puerta del baño.

Un último jadeo de satisfacción se emitió de mi garganta. Nick recargó su frente en mi hombro y yo recargué la mía en mi superficie de apoyo. Ambos jadeamos agotados y sudados en una lucha por recuperar el aliento.

En cuestión de segundos, retiró su miembro dejando escurrir los hilos blancos y espesos a lo largo de mis piernas y sin querer, caí de rodillas debido a la debilidad de mi cuerpo tras el orgasmo.

Escuché a mi hermano limpiarse y acomodar su ropa tras de mí. Su mano tomó mi rostro delicadamente desde atrás, girándome la cabeza para recibir mis labios con un tierno beso que recibí ligeramente sorprendido. 

Tomó un poco de distancia, acariciándome el labio inferior y juntando nuestras frentes.

— Ja… Haces que nuestro juego sea más interesante —¿Juego?

Claro. ¿Cómo no lo pensé? Yo soy su hermano, no puede enamorarse de mí; aún así…

— Pero... —exclamé en un jadeo al recordar lo que había olvidado preguntarle desde ayer, quería que me lo aclarara—. ¿Y Wendy? —Parpadeó confuso un par de veces para volver a su gesto habitual segundos después.

— ¿Conoces a Wendy? —se despegó de mí y se enderezó, mirándome con ojos curiosos.

— No realmente. Choqué con ella en la mañana de ayer y la reconocí por... unos rumores que escuché.

— ¿Qué hay con ella?

— Me preguntaba, ¿qué es ella para ti? —su expresión desentendida no fue nada comparado con la carcajada que soltó después de analizar mis palabras.

— ¡Ja, ja, ja! —se llevó una mano a la cara como si eso lo ayudara a contener la risa—. ¿Eso es todo? ¿Por eso estabas tan raro? —. Puse una cara incrédula sin entender qué era lo gracioso. Eso no era lo único que me tenía tenso, pero él parecía no darse cuenta— Tú... Já, ¿estás celoso, hermanito? 

Lo analicé unos segundos antes de que mis ojos impactados se abrieran como un par de lunas llenas.

— ¿Qué? ¡No! ¡No lo digo por eso! Al ver lo cercanos que son, pensé que ustedes dos estaban... Bueno, juntos, supongo; y, que la habías engañado... conmigo —aclaré.

Pestañeó un par de veces, luciendo realmente sorprendido.

— Oh, ¿en serio? —masculló intrigado—. Así que eras tú el que estaba viendo. Mentiría si dijera que no me di cuenta que estabas ahí, pero pensé que era mi imaginación —Me encogí, apenado sabiendo que se refería al incidente del pasillo.

» Pero dime algo: ¿estás seguro de lo que dices? Porque no tiene mucho sentido. Si realmente escuchaste los rumores, deberías de saber el tipo de chica que es, ¿no? Las chicas como Wendy no buscan nada serio, hasta los hombres más comunes saben eso, jamás intentarían ser otra cosa.

Estaba absorto. Mierda, ¿por qué no se me ocurrió? Me había precipitado al sacar conclusiones estúpidas.

— Además... —indagó —. Ese tipo de relaciones no son para mí —Sonó irónico, soltando una risita como si acabara de hacer una broma.

— ¿Sabes lo que yo pienso? —me ayudó a levantarme y acomodar descuidadamente mi camisa abotonándola de nuevo—. No estabas preocupado porque haya tenido sexo contigo, estabas molesto por pensar que lo había hecho contigo estando con ella —Nuevamente, me dejó sin palabras.

Ya no sabía si lo decía en serio o sólo le gustaba burlarse de mí.

— No te preocupes, Wendy es sólo una amiga. Somos cercanos, pero es sólo una amiga —juntó su frente con la mía dedicándome una dulce mirada que me hizo sonrojar—, te lo prometo.

Después de eso, él se fue y me dejó en el baño limpiando los restos que quedaron de nuestra travesura, con la excusa de que si nos veían salir juntos o uno detrás del otro, nos descubrirían.

Le di la razón y me quedé a "desaparecer la evidencia". Estaba más preocupado pensando en si alguien nos había escuchado.