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Capítulo 23:

Morgja regresó junto a César para continuar con el entrenamiento; en el momento en el que salió de la posada, César le preguntó por qué se había ido con tanta prisa, lo que recordó a Morgja que no había preguntado a Elfle si podía dejar de curar a los habitantes de Maran; dado que iba a verla en cuanto la chica terminara de cocinar, decidió continuar con el entrenamiento de César.

—Sigamos con tu entrenamiento —dijo, ignorando por completo la pregunta de César—. Creo que ya sabes todo lo importante sobre el Fei, si se me ocurre algo más te lo diré, ahora, utilízalo —ordenó como si fuera algo que el guardia conocía de toda la vida.

—Espera, no puedes explicarme lo que es e inmediatamente después querer que lo utilice.

Morgja se quedó pensativo ante la afirmación de César, y enseguida se le vino a la cabeza el momento en el que su maestra le empezó a enseñar todo acerca del uso del Fei, reafirmando su idea en que sí podía exigirle que lo utilizara nada más explicarle lo que era, sin embargo, también recordó que él mismo no había sido capaz ni de empezar en el que momento en el que esta se lo había pedido.

—Tienes razón, quítate el peto y la camiseta —ordenó a continuación, a pesar de que era una petición extraña César lo hizo inmediatamente, dejando a la vista su torso, el cuál estaba demasiado tonificado para lo poco que hacía el guardia—. Ahora espera un momento, voy a facilitarte el uso del Fei.

Morgja apretó con fuerza su mano izquierda, haciendo que la herida provocada por Kamán se abriera. César quedó sin palabras al ver lo que para él era una estupidez, teniendo en cuenta que hacía nada que se la habían suturado, no obstante, asumió que tenía que ver con facilitarle el uso del Fei así que se mantuvo callado para ver lo que Morgja hacía. El hijo del mercader se acercó a César y mojó el índice de su mano derecha con la sangre que había empezado a salir de su herida abierta, y como si se tratara de un pincel comenzó a dibujar en el pecho de César, al principio no se podía distinguir bien lo que estaba dibujando, pero tras un par de minutos, el guardia se dio cuenta de que era un círculo mágico como los que utilizaba Elfle para lanzar sus hechizos.

—¿Por qué me dibujas un círculo mágico en el pecho? —preguntó el chico, al ser la primera vez que veía que alguien hacía algo parecido.

—Sin preguntas —contestó Morgja, apretando el índice en el centro del dibujo que había hecho, provocando que este se iluminara con una luz blanca, inmediatamente César se tiró al suelo y comenzó a agarrarse el pecho mientras gritaba—. Sé que te estarás preguntando por qué sientes como si te estuvieran matando, ese círculo mágico reacciona cuando el Fei lo atraviesa, por eso, si quieres que el dolor pare tienes que controlarlo para que no pase por ahí, simple, rápido y además tendrás que superar el dolor para ser capaz de concentrarte lo que ayudará a tu entrenamiento —explicó Morgja, intentando ser lo más claro posible, pero estando seguro de que César no lo había escuchado por el hecho de que todavía estaba gritando de dolor.

—Haz...Que pare —pidió César, parando de gritar, pero todavía retorciéndose de dolor.

—Tienes que hacer tú que pare, puede que al principio te cueste, pero enseguida encontrarás el modo, eso hice yo, más o menos —contestó el hijo del mercader, sentándose en el suelo para mirar como César seguía mostrando de forma exagerada que le estaba doliendo.

Los minutos fueron pasando y no había ningún progreso; Morgja estaba empezando a creer que ese método no era útil para enseñar a César e intentaba pensar una forma distinta de enseñarle, pero, por mucho que pensaba no se le ocurría nada, así que finalmente levantó a César y volvió a colocar el dedo índice en el círculo mágico que el guardia tenía en el pecho.

—¿Lo...Lo he conseguido? —preguntó el guardia, atontado por culpa del dolor que había sentido hasta ese momento.

—No, pensaré en otra forma de enseñarte a usar el Fei, parece que parar el dolor no era un incentivo tan eficaz como...

—¿Esa es Jachell? —preguntó el guardia, apartando la vista de Morgja al mismo tiempo que se olvidaba por completo del dolor y el cansancio que todavía sentía.

—¿Qué importa? Vamos a seguir con tu...

Antes de que Morgja pudiera volver a terminar lo que quería decir, César se apartó e intentó marchar corriendo hacia la chica, momento en el que Morgja lo detuvo tal y como el guardia había hecho en el momento en el que él había querido irse con Neph.

—¿A dónde crees que vas?

—Voy a hablar con Jachell —contestó el guardia, con una sonrisa de oreja a oreja por la simple visión de la chica.

—Ni en broma, después de exigirme que te entrenara te vas a quedar aquí entrenando —exclamó Morgja, aparentemente molesto por el comportamiento de César, pero sin mostrar ningún signo en su expresión, la cuál era como siempre una sonrisa.

—Pero...Es Jachell —exclamó el guardia, intentando ser convincente.

—No veo cuál es el problema, querías entrenar, vas a entrenar, ya hablarás con ella otro día —respondió Morgja.

—Ya hemos entrenado suficiente, además, seguro que Elfle ya casi te tiene preparada la cena, deberías ir, seguro que no quieres que tu comida se enfríe —expuso, convenciendo a Morgja solo por recordarle indirectamente que tenía que intentar cumplir con la petición del doctor.

César se fue rápidamente para intentar alcanzar a Jachell y Morgja entró a la posada para dirigirse a la taberna, al igual que la noche anterior Elfle y Kamán estaban allí solos y ninguno de los habitantes de Maran se había presentado en el lugar; el hijo del mercader se sentó a la barra y enseguida fue recibido con dos platos de comida, uno con un aspecto impecable y otro que no desentonaría con las sobras que se les echaba de comer a los cerdos.

—Lo de hoy no me ha salido muy bien —confesó Elfle, como si el resto de veces le saliera bien la comida.

—Me sorprende que seas capaz de darle de comer eso a un cliente —exclamó el cocinero, juzgando la comida de la chica, asumiendo que no sabía bien con solo mirarlo.

—Puede que no luzca bien, pero estoy segura de que es comestible —aseguró la chica, dándole un tenedor a Morgja para que comenzara a comer. Elfle estaba mirando al chico con una sonrisa que mostraba mucha seguridad y expectativas en la comida y en él. Morgja pinchó un trozo de lo que parecía ser zanahoria y se la metió en la boca, tras tragar el primer bocado no se había puesto malo ni se le había abierto ninguna herida; sirviendo a Elfle como indicativo de que su comida había sido comestible en esa ocasión y cerrando la boca de Kamán al momento—. ¿Ves? Te dije que podía cocinar —dijo mirando al cocinero para después girar la cabeza hacia Morgja—. Si quieres repetir hay más en la cocina —comentó la chica, fingiendo ser considerada e intentando disimular que solo quería que el chico comiera más de su cocina.

—¿Qué tal va el entrenamiento de César? —preguntó el cocinero, cambiando de tema para que la chica no continuara restregándole su golpe de suerte como si fuera un éxito.

—Lento, no ha avanzado nada y lo ha dado por finalizado para ir detrás de Jachell —contestó el hijo del mercader sin parar de detenerse.

—Bueno, es César, lo raro sería que no fuera detrás de ella —mencionó Elfle.

—El problema es que hoy evitó que yo me fuera con Neph para que lo entrenara ¿Cómo puede ser tan hipócrita?

—¿Ibas a irte con Neph? —preguntó Kamán, actuando como si fuera una terrible idea.

—Me invitó a su habitación, pero César la espantó.

—Hizo bien —exclamó Elfle.

—La verdad es que sí, no merece la pena involucrarse con ella —añadió el cocinero, convencido de lo que decía.

—¿Por qué tanta diferencia de trato?

—Porque Neph es mala —respondieron los dos al mismo tiempo, sin especificar ni explicar el por qué era mala.

—¿Si es tan mala por qué está tan buena? —preguntó Morgja, provocando un silencio incómodo entre ellos tres, tras unos segundos, Morgja dio otro bocado a la comida de Elfle—. La comida de hoy te ha salido mejor que la de ayer —cambió de tema. Los ojos de Elfle se iluminaron inmediatamente al escuchar que alababan su comida e inmediatamente miró de forma prepotente a Kamán.

—Que sí, que has podido cocinar algo decente, pero sigue sin compararse a lo que cocino yo, además estoy seguro de que no podrás repetirlo —exclamó el cocinero, molesto por la mirada que le echaba Elfle.

La puerta de la taberna se abrió y los tres miraron hacia ella, César había entrado y estaba caminando hacia ellos con una sonrisa.

—¿No estabas con Jachell? —preguntó Morgja, volviendo a apartar la vista para continuar comiendo mientras escuchaba lo que César iba a decir. El guardia se sentó al lado de Morgja y sin ni siquiera preguntar cogió el plato con la comida que había hecho Kamán y comenzó a comerla.

—Sí, la invité a ir a dar una vuelta, pero me dijo que estaba cansada del trabajo y se iba a casa —contestó el guardia, mientras disfrutaba la comida del cocinero y exclamaba con sonidos lo buena que estaba—. Pero bueno, eso significa que podemos continuar con el entrenamiento —añadió a continuación, molestando aún más a Morgja.

—Has dicho que ya había acabado el entrenamiento, no pienso seguir hasta mañana —mencionó Morgja, dejando el tenedor sobre la mesa y colocando la mano derecha en uno de los bordes de su plato.

—Lo sé, pero era porque pensaba que iba a pasar el rato con Jachell, vamos, total no tienes nada que hacer.

—Bueno, si ese es el caso...Oh, Jachell ¿Qué haces aquí? —preguntó Morgja, mirando hacia detrás de César; el guardia se giró por completo para divisar a la chica, momento en el que Morgja aprovechó para cambiar su plato con el de César.

—Vamos Morgja, esas bromas no se hacen —exclamó César, dándose la vuelta de nuevo y pinchando la comida del plato sin mirar a su contenido, en cuanto el guardia metió la cena que había preparado Elfle en la boca, notó enseguida que eso no era lo que había estado comiendo hasta ese momento y su primer impulso fue intentar escupirlo, sin embargo, Morgja se acercó a él y le colocó la mano izquierda en la boca para que no lo hiciera y le tapó la nariz con los dedos de la mano derecha para que lo tragara; en el instante en el que lo hizo el guardia se cayó de espaldas y perdió el conocimiento.

—¿De qué está hecho tu estómago? —preguntó Kamán sorprendido por la reacción de César y al mismo tiempo confundido por la capacidad de Morgja para comer lo que había provocado esa reacción en el guardia. Al mismo tiempo, Elfle tenía una mezcla de emociones y no sabía cuál de todas ellas liberar primero, por un lado estaba enfadada porque Morgja hubiera utilizado su comida como arma, en segunda instancia estaba triste porque al final su comida resultara ser tan incomestible como de costumbre y finalmente estaba preocupada por el estado en el que se encontraba César, en parte por culpa de la comida que había preparado.

—Puede que me haya pasado un poco, me lo llevo al hospital —informó el chico, levantando a César del suelo como si fuera una princesa y dirigiéndose a la puerta—. Oye Elfle, creo que sí voy a comer ese segundo plato que mencionaste antes —comentó antes de salir por la puerta. Al escucharlo, todos los sentimientos negativos que estaba experimentando Elfle desaparecieron y en su lugar la chica no pudo evitar sonreír.