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Capítulo 22:

Morgja se despertó de nuevo en el hospital; el doctor de pelo negro estaba sentado en una silla delante de él esperando a ese momento, en cuanto vio que se despertaba le dio los buenos días y el chico se recostó y sentó en el borde de la camilla.

—¿Vas a hacer habitual esto de despertarte en el hospital? —preguntó el doctor a modo de crítica.

—No ha sido culpa mía que se me haya abierto la herida, a lo mejor es culpa vuestra que sois unos incompetentes.

—Si tan incompetentes somos déjame quitarte los puntos de sutura y vas caminando hasta el próximo hospital, seguro que no te desangras por el camino, solo está a cuatro horas —contestó el doctor, molesto por la afirmación del chico.

Tanto Morgja como el doctor se quedaron en un punto muerto, ninguno de los dos quería continuar esa conversación; Morgja por no querer tener que irse a otra ciudad para que lo curaran y el doctor por no querer perder el único paciente que había tenido en mucho tiempo, finalmente, ambos suspiraron al mismo tiempo, rompiendo con el silencio en el que se habían envuelto durante un par de minutos.

—¿Puedo preguntarte por qué no has pedido a Elfle o Reginrah que te curaran?

—Bueno, no quiero que Elfle me cure, y dudo bastante poder acercarme a Reginrah sin asustarlo o provocar un revuelo en Maran, mucha gente no sabe que todavía estoy aquí —admitió el chico, dándose cuenta en el último momento de que no debía haberle dicho al doctor que su presencia allí era un secreto.

—Ah, sí, tu agresión a Bright, me había olvidado por completo —mencionó el doctor, actuando como si no le importara el asunto.

—¿Lo sabías?¿Por qué me has curado entonces?

—En Maran nadie depende de nosotros para curarlos, solo vienen cuando les ocurre algo que la magia no pueda solucionar, ya sabes, una enfermedad, un embarazo, la rotura de un hueso; el único motivo por el que seguimos viviendo con un trabajo tan poco lucrativo es porque nos paga el ayuntamiento, no importa si curamos a alguien o no, y vendemos medicinas, tanto aquí como a otras ciudades a través de Reginleo —explicó el hombre explayándose demasiado—. Así que no voy a rechazar a un paciente cuando por fin lo tengo, da igual lo que haya hecho para enfadar a todo el pueblo.

—Lo que he hecho para enfadar a todo el pueblo no es algo que se pueda pasar por alto con tanta facilidad.

—No importa, en fin, cambiando de tema ¿Podría pedirte un favor? —preguntó el doctor de la nada, esperando un "sí" inmediato por parte del hijo del mercader.

—Me has curado gratis dos veces, así que supongo que te debo una ¿De qué se trata?

—¿Podrías encargarte de Reginrah y Elfle? —preguntó el doctor, mirando con seriedad al chico.

—De acuerdo, no creo que me cueste mucho partirles el cuello —contestó Morgja, poniéndose en pie para dirigirse hacia la salida del hospital, siendo detenido inmediatamente por el doctor quien tenía cara de pánico.

—¿Qu-Qué has dicho? —preguntó asustado, intentando comprobar si lo había escuchado mal.

—Ninguno de los dos parece tener mucha fuerza, solo tengo que esperar a que estén solos y tirar sus cadáveres en una de esas grietas, nadie se enterará y echarán la culpa a los monstruos, pan comido —explicó el chico, dando casi todos los detalles de cómo se iba a encargar de Reginrah y Efle.

—Ya veo —exclamó el doctor, calmándose y comenzando a reir durante un instante—. Lo has entendido mal —dijo a continuación, mirando al chico con cara seria.

—¿Cómo?¿No quieres que me encargue de ellos? —preguntó el chico, colocando el pulgar sobre el cuello y deslizándolo hacia el otro lado de este.

—¡No! Es decir ¡Sí! Pero no quiero que mueran, solo quiero que les pidas que dejen de curar a la gente de Maran, así podría volver a tener trabajo y la gente de Maran no dependería tanto de la magia —explicó el hombre, para que Morgja abandonara su idea homicida.

—Entiendo ¿Por qué no lo haces tú? Estoy seguro de que te harían más caso que a mí.

—La verdad es que me detestan, malas experiencias en el pasado, ya sabes, inyecciones, supositorios, esa clase de cosas que no le gustan a los niños, cada vez que me ven escapan de mí o si no pueden hacerlo evitan hablar conmigo fingiendo que tienen algo importante que hacer —explicó, haciendo que Morgja pensara que le estaba tomando el pelo.

—¿Te odian?

—Sí.

—¿Por ponerles inyecciones?

—Eso mismo.

—¿Seguro que no quieres que los mate? Casi que se lo merecen por esa estupidez.

—Prefiero que todo Maran dependa de su magia antes que su muerte, puede que su comportamiento sea excéntrico, raro y muy infantil, pero no son malas personas —contestó el hombre, negándose por completo a la idea de que los chicos murieran.

—Está bien, veré lo que puedo hacer, aunque ya te digo que no creo que mi relación con esos dos sea mucho mejor que la que tienes tú.

Morgja salió del hospital y fue directo a la posada para hablar con Elfle, nada más entrar por la puerta fue recibido por Wilna; la mujer estaba de nuevo leyendo un libro mientras esperaba en el mostrador a que un posible cliente entrara.

—¿Dónde está Elfle? —preguntó el chico, acercándose a la puerta de la taberna para comprobar si la posadera se encontraba allí practicando su cocina.

—Elfle se ha ido a la academia, y teniendo en cuenta la hora que es seguramente ha ido a pasar el rato con sus amigas —contestó la mujer sin apartar la vista de su libro.

—Entiendo, por casualidad no sabrás donde puedo encontrar a Reginrah ¿No?

—Lo mismo que Elfle, se ha ido a la academia, aunque nunca se queda en la ciudad, así que es más probable que haya llegado ya a Maran, suele pasar su tiempo libre en su casa o jugando con los niños por ahí —contestó de nuevo, demostrando que conocía bastante los hábitos de esos dos chicos.

Morgja salió por la puerta en busca de Reginrah, a pesar de lo que había dicho Wilna, no encontraba ni al chico ni a los niños por ninguna parte del pueblo, pero, para su desgracia, ya había varios habitantes de Maran que lo habían visto caminando por las calles y yendo al ayuntamiento a avisar al alcalde para que tomara cartas en el asunto.

—¡Oye tú! —gritó una chica a lo lejos, llamando la atención de Morgja. La chica era rubia y tenía los ojos verdes, vestía ropa ligera y ajustada y se acercaba al chico con paso apresurado—. Eres Morgja ¿Verdad? —preguntó en cuanto llegó hasta el chico, colocando su dedo índice sobre el pecho del chico.

—Sí, y tú…

—Vaya, no eras como te imaginaba, cuando escuché que le partiste la cara a Bright me esperaba un tío alto, musculoso y feo, tú eres bastante guapo —exclamó la chica, mirando de arriba a abajo a Morgja al mismo tiempo que lo interrumpía—. Perdona, no me he presentado, me llamo Neph, soy la hija de Gosl —añadió, provocando la duda en el chico por la enorme diferencia de atractivo que había entre la chica y el que decía ser su padre.

—Asumo que has salido a tu madre.

—Que va, mi madre es una vieja gorda —contestó la chica, despreciando a su madre.

—Da igual ¿Querías algo?

—La verdad es que al principio no, pero ahora que te veo mejor ¿Te apetece venir a pasar el rato conmigo a mi habitación? —se insinuó la chica, acercando su cuerpo hasta apoyarlo contra el de Morgja.

—Vamos —contestó el chico inmediatamente. Neph esbozó una sonrisa y tras una pequeña risa se separó del chico y comenzó el camino hacia su casa, Morgja caminaba detrás de ella hasta que sintió la mano de alguien en su hombro, al darse la vuelta vio que era César.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó el guardia con el ceño fruncido.

—A pasar el rato en la habitación de Neph.

Neph, que se dio la vuelta y vio que César había parado a Morgja regresó a su lado para comprobar qué era lo que había pasado.

—De eso nada, llevas varios días librándote de entrenarme y yo sigo pagando por la tu hospedaje en la posada, te vienes conmigo —dijo César, intentando llevarse a Morgja a la fuerza.

—Vamos César, no seas estirado, será solo…¿Cuánto sería? —preguntó la chica a Morgja.

—Diría que…

—Callaos los dos, Neph, vete antes de que le diga a tu padre lo que ya sabes.

—Eres un aguafiestas —exclamó la chica, antes de marcharse decepcionada con el ceño fruncido.

—¿A qué ha venido eso?

—¿Cómo puedes querer irte con esa? —preguntó el guardia de vuelta a modo de contestación.

—¿La has visto?

—Sí, y también he visto a cuantos se lleva a su habitación, y cuántos se quedan tocados después de eso.

—¿¡Y me lo fastidias!?¿¡Qué clase de amigo eres!? —exclamó el hijo del mercader, dándole la espalda a César para intentar ir hasta Neph, volviendo a ser detenido por César.

—¿Me estás escuchando? Esa chica solo juega con los hombres, esa chica no merece la pena.

—No sé qué quieres que te diga, a mí me parece que merece totalmente la pena —exclamó el hijo del mercader.

—Vamos a entrenar, cada vez queda menos para que termine la semana, si seguimos así no habrá ningún progreso.

Morgja suspiró con fuerza y desistió en intentar irse con Neph, siguiendo a César de vuelta a la posada; el guardia tenía la intención de entrenar justo delante de ella, por si acaso el entrenamiento de Morgja le provocaba alguna herida tener el hospital y a Elfle lo más cerca posible.

—Vale ¿Por dónde empezamos? —preguntó César, entusiasmado por empezar a aprender lo que fuera que Morgja le fuera a enseñar.

—Teoría —contestó Morgja, desanimado por tener que estar entrenando en lugar de divirtiéndose con Neph.

—¿Teo-Qué?

—¿Sabes lo que es el Fei?

—Claro que lo sé, es esa comida del país de Taley que Elfle intentó hacer y provocó que Taley ingresara en el hospital durante una semana —contestó César seguro de lo que decía.

—Así que ese es tu nivel —pensó en alto Morgja, decepcionándose con el guardia—. El Fei es una energía similar al maná, con la excepción de que todos los seres vivos la poseen, aunque claro está, algunos en menor cantidad que otros, esta energía es…

—Me aburro ¿No puedes enseñarme a matar cosas como lo haces tú? —interrumpió el guardia, molestando a Morgja en el acto.

—Es importante que comprendas el Fei para poder matar cosas —contestó Morgja, intentando mantener la compostura y no abandonar el entrenamiento de César dándolo todo por perdido—. Si aprendes a controlarlo puedes hacer que tu cuerpo sobrepase sus límites; levantar más peso de lo normal, golpear con más fuerza, utilizar habilidades especiales, usar magia, pero…

—¿¡Magia!?¿Cómo puedo hacer magia? —interrumpió el chico, entusiasmado por la noticia.

—Bueno, en teoría sí, el Fei guarda una relación muy estrecha con el maná, así que puedes hacer un intercambio, aunque, normalmente guarda una relación de 100 a 1, así que mucha gente desiste en utilizarlo para los hechizos —explicó Morgja, abandonando su explicación anterior—. En su lugar usan lo que se conoce como habilidades especiales, son como hechizos, pero tienen varias particularidades, por ejemplo, requieren un arma u objeto para ejecutarse, a cambio solo tienes que gritar su nombre para activarlo.

—¡Genial!¿Cuándo me vas a enseñar a utilizarlas? —preguntó el guardia, emocionándose por poder hacer lo que Morgja le estaba explicando.

—Esa es la mejor parte, nunca, lo único que te voy a enseñar del Fei va a ser a controlarlo y a usarlo para mejorar tu cuerpo, dicho esto, me has interrumpido la parte más importante…

—¿Cómo que no me vas a enseñar? —interrumpió el guardia.

—Usar el Fei para potenciar tu cuerpo tiene varios contras; lo primero es que te cansas más rápido y si excedes tu límite puedes quedarte inmóvil durante un rato —continuó el hijo del mercader, ignorando por completo la pregunta de César.

—No me ignores.

—En caso de que lo uses para contrarrestar heridas, el dolor que sientes aumenta bastante, algunos incluso llegan a desmayarse…

—¿Qué sentido tiene que me entrenes si no vas a enseñarme la parte más importante y útil? —volvió a interrumpir el guardia.

—Por eso también voy a entrenarte para aumentar tu tolerancia al dolor y...

Mientras César intentaba que Morgja le hiciera caso y el hijo del mercader lo ignoraba tratando de explicar lo que iba a enseñarle, Elfle llegó hasta la puerta de la posada, e intentó entrar sin que Morgja se diera cuenta de su presencia, cosa que no surtió efecto; en cuanto sus miradas se cruzaron, Elfle dejó la sutileza y entró bruscamente en la posada.

—Vuelvo ahora, espera aquí.

Morgja dejó el entrenamiento de César y fue directo a hablar con Elfle para pedirle que dejara de curar a la gente de Maran.

—¿Por qué me evi…

En cuanto entró a la posada, Morgja se dio cuenta de que Elfle no estaba allí, únicamente Wilna leyendo, la mujer saludó a Morgja, de nuevo sin apartar la mirada del libro.

—¿Has visto a Elfle? —preguntó el chico, tratando de divisar a la posadera en la habitación.

—Creo que ha ido a bañarse, después de caminar durante tanto tiempo debe de estar sudada.

—¿Usa el baño de mujeres o el mixto? —preguntó el chico, intentando descubrir si podría ir a hablar inmediatamente con ella al baño o tendría que esperar a que la posadera terminara.

—Normalmente el mix…Quiero decir, siempre usa el de mujeres —contestó la mujer, rectificando en el último momento como si alguien le hubiera hecho una señal para que cambiara su respuesta. Morgja se acercó al mostrador.

—Deja de esconderte, sé que estás ahí.

Elfle salió de debajo del mostrador e intentó irse hacia la taberna, siendo detenida por Morgja, la chica se dio la vuelta de inmediato y trató de ir hacia las habitaciones, volviendo a ser detenida por el chico y arrinconada contra una pared.

—¿Por qué me evitas? —preguntó Morgja, colocando el brazo a la derecha de la cabeza de la chica para que no intentara huir por el espacio que había entre ellos.

—No te evito —contestó, evitando mirar directamente a la cara del chico.

—Actúas como si me evitaras.

—¿¡Qué quieres que haga!?¡Ayer me hiciste llorar! —gritó Elfle, mirando por primera vez en todo ese tiempo a la cara de Morgja.

—Oh, esto, sí, puede que me pasara un poco, lo siento —dijo el chico, recapacitando sobre cómo había tratado a la chica la noche anterior. En ese momento Elfle había vuelto a apartar la vista de Morgja y tenía lágrimas en los ojos por solo recordar lo que había pasado—. Gracias…Por la comida de ayer, hacía tiempo que no comía nada tan bueno.

Los ojos de Elfle se iluminaron y la chica dirigió la vista de nuevo hacia la cara de Morgja, se había sonrojado un poco y su expresión triste se había sustituido por una gran sonrisa.

—¿En serio? No lo dices porque te sientes culpable y quieres hacerme sentir mejor ¿Verdad? —preguntó la chica, calando por completo al hijo del mercader.

—Perdona.

—¿Qué tonterías dices? Por supuesto que estaba delicioso —dijo la chica riéndose al mismo tiempo que evitaba aceptar la realidad—. Ya es hora de cenar, voy a hacerte algo igual de delicioso, ya verás —comentó, pasando por debajo del brazo de Morgja y yendo directa a la taberna.

—Si sigues así vas a cavar tu propia tumba —exclamó Wilna, asumiendo que lo que había hecho Morgja había sido una muy mala idea.