webnovel

nuevo Ejército

Frente a Ian, las primeras almas empezaron a tomar forma. No eran simples goblins o hombres pájaro como los que había encontrado en otros lugares. No, estos eran diferentes. Criaturas nacidas de la magia que fluía por la mina.

Primero apareció un Crystalloid, una criatura formada completamente de cristales mágicos que brillaban en tonos de azul y violeta. Su alma mantenía una forma angular, como si su cuerpo aún estuviera compuesto de fragmentos de cristal, aunque ahora flotaban a su alrededor en un constante estado de cambio. Las puntas afiladas de sus extremidades parecían listas para perforar cualquier cosa, y sus ojos brillaban con una luz espectral, como si aún guardaran la esencia de la magia de la mina.

Luego surgió un grupo de Gargantas de Fuego, seres que en vida habían sido criaturas subterráneas que exhalaban llamas incandescentes por sus bocas. Eran pequeños y ágiles, como salamandras de piedra fundida. Sus almas ahora eran una mezcla de sombras ardientes que irradiaban un calor fantasmal, y sus ojos brillaban como brasas que no se apagaban. Cada uno de ellos dejaba rastros de fuego etéreo en el aire mientras flotaban alrededor de Ian, esperando órdenes.

A su lado, apareció una entidad que lo sorprendió: un Geóntropo, un monstruo que en vida había sido una amalgama de rocas vivas fusionadas con el poder de la tierra. Su cuerpo, ahora translúcido y fragmentado, seguía manteniendo la apariencia de una roca viva, con grietas por donde se filtraba una luz espectral. Era grande y corpulento, aunque su forma actual parecía haberse fragmentado en cientos de pequeñas piedras flotantes, todas controladas por la esencia de un solo ser.

Otra alma emergió lentamente del suelo, tomando forma a partir de las sombras: un Éterhongo, una criatura que antes habitaba las profundidades de la mina, absorbiendo la energía mágica para crecer. En vida, estos hongos tenían la capacidad de liberar esporas tóxicas que nublaban la mente de los aventureros que se adentraban en la mina. Ahora, su alma era una masa flotante de esporas brillantes, que titilaban en el aire como luces pequeñas y mortales. Su presencia llenaba la cueva con un leve zumbido y un tenue resplandor verde.

Ian se tomó un momento para observar a las 200 almas flotando a su alrededor. Cada una de estas criaturas, deformadas y transformadas por la magia de la mina, representaba una parte del poder oculto en ese lugar. Aunque eran solo almas esclavizadas de nivel 1, Ian podía sentir la fuerza que albergaban. El simple hecho de tener una tropa tan variada y sobrenatural a su disposición le daba una ventaja estratégica abrumadora.

Las Criaturas Cristaloides, con sus cuerpos afilados y sus poderes mágicos, serían perfectas para ataques a distancia y para atravesar las defensas de sus enemigos.

Los Gargantas de Fuego, pequeños pero letales, servirían como una fuerza rápida y agresiva, capaces de atacar con fuego fantasmal y confundir a sus oponentes.

El Geóntropo, grande y resistente, podría actuar como un muro defensivo, absorbiendo los ataques enemigos mientras liberaba fragmentos de roca flotante como proyectiles mortales.

El Éterhongo podría nublar la mente de los enemigos cercanos, liberando esporas etéreas que envenenaban el aire con magia tóxica.

Con todas estas almas flotando frente a él, Ian sabía que había alcanzado un nuevo nivel de poder.

Ian extendió su mano, y lentamente las primeras almas de nivel 2 comenzaron a materializarse a su alrededor. El aire dentro de la cueva se cargó de una energía etérea mientras las formas tomaban vida ante él.

Primero apareció una alma de Serpiente de Cobre, una criatura que en vida dominaba las minas subterráneas. Su cuerpo espiritual serpenteaba en el aire, con escamas brillantes que reflejaban una luz fantasmal. Sus ojos, vacíos pero aún intimidantes, emitían un brillo oscuro, y su lengua etérea se movía con rapidez. El simple hecho de estar cerca de ella producía un leve escalofrío.

Al lado de la serpiente, surgió el alma de un Escorpión de Cristal, cuyas tenazas eran afiladas como cuchillas de diamante. Sus patas transparentes parecían crujir sobre el suelo de la cueva, mientras su aguijón se alzaba con una amenaza latente. Su cuerpo brillaba con una luz interna, como si estuviera cargado de energía mágica residual de las minas.

A continuación, emergieron almas de Hombres Rocas, criaturas hechas de piedra y mineral, que en vida eran protectores de las vetas más profundas. Sus cuerpos estaban llenos de fisuras por las que se veía una luz roja, una señal del calor interno que alimentaba su energía. Ahora, como almas, sus formas espirituales conservaban la misma apariencia robusta, pero se movían con una agilidad inesperada. Sus manos, que en vida podían aplastar cualquier cosa, eran ahora puños espectrales, capaces de atravesar la materia física.

Aves Obsidian aparecieron y luego, con sus plumajes oscuro como la noche y ojos centelleantes de magia pura. Esta criatura volaba en espirales dentro de la cueva, sus alas dejando rastros de energía oscura. Su graznido espectral resonaba en el espacio, como un eco de una tormenta lejana.

A su lado, se materializaron Murciélagos Gigantes de Energía, una bestia alada cuyas membranas vibraban con electricidad estática. Aunque su tamaño era intimidante, lo que más destacaba era el fulgor de su boca abierta, de donde parecía emanar un leve zumbido que sugería su capacidad para emitir potentes ataques sónicos en vida.

Ian no dijo nada mientras más almas seguían apareciendo. Cada una era única, desde los Golems de Polvo Mágico, con cuerpos que se desintegraban y reformaban, hasta los Caracoles Minerales, criaturas lentas pero peligrosas, capaces de usar su caparazón duro como defensa absoluta.

Estas criaturas, en su estado espiritual, aún conservaban vestigios de su antigua vida, pero ahora obedecían solo a Ian, conectadas por el poder de su habilidad de control de almas.

Ian levantó las manos, invocando una vez más a las almas de nivel 3 que había capturado. La caverna se llenó de una luz tenue mientras los espíritus comenzaron a manifestarse, cada uno trayendo consigo las habilidades que en vida los habían hecho temibles.

Primero apareció el Alma del Saurio de Cobre, un lagarto gigantesco con escamas metálicas que, incluso en su forma espiritual, seguían siendo duras y reflectantes. Ian podía sentir el poder latente de este ser mientras abría su boca, lista para lanzar las Bolas de Ácido que una vez corroían carne y armaduras. Ahora, esas esferas corroían la energía de los enemigos, debilitando sus defensas espirituales. Se movía con sigilo, adaptándose a las paredes de la caverna como lo había hecho en vida, escalando con una agilidad casi animal.

Luego, el suelo tembló ligeramente cuando el Alma del Golem de Piedra Menor se manifestó. Este gigante de tres metros, hecho de roca pura, se mantenía tan imponente como siempre. Ian observó cómo el golem levantaba una barrera de piedra, sólida e impenetrable, impidiendo el avance tanto de lo físico como de lo espiritual. A pesar de su tamaño y su movilidad limitada, sus ataques a distancia eran devastadores. Con solo un gesto, el golem lanzaba Proyectiles de Roca, que cruzaban el aire con una fuerza abrumadora, aplastando cualquier obstáculo en su camino.