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La sombría visión del Paso Inerte dejó una profunda impresión en Kieran.
Servía como un claro recordatorio de que incluso los más grandes podrían caer algún día. Si el Cardenal Weiss hubiese sido solo un soldado durante el Gran Derramamiento de Sangre, entonces muchos otros igual o más fuertes que él debieron haber caído.
Probablemente fue un acontecimiento debilitante donde se perdieron muchos titanes de poder. Pero eso era de esperarse. El orden de hoy no se construyó sobre hombros endebles, sino sobre las espaldas firmes y comprimidas de los muertos.
Toda potencia que existía en la modernidad había participado en su justa medida de guerras de alguna forma.
Ya fuera a través de dirigir su economía mediante suministros, soldados e información, o siendo un participante directo. Esa era también la razón por la que el Templo de la Deidad de la Guerra había llegado a ser la fuerza prominente que era.
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