1 Prólogo.

Estaba cayendo. Podía verlo en cámara lenta, como mi vida se desvanecía, como el aire se escurría de mis pulmones y los gritos salían ahogados por la presión de este abismo.

Era horrible, pero a la vez tan placentero.

Todo era oscuro y solitario, pero tan cálido y suave que me hacía darme cuenta de todo lo que me perdí por tantos años y nunca supe que estaba buscando. Por toda una vida.

Dejé de gritar y sonreí. Era una sonrisa triste, lo supe por su expresión.

Tan bella y delicada, pero tan valiente y decidida. Con sus salvajes rizos llameantes siendo aplacados por el empuje de mi poder, con la desesperación con la movía su cuerpo y estiraba sus brazos en mi dirección. Con el llanto invisible y la silenciosa súplica en su mirada, tan rota como nunca creí verla.

Era preciosa, pero no era mía. Nunca lo fue y ahora nunca lo sería.

No después de lo que hice, no después de todo el daño que le causé.

La primera vez que la vi, supe que terminaríamos así. Lo supe, pero aún así no hice nada para evitarlo. Yo solo empujaba, tomaba y hacía daño a todo el que se me cruzara. Era un monstruo, un verdadero monstruo. Uno peor que los mismos hombres que me convirtieron en esto, ¿Qué me diferenciaba de ellos?

Yo pude haber sido distinto, una mejor persona. Las cosas pudieron salir de una manera, sin embargo, terminaron como siempre supe que lo harían.

¿Es este mi verdadero ser?

Una bestia que es derrotada por el caballero dorado, un dragón que escupe fuego y mata inocentes. Un monstruo que roba a la princesa y la aparta de los demás para mantenerla para sí solo. Un objeto de un amor enfermizo que solo sabe dañar y sanar, para, luego de unos minutos, vuelva a dañar.

¿Es esto en lo que me he convertido?

Cuando sentí su pequeña mano tomado la mía, entrelazando nuestros dedos y tirando con fuerza mi laxo y debilitado cuerpo, no pude soportarlo más. No merecía ese toque, no merecía esa mirada, el amor en sus ojos. Ese horrible sentimiento de impotencia y angustia que pensé que nunca más sentiría una vez toqué lo que tanto tiempo había añorado tocar. Mi más grande deseo de niño, pero que, sin embargo, se queda corto comparado al escenario que estoy viviendo ahora mismo.

Si me hubiesen dicho que mi vida terminaría así, hubiese rogado porque me colgaran junto a toda mi familia con tal de ahorrarme más dolor. Lo dije antes, y lo volveré a decir: Es demasiado por hoy, demasiadas pérdidas, demasiado dolor. Una vida repleta de muerte.

Ella no se merecía esto. Y yo no la merecía a ella. Porque ambos sabíamos que era un caso insalvable.

Estaba roto, fracturado desde que nací.

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