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Summer: Todo puede suceder en verano

Diversión, juegos, amor y odio. Todo por aceptar el alocado plan de mi amiga, aún sabiendo que sus ideas jamás terminan bien. Pero gracias a esto, mi verano por fin se convirtió en uno inolvidable (¡pero a qué costo!). Soy Lia Harries y esta es la historia de como decir "sí" a todo puede volver tu vida en un sueño inolvidable, pero por supuesto, llena de pesadillas por el camino. Este libro puede tener: Muchas cosas alocadas. Ya estas advertido/a, disfrutá. Summer 2020 by Jennie Lee ©

Imjennielee · Teen
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3 Chs

Capítulo 2: Esta es mi habitación.

Definitivamente, maldita sea.

—¡Sorpresa!

Mi diabólica hermana menor había irrumpido en la habitación. Pude visualizar una pequeña maleta azul a su lado. Mierda.

Mamá seguro la había enviado para mantenerse informada. Grace ignoró mi expresión de shock y empezó a recorrer la habitación. No era que no quisiera pasar tiempo con mi hermana, pero tenía buenos planes para el verano y definitivamente no eran vigilar a Grace. Solo tenía 14 años y ya era ya un demonio completo. Todo podía ser usado a su beneficio y en mi contra.

—Mamá me envió porque ella y papá tenían un viaje de trabajo.

—¿Y qué hay de Marinna?

—Se fue con Jake, por supuesto.

Maldita sea, era cierto. Marinna había estado mencionando lo ilusionada que estaba de poder viajar con Jake, su novio, a Francia para el verano. Siempre había querido ir a Paris con él.

Grace se maravilló al ver la piscina privada que había del otro lado de la habitación.

—¿Mamá te envió solo a pasar las vacaciones?

Se giró, acercándose.

—¿Insinúas que soy una espía?

—¿Lo eres?

—Sí, mamá me dio 200 dólares por mantenerla al tanto —caminó y finalmente se acomodó en uno de los sillones de la habitación—. Pero si soy una aliada depende de ti.

Ya está, esto apesta. A esto me refería. Era muy astuta y no dejaba ni una sola oportunidad irse. Podía poner a todos a trabajar a su beneficio si así lo quisiese. Siempre estaba en el momento justo para sacar provecho. Estaba segura de que sea como sea, saldría perdiendo.

—¿Qué quieres, Grace? —puso una expresión pensativa.

—No le diré a Mamá nada de lo que ocurra aquí.

—¿A cambió de?

—20 dólares por cada metida de pata que tengas durante las próximas tres semanas.

—¿Qué? ¿Qué te hace pensar que yo seré la que meta la pata?

—¿Qué te hace pensar a ti que no? Emilia, ya conozco 14 años de tus cagadas y no sé más solo porque no había nacido. Pero puedo decir con firmeza que vas a cagarla.

—Bien, supongamos eso. Si la cago 5 veces, serán 100 dólares, Grace. Eso es mucho.

—No te quejes, es un buen trato. Originalmente serían 30 dólares, pero hoy es tu cumpleaños. Además, será mucho solo si la cagas mucho —alzó sus hombros, quitándole importancia.

—Pero acabas de decir que estás segura que si lo haré.

—Así es, más te vale cuidar tus acciones si no quieres quedar en ruina.

Rodé los ojos. Grace comenzó a utilizar su teléfono como si nada.

—Marinna no me hubiera cobrado —murmuré, dejándome caer en la cama.

—Qué pena —la oí responder—. Iré por algo de comer, ¿quieres algo?

Le hice señas blandiendo manos de que no. Ella se fue sin más por fin volvía a estar sola.

—¡Oh! —volvió, dirigiéndose hacia mí—. Te compré esto. ¡Feliz cumpleaños!

Ni siquiera pude agradecerle porque se esfumó luego de haberme dado el regalo. Era una caja de tamaño mediana color rosa pastel. Era muy bonita. La abrí, sonriendo. Con este, había recibido 5 regalos hoy. De Lissa, mamá, papá, Marinna y ahora Grace. No había tenido la oportunidad de abrir ninguno porque teníamos que salir para el hotel, así que los había dejado en casa. Este sería el primer regalo que abriría.

Al destapar la caja, vi mucho papel decorativo ocultado su contenido. Una pequeña nota robó toda mi atención:

"Espero que con esto disfrutes en tu cumpleaños y el resto de las vacaciones sin preocupaciones, hermanita".

Mientras sonreía, despejé el interior de la caja y pude ver al fin lo que contenía. Puse la caja en la cama y la desplacé, alejándola. Mi sonrisa se había borrado. Mi linda hermana de 14 años me había regalado condones. Con-do-nes. Había muchos con-do-nes. Cientos, no, miles de con-do-nes. Dios mío.

—¡Grace! —grité con frustración, aunque sabía que no podría oírme.

Por supuesto, era virgen. Y por supuesto, no iba a dejar de serlo en tres semanas. No tenía prisas, ni presa. Además, a penas tenía 18 años, no era gran cosa. Primero debía de asegurarme de relacionarme románticamente con Annie y luego todo lo demás. Eso claro, si es que era correspondida.

Cargué mi maleta para ponerla en la cama, buscando al menos un labial que ponerme. Yo no sabía maquillarme, normalmente solo usaba mascara de pestañas, algo de rubor y labial. Pues el estado de mi piel era bueno y la simpleza me iba bastante, según yo. Aunque Lissa había prometido darme un look diferente hoy, prometiendo claro que no exageraría con el maquillaje. Ella tampoco solía usarlo muy cargado. Decía que le gustaba como el maquillaje simple hacía relucir sus rasgos asiáticos. Aunque le gustaba el maquillaje, prefería probar ideas atrevidas en modelos, no en ella. Normalmente, sus modelos éramos Clarissa o yo. A Jude no le gustaba que la maquillasen.

Sentí que alguien cubría mis ojos. Enojada, pensando que podría ser Grace luego de su bromita, me zafé para encararla de una vez. Si bien, a la primera no esperaba a mi insoportable hermana menor, esta vez sí.

Esperaba ver a Grace burlarse, pero me encontré con un pecho. Tuve que mirar hacia arriba y lo que encontré me dejó atónita. Era un chico. Uno muy alto, de cabellera castaña y abundante, algo despeinada, pero a la vez se veía genial. Sus ojos, marrones que había notado con una pequeña chispa de luz, parecieron apagarse de repente al analizar la situación. Al analizarme. No tardé en recordarlo también y adapté su misma postura. Era el chico que me había arrojado a la piscina.

Ambos claramente íbamos a explotar.

—¡Tú! —nos gritamos al unísono.

Antes iba de rojo y negro, ahora iba casi completamente de negro y podía oler algo del perfume que desprendía.

—¿Qué haces tú aquí?

—No, ¿qué haces tú aquí, en mi habitación? —le lancé. Si alguien tenía que explicarse era él. Antes y ahora, era su error.

—Esta no es tu habitación —concretó con un alto tono de seguridad. ¿De qué iba este?

—¿Ah sí? —caminé hasta afuera y cerré la puerta. Saqué la tarjeta de entrada qué servía como llave y la abrí —. ¿Ahora dime, está no es mi habitación?

—No es difícil burlar este tipo de seguridad.

—Lo tendré en cuenta cuando pierda mi llave.

—Olvídalo, es obvio que nuestro coeficiente intelectual no está en un mismo nivel.

Lo miré irritada. Tras analizar lo que había dicho, me giré hacia él indignada.

—¿Me estás diciendo que soy estúpida?

—Diría que eres lenta para que no suene tan directo. Pero sí, exactamente.

—¡Ya basta, fuera de mi habitación! —comencé a empujarlo fuera.

—Ya te dije que no es tu habitación. Esta es la habitación de mi amiga, yo mismo le conseguí la mejor.

—Y yo ya te dije que te vayas, no te soporto.

—¡Esta es la habitación de Lissa!

Me detuve. En ese momento, él volteó para verme y posiblemente iba a decirme algo, pero la aparición de Lissa nos calló a ambos de inmediato.