3 Capítulo 3: Fiesta en la playa.

—Oh, mierda, se juntaron —dijo bajamente, expuesta.

—¿L-lissa, acaso lo conoces?

Ella se acercó para abrazarlo, pese a la extraña situación. Él lo aceptó, feliz.

—No entiendo nada —me rendí, dejándome caer en la cama.

—Bueno, digamos que él es con quien te engaño cuando trabajo aquí.

Los observé con una expresión de "debían estar jodiéndome". Seguían cerca, aunque ya no se estaban abrazando. Él la había rodeado sus hombros con sus largos brazos.

—Y ella es mi linda esposa —me presentó mientras sonreía inocente—. Emilia, bueno, Lia. Henrie, simplemente Henrie.

Ambos nos miramos, confusos y quizás algo estafados. Al final, cada uno tenía razón. Aunque era imposible de saberlo sin la clave a todo: Lissa.

—Realmente tenía planeado seguir estando con ambos por separado, pero veo que por alguna razón ya se conocieron. Ahora podemos salir los tres.

—¡NO! —gritamos juntos. Ella nos observó unos minutos como si ideara un plan y luego volvió a la realidad.

—Pero si ya hasta coinciden al hablar —comenzó a reírse.

—Lissa, ¿podemos ir al baño? Prometiste maquillarme.

Debía hablar esto con Lissa y no iba a hacerlo frente a él.

—Oh, cierto —empujó a Henrie hacia el sillón y caminó hasta mí, tomándome de las manos—. Henrie, espera aquí, celebraremos la fiesta de cumpleaños de Lia —él asintió. Pude notarlo desanimado.

No era una fiesta e iba a objetarlo. Pero imaginé que Lissa diría: "Reunión suena aburrido". No me gustaba el estar rodeada de mucha gente o mucho ruido, por eso prefería las reuniones pequeñas y odiaba las discotecas.

Al entrar al baño, Lissa me indicó que me sentará en el bloque que había cerca de la bañera. Estaba lo bastante lejos para poder hablar, aunque sin levantar mucho la voz. Lissa se acercó para comenzar, pero la halé para que se sentara a mi lado.

—¿No quieres que te maquille?

—Sí, pero antes de eso. ¿Tuviste algo con ese chico o planeas tener algo con él?

—¿Qué? ¡No! —respondió deprisa, negándolo con sus manos—. Lo conocí hace años debido a mi padre, ya que es amigo y socio de sus padres.

No descartaría la posibilidad de que a ese chico le gustara Lissa. Pero parecía ser unilateral.

—¿Por qué lo preguntas? ¿Lo ves como un posible candidato? —se alegró—. Te ayudaría y así podrías dejar de fantasear con el estúpido de Danniel.

—No, jamás —dije firme—. Y si alguien es estúpido aquí, definitivamente es ese amigo tuyo.

—Veo que lo de ustedes no fue un simple encuentro —me dio con su codo ligeramente.

—Ni tampoco bueno, te digo que lo detesto desde ya.

—Es lo mismo que te dije de Danniel —se río—. A ver si ahora me entiendes un poquito.

—No lo creo, Danniel no es insoportable.

—Sí que lo es, pero estás enamorada. Pero yo, que lo conozco desde niño, sé que es un demonio maldito.

Lissa se levantó para comenzar a maquillarme. Luego de unos minutos, había terminado. Corrí hacia el espejo. Me había hecho un ahumado en tonos dorados que hacía que mis ojos azules se vieran hermosos y potentes. El labial era nude, dejándole el protagonismo a mis ojos.  Sonríe en nuestra de que me había encantando.

—Realmente hermosa —concluyó Lissa colocándose a mí lado.

Ella salió del baño y volvió con su maleta y un bolso colgando en unos de sus hombros.

—Ahora ve y espera afuera, saldré en 5 minutos.

Lissa me empujó fuera del baño. Henrie estaba metido en su celular y yo caminé hacia la cama que era mía para tomar mi teléfono.

Fui hasta la cama de Lissa, en el otro extremo, ya que él estaba cerca de la mía. Me tiré en ella, pensativa. Sentí mi teléfono vibrar. Era una llamada de mamá, había muchas perdidas. Me apuré a contestar, levantándome para salir al balcón donde estaba la piscina.

—Emilia, al fin contestas. He intentado comunicarme con ambas. ¿Viste a Grace?

—Sí mamá, gracias por la sorpresa —dije con sarcasmo con un tono seco.

—De nada —respondió con descaro—. La envié para que no se quedará sola en casa en las vacaciones. Tu padre y yo estamos en un viaje. Estamos muy liados con el trabajo este verano.

—Ya, la hubieras enviado con Marinna y Jake —puntué, molesta.

—No podía enviarle con ellos, Emilia. Jake va a pedirle matrimonio a Marinna.

Me quedé sin habla. Ni siquiera yo sabía eso.

—¿Él te lo dijo?

—Lo atrapé comprando el anillo.

Ya sabía yo que era raro que Jake lo hubiera dicho. Era bastante bueno ocultado las cosas. Las sorpresas eran su especialidad, nunca levantaba sospechas de nada.

—Ahora tiene sentido.

—Tendremos boda en poco, así que no hagas nada estúpido. No quiero convertirme en suegra y abuela a la vez —usó un tono amenazante—. Bueno, cariño, disfruta de tus vacaciones. Te quiero.

—Yo más —colgué al instante.

Volví a la habitación y me tiré en la cama sin tener reparo alguno del chico que estaba del otro lado sentado en uno de los sillones. Suspiré. Qué bien van mis 18, vaya…

—Ey, te gustaron los condones —se anunció Grace, entrando por la habitación como si nada y reparando notoriamente en Henrie—. Oh, ya veo que sí. 

Henrie, que había estado todo el tiempo ignorando, alzó la vista un poco al oír eso.

—¿Qué? No. No empieces Grace.

—¿No te gustaron los condones?

—¡Solo deja de mencionarlos!

—Bien —asintió demasiado rápido—. ¿Y este chico? ¿Es tu cita?

—Dios, no. Es amigo de Lissa.

Se acercó a Henrie, sentándose en mi cama. Me alarmé, ella era malditamente indescifrable.

—¿Cuál es tu nombre?

—Henrie.

—¿Henrie qué?

—Clayton.

—¡Clayton! ¿Eres hijo de Edgar y Miranda Clayton?

¿Y esos quiénes eran?

Henrie asintió.

—Emilia, este chico es más rico que todos tus amigos juntos. Este incluso es su hotel.

—¿Su hotel?

Recordé que él había mencionado que le había conseguido esta habitación a Lissa. Ahora tenía sentido.

—Sí, Miranda Clayton, dueña del hotel Clay Class, o sea, este. ¡Y su padre es dueño de Clayton High, nuestra escuela!

No diré que no imaginaba que no fuera rico. Pero que fuera hijo de los dueños de este hotel y del colegio al que iba era ya demasiado.

—¿Por qué sabes todo eso?

—Cultura general.

Henrie volvió a su teléfono y Grace, quién parecía no haber terminado su investigación, continuó:

—¿Tienes novia? —Grace siguió preguntándole. Él se acomodó en el sillón.

—No —respondió sin levantar la vista del teléfono.

—Perfecto. Te presento alguien —me señaló—. Emilia Harries, 18 años, todos le dicen Lia y va en último año. No es la más lista, pero es bonita. Y sabe dibujar muy bien, aunque creo que es lo único que sabe hacer—comentó, como si se diera cuenta de que no era buena en casi nada—. Pero es bonita —le guiñó los ojos mientras descaradamente me vendía.

—Grace —le reclamé, comenzando una guerra de miradas con ella. La aniquilé con la mirada y ella, inocente, me miró con cara de "¿qué?".

—Estoy de acuerdo —levantó la vista.

Ambas nos volvimos a él de repente, sorprendidas por su respuesta. Grace sonrió, como si hubiese hecho un gran avance.

—¿En qué es bonita?

—En que no es la más lista —recalcó, sonriendo solo un poco. Rodé mis ojos.

—Es cierto, pero tiene sus encantos, por ejemplo, cuando…

—Grace —la llamé con un tono amenazante para que se detuviera ahí.

Sus juegos ya habían cruzado los límites. Además, habría sido mejor que le dijera todo eso a Danniel. Pude ver que Henrie sonreía un poco. Irritada, me tiré de nuevo en la cama y miré la hora en mi teléfono. Eran las 8:00.

No sabía cuánto había pasado, pero al fin Lissa salió del baño. Llevaba un short negro y una blusa verde menta de tirantes con algunas perlas en los bordes del escote. Se había soltado corto pelo negro y su maquillaje era bastante simple. Se veía muy linda. La expresión de Henrie lo gritaba, estaba eclipsado viéndola.

Ella empezó a bailar hacia mí. No había reparado que su amigo no le quitaba la vista de encima, incapaz de darle un simple cumplido.

—Oh, Grace —se sorprendió.

—Mamá la envió, viajó con mi padre por trabajo.

—¿Vienes a la fiesta Grace?

—No tienes que preguntarlo —se levantó de la cama.

—Genial —haló uno de mis brazos para que me levantara—. ¡Vámonos!

—Te ves increíble —le dije sonriente mientras salíamos de la habitación.

—Gracias, esposa —me sonrió colocando su brazo alrededor de mis hombros.

Grace y Henrie venían detrás de nosotras. Giré levemente para verlos y noté a Henrie sonreír levemente. Estaban hablando, eso era peligroso. Quería llamar a Grace, pero sería muy obvia.

¿De qué rayos podían hablar ellos dos?

Luego de una caminata de menos de 5 minutos, estábamos cerca. Lissa se posó detrás de mí y me cubrió los ojos antes de llegar a la playa. Y no pude evitar pensar en la mala experiencia que había tenido con eso el día de hoy.

Comenzamos a avanzar de nuevo y de repente nos detuvimos. Mis ojos fueron descubiertos lentamente y había quedado sin palabras. Había una enorme mesa llena de comida y algunas bebidas. Unas luces que colgaban de cordeles iluminaban el lugar, dando un toque mágico y casero. El mar se veía muy hermoso, era un sueño. Visualicé a varios de mis amigos al instante: Matthew, Jude, Clarissa, Mikkelle y Justin. Pero había alguien al que, de solo verlo, se revolvió como loco todo mi interior. Lucía poco más delgado y me atrevería a decir que un poco más alto. Su cabello estaba algo revuelto y eso lo hacía aún más lindo. Su sonrisa se dirigió hacia mí y eso fue para mí una clara señal.

Corrí a sus brazos, ansiosa de tenerlo cerca. Lo había extrañado demasiado.

Tan pronto llegué a él, salté para abrazarlo y él me sostuvo con cuidado. Con cariño y calidez.

—Te extrañé, Emi —confesó, sosteniéndome con fuerza.

Las palabras no conseguían salir de mis labios. Enterré mi cara en su pecho con fuerza, a punto de llorar.

—Emi, no vayas a llorar —me reprochó con un tono bastante dulce capaz derretirme—. Estaré contigo todo el resto del verano.

—Bueno, bueno, ya bájala, ella es mía —le reprochó Lissa, machacándolo con la mirada.

—No quiero, así que no te formes detrás de mí.

—Danniel —lo nombró Lissa, furiosa.

El comenzó a correr con cuidado, ya que cargaba conmigo encima, hasta la mesa. Me bajó despacio en una de las sillas y me acomodé. Él se sentó junto a mí y vi que Lissa se sentó del otro lado, frente a mí con Henrie a su lado. Matthew, mi mejor amigo, se sentó también a mi lado con Jude frente a él. Grace junto a ella. El hermano menor de Annie, Mikkelle, se sentó frente a ella. Ambos tenían la misma edad, pero Mikkelle era adorable en comparación a la pequeña rata de Grace.

Me sentí feliz estando cerca de Annie de nuevo. Lissa fue la primera en abrir una botella y servir cerveza en su copa.

—¿Cerveza en copas? —preguntó Justin, su primo, viéndola extrañado.

—Es elegante —Lissa empezó a tomar.

Tras ella fue Danniel, quien siguió los pasos de Lissa y usó una copa. Se veía feliz tras haber tomado el. Ella lo miró mal y él le sonrió. Annie sirvió para mí y todo comenzaron a llenar sus copas.

—¡Lia, es tu primera vez tomando! —celebró Lissa, chocando su copa con la mía.

Tragué fuerte.

La verdad esta era mi segunda vez bebiendo alcohol. De hecho, prefería el vodka. Cuando tenía 13 había tomado casi tres vasos de vodka. Aunque los únicos que sabían eso eran Jake y Marinna. No era muy amante del alcohol, pero en reuniones y con amigos, era genial. Y sí que necesitaba mucho ahora si quiero decirle algo concreto a Danniel sobre cómo quiero que avancemos en nuestra relación. Pues la Emilia sobria no se atrevería nunca, justo como en los tres años que han pasado. Pero la Emilia relajada a causa del alcohol le daban igual sus temores por el qué dirá y cómo lo diré yo misma, sin arrepentimientos. Aunque necesitaría una botella de vodka para eso.

Henrie sirvió una copa a Grace y esta quiso llevársela a la boca deprisa antes de que le llamaran la atención.

—No le sirvas alcohol, es menor —le aclaré—. Grace, deja eso —la regañé y Jude le quitó la copa.

—Tiene 14 años —le susurró Lissa a Henrie.

Aunque Grace podía pasar como alguien de nuestra edad, era una niña todavía.

—Por favor, ustedes están tomando y son un grupo de menores no legalizados para hacerlo—atacó, tomando una botella—. El único que tiene edad para beber es Danniel, así que todos estamos en el mismo barco.

Comenzó a verter la cerveza en la copa y ella nos vio a todos como si esperase algo. Nadie objetó y ella tomó sin importancia.

—No más de una —le advertí, rindiéndome. Ella siguió tomando, triunfante.

Mikkelle había tomado jugo de fresas, parecía no interesarle mucho todo ese rollo de beber.

—Por cierto, ¿cómo es que consiguieron el alcohol? Hay un montón —preguntó Clarissa mientras se servía su segunda copa.

Clarissa era mi compañera en clases de dibujo. Nos conocíamos desde hace 3 años.

—Todo es gracias a él —rodeó a Henrie con su brazo y él tembló cortamente, tratando de no ser evidente—. Es nuestro agente en la organización en esta fiesta.

Lo miré. Pude notar algo en sus ojos. Parecía decepcionado.

—Por cierto, ¿quién es él? ¿Es tu novio? —preguntó Matthew descaradamente.

—Nop, es mi mejor amigo —aclaró mientras se acercaba a Henrie.

—También será el futuro novio de Lia si alguien no se pone las pilas — mencionó Grace, insinuante y todos reaccionaron con sorpresa.

—Por supuesto que no —coincidimos Henrie y yo. Todos notaron ese hecho.

Tomé todo lo que quedaba de mi copa, que estaba casi intacta.

—¿Entonces tu amigo no va tras Emilia? —Matthew siguió con el tema y todos parecían querer saber.

Annie me miró por unos segundos.

—Hagamos un juego —propuse, nerviosa. Debía desviar y asesinar ese ridículo tema de conversación.

—Oh, perfecto —saltó a hablar Jude—. Tengo muchos juegos para este verano. Considerando que hay niños aquí, jugaremos uno más fácil—propuso y todos asentimos, excepto Grace, quien parecía algo ofendida—. Escriban 3 secretos, 3 preguntas y varios retos cada uno. 

Sacó papeles y bolígrafos de una bolsa. Venía preparada. Comenzamos a rellenar los papeles.

—En las preguntas pueden poner lo que sea que quieran preguntar a alguno de los presentes, colocando el nombre de a quién quieren preguntarle y su nombre al lado para saber quién pregunta —ella notó que todos nos detuvimos—. Descuiden, será todo tan anónimo como gusten —sonrió—. En los secretos, por favor poner cada uno su nombre en ellos.

Realmente no tenía idea de qué escribir. Si bien podía aprovechar y poner un par de preguntas para Annie, sería como ponerme en evidencia delante de todos. Creo que no todos sabían que me gustaba Annie, era buena manteniéndolo a raya. Pasado un tiempo bastante corto, la mayoría había terminado ya. Los restantes éramos Annie y yo. Nos miramos al notar que solo nosotros faltamos y le sonreí. Él hizo lo mismo, entregando lo suyo. Al final, puse cualquier cosa y los entregué también.

Todos habíamos puestos nuestros papeles en distintos frascos por colores. En el rojo estaban los retos, en el blanco las preguntas y en el negro los secretos.

—Bien, este es un juego principalmente de retos. Tendrán solo 5 tragos para evadirlos, pero cuando se les acaben, usaremos las preguntas. Hay preguntas variadas y preguntas que ustedes mismos escribieron. En cuanto a los secretos, diré uno de cada uno al inicio del juego. ¿Por qué? Eso será sorpresa —nos sonrió, enigmática—. ¿Empezamos?

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