75: La rigidez de una bailarina.

El ballet es mucho más duro de lo que uno suele pensar en su día a día. Largos entrenamientos, dietas imposibles y la constante competencia pueden llegar a destruir a cualquiera... Cualquiera que sea una perdedora y una mal nacida. Niñas bonitas, chicas sensibles, asnos, vacas, personas inferiores. Todas deben arrodillarse ante aquellas que sí son bailarinas. Aquellas que tienen la dureza, la sutileza, la fuerza y la flexibilidad. Personas verdaderamente talentosas. No como el resto.

Y aún con eso... Nunca conseguí su atención. Espalda derecha, postura perfecta, dientes brillantes, piel de porcelana y cómo una muñeca en un escaparate siempre iban a los otros... Los imperfectos. Esas niñas bonitas parecían encontrar a sus príncipes azules, las chicas sensibles a los chicos malos y sin sentimientos. Hasta los asnos y las vacas encontraban de alguna forma a granjeros que se hacían cargo de sus necesidades. ¿Por qué nadie podía con la muñeca? De estatus social alto, una familia numerosa y poderosa, la mejor en todo... ¿No era ni un poco atractivo? Vamos, hasta las cucarachas recibían más atención que yo.

Era difícil ser perfecta. Ir a una escuela perfecta, con notas perfectas a una joven edad... Parecía levemente mayor que el resto de mis compañeros. El único que más o menos era... "Digno" de mi era Charles. Un chico estúpidamente enamorado de una idiota, que iban un año más que yo, ambos se gustaban con bastante notoriedad.

Pero como culpar a alguien de que el chico más amigable, misterioso y atractivo sea un objetivo de atracción. Para casi todas las chicas del colegio. Y justo estaba en ese día... Ese importante día en el cual una de las empleadas dejó el gas prendido y cuando mi padre decidió prender uno de sus cigarros...

Una voz me habló. Se escuchaba como una entre millones de millones. Aunque provocaba un estruendo que me llevó a mi infancia, a esas tormentas las cuales temía por los truenos que sonaban como la ira de millares de personas, y producían una luz como ningúna otra.

"Acaso... ¿Quieres volver?"

Y de pronto criaturas verdes me rodeaban, podía ver un techo de piedra y sentir unas manos enormes y calientes tocando mi delicada piel. Había dejado atrás todo lo vívido, y ahora era nuevamente una recién nacida... Pero las cosas eran extrañas, sus rostros eran humanoides, aunque con características toscas y fuertes. Mi padre era atractivo, mucho más que el de mi anterior vida. Y mi madre no se quedaba para nada atrás, aunque en cierta forma tenía un cariño de hijo por ambos, mis primeros años fueron... Difíciles, toda la parte de sentarse, gatear, pararse, correr, todo eso lo hice bastante rápido para mi edad. ¿Una niña como otras?... Lo intenté ser, por qué no podía vivir una infancia que nunca conocí, ignorando las perfecciones de antes.

Aunque esa burbuja se rompió una noche de tormenta, era jovencita, unos seis años, siete quizá. Y estaba en el pasillo, escuchando cómo los truenos hacían retumbar todo. En esa inseguridad sobre si enserio buscar refugio en mis padres o tomar el valor y la seguridad de mi anterior vida para dormir tranquila.

Nuevamente, un estruendo sonó... Pero... no hubo ninguna luz, con terror abrí la puerta, esperando que solo sea que algo se haya caído. Pero allí se encontraba... Manchas de sangre por todos lados, el llanto desconsolado de una mujer y el cadáver de su esposo en sus manos. Las marcas de su cuerpo indicaban que un rayo había golpeado su pecho. Aunque una flecha también se encontraba clavada. Claro que no era una completa casualidad.

Todos estos años... Ignore una pequeña cosa... A mi nacimiento acudieron muchas personas que me tomaban como la "Elegida". Un culto a mi persona y al hecho de que era algo así como una campeona... ¿Campeona? Cómo algo del pasado lejano que aparece en tu mente, la voz de estruendo vino junto a un trueno.

"Para volver, has de ser fuerte, valiente, fulminante... Has de ser... perfecta, has de ser... mi campeona"

Y nuevamente a esta realidad. Nuevamente, un estruendo, está vez no fue por la tormenta, tampoco una flecha. Fueron mis pasos. Sentía mi maná desplomarse, y con eso yo misma... Lo siguiente fue el funeral de papá... El entrenamiento de mamá... Y nuevamente la perfección. Nunca perdí un combate, incluso contra Viola. Nunca di el brazo a torcer.

Llegando a clases nos avisaron de alguien nuevo, por qué un niño se veía tan interesante. Era un salvaje, sucio, impuro, imperfecto... Cómo es que incluso con un chico igual a Charles... Ese cabello negro y esos ojos oscuros sean tan... Sorprendentes.