7 | Lo qué pasa en las Vegas... |

Después de dos semanas ocupando la casa de mi amiga, encontrarme sola en casa me resultaba terriblemente extraño.

Mackenzie había propuesto el mudarnos juntas pero me negué, no quería que creyera que no podía  superar las mierdas que llevaba en mi cabeza, necesitaba  demostrarme a mi misma que podía sobrellevar mi vida y mis demonios sin ningún tipo de ayuda.

Sumida en mis pensamientos, me exalté cuando la notificación de llamada sonó en mi celular.

—Hola.

—Fin de semana en Las Vegas. ¿Que dices?.

La voz de la única persona capaz de hacerme ese tipo de propuesta después de haber recorrido Europa, me hizo esbozar una sonrisa.

—Debería preocuparme —exclamé con diversión —¿Cassidy Sparks suelta en Las Vegas?. Esos son problemas asegurados.

—Diría diversión asegurada... —su voz se hace aguda —Vendrás conmigo, ¿Verdad?

—No lo sé. Le preguntaré a Mackenzie y te confirmaré —dije, mientras le daba un mordisco al sándwich que me había preparado hacía unos momentos.

La escuché bufar al otro lado del teléfono.

—No recuerdo haberte dicho que la invitaba. —reclamó con desagrado en la voz.

—Oh, vamos. Será divertido juntarnos las tres.

—Es fastidiosa, y amargada. ¡Siempre se está quejando de todo y termina en coma con solo una cerveza!.

Enumeró todas y cada una de las razones de porque no la invitaba nunca. Las tres habíamos sido compañeras en el instituto y por más intentos que había hecho en tratar de hacer que se llevaran bien, no había caso alguno.

Hay personalidades que chocan con tan solo mirarse a los ojos.

La poca resistencia de Mackenzie con el alcohol era cierta. Lo tomaba a regañadientes, pero aún así lo ingería porque según ella la hacía sentirse más liberada de la presión social y el ojo crítico.

—Hablas de mi mejor amiga —sentencié con frialdad —¡Ya la he dejado todo el verano, lo consideraré solo si ella está invitada también!.

—Pues bien, si con eso vienes —repuso suspirando hondo —Alexander no deja de preguntar por ti.

—Me he dado cuenta, se ha vuelto el acosador personal de mi Instagram.

Había apretado el corazoncito y comentado cada una de las fotografías que subí a mi red social. No negaré que también revisé su Instagram, pero la actitud petulante que maneja y la forma en la que pretende conquistarme no me agrada para nada.

Y no tenía que ver con el hombre que me había besado en su casa, hacía rato no recordaba aquello.

—¿Entonces? —preguntó impaciente —¿Las Vegas?.

—Te confirmaré mañana.

—¡Genial! —exclamó con entusiasmo —Te adoro, mon cherie.

Colgué el teléfono y le envíe un mensaje a mi mejor amiga haciéndole la propuesta del viaje a Las Vegas, pero recibí una negativa de su parte.

Lo que ella no sabía es que siempre me salía con la mía, e iba a intentar que esta vez no fuese la excepción.

❤︎❤︎❤︎

Al llegar al aeropuerto McCarran después de un vuelo tranquilo desde Nueva York, sabia que Mackenzie se encontraba emocionada aunque su rostro aún estaba fruncido.

No había sido fácil convencerla de venir, pero lo había logrado.

—Las Vegas, bebe. La ciudad donde el placer y el pecado nunca duermen —dije, dándole un codazo mientras bajábamos del taxi en la entrada del hotel—Porque todo lo qué pasa en Las Vegas...

—¡¡SE QUEDA EN LAS VEGAS!!.

Una mujer desconocida vociferó la respuesta a mi lado. Levaba un diminuto  vestido color magenta casi transparente y un enorme trago en la mano. Parecía estar bastante ebria y tan solo eran las seis de la tarde.

—¡Tienes suerte en tener una mejor amiga tan aventurera como yo! —exclamé sonriendo.

—¡No hables de suerte, tú no crees en ella! —masculló haciendo un ademán —¡Lo único que espero es quitarme las ganas de casarme con algún extraño en esas capillas donde Elvis Presley es el ministro!.

De solo imaginar la situación estallé en una carcajada, llamando la atención de la recepcionista quien nos tendió la tarjeta de la habitación que había reservado.

—¡Te prometo que no te irás de aquí hasta que no sea testigo de tu matrimonio con algún sexi stripper que desfalcará toda tu cuenta bancaria y la de tu familia en cuestión de meses!

—¡No esperaba menos! —respondió sonriendo.

Ya entrada la noche nos dirigimos al lujoso hotel Bellagio maldiciendo no haber podido conseguir habitaciones allí y tener que conformarnos con el único que Cassy había podido encontrar en tan poco tiempo.

Generalmente las personas reservaban con mucha anticipación o tenían muchas influencias, y pedirle a mi padre ayuda para un hotel en las Vegas después de haber desaparecido en Europa por semanas sin contactarme no me pareció una decisión viable.

La renombrada discoteca llamada "The Bank" era una de las más importantes y famosas de las Vegas y se encontraba en el sector privado del Hotel. Tenía una afluencia bastante importante de celebrities, personajes del mundo del espectáculo y de la elite mundial. Sobre todo quienes eran amantes de la vida nocturna, los lujos y el mejor servicio con la mayor confidencialidad.

Podías encontrar desde cantantes muy exitosos completamente ebrios, hasta actores de Hollywood teniendo un pésimo viaje con los estupefacientes, pero esto nunca trascendía a la luz de los paparazzis gracias a la excelente reputación del lugar por preservar los escándalos.

Subimos la escalera mecánica hacia la entrada, donde un hombre realmente enorme que debía llevarme aproximadamente tres cabezas, nos abrió paso quitando la cuerda de terciopelo y haciendo un ademán hacia la puerta, y se veía como la música hacía vibrar las paredes.

Encontré a Cassy descontrolada bailando muy provocativamente con Alexander James en un lugar reservado de la disco, mientras Theo los observa con el rostro completamente desconcertado.

Mackenzie analizaba el lugar detenidamente y a medida que nos acercábamos a la mesa donde se encontraba mi amiga, se asombraba de las situaciones que veía.

Ella era bastante reservada, odiaba el exhibicionismo, los excesos, pero pese a eso siempre terminaba cediendo a mis caprichos con tal de pasar un buen rato conmigo.

A veces pensaba que no la merecía. Era mi cable a tierra, sobre todo desde que Scott ya no estaba conmigo. Sin ella hubiese perdido la cordura hace ya mucho.

—¿Tu amiga sabe acaso que esto no es un prostíbulo? —Mackenzie gritó en mi oído al percatarse la escena que Cassidy estaba dando.

—Oye, has venido a divertirte, no a juzgar a nadie.

Mi mejor amiga hizo una mueca no muy convencida. El top que llevaba puesto dejaba ver su abdomen dorado por el sol y su pantalón de cuero hacía ver sus piernas más largas. Si bien era muy delgada, no necesitaba pechos grandes ni una cintura envidiable, ella tenía una actitud arrolladora y por sobre todo, un buen corazón que era capaz de conquistar hasta al más mujeriego de las Vegas.

—¡Por Dios, llegaron! —gritó la pelirroja arrojándose a mi para abrazarme.

Estaba ebria, lo pude notar cuando abrazo también a Mackenzie, dejando que su vestido se subiera y exhibiera un poco el trasero. Bajé la tela nuevamente, ganándome el abucheo de un idiota que disfrutaba de las vistas como todo un capullo.

—Necesito alcohol. Y mucho —dijo la morena observándome con sus grandes ojos grises mientras Cassy seguía colgada de su cuello.

Bailar y divertirse con tus amigas cuando se encuentran bajo los efectos del alcohol es grandioso, pero tener que verlas llevarse bien entre ellas y comportarse como si en realidad se amaran, era fenomenal.

Tuve que quitarme de encima la mayor parte de la noche a Alex que se me pegó como chicle en el cabello. Theo observó mi mirada de fastidio la vez numero mil doscientas que quité la mano de su hermano de mi cintura y se sentó en medio de nosotros, ganándose unas cuantas maldiciones por parte de Alex.

—¿Necesitas que te libere un poco de mi hermano?.

Me analizó detenidamente con sus ojos color café y esbozó una sonrisa amable mostrando todos los dientes.

—Tu hermano no pierde oportunidad en querer tocarme —exclamé —¡Lo voy a dejar contando pajaritos de un golpe en su precioso y escultural rostro de ángel!.

Theo no pudo evitar reprimir una carcajada liberadora que le salió de la garganta y me contagió a mi también.

—Yo creo que está esperando que te emborraches y te lo lleves a la cama —dijo, palmeando mi hombro —¡Lo que no sabe es que el alcohol para ti, es como un somnífero!.

—¡No puedo creer que me quedara dormida! —dije negando con la cabeza.

—Yo tampoco.

Miré hacia mi costado y vi como Mackenzie y Cassy salían del reservado en dirección al baño. Quería dar una vuelta, divisar el panorama y ver si podía divertirme con alguien.

—Iré a dar una vuelta. ¿Me acompañas? —pregunté al chico que estaba a mi lado intentando acomodar a su hermano en el sillón, quien se encontraba bastante ebrio.

—Lo siento, estoy esperando que mi primo aparezca. Supuestamente ha bajado de su habitación y le dije que estaría aquí —repuso —Además no quiero dejar a este personaje aquí solo.

—Bien, en un momento vuelvo entonces. Iré al baño a buscar a las chicas.

Caminé hacia la escalera intentando salir del reservado cuando una fuerte mano en mi brazo me detuvo.

—Jess, estas ebria, te acompaño —dijo Alexander arrastrando las palabras y observándome con sus intensos ojos azules.

—¡Déjame, debo ir al baño!.

—Déjala, Alex —exclamó Theo, volviéndose para buscar a su hermano.

Caminé por los alrededores de la discoteca varías veces buscando a mi amiga, quien supuestamente se había dirigido al baño con Cassy pero no las encontré en aquel lugar.

¿Por qué siempre se desaparece?.

Un hombre se me arrojó encima, en algo que él llamaría abrazo si no estuviese tan ebrio. Su aliento a bebidas alcohólicas mezclado con cigarrillos me provocó unas náuseas indescriptibles.

—¡Deberías soltarme, imbécil!.

—Bailemos, rubia —dijo, tomándome de las manos mientras intenta moverse.

En su imaginación debe creer que sus movimientos eran seductores, pero la realidad era que parecía que le había dado un accidente cardiovascular y de los graves.

—¡Te dije que me soltaras, idiota! —mascullé, zafándome de su agarre con violencia.

—Vamos, perra... ¡Baila conmigo!.

—¡No tengo ganas! —grite, dedicándole una mirada furiosa.

—No digas que te has vestido así para ir a dormir sola. Seguramente estés buscando una buena revolcada —dice acercándose a mi como un depredador, uno bastante ebrio —Yo soy el indicado, princesa.

Intentó besarme pero mis nudillos fueron más rápidos y le propine un golpe en la boca, haciendo que tambaleara hacia atrás descolocado.

—¡Maldición, perra estupida! —gritó, tocándose el labio —¿Acaso no sabes quien soy yo?.

—¡A mi no me interesa, pero a mi puño si! —le mostré mis nudillos rojos por el impacto —¡Si quieres pregúntale a él!.

—¡Vas a arrepentirte, prostituta de cuarta!

Cuando iba a abalanzarse sobre mi, en un parpadeo logré verlo empotrado contra una de las barras del lugar.

Me volví hacia la persona que se encontraba a un lado del hombre imbecil, pero me sorprendí al notar que era nada más ni nada menos que el hombre que me había besado en aquella fiesta donde conocí a los hermanitos James.

Era demasiado seductor. Re dirigió su mirada hacia mi y sus ojos azules me inspeccionaron. Eran de un color tan penetrante que parecían hipnotizarte y hurgar tus más profundos secretos.

—Vámonos de aquí antes que lo asesine —gruño.

La voz ronca y atrayente de mi encantador héroe terminó de convencerme. Tomó su mano y sentí escalofríos cuando me tomó de la cintura, con intenciones de dirigirme hacia la salida.

Su aspecto de chico malo de película hacía que despertara mi libido al Máximo. Esa camiseta blanca de mangas cortas que dejaba ver sus brazos con musculatura excedida en entrenamiento, cubiertos de arte en forma de tinta y sus jeans ajustados sin duda me prendían fuego.

Lo analice sin emitir sonido, se podría decir por la manera en que su rostro se arrugó que comenzó a sentirse incómodo por mi forma de observarlo como si fuera un pedazo de carne de primera selección y yo una loba hambrienta.

—¿Caminarás o seguirás observándome con mirada de violadora serial? —preguntó, enarcando una ceja.

—¡Mierda, tu ego! —respondí con molestia al sentirme expuesta —¡Ni que fueses tan lindo!.

Camine delante de él con pasos agigantados intentando recuperar un poco de la dignidad que había perdido, pero de repente me quedé inmóvil.

No recordaba en qué hotel me había hospedado.

Intenté hacer memoria, pero las reservas las había hecho Cassy y yo solo había ido hasta el lugar con ayuda del gps.

¡Maldita tecnología que me hizo tan dependiente!.

¿Como fui tan irresponsable?.

Me desplomé en un sillón que había allí y rebusqué en mi pequeña cartera de mano con la intención de que por milagro yo tuviese la tarjeta de la habitación y esta indicara en donde era que estaba alojada.

Al encontrarla, suspire aliviada y comencé a besarla como si estuviese desquiciada, pero no, no estaba loca, era el alcohol haciendo efecto en mi sistema.

Sentí una mirada clavada en mi dirección y me volví hacia ella. No me había percatado que el tatuado seguía allí y que estaba observándome con expresión divertida.

—¿Que me ves? —pregunté con tono desagradable.

—¡Crei que estabas ebria, pero ahora viendo como te comportas, pienso que estas drogada! —respondió con actitud socarrona.

Si no fuese tan egocéntrico, buscaría un lugar recóndito para hacer con su cuerpo lo que se me apetezca.

—No estoy drogada. Un poco ebria, si.

—¿Un poco?.

—¡Estas en Las Vegas! —señalo a mi alrededor —¡Relájate, Aquí las personas se embriagan, se drogan, tienen sexo y se divierten!.

—Que suerte que soy de Rhode Island. Los excesos no son lo mío.

—Estas muy tatuado para ser pueblerino.

—¿Crees que en los pueblos no conocen los tatuajes?

—Se que si, pero son más conservadores. Admiro que tu madre te lo permitiera, mi madre no me dejaría ni en dos vidas hacer algo semejante, me asesinaría.

Su mirada ensombreció, y el rostro se le puso serio.

—Te llevaré a casa.

—¿Hasta Nueva York? —dije, intentando borrar esas arrugas que se le formaban en la frente de tanto fruncir el ceño.

—¡No, hasta donde sea que te hospedes aquí! —no logró contener la sonrisa que se le escapaba.

Pude notar que aunque depusiera esa actitud ruda y se hiciera el duro, no podía resistirse a mis encantos.

—¿Siempre eres así? —pregunté, ganándome su curiosidad.

—¿A qué te refieres?.

—Tan serio y con el rostro arrugado como si estuvieses chupando un limón — expresé.

—No me conoces, quizá sea muy divertido y no te has dado la oportunidad de apreciarlo —respondió.

Se acercó peligrosamente a mi, y digo peligrosamente pero para el, porque estoy a unos segundos de comérmelo enterito.

—¿Tienes algo que ver con Theo y Alex? —pregunté, inspeccionando sus facciones.

—Son mis primos.

Debí imaginarlo.

Era muy parecido a Alexander pero con mucha más corpulencia y altura. Theo parecía ser adoptado, no tenía nada similar a su hermano pero igualmente era encantador.

Su mirada se posó en mi boca, desafiando todo mi autocontrol. Mordí mi labio inferior, porque si jugamos a seducir, seremos dos en el juego.

—Debe ser de familia ser tan atractivos —dije, permitiendo que el alcohol lograra sincerarme tanto como para comenzar a hablar sin pensar.

—¿Te parezco atractivo, Juliet?.

—Claro. Tus primos también lo son —respondí para fastidiarlo, aunque la realidad es que si lo eran. Muy atractivos.

—No tienes oportunidad. Una tal Jessica los tiene peleándose por ella.

—¿En serio? —sonreí de solo pensar que no podía siquiera imaginarse que estaba hablando con la misma persona.

Estaba a punto de decirle que yo era esa chica, pero me interrumpió con un comentario muy poco agradable.

—Así es. No te prestarán atención a no ser que quieran sexo —dijo aclarando su garganta.

—¿Quien dijo que yo necesitaba más que eso? —le lance una mirada seductora.

Su expresión se tornó molesta y se levantó. A los hombres que intentan conquistarte no les agrada que le menciones la belleza de la competencia.

—Vamos, te llevaré —dijo, revisando algo en su celular.

—¡No, un ratito más! —exclamé con expresión triste —¡Te invito un trago!.

—¿Y tener que hacer de niñera cuando te encuentres en coma alcoholico? —preguntó secamente —No, no deberías ingerir más nada que no sea agua.

Este hombre lo que tiene de atractivo lo tiene de difícil y amargado.

¿Agua?.

¿En serio?.

—Solo una copa. Lo juro —levanté mi mano en señal de paz.

—Solo una —suavizó su rostro y me aplaudí mentalmente al notar que había ganado.

Su mirada escaneó por completo mi anatomía. El vestido corto dejaba a relucir mis piernas, y mi escote estaba bastante pronunciado.

—Claro, solo una... —lo observé esperando que me dijera su nombre.

—¿Nos hemos cruzando tres veces ya y aún no sabes mi nombre? —pregunta cruzando los brazos —¡Me siento ofendido!.

Quise reprimir una risa pero esta salió estruendosa y tuve que taparme la boca para no seguir burlándome de mi acompañante.

—¡Lo siento!

—Stephen —suspiró cansado.

Me gustaba su nombre.

Iba con el.

—¿Como Stephen King?.

—O Stephen Hawking —replicó.

—¿Quien es ese? —pregunté fingiendo ignorarlo.

Su rostro se deformó, y quedó pensativo reconsiderando la copa que se iba a tomar con una mujer con el cerebro vacío de conocimientos.

—Es un científico que...

—Se quien es, estoy jugando. Tuve que estudiarlo en la universidad —dije, ganándome su expresión de sorpresa —¡Andando!.

Le guiñe un ojo, golpee su torso y salí de allí mientras él me seguía detrás.

❤︎❤︎❤︎

Desperté con la cabeza aturdida, los pensamientos desordenados y las náuseas matutinas por haberme propasado con la bebida. La Luz me molestaba, y la resaca me provocaba un mal humor increíble. Trate de reincorporarme de la cama pero era inútil, mi cuerpo no quería responder.

—¡Mackenzie, ven a ayudarme! —me quejé. Mi vejiga quería explotar de las ganas de orinar.

—¡Tendré que cambiar mi nombre si sigues llamándome de esa forma!.

La voz grave del hombre de tatuajes retumbó en el lugar. Me levanté apresurada olvidando todo lo que me aquejaba, percatándome que no me encontraba en mi habitación, ni tampoco con mackenzie.

Stephen salió del baño vestido solo con sus bóxers y cuando me observé a mi misma, noté que solo llevaba ropa interior. Mi vestido había desaparecido, así que seguramente habíamos estado juntos.

Su cuerpo estaba enteramente cubierto por tatuajes, en su abdomen sobresalía la imagen de una diosa india y tenía varias imágenes que parecían pequeñas obras de arte.

Me sorprendía su resistencia al dolor. Ahora llamaba mucho más mi atención, me daban ganas de atarlo y golpearlo hasta que me pida por favor que me lo folle.

Me hubiese gustado haber tenido sexo en otras condiciones, con mis sentidos adormecidos por el alcohol no lograba recordar absolutamente nada.

Salí de mi ensoñación cuando escuche su voz nuevamente.

—¿Agua? —preguntó, tendiéndomela una botella.

—No, gracias. Debo irme —dije y señalé la habitación —¡Siento mucho esto!.

Todo estaba desastroso. Botellas de alcohol rotas, comida en el suelo, incluso un vestido roto que podía asegurar no era mío. Quizá habíamos tenido una orgia y yo no lo recordaba.

¿Que había pasado aquí?.

Parecía que La tercera guerra mundial se había librado en esta habitación. Me apresuré en colocarme el vestido y los zapatos cuando su mano en mi muñeca me detiene.

—Lo siento, Juliet. Esperaba hablarlo contigo en el desayuno... —dijo, pasando la mano por su cabello con nerviosismo—Tenemos algo que debemos resolver.

—¿Acaso te he dejado embarazado? — pregunté, restándole importancia a su advertencia.

Su rostro seguía completamente serio, se relamió los labios y suspiró hondo. Me estaba asustando.

—No, no me has dejado embarazado, es otro el problema.

—¿Problema? —lo observe confundida —¿Que problema?.

—Este.

Tomó mi mano y la levantó junto con la suya a la altura de mis ojos. En cada uno de nuestros dedos anulares había sortijas de oro que resplandecían.

—¿Que es esto? —dije quitándomela.

—Anillos de boda —exclamó rascándose la cabeza.

—¿A quien se los hemos robado? —pregunté incrédula, abriendo los ojos.

Ahora además de ebria, soy una delincuente.

—No las robamos. Las he comprado —aseguró.

—¿Por qué has comprado anillos de boda? —lo fulmine con la mirada y luego caí en cuenta que estaba en las Vegas y que aquí los matrimonios clandestinos abundaban —¡Oh, no!.

¡Maldita sea, voy a desmayarme!.

—Si.

—¡No, no es posible!.

—Si es posible. Parece ser que estamos casados —susurro clavándome su mirada.

Me tendió el papel que le habían dado en la capilla, y yo solo sentí como los cimientos de mi vida se desmoronaban en tres segundos.

¡Mierda!.

¡Maldición!.

¡Mierda!.

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