webnovel

CAP 2: Los Cuatro Arcangeles

A la noche siguiente, el pequeño Escanor ya estaba acomodado en su cama, listo para escuchar la continuación del relato de Rosa.

Su niñera entró a la habitación un tanto distraída, leyendo un enorme libro.

— ¡Ya era hora, Rosa!—dijo el pequeño Escanor un tanto malhumorado— ¿sabes cuánto he esperado? ¡Todo el santo día!

Rosa sonrió. Y a continuación hizo una exagerada reverencia.

—Mis disculpas Joven Príncipe…eh quise decir, Lord Escanor. Pero me temo, que he pasado gran parte de este día atendiendo la fractura que le hizo a su hermano Daemon…

Escanor se ruborizó al recordar el incidente que había pasado durante la mañana.

—F…fue u…un accidente…y…yo no quise…—empezaba a decir el pequeño Príncipe, cuando su cuidadora le puso su dedo índice en sus labios.

—Lo sé, Lord Escanor. Sé que fue sin intensión de su parte. No obstante, el Joven Daemon aun esta conmocionado. Quizá ahora lo deje en paz. —agregó Rosa mientras le guiñaba un ojo.

Sin embargo, Escanor estaba decaído. Le había roto el brazo a su hermano tras haberse defendido de las agresiones de este, no obstante, el pequeño Príncipe no sabía de donde había sacado la fuerza para haber realizado aquel acto contra su propio hermano.

Rosa observó a Escanor con una mirada afable, e inmediatamente se sentó en la lujosa silla al lado de la cama.

— ¿Continuamos la historia o prefiere irse a dormir?—el pequeño Príncipe negó enérgicamente con su cabeza y se acomodó en su cama. Listo para escuchar la continuación de la historia.

–Muy bien. Entonces continuaremos—replicó Rosa al ver el renovado ánimo del pequeño—Nos habíamos quedado por el beso de Heliel y Rittha ¿verdad?—Escanor asintió enérgicamente. —Bien, pues hay algo que se me estaba escapando. Me di cuenta de ello, cuando estaba leyendo este cuento al Joven Daemon.

Rosa le enseñó el grueso libro con el que había entrado, y se percató que se trataba de la historia de "La Espada Sagrada", la cual se decía que era el arma preferida de los Arcángeles del clan de la Diosa.

—Justo la noche antes del Eclipse, El Consejo de los Cuatro Arcángeles tramó un plan para asegurar la victoria de Heliel ante Rittha. Ellos personalmente se encargarían de debilitar a la princesa de los demonios, para que no peleara en condiciones óptimas ante el General del Sol.

—E…espera un momento Rosa—pidió Escanor con un tono de confusión— ¿dices que el Consejo de Arcángeles tendió una trampa?

Rosa observó a Escanor con una leve mirada de sorpresa.

— ¿Por qué lo dice?

—Bueno…debilitarla durante la noche para ganar…suena como un plan que solo a los demonios se les ocurriría.

Rosa sonrió de sorpresa.

—La mayoría de la gente ve a los Arcángeles como la encarnación de la justica, ¿usted nos lo ve así?—preguntó Rosa al pequeño Príncipe.

—S…si…claro…pero es que…no lo sé. Se supone que Heliel es poderoso. No necesitaba esa clase de trucos.

—Y así era, Lord Escanor—corroboró Rosa—Sin embargo, la idea fue de Amatiel, la líder del Consejo de los Cuatro Arcángeles.

El niño no pudo evitar abrir los ojos como platos en señal de sorpresa al escuchar aquel nombre

—¡¿A…Amatiel?!—Balbuceó Escanor—¡¿El ser más hermoso de la toda creación?!—preguntó mientras se sonrojaba levemente.

—Veo que la conoce, Joven Príncipe—contestó Rosa con una sonrisita. —En efecto, Amatiel no solamente era dueña de una belleza que encantaba a quien la mirara, sino que también, era un genio en estrategia fría. "Los principios morales y de ética no tienen lugar en la guerra contra los demonios" decía ella. Y Rittha no iba ser la excepción. No obstante, su plan no había contemplado una pieza fundamental en la defensa de los demonios.

— ¿Qué cosa?—preguntó el pequeño Escanor con sumo interés.

—La Anciana de la noche.

El pequeño príncipe fue incapaz de esconder la duda que se había manifestado en su rostro al escuchar aquel título.

—Una vez que los cuatro Arcángeles se dirigieron hacia la guarida de Rhitta en el Bosque de la Oscuridad, —prosiguió Rosa— fueron interceptados en el aire por una anciana que volaba sobre una alfombra.

— ¿Quién eres tú?–preguntó impetuosamente Ludoshel, el hermano menor de Amatiel, que en aquel entonces, apenas era un adolescente.

—Soy solo una antigua guardiana de este bosque, mi señor—respondió la anciana con un claro tono de burla en su voz.

— ¡Apartate!–exigió Tarmiel, el Arcángel de tres cabezas.

—Soy solo una pobre anciana ¿Qué daño podría causarles a tan poderosas divinidades?—volvió a contestar la anciana con sarcasmo.

—Si no te apartas, te fulminare aquí y ahora—amenazó el joven y apuesto Arcángel Sariel mientras extendía su palma derecha hacia la anciana.

— ¡Oh! ¡Pero que ternura!—respondió la anciana con un tono empalagoso en su voz— ¿de verdad creen que tienen una oportunidad contra mí? ¡Qué ternuras!

En ese instante, Sariel disparó una poderosa esfera de energía blanca llamada "Arca" la cual impactó de lleno a la anciana, creando una enorme cortina de humo negro.

— ¿No crees que exageraste un poco, Sariel?—reprochó Ludoshel mientras ahuyentaba el humo de su elegante rostro con un ademan de su mano.

El joven Arcángel se limitó a encogerse de hombros.

—A veces no controlo mi propio poder.

Justo en el instante que Amatiel iba a dar la orden de continuar con su misión, una carcajada demoniaca comenzó a resonar alrededor de ellos.

—Nunca creí que los Arcángeles fueran tan despiadados. —dijo la Anciana mientras salía de la pequeña nube de humo negro.

Los cuatro Arcángeles miraron atónitos, como la mitad del cuerpo de la anciana estaba completamente destrozado, pero aun así, la demacrada mujer parecía no sentir absolutamente nada.

—Si es así como quieren hacer las cosas, entonces juguemos—dijo la anciana al mismo tiempo que la mitad de su cuerpo comenzó a cubrirse con el humo negro de alrededor, para momentos después, revelar que la mujer se había curado por completo.

—Admito que eres persistente, pero esto se acaba aquí—respondió Sariel mientras materializaba una "Arca" en ambas manos.

—Eres impulsivo como un niño—replicó la anciana con una sonrisa maligna—quizá, yo te pueda ayudar a ser uno…"Microscopy"—añadió la mujer mientras agitaba su bastón de madera casi podrida. Inmediatamente, el esbelto cuerpo del Arcángel Sariel fue cubierto por el humo negro de los alrededores.

— ¡Sariel!—gritó el Arcángel Tarmiel mientras apartaba el humo negro con una onda de choque de sus manos. Cuando el humo se disipó, los otros tres Arcángeles vieron horrorizados el estado de Sariel. Ya que este, se había convertido en un niño de doce años.

— ¿P…porque me ven así?—preguntó Sariel confundido.

—¡E…esto es imposible!—replicó Amatiel con desesperación—¡¿Qué demonios eres?!—preguntó a la anciana mientras le dedicaba una mirada fulminante.

—Esas no es manera de hablar de una representante de la diosa. —contestó la mujer con tono de burla. Lo que provocó que Tarmiel se abalanzara violentamente sobre ella.

—He escuchado de ti—dijo la longeva mujer mientras examinaba las tres cabezas del arcángel, al mismo tiempo que esquivaba con facilidad todos los ataques de este—tu cabeza izquierda puede ver el pasado, la derecha el futuro, y la de en medio el presente, ¿no es así?

Tarmiel no pudo esconder su sorpresa al ver que la vieja mujer, conocía el secreto de sus tres cabezas.

— ¡Maldita! ¡¿C…como es que…?!— empezaba a decir Tarmiel cuando la vieja bruja agarró su cabeza de en medio con su poderosa mano como garra.

—Tu cabeza del presente es un problema para mí, no te molesta si me deshago de ella ¿verdad? Al fin y al cabo tienes dos más—acto seguido, la cabeza de en medio fue cubierta por una espesa cortina de humo negro.

El arcángel tricéfalo profirió un grito de desesperación ante la carcajada maligna de la anciana.

Amatiel lanzó un rayo de luz de su boca hacia Tarmiel, haciendo que el humo negro desapareciera, solamente para revelar la deformada cabeza de Tarmiel.

— ¡Esto debe ser una broma!—rugió Ludoshel totalmente cargado de furia— ¡ningún ser tiene derecho a pisotearnos de esta forma!—acto seguido, los ojos del Arcángel comenzaron a emitir un brillo dorado. A lo que la anciana respondió abalanzándose sobre él.

—De ti también he escuchado cosas—dijo la anciana mientras aceleraba su velocidad—Dicen que en tu vista se alberga una bendición conocida como "El Juicio de la Diosa", cuya poder destructivo podría traer problemas incluso hasta el Rey Demonio.

Justo en el momento que Ludoshel había terminado de cargar poder en sus ojos, la anciana le asestó un duro golpe a sus ojos con su viejo bastón de madera.

— ¡M…maldita!—gritó el joven Ludoshel al mismo tiempo que la anciana había alargado sus uñas con el objetivo de rasguñar los poderosos ojos del Arcángel.

—Eso hubiera sido peligroso—repuso la anciana mientras lamia la sangre de sus filosas y alargadas uñas. — ¿Qué hay de ti "hermosura"? ¿No vas a pelear?—dijo la anciana mientras observaba con desdén al Arcángel Amatiel.

La hermosa deidad se limitó a sonreír con confianza.

—Solo esperen un momento mis Arcángeles, en seguida me encargaré de esto. —dijo Amatiel en tono solemne, mientras extendía su brazo derecho.

La anciana quien se había mostrado exuberante de confianza, cambio su semblante al comprender el gesto del Arcángel.

—A…así que te pondrás seria ¿no es así?—replicó la decrepita mujer mientras empezaba a sudar levemente. Algo que no pasó desapercibido al Arcángel.

—Supongo ya te percataste del enorme poder mágico acumulado en mi brazo derecho ¿no es verdad?—dijo Amatiel con una sonrisa de satisfacción al ver la cara de preocupación de la anciana—Quisiera saber tu identidad antes de aniquilarte aquí y ahora.

La decrepita anciana escupió con asco, y luego sonrió.

—Mi nombre es Morgana Le Fay, y soy la maestra de mi Joven Ama, la Princesa de los Demonios, Rittha.